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etiqueta: Cuento fecha: 20-11-2020


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Don Opando, o unas Elecciones

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


En las elecciones, el gobierno que promete, seduce; el que da, corrompe; si amenaza, es tirano; si atropella, esclaviza; quien tal hace no merece el poder; el pueblo que lo sufre no merece ser libre.

(Cierto publicista)


Don Opando era hombre viudo de un ojo, menguadísimo de pelo, profluente de narices, fertilísimo de orejas, muy arrojado de juanetes, hendidísimo de jeta y desgarradísimo por extremo del agujero oral, que se mostraba todavía más dilatado de confines por la sonrisa inefable con que siempre lo bañaba y embellecía. Las mejillas, por lo mismo que eran fláccidas y sumamente fruncidas y rizadas, daban a la fisonomía mil cambiantes y fases diferentes, que echaban noramala al hombre de las tres caras, aunque en competencia quisiese jugar con punto y medio de ventaja, además de revelar elocuentemente que en aquella cavidad bien pudieran acomodarse y vivir sin conocerse ni tratarse dos buenos quesos manchegos, o dos buenas intendencias, según y conforme fuese el maná o pitanza que fuera conveniente engullir. En sus piernas, si se salva la protuberancia descarnada de las rótulas o choquezuelas, nada se miraba de imperfecto, a no ser por cierta deformidad hija de cierto caso fatal y fortuito que era de achacar a su señora madre. Fue el caso que, cuando infante, era D. Opando el más lindo e inequívoco cachorro que hubiesen abortado los infiernos, y mamá, que quería poner coto a los desahogos pueriles de su niño de quebrar cacharros, esquilmar las ollas y absorber las vinajeras del hogar, me lo aseguraba con un hiscal de diez hilos, atándolo por el tobillo o engarce del pie para sujetarlo y trabarlo, ni más ni menos que como a un cimbel gracioso y revolante.


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Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

El Roque y el Bronquis

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


Y apagando las luces, comenzaron con los asientos y con las muletas y bordones a zamarrearle a él y a sus corchetes, a oscuras, tocándoles los ciegos la gaita zamorana y los demás instrumentos, a cuyo son no se oían los unos a los otros, acabando la culebra con el día y con desaparecer los apaleados.

(El diablo Cojuelo.—Tranco V.)


Vuesas mercedes no saben lo que es un Roque, porque ignoran qué cosa es un Bronquis; no se pescan lo que es un Bronquis y un Roque, porque no han viajado por Andalucía, y si por allá han andado, no han visitado ciertos pueblos, y si los han visitado, no han asistido a ciertas y ciertas festividades, escenas, bureos, bailes, triscas y saraos de candil. Hoy me propongo llevaros, benévolos lectores, aunque sea sólo en fantasía a uno de estos entretenimientos recreativos, que así pudiera yo con igual facilidad a tales escenas positivamente, realmente, corporalmente, llevar y trasportar, ofrecer y presentar los lomos y espaldas de algunos amigos (seis fueron y seis quedaron) que yo me sé; y cuidado que no hablo en política. Mas porque vuestra fantasía no tenga que viajar, hender los aires y el espacio, y fatigarse por cosa de nonada y fruslería, me parece mejor, aquí mismo y galanamente relatando, poneros delante de los ojos cuadro tal, que bien os represente lo que saber queréis y yo mostraros quiero; cuadro en cuyos grupos ocupo yo lugar de privilegio, formando pareja con cierto inglés, mi camarada en la aventura, osado como pocos y curioso como ninguno.


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Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Baile al Uso y Danza Antigua

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


El príncipe, el señor, el bien nacido,
el galán y entendido,
el resuelto y valiente,
cogerá en el danzar gloria luciente,
que tan alta corona
grave autoriza, airosa perfecciona.

[...]

Danzan las aves en el aire vago
y en el salado lago
el bullicioso pece,
y el jabalí más trisca y se enloquece:
que en gozos celestiales
danzan las aves, peces y animales.

(Poesía antigua)


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7 págs. / 12 minutos / 59 visitas.

Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Asamblea General

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


De los caballeros y damas de Triana, y toma de hábito en la orden de cierta rubia bailadora


Mientras el Conde-Duque
pierde al Rey la España,
perla bailadora,
solázame y baila.
Que tu pie tan sólo,
si pulido danza,
pintando en los aires,
saltando en las tablas,
podrá y tu hermosura
borrarme del alma
pensamientos tristes,
amargura y ansias;
y tu lindo aseo
y donaire y gracia
el placer y gusto
sacarme a la cara.

(Comedia Verdadera)


El día de la convocatoria era domingo; la hora fue al punto del crepúsculo vespertino, y el lugar en cierta casa ubicada en la capital del mundo, cabeza visible de la España (el barrio de Triana), con frontispicio a la calle Non plus ultra, que es la de Castilla, y con tapiales al mar de los ríos y al río de la gloria, quinto del Paraíso, a quien al presente los nacidos llamamos Guadalquivir. Si este palacio por su humilde sobrescrito y modesta apariencia no lo hubiera escogido por suyo ningún Dux de Venecia, en cambio no lo desdeñara para regalada mansión nocturna el visir más amigo de frescuras y de perfumes, si le dejaran contemplar el paisaje mágico y la vista deliciosa que desde el jardín de la casa se alcanzaba. Y si una tarde del mes de mayo se sintiera halagado en los sentidos por el aroma de las flores y por el manso ruido de las aguas y de los árboles que allí se goza, desabrochando aquéllas sus capullos y columpiándose éstos al impulso del viento que consigo trae el murmullo lejano del río y que se lleva tras sí el sonoroso estruendo de los inmediatos raudales desprendidos de la alta alberca; no hay más decir, sino que, dejando los pensiles del Oriente, vendría a tomar asiento en Sevilla y a avecindarse en Triana. Aquel vergel y cerco de verdura era en verdad agradable por extremo.


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Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Fisiología y Chistes del Cigarro

Serafín Estébanez Calderón


Cuento


Que forman brocado de una y otra haz, águila imperial de dos cabezas y huevo de dos yemas, con los donaires de la capa


[...] Hallaron estos dos cristianos por el camino mucha gente que atravesaban a sus pueblos, mujeres y hombres: siempre los hombres con un tizón en las manos y ciertas hierbas para tomar sus sahumerios, que son unas hierbas secas metidas en una cierta hoja seca también a manera de mosquete hecho de papel de los que hacen los muchachos la pascua del Spíritu Santo: y encendido por la una parte dél, por la otra chupan, o sorben, o reciben con el resuello para adentro, aquel humo, con el cual se adormecen las carnes, y cuasi emborracha, y así diz que no sienten el cansancio. Estos mosquetes o como los llamáremos, llaman ellos tabacos.

(Las Casas, Historia general de las Indias)


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Publicado el 20 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

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