El Suceso del Día
Felipe Trigo
Cuento
Celso Ruiz, la prudencia misma, ¿cómo ha podido provocar al caballero Alberti, duelista célebre, tirador maravilloso que parte las balas en el filo de un cuchillo?
Acabo de encontrar a mi amigo en su despacho, tumbado en el diván, el cigarro en los labios.
—¿Te bates?—le he preguntado.
—Me suicido.
—Verdad. Tanto vale ponerse con una pistola frente a ese hombre.
—Es igual. Necesito demostrar que no soy un cobarde.
—¿A quién?
—A todos; a mí mismo, porque hasta yo empezaba a dudarlo.
—¡Estás loco!
Se incorporó Celso, me hizo sentar, y dijo:
—Escúchame. Toda una confesión. La vida exprés de la corte no tiene la sólida franqueza de nuestra provincia, donde el tiempo sobra para depurar la amistad. Aquí, las gentes somos a perpetuidad conocidos de ayer; amigos, nadie; de modo que tenemos el derecho de recelar unos de otros, de engañarnos mutuamente y de juzgar a cada cual por el traje con respecto a su posición, por su ingeniosidad con respecto a su talento, y por su procacidad con respecto a su hidalguía. La mesa del café, de concurrencia volante, nos atrae por su esprit y nos repugna por su cinismo. La dejamos con disgusto, quedando siempre un jirón de amor propio entre las tazas, y volvemos, sin embargo, al otro día, como a una tertulia de prostitutas, a fumar y estar tendidos. Tiene razón el que habla más fuerte, y el argumento supremo es una botella estrellada en la testa del contrario.
—Ecce homo. ¿Y algo así es tu lance con ese duelista, medio juglar y medio caballero?
Dominio público
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Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.