Textos por orden alfabético etiquetados como Cuento publicados el 28 de octubre de 2020

Mostrando 1 a 10 de 64 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Cuento fecha: 28-10-2020


12345

Amélia

Roberto Payró


Cuento


I

Las sierras se levantan, cubiertas de verdura; el arroyo, limpio y claro, cae saltando de piedra en piedra, para correr en seguida tranquilamente por la llanura inmensa, sin que un solo obstáculo se oponga á su acelerada marcha; ningun rumor se escucha, salvo el cántico de las aves, de ruido de las piedras que ruedan barbotando desde la cima, el murmullo acompasado del agua, y el monótono grito del insecto que vive oculto entre las yerbas altas y no holladas jamás por el pié humano; algunos árboles sin corpulencia adornan el paisaje; después la Pampa siempre verde, siempre igual, se extiende hasta otras sierras que, como éstas, van preparando las inmensas alturas de los Andes, como los centinelas avanzados anuncian la proximidad del ejército; estas sierras, seguidas de llanuras más ó menos prolongadas, van alternándose desde Córdoba hasta los primeros contrafuertes de la inmensa cadena de montañas que sigue paralela á las costas del Pacífico en la América del Sud.

En una de las soluciones de continuidad de esas primeras alturas, en una abra regada por las aguas de un pequeño arroyo, que se pierde en seguida en la cenagosa superficie de una cañada, cubierta de cortadera, de junco, de achira y otros vejetales amantes de la humedad, se alza una casita rodeada de jardines, perfectamente cuidada y limpia, que parece arrancada de la ciudad para trasportarla á lo más fragoroso de la sierra. Un hombre ya algo entrado en años, de porte distinguido y severo; una mujer joven y hermosa, y tres criados, uno de los cuales sirve de correo de aquella apartada colonia —habitan en la casa que, asentada gallardamente sobre la falda de uno de los cerros, blanca y limpísima, vista de lejos parece un dado de marfil sobre el tapete verde de la vegetación.


Leer / Descargar texto

Dominio público
11 págs. / 19 minutos / 94 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Arena

Emilia Pardo Bazán


Cuento


No le había visto en un año, y me lo encontré de manos a boca al salir del café donde almuerzo cuando vengo a Madrid por pocos días desde mi habitual residencia de El Pardo.

Apenas fijé en él los ojos, comprendí que algo grave le pasaba. Su mirar tenía un brillo exaltado, y una especie de ansia febril animaba su semblante, de ordinario grave y tranquilo.

—Tú estás enamorado, Braulio —le dije.

—Y tanto, que voy a casarme —respondió, con ese género de violencia que desplegamos al anunciar a los demás resoluciones que acaso no nos satisfacen a nosotros mismos.

Minutos después, sentados ambos ante la mesita, y empezando a despachar las apetitosas doradas criadillas, regadas con el zumo fresco y agrio del limón, entró en detalles: una muchacha encantadora, de la mejor familia, de un carácter delicioso...

—¿Sin defectos?

—¡Bah!... Un poco inconsistente en las impresiones... No toma en serio nada...

—¿Arenisca? —pregunté.

—Es la definición exacta: arenisca —contestó él súbitamente, plegado de preocupación el negro ceño—. Le dices hoy una cosa, parece hacerle impresión, y al otro día comprendes que todo se ha borrado... ¡Por más que quiero fijarla, no lo consigo! En fin, eso, ¿qué importa?

—Sí importa, Braulio...

Y viéndole silencioso, agregué:


Leer / Descargar texto

Dominio público
5 págs. / 8 minutos / 102 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Argumento

Emilia Pardo Bazán


Cuento


¿Quién no conoce a aquel médico no sólo en la ciudad, sino en la provincia, y aun en Madrid, al que desdeña profundamente? Son muchas las cosas que desdeña, y entre ellas, el dinero. Lo desdeña con sinceridad, sin alharacas. Podría ser rico; su fama de mago, más que de hombre de ciencia, le permitiría exigir fuertes sumas por las curas increíbles que realiza; pero para él existen la conciencia, el alma, la otra vida —un sinnúmero de cosas que mucha gente suprime por estorbosas y tiránicas—, y se limita a tomar lo que basta al modesto desahogo de su existir. No tiene coche, ni hotel, ni cuenta corriente en el Banco; en cambio, espera tener un lugar en el cielo, al lado de los médicos que hayan cumplido con su deber de cristianos, que algunos hay, y hasta en el Santoral los encontramos, con su aureola y todo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 62 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

¿Crimen?

Roberto Payró


Cuento


I

Febrero 10 de 18....

....Todo está en calma; el mundo parece dormir un sueño de muerte; la atmósfera pesada me sofoca; ni un suspiro del viento llega á estremecer las hojas de los árboles, todavia marchitas bajo los besos de fuego del sol; acaba de salir la luna, rodeada por un círculo de vapores luminosos, y su luz amarillenta hace palidecer el fulgor de las estrellas, perdidas en el manto indeciso de las nubes...

Todo está en calma; todo, menos mi corazón, que late violentamente, y mi cerebro que bulle como un volcán ...

El doctor Ávila me ha dicho que no puedo casarme; me ha amenazado con terribles desgracias para el porvenir; me ha hecho ver mi hogar, el hogar tantas veces soñado, presa de la desvastación terrible de la muerte, y haciéndose eco de los gritos sin piedad de la conciencia.

¡Y, sin embargo, yo no he dudado, y en el salón contiguo me esperan los que van á acompañarme al templo, los que van á ser testigos de mi crímen!...

¡Eh! ¡qué importa! ¡El dado está tirado, y no soy, más que otro, merecedor de las desdichas que me amenazan; la suerte se apiadará de mi, la suerte que hasta hoy me ha perseguido!..

Vamos á Elisa, á mi amada, á mi esposa en breve.

Sacudamos estos negros pensamientos, y miremos impávidos el futuro, lleno de sombras ó de luces, de fulgores ó de tinieblas. ¡Qué importa!...

¡Bebamos nuestra copa, amarga ó dulce, hasta las heces, sin que tiemblen el corazón ni la mano!...

II

Abril 12 de 18....

....¡Bien hacía yo en no dudar! La dicha más inmensa me sonrie; la felicidad más completa llena mi espíritu!

¡Soy el poseedor de la belleza tantas veces deseada, y la voz de Elisa llega hasta mí como música sublime que me extasía!...

Dos meses ha que la estreché por primera vez entre mis brazos ¡Dos meses que he vivido en el Paraiso!...


Leer / Descargar texto

Dominio público
8 págs. / 14 minutos / 49 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

De Pillo a Pillo

Joaquín Díaz Garcés


Cuento


—Este es un minero de veras —me decía el mayordomo, señalándome a Andrade, un viejo de barbas blancas, tostado y rudo como un bronce viejo, alto, firme todavía, de ojos negros, brillantes e inquietos.

El sol moría tras los altos picachos de la mina. Sin transición de crepúsculo, como ocurre en las altas cordilleras, la noche venía encima. El primer fuego encendido chisporroteaba con los quiscos secos mezclados a las ramas de espino. De abajo, en medio del alto silencio de la montaña subía el tintineo de una tropa de mulas retardada en el camino. Andrade avanzó después de esa breve presentación que hacía un lacónico v elocuente compendio de su vida de penalidades. Porque el viejo había padecido; antes de oírlo, ya sabía yo que su existencia había sido golpeada como pocas. En su faz rugosa, agrietada, esculpida por un tosco cincel, se leían las privaciones del hambre, las brutales quemaduras del sol y de la nieve, tal vez algunas manchas de sangre y de crímenes inconfesables. Hombre nacido para la más ruda batalla, enseñado desde niño a todas las crudezas, no podía encontrar ya nada sobre la tierra que lo hiciera temblar. La nariz aplastada como bajo el golpe de un machete, parte de la espaciosa frente hundida, una oreja incompleta, la voz resuelta pero contenida; era fácil comprender que ese luchador derrotado ni tuvo niñez apacible ni alcanzaría tampoco vejez con reposo.

—Sí, patrón; como minero nadie ha visto más que yo. He tenido muchas veces la plata en la mano, pero se me ha resbalado, señor, cuando menos pensaba. Como padecer he padecido, como hambres nadie puede hablar... Pero la sed, la sentí envolverme en una tortura infinita.

—¿Dónde conociste la sed?

—En el desierto.


Leer / Descargar texto

Dominio público
7 págs. / 12 minutos / 48 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Días Nublados

Roberto Payró


Cuento


á J. Peralta Martinea.
 

Bajo la influencia de este cielo plomizo, sintiendo la caricia del viento que arrebata las nubes negras y sombrías, en una especie de somnolencia indescriptible, mis ideas toman un tinte nebuloso y vago; paréceme que estoy entre sueños y que lo que veo y toco se desvanecerá en breve, como esas caprichosas imágenes que la pesadilla presenta á nuestros ojos asombrados.

Esta claridad de crepúsculo en que nos agitamos, hace que la pupila se dilate, y que la vista perciba menos que el oido. Asi, todo rumor, todo eco toman sones extraños, melancólicos; el canto del ave resuena más dulce, más poéticamente; el rumor de las risas alegres toma un timbre fantástico; nuestra misma voz adquiere sonoridades no imajinadas, repercutiendo en el ambiente que parece más denso, más vibratorio; la calma en que yace la naturaleza, el silencio general que reina en estos dias, solo turbado por rítmicas frases sonoras, ejerce marcada presión en nuestro espíritu, y lo lleva á ese estado anómalo en que se asimila pensamientos y creencias de que carece en los dias normales. Por esa razon ha dicho Zorrilla en uno de sus poemas:


Pero la noche oscura, la de nublados llena.
me dice mas pujante: — Tu Dios se acerca á ti".
 

Y nadie dejará de comprender toda la verdad que encierran esos dos versos: —en lo sobrenatural pensamos, cuando la luz tamizada por las nubes, como por un vídrio ahumado, llega á nosotros con vaguedades encantadoras, con resplandores que no hieren nuestros ojos, y que dan á los objetos coloridos extraordinarios, nebulosos ...

Este aspecto del cielo y de la tierra, empuja nuestro espíritu hácia la poesía, y le hace gozar con ciertos versos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 8 minutos / 94 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Dioses

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Cuidadosamente elegidos en el mercado, según es ley cuando se trata de mercancía destinada al servicio del templo, los dos esclavos eran hermosos ejemplares de raza, y si él parecía gallarda estatua de barro cocido, modelada por dedos viriles, ella tenía la gracia típica y curiosa de un idolillo de oro. Los pliegues del huépil apenas señalaban sus formas nacientes, virginales; los aros de cobre que rodeaban su antebrazo acusaban la finura de sus miembros infantiles. Entre él y ella no sumarían treinta y cinco años y, recién cautivos, el trabajo no había alterado la pureza de sus líneas ni comunicado a sus rostros esa expresión sumisa, aborregada, que imprime el yugo.

Al encontrarse reunidos en la casa donde los soltaron —casa bien provista de ropas, vajillas y víveres—, se miraron con sorpresa, reconociendo que eran de una misma casta, la de los belicosos tecos, adoradores del Colibrí. Desde el primer instante hubo, pues, entre los esclavos confianza, y se llamaron por sus nombres —él, Tayasal; ella, Ichel—. Sin preliminares se concertó la unión. Tayasal se declaraba marido y dueño de Ichel, «la de los pies veloces», y ella le serviría a la mesa y en todo. Dócilmente, Ichel presentó a su esposo los puches de maíz, el zumo del maguey y el agua para purificarse las manos, y a su turno comió después, con buen apetito juvenil.


Leer / Descargar texto

Dominio público
4 págs. / 7 minutos / 85 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Director de Veraneo

Joaquín Díaz Garcés


Cuento


A la vuelta del veraneo no puedo menos de presentarlo en cuerpo y alma a mis lectores. Es un hombre generalmente panzón, de buena salud, de buen diente, que ha pasado todo el año metido en la oficina, asfixiado en papel escrito, con el tintero bajo las narices, la lapicera en la oreja, luchando con los sabañones, con el sueldo, con los honorarios, con las hijas y con la mujer, y que llega siempre al mes de diciembre amenazado de una neurastenia.

Recibe las vacaciones con el gozo salvaje del caballo de coche de posta lanzado al potrero, escoge un balneario barato y se va al mar resuelto a sacarle el jugo al «veraneo», a no dejar perderse un solo centavo de descanso y alegría. Me refiero a él, al que ustedes han conocido en Zapallar, Papudo, Los Vilos y Pichidangui, en Quintero, Concón, Viña del Mar, San Antonio, Cartagena, PichiIemu, Constitución, Penco y San Vicente, en Peñaflor, San Bernardo, Linderos, Limache, Salto, Calera y San Felipe, en Panimávida, Cauquenes, Jahuel, Catillo, Apoquindo y Chillán, en fin, en todas partes donde hubo una colonia veraniega, donde se bailó, representó, amó, encendieron fuegos artificiales, enviáronse listas a los diarios y abriéronse bazares de caridad. Me refiero al organizador de las fiestas, al hombre indispensable, al que manejaba familias, damas y donceles, corporaciones y autoridades desde el punto de vista del recreo y honesto pasatiempo veraniego.

Acababa de llegar a un punto de veraneo y después de los trajines consiguientes que da en Chile «la casa amoblada» cuando se acaba de comprobar que no tiene más muebles que cuatro malos catres, dos sillas desfondadas, un piano con teclas recalcitrantes y un ropero cuyas puertas no cierran y cuyos cajones entran a puntapiés, estaba sentado en un banco en el jardincillo, cuando vi entrar al hombre panzudo y de buen humor. Se sonrió con aire de viejo amigo y sin cuidarse mucho de saludarme, dijo como para sí:


Leer / Descargar texto

Dominio público
9 págs. / 16 minutos / 114 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Doble Existencia

Roberto Payró


Cuento


Á Ana Lin Payro
 

—¿Así, pues, preguntó Arturo, hay siempre ese antagonismo entre los ricos y los pobres, y vice-versa?

—Sí, dijo el anciano. O, por lo menos, no he visto más que excepciones durante toda mi vida. Y también esa era la opinión de mi madre, cuando tenía más años que los que tengo yo ahora, y los cabellos tan blancos ya como un copo de algodón.

—¿Cómo lo sabe Vd? preguntó Luis.

—¿Cómo? Porque siempre me relataba un cuento, un cuento raro, que, según ella, debía llamarse "La existencia doble"

—¡Veamos el cuento, veamos el cuento! exclamaron todos.

—Es largo, es difícil de contar, y quién sabe si acierto en mi ignorancia: mejor es que calle.

—¡Nó, nó! ¡que lo cuente, que lo cuente! entonaron en roro.

—Si tal es el deseo de Vds... Pero quizá se arrepientan. No olviden que el cuento era relatado en aquella época por una mujer pobre; que hoy lo es por un hombre más pobre todavía; y que los que carecemos de fortuna, los que nos vemos obligados á trabajar hasta la edad más avanzada de la vida, tenemos mucha hiel que verter sobre los ricos...

—No importa, dijeron unos.

—¡Tanto mejor! exclamaron otros.

—Siendo así, comenzaré mi cuento, pero les ruego que no me interrumpan, dijo el anciano componiéndose el pecho y paseando la vista en de rededor, mientras el más profundo silencio reinaba en la sala.

I

Allá, en lejanos tiempos, cuando los pobres no pensaban, porque no tenían libertad para ello todavía, cuando ciertos hombres eran señores, y esclavos los demás, habitaba en una ciudad populosa un humilde carpintero, acompañado por su mujer y dos hijos pequeños, que, si le daban alegrías pasajeras, constituian para él una pesada carga, una fuente de disgustos nunca concluida.


Leer / Descargar texto

Dominio público
23 págs. / 41 minutos / 47 visitas.

Publicado el 28 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

12345