Las Cuatro Esquinas
Vicente Riva Palacio
Cuento
Los hombres más juiciosos no son más que locos mansos. Oigan ustedes esta historia. Tengo desde hace muchos años íntima amistad con el conde del Sarmiento; un hombre inteligente, instruido, caballeroso y del que puede decirse que si no es un genio, es por lo menos un escritor distinguido.
Una mañana entró en mi alcoba cuando acababa yo de despertar.
—Perdóname —dijo— que tan temprano venga a molestarte. Quiero que seas mi padrino.
—¿Pero vas a batirte?
—Sí; he tenido anoche algunas palabras con un caballero que se llama Román Santiurce.
—Le conozco bien. ¿Y qué palabras han sido ésas?
—Bueno…, cualquier cosa; pero yo necesito batirme con él.
—No, poco a poco; explícame primero, y después resolveré si te ayudo o no.
—Pues óyeme, y fíjate para que veas que me sobra razón. Tú sabes que tengo relaciones con Clotilde y estoy apasionado de ella hasta la locura. Clotilde tiene en el Real una butaca en el turno primero y como debes suponer, me encanta estarla mirando durante la representación. ¡Pues ahí va lo grande! Yo veo a Clotilde desde mi platea; pero en la butaca que está delante de ella se sienta ese hombre, y como le hace el amor a Lucía, ya la conoces, que está al lado de él, inclina la cabeza y me oculta siempre a Clotilde, me la eclipsa; dirijo para ella mis gemelos, y en vez de encontrarme el rostro de Clotilde, siempre es la horrible cara de ese hombre la que estoy mirando, y esa contrariedad cada turno primero, me ha hecho crear un fondo de odio contra él, que le mataría con mucho gusto por no volver a ver esa cara. Por su parte, él debe estar enamorado de Lucía, y se supone que yo miro para donde ellos están por hacerle el amor a ella, y me detesta; sí, me detesta; se lo conozco.
Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 80 visitas.
Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.