La Partida
Franz Kafka
Cuento
Protegido por copyright
1 pág. / 1 minuto / 384 visitas.
Publicado el 24 de mayo de 2016 por Edu Robsy.
Mostrando 161 a 170 de 5.175 textos encontrados.
Protegido por copyright
1 pág. / 1 minuto / 384 visitas.
Publicado el 24 de mayo de 2016 por Edu Robsy.
Al ir a confesarse una beata se jactó mucho con el Padre de que sabía rezar en latín y le rogó que le hiciese rezar algo en dicha lengua.
—Pues diga usted el Padre Nuestro —le dijo el Padre.
La beata empezó a rezar, trabucándolo todo e inventando un latín verdaderamente fantástico e inaudito.
El Padre la oyó con paciencia hasta que la beata llegó a decir:
—Don Cotidiano, Doña Bishodie.
Interrumpió entonces la oración y dijo al Padre:
—Todo lo comprendo, pero no caigo en quién pueda ser esta Doña Bishodie.
—Sí, hija mía, contestó el Padre: es muy sencillo; la mujer de D. Cotidiano.
Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 54 visitas.
Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.
Anidaron las avispas en un corcho de colmena, y revoloteaban sin cesar alrededor, y entraban y salían y defendían su casa como hacen las abejas.
—¿Qué os parece nuestra casa? —dijo una avispa a una abeja vecina.
—Es de igual construcción y tamaño que la nuestra; pero ¿tenéis muchos panales, cera y miel?
—¿Qué son cera y miel?
—Son la riqueza que elaboramos con nuestro trabajo.
—No; nuestra casa está vacía...
—¿Y para eso tenéis tanta casa? Yo creo que os bastaría un agujero.
Entre el pueblo que produce y el que imita sin producir, hay la diferencia que entre el avispero y la colmena.
Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 8 visitas.
Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.
En la huerta de un convento de monjas y colegio de educandas, había unos cuantos perales que estaban cargados de exquisita fruta.
Siempre que podían las novicias, cuando el viejo hortelano se descuidaba y no las vigilaba, iban a los perales y se comían las peras.
Enojada la madre abadesa, las reprendió calificando de hurto, y, por consiguiente, de acción muy fea lo que habían hecho.
La más desenfadada y picotera de las novicias se atrevió a responder entonces:
—Pues no será tan malo eso de quitar peras, cuando en la iglesia cantamos casi de diario: qui temperas...
—Es cierto —replicó la madre abadesa—, pero también añade el sagrado texto rerum vices, raras veces.
Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 49 visitas.
Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.
Sancho Panza, que por lo demás nunca se jactó de ello, logró, con el correr de los años, mediante la composición de una cantidad de novelas de caballería y de bandoleros, en horas del atardecer y de la noche, apartar a tal punto de sí a su demonio, al que luego dio el nombre de don Quijote, que este se lanzó irrefrenablemente a las más locas aventuras, las cuales empero, por falta de un objeto predeterminado, y que precisamente hubiese debido ser Sancho Panza, no hicieron daño a nadie. Sancho Panza, hombre libre, siguió impasible, quizás en razón de un cierto sentido de la responsabilidad, a don Quijote en sus andanzas, alcanzando con ello un grande y útil esparcimiento hasta su fin.
Protegido por copyright
1 pág. / 1 minuto / 751 visitas.
Publicado el 8 de junio de 2016 por Edu Robsy.
Protegido por copyright
1 pág. / 1 minuto / 3.367 visitas.
Publicado el 16 de mayo de 2018 por Edu Robsy.
Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de esparto; la puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras muy gordas:
LA KARABA
SE VE POR CUATRO CUARTOS
Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal
rarísimo, traído del centro del África o de regiones o climas más
remotos, hombres, mujeres y niños acudían a la tienda, pagaban la
entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba.
—¿Qué diantre de Karaba es esta? —dijo enojado un campesino—. Esta es una mula muy estropeada y muy vieja.
—Pues por eso es la Karaba —dijo el gitano—, porque araba y ya no ara.
Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 50 visitas.
Publicado el 6 de enero de 2021 por Edu Robsy.
Apócrifo
—Acúsome, pagre —decía una india que se confesaba—, que yo andaba namorada de mi comadrita su marido.
—Válgate Dios, hija —contestaba el sacerdote, que comprendía que «mi comadrita su marido» quería decir mi compadre—, ¿cómo fuiste a cegarte así?
—Pagre, como semos pobres y estamos solos.
—Sea por Dios, ¿qué más?
—Acúsome, pagre, que namoré con señá Dorotea su esposo.
—Ave María Purísima; ¿cómo fue eso hija?
—Pagre, como semos pobres y estamos solos.
—Vaya, hija, ¿qué más?
—Pues pagre, también lo namoré con siñor don José su hijo.
—Pero mujer, ¿estabas loca?
—No, pagre, como semos pobres y estamos solos…
Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 165 visitas.
Publicado el 29 de octubre de 2020 por Edu Robsy.
A los que viváis en tiempos futuros, ¡salud!
Cuando os nutráis bien, y sin esfuerzo y sin comer carnes por donde paso, al menos, la enfermedad del espanto; cuando os desplacéis sin usar de una bestia que os perfume el camino y se rebele contra nuestras ordenes; cuando los gatos y los perros no os quiten los besos de las mujeres; cuando los ruiseñores cedan las ramas á tiples económicas; cuando en el mar haya solo corales y perlas, en la atmósfera no haya más mosquitos, y en la tierra viva solamente el homo sapiens, acordaos de mi, que dije entre el desprecio de los unos y el enojo de los otros, esta perogrullada:
Cuanto más cerca de los animales está el hombre, menos distancia hay entre el hombre y los animales.
Dominio público
1 pág. / 1 minuto / 50 visitas.
Publicado el 28 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.
Cuando murió Narciso las flores de los campos quedaron desoladas y solicitaron al río gotas de agua para llorarlo.
—¡Oh! —les respondió el río— aun cuando todas mis gotas de agua se convirtieran en lágrimas, no tendría suficientes para llorar yo mismo a Narciso: yo lo amaba.
—¡Oh! —prosiguieron las flores de los campos— ¿cómo no ibas a amar a Narciso? Era hermoso.
—¿Era hermoso? —preguntó el río.
—¿Y quién mejor que tú para saberlo? —dijeron las flores—. Todos los días se inclinaba sobre tu ribazo, contemplaba en tus aguas su belleza…
—Si yo lo amaba —respondió el río— es porque, cuando se inclinaba sobre mí, veía yo en sus ojos el reflejo de mis aguas.
Protegido por copyright
1 pág. / 1 minuto / 1.259 visitas.
Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.