Nació la Verdad en un lugar grande, pero poco poblado. Fueron sus
padres la Razón y el Desengaño. Salió embuelta en un capillo, no por
afortunada sino por pobre. Por la calidad de sus padres no le estuvo mal
el don: éste fue de sabiduría. Fue su rostro blanco y sus faciones
hermosíssimas; fue creciendo siempre tan delicada como se suele dezir
della. Procuró arrimarse a buenos y huyeron su compañía, que, aunque era
muy hermosa, tenía mal olor en la boca. Ya era de razonable edad quando
se le pegaron muchos, que dixeron ser sus amigos: parecieron antes sus
deudos en lo poco que hizieron por ella.
En ésta empeçó a exercitar su oficio. Passó ansí que, al desembocar
de una calle, oyó que en una casa davan grandes gritos, a cuya puerta
dixo:
—Dezid que está aquí la Verdad.
Un pobre hombre, a quien su muger dava tormento de toca, basquiña, ropa, jubón y otros adereços, dixo:
—Entre y sea muy bien venida. Veamos si tengo para dar todo esso junto.
Entró, y apenas la huvo visto la muger quando, con grandes gritos,
llamó a su madre. Salió la vieja con unos colmillos de javalí y, vista
de la Verdad, con apresurados passos se bolvió por donde avía entrado,
que ni un gigante tan grande se atreve con una suegra. A quien siguió el
desconsolado marido, diziéndola:
—No acabo de entender esta muger: dize me quiere mucho y dame
pesadumbres de muerte. Dezidme, pues todo lo sabéys, qué quiere dezir
esto o a dónde está el remedio.
A quien la Verdad dió por respuesta:
—En quanto a la suegra, ¡Dios se duela de vos! A que no la acabáys de
entender, digo que no tan malo, pues otros aún no han empeçado con las
suyas o no quieren empeçar. Creedme que esto de entender estas damas es
como relación de balbucientes, que siempre están los que los oyen en los
principios. A que dónde está el remedio, digo que según lo que he oýdo,
que en la puerta de Guadalajara.
Leer / Descargar texto 'El Nacimiento de la Verdad'