Por la Patria
Javier de Viana
Cuento
Cuando el viejo octogenario terminó su breve exposición, don Torcuato, que había bandeado los setenta, se puso de pie, se atuzó la luenga barba blanca, carraspeó y dijo:
—Tengo cinco suertes de campo y como diez mil guampudos... Disponga de tuito, compadre, porque tuito esto no es más qu’emprestao. Me lo dió la Patria, a la Patria se lo degüelvo.
Y sin decir más, volvió a sentarse sobre el banquito de ceibo, casi quemándose las patas con las brasas del fogón.
Tomó la palabra don Cipriano.
Y se expresó así:
—Yo tengo campos, tengo haciendas y tengo algunos botijos llenos de onzas... Si es por la Patria, lo juego todo a la carta ’e la Patria.
Y se sentó. Y tomando con los dedos una brasa, reencendió el pucho.
Don Pelegrino se manifestó de esta manera:
—Nosotros, con mis hijos y mis yernos, semo veintiuno. Formamo un escuadrónenlo. Plata no tenemo, pero cuero pa darlo a la Patria sí....
Y hablaron otros varones, todos de cabellos encenizados, residuo glorioso de las falanges del viejo Artigas, corazones hechos de luz, músculos hechos de ñandubay.
Y más o menos, todos dijeron en poco variada forma:
—La Patria es la Madre; a la Patria como a la
Madre, nada puede negársele.
Y como habían ido consumiéndose los palos en el fogón, tornóse obscuro el recinto e hízose el silencio, casi siempre hermano de la sombra.
Transcurrieron minutos.
Y entonces don Torcuato, dirigiéndose a Telmo su viejo capataz, lo interpeló así:
—Tuitos se han prenunciao, menos vos. ¿Qué decís vos?
El anciano aludido encorvó el torso, juntó los tizones del hogar, sopló recio, lengüetó una llama, hubo luz.
Y respondió pausadamente:
Dominio público
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Publicado el 25 de octubre de 2022 por Edu Robsy.