Un Negocio Interrumpido
Javier de Viana
Cuento
El «Almacén, Tienda y Ferretería de la Villa de Venrell» encontrábase atestado por los parroquianos.
Era un sábado; antes de mediodía se esperaba la galera en viaje a la capital provinciana, y allí habían de merendar los pasajeros. Con tal motivo afluía la gente del pago; quienes para embarcarse, otros para despachar correspondencias y encomiendas, muchos por simple curiosidad y los más buscando un pretexto para llenar las horas ociosas con interminables partidas de truco y copiosas libaciones de ginebra y caña.
En el interior de la pulpería, sentado junto al mostrador, estorbando a los mozos y a los parroquianos, encontrábase don Sempronio, estanciero de las inmediaciones, rico en otro tiempo, arruinado ahora por sus vicios, el alcohol y el juego, engendradores de la pereza y el despilfarro.
Ralas y descuidadas las barbas de un rubio de flor de choclo, la mirada vidriosa e incierta, multiarrugada la pie! del rostro, terrosos e inexpresivos los labios, era una de esas piltrafas humanas para quienes no se puede experimentar compasión porque asquean e indignan.
Por cuarta o quinta vez, golpeó con el puño el mostrador, gritando a un mozo, con voz enronquecida:
—¿Cuándo me vas a trair la caña?... ¿L'han mandao buscar a l'Habana o l'están haciendo en l'estiba?...
—¡No s'apure, don Sempronio, c'ai mocha genta!—. respondió don Jaime, el catalán pulpero, con mucha menor grosería de la que acostumbraba a gastar con sus parroquianos en general, y particularmente con aquel que pertenecía a la clase de los que ordenan: «Apunte... y no haga fuego»..
Y la sorpresa del estanciero subió de punto cuando vió que, pocos minutos después, don Jaime servía y le aportaba personalmente un cuartillo de caña
—¿De qué lao me pensará chumbiar, porq'el noy no da puntada sin ñudo?—pensó con cierto recelo.
Y luego bebiendo, concluyó con filosófica despreocupación:
Dominio público
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Publicado el 15 de agosto de 2022 por Edu Robsy.