El Forastero
Federico Gana
Cuento
Un día que conversaba tranquilamente con el viejo mayodormo Simón, de diferentes tópicos, este me dijo de repente:
—Sabe, señor, que nos ha llegado un peón nuevo.
Esta era, a la verdad, una buena noticia, porque los trabajadores andaban escasos y las labores de la estación eran múltiples y variadas.
—Y ¿cómo se llama ese peón? le pregunté.
—Se llama don Floro Retamal, murmuró con cierto airecillo socarrón que no me pasó inadvertido.
—Y ¿de dónde viene?
—De lejos, de las montañas de Longaví. Pero el hombrecito es viejo... continuó recalcando estas últimas palabras.
—Y ¿qué importa, si sabe trabajar?
—Es que apenas puede ya con sus huesos.
—Ocúpalo entonces en arar la viña.
—Tal vez no alcance a cargar con el arado.
—Ponlo a abrir desagües...
—Menos se podrá barajar con la pala; a la media hora estará cansado.
—Díle que arranque zarzamora o desgrane ese maíz que hay en la bodega...
—Quería decirle también que yo lo tengo alojado allá, en mi casa... Ahí está desde que llegó...
—¿Entonces es solo?
—Solo, señor, sin nadie en este mundo.
Comprendí sin esfuerzo, al llegar a esta parte de nuestra conversación, que Simón la había promovido con el único objeto de darme a conocer que él era también hombre caritativo, rumboso, persona, en fin, que se gastaba el lujo de tener alojados en su casa.
Dominio público
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Publicado el 15 de enero de 2022 por Edu Robsy.