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La Quebrada

Arturo Ambrogi


Cuento


De entre un montón de piedras guateadas por el musgo, de entre los helechos, que se desarrollan como árboles en la húmeda penumbra, nace la quebrada.

Gota a gota fluye el agua: gota a gota, gota a gota se desliza sobre el musgo, como despenicada sarta de cuentas de vidrio, y rodando hasta el borde de la última de las piedras amontonadas, vacila un tanto, tiembla, brilla como un diamante, y al fin se desprende, y se aplasta.

Y ese goterío que cae, incesante, con matemática precisión, va formando entre los guijos roídos por la humedad y entre la grama mullida, un exiguo charco cristalino.

Húmeda sombra le cobija. Tramazón intrincada de ramas, forma cúpula impenetrable a aquel rincón arcadiano. Ningún rayo de sol se abrevó jamás en su escondida frescura. La nitidez, la tersura de su linfa, jamás se vio turbada; su tranquilidad, nunca, nunca, se alteró. Cuando más, el agua del charco se arruga, momentáneamente, a la caída silenciosa de alguna hoja dorada; o se siente rayada por las patas de una aguja del Diablo, o de un quiebrapalitos. Otras veces se anima, reproduciendo en frágiles temblequeos, el reflejo fugaz de las hojas.

Los berros crecen en sus orillas, a la sombra protectora de las anchas hojas de quequeisque, nervudas y membranosas, y entre sus tallos delicados y transparentes, rezuma la espuma de sapo.


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Publicado el 9 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

La Torre

H.P. Lovecraft


Cuento


Desde esa esquina se puede ver la torre. Si el testigo abandona por un segundo el ruido de la vida porteña, descubrirá tras las paredes circulares un aquelarre. El eco del mismo lugar que la humanidad resguarda en la penumbra bajo diferentes disfraces. La esencia de los cimientos de construcciones tan antiguas como las pirámides y Stonehenge. Allí se suceden acontecimientos —incluso próximos a lo cotidiano— que atraen a hados y demonios.

Fue lupanar y fumadero de opio. Acaso alguno de sus visitantes haya dejado el alma allí preso del puñal de un malevo. Pero fue cuando llegó aquella artista pálida, María Krum, que su esencia brotó al fin. Recuerdo que apenas salía para hacer visitas a la universidad. Fue en su biblioteca donde hojeó las páginas del prohibido Necronomicón. Mortal fue su curiosidad por la que recitó aquel hechizo. Quizá creyó que las paredes sin ángulos la protegerían de los sabuesos. Pero esas criaturas son hábiles, impetuosas, insaciables. Los vecinos oyeron el grito del día en que murió. Ahora forma parte de la superstición barrial. Pero yo sigo oyendo su sufrimiento y el jadeo de los Perros de Tíndalos que olfatean, hurgan y rastrean en la torre.


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Publicado el 29 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Torre de las Ratas

Victor Hugo


Cuento


Desde que había empezado a anochecer, sólo tenía un pensamiento. Sabía que, antes de llegar a Bingen, un poco antes de la confluencia con el Nahe, encontraría un extraño edificio, una lúgubre morada ruinosa, de pie entre los juncos, en medio del río y entre dos altas montañas. Aquella morada ruinosa era la Maüsethurm.

Cuando era niño, por encima de mi cama tenía un pequeño cuadro rodeado de un marco negro que no sé qué criada alemana había colgado en la pared. Representaba una vieja torre aislada, enmohecida, destartalada, rodeada de aguas profundas y oscuras que la cubrían de vapores, y de montañas que la cubrían de sombras. El cielo por encima de aquella torre era sombrío y cubierto de nubes horrendas.

Por la noche, después de haber rezado a Dios y antes de dormirme, miraba siempre aquel cuadro. Lo volvía a ver en mis sueños y me parecía terrible. La torre aumentaba, el agua hervía, un relámpago caía de las nubes, el viento soplaba en las montañas y, por momentos, parecía lanzar clamores.

Un día le pregunté a la criada cómo se llamaba aquella torre. Santiguándose, me respondió que se llamaba la Maüsethurm. Y luego me contó una historia. Que en otros tiempos, en Maguncia, en su país, había habido un malvado arzobispo llamado Hatto, que era también abad de Fuld, sacerdote avaro, según ella, que «abría la mano más para bendecir que para dar». Que un mal año compró todo el trigo de las cosechas para revendérselo muy caro al pueblo, pues aquel cura quería ser muy rico. La hambruna fue tal que los campesinos morían de hambre en los pueblos del Rin. Que entonces el pueblo se reunió alrededor del burgo de Maguncia, llorando y solicitando pan. Que el arzobispo se lo negó.


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Publicado el 20 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Venganza del Mono

Roberto Arlt


Cuento


António Fligtebaud, término medio asesinaba un hombre por año.

Su exterior era agradable, pues la naturaleza le había dotado de un físico simétrico. Su sonrisa bondadosa, sus maneras afables, no hacía suponer que fuera un correcto asesino.

Era paciente, astuto, cobarde y sobre todo, muy cortés. Jamás utilizó cómplices en la preparación de sus homicidios, lo que revela un carácter sumamente ejecutivo, que le concedía un extraordinario relieve a los dictados de su voluntad.

El estudio de un crimen, ya que no utilizaba cómplices (Fligtebaud era un hombre de rigurosísimos principios), lo sumergía en largos meses de labor, durante los cuales analizaba tan meticulosamente los detalles de su plan, que cuando se resolvía para la acción, podía afirmarse que la muerte ya estaba madura en el cuerpo de su próxima víctima.

El primer hombre que asesinó no fue uno, sino dos; resultó ser un joyero portorriqueño. El joyero, de natural desconfiado, vivía en el mismo local que ocupaba su establecimiento, en compañía de un joven de fornida apariencia. Fligtebaud esperó la oportunidad en que se desocupó un local junto a la joyería, perforó el muro una noche de tormenta y agredió al joyero a pistoletazos. El joyero falleció en su cama, el joven dependiente cayó junto a un muro. Fligtebaud desocupó la caja fuerte de todos los valores que contenía. Este doble asesinato le valió veinte mil pesos.

Al día siguiente se hospedó en un sanatorio, cuyos médicos se consideraron felices de tratarle una úlcera al estómago, que él no tenía pero que fingía padecer. Descansó de sus fatigas y quebrantos durante tres meses, y luego viajó, porque era aficionado al espectáculo del mundo y al trato con variada gente.


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Publicado el 7 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.

Las Medias Rojas

Emilia Pardo Bazán


Cuento


Cuando la razapa entró, cargada con el haz de leña que acababa de me rodear en el monte del señor amo, el tío Clodio no levantó la cabeza, entregado a la ocupación de picar un cigarro, sirviéndose, en vez de navaja, de una uña córnea, color de ámbar oscuro, porque la había tostado el fuego de las apuradas colillas.

Ildara soltó el peso en tierra y se atusó el cabello, peinado a la moda «de las señoritas» y revuelto por los enganchones de las ramillas que se agarraban a él. Después, con la lentitud de las faenas aldeanas, preparó el fuego, lo prendió, desgarró las berzas, las echó en el pote negro, en compañía de unas patatas mal troceadas y de unas judías asaz secas, de la cosecha anterior, sin remojar. Al cabo de estas operaciones, tenía el tío Clodio liado su cigarrillo, y lo chupaba desgarbadamente, haciendo en los carrillo dos hoyos como sumideros, grises, entre el azuloso de la descuidada barba

Sin duda la leña estaba húmeda de tanto llover la semana entera, y ardía mal, soltando una humareda acre; pero el labriego no reparaba: al humo ¡bah!, estaba él bien hecho desde niño. Como Ildara se inclinase para sopla y activar la llama, observó el viejo cosa más insólita: algo de color vivo, que emergía de las remendadas y encharcadas sayas de la moza... Una pierna robusta, aprisionada en una media roja, de algodón...

—¡Ey! ¡Ildara!

—¡Señor padre!

—¿Qué novidá es esa?

—¿Cuál novidá?

—¿Ahora me gastas medias, como la hirmán del abade?

Incorporóse la muchacha, y la llama, que empezaba a alzarse, dorada, lamedora de la negra panza del pote, alumbró su cara redonda, bonita, de facciones pequeñas, de boca apetecible, de pupilas claras, golosas de vivir.

—Gasto medias, gasto medias —repitió sin amilanarse—. Y si las gasto, no se las debo a ninguén.


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2 págs. / 4 minutos / 587 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Los Hermanos de Mowgli

Rudyard Kipling


Cuento


Desata a la noche Mang, el murciélago;
en sus alas acarréala Rann, el milano;
duerme en el corral la vacada
y de corderos duerme el atajo;
tras las reforzadas cercas se esconden
pues hasta el amanecer con libertad vagamos.

Orgullo y fuerza, zarpazo pronto,
prudente silencio: es nuestra hora.

¡Resuena el grito! ¡Para el que observa
la ley que amamos, caza abundante!

Canción nocturna en la selva.


En las colinas de Seeonee daban las siete en aquella bochornosa tarde. Papá Lobo despertóse de su sueño diurno; se rascó, bostezó, alargó las patas, primero una y luego la otra para sacudirse la pesadez que todavía sentía en ellas. Mamá Loba continuaba echada, apoyado el grande hocico de color gris sobre sus cuatro lobatos, vacilantes y chillones, en tanto que la luna hacía brillar la entrada de la caverna donde todos ellos habitaban.

—¡Augr.! .—masculló el lobo padre—. Ya es hora de ir de caza de nuevo.

Iba a lanzarse por la ladera cuando una sombra, no muy corpulenta y provista de espesa cola, cruzó el umbral y dijo con lastimera voz: —¡Buena suerte, jefe de los lobos, y que la de tus nobles hijos no sea peor! ¡Que les crezcan fuertes dientes y que nunca, en este mundo, se les olvide tener hambre!


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26 págs. / 46 minutos / 140 visitas.

Publicado el 25 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Los Ojos de la Reina

Leopoldo Lugones


Cuento


A Rómulo Zabala

I

No bien supe por aquella breve noticia de periódico matinal que, según la consabida fórmula, Mr. Neale Skinner había "fallecido inesperadamente, víctima de una repentina enfermedad" cuando se me impuso con dominante nitidez la causa del suceso: Mr. Neale se ha suicidado por "esa" mujer.

Impresión a la vez dolorosa e indignada ante el prematuro fin de una vida útil y de una amistad ya excelente, si bien muy retraída ahora último por aquella fatal aventura.

Tenía apenas el tiempo suficiente para vestirme y acudir a la casa de huéspedes donde el malogrado ingeniero residió desde su incorporación al Ministerio de Obras Públicas, pues la noticia indicaba que el cortejo se pondría en marcha a las diez.

Pasada la triste ceremonia, trataría de averiguar esa tarde en la correspondiente repartición de la Dirección de Ferrocarriles lo que allá supieran del inesperado drama, pues Mr. Guthrie, único amigo común, andaba ausente por el interior, según mis noticias.

Probablemente, pensé, la falta de aquel íntimo compañero habrá contribuido a precipitar la catástrofe. Mr. Neale, a quien debí, como se recordará, la curiosa narración del "Vaso de Alabastro", había sido contratado, poco después de fijar él su residencia entre nosotros, por la Dirección de Ferrocarriles, bien informada, en verdad, sobre su mérito de especialista.

Pero su incorporación a nuestro cuerpo técnico, que todos celebramos, y cuyo acierto comprobó él mismo poco después, dilucidando una complicadísima regresión en cierto tramo de la línea de Huaitiquina; debióse a las relaciones que entabló con aquella misteriosa dama del "perfume de la muerte", cuya arrogante figura percibimos sólo al pasar, la tarde de la recordada narración, y que según Mr. Guthrie, su conocido eventual, contaba dos suicidas entre sus adoradores...


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18 págs. / 31 minutos / 89 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.

Memnón o la Sabiduría Humana

Voltaire


Cuento


Pusósele en la cabeza á Memnon un dia la desatinada idea de ser completamente cuerdo: que pocos hombres hay á quien no haya pasado por la cabeza semejante locura. Memnon discurria así: Para ser muy cuerdo, y á conseqüencia muy feliz, basta con no dexarse arrastrar de las pasiones: cosa muy fácil, como nadie ignora. Lo primero, nunca he de querer á muger ninguna, y en viendo una beldad acabada diré en mi interior: Un dia se ha de arrugar ese semblante; ese turgente y redondo pecho se ha de tornar fofo y lacio; esa tan bien poblada cabeza ha de quedarse calva: y me basta con mirarla desde ahora como la he de ver entónces, para que esa linda cabeza no me haga perder la mia.

Lo segundo, siempre seré sobrio, por mas que me tiente la golosina, los exquisitos vinos, y el incentivo de la sociedad. Me figuraré las resultas de la glotonería, la cabeza cargada, el estómago descompuesto, perdida la razon, la salud y el tiempo; y así solo comeré lo que necesite, disfrutaré sana salud, y tendré siempre claras y luminosas las ideas. Cosa es esta tan fácil, que no es meritorio salirse con ella.

Luego, continuaba Memnon, es necesario no descuidar su caudal: mis deseos son moderados; tengo mi dinero que me produce buenos réditos y con buenas fianzas en poder del tesorero general de Ninive, y me basta para vivir sin depender de nadie, que es la mayor fortuna, porque nunca me veré en la cruel precision de ir á besar manos de palaciegos; á nadie tendré envidia, y de nadie seré envidiado: cosa no ménos fácil. Amigos tengo, dixo en fin, y los conservaré, porque nunca les haré mal tercio; no se enfadarán jamas conmigo, ni yo con ellos: tampoco en esto se ofrece dificultad.


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5 págs. / 10 minutos / 515 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Relato de la Muy Sensible Desgracia Acaecida en la Persona del Joven Z

Pablo Palacio


Cuento


El joven Z se matriculó en el año de Patología el quince de octubre de mil novecientos veinticinco.

Puede afirmarse que, primordialmente, el desgraciado joven Z tuvo 3 amigos: A, B y C. C es el cuentista.

Mi nunca bien admirado amigo Z fue un mártir del análisis introspectivo y de su buena voluntad de paciente. Mi amigo Z pudo estudiar la materia íntegra sobre sí mismo, progresivamente, a medida que su ojo hecho de tragedia se comía las páginas del inocente Collet.

Aunque no era tuerto, digo «su ojo», porque es mejor decir «su ojo» que «sus ojos».

Siguiendo el sistema del segundo capítulo de mi RELATO, afirmo que para mi recordado amigo, muy justicieramente desde luego, la letra Z fue la más importante del alfabeto.

Y de conformidad con lo dicho en el tercer capítulo, para perpetua lamentación nuestra, acaecióle lo que en éstos se refiere:


REUMATISMO ARTICULAR AGUDO


En los primeros meses de estudio fue asaltado por el peligrosísimo reumatismo articular agudo; un insistente dolor en la muñeca derecha, que mantuvo en constante tensión de ánimo a sus amigos A, B y C.

Consecuencias autopronosticadas por el espíritu analítico de Z: peligrosísimas afecciones cardíacas. Etiología: la maldición de las habitaciones húmedas. Todas las habitaciones son húmedas. ¿Qué haría Z? Z era el joven más desgraciado del mundo. Las letras del alfabeto estaban óseamente atacadas de indiferentismo. Z podía morirse como un perro.


CAPÍTULO DE LECTURA PROHIBIDA


Atropellada, irrazonada, inexplicablemente, Z, mi inolvidable amigo, tomó vergonzosa infección uretral. ¡La compasión universal sobre Z! Pero todos tienen la compasión acorazada por durilones…


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Dominio público
2 págs. / 4 minutos / 79 visitas.

Publicado el 29 de febrero de 2024 por Edu Robsy.

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