El Biftec de Oso
Alejandro Dumas
Cuento
Llegué a la casa de Postas de Martigny hacia las cuatro de la tarde.
Cuando entré, los viajeros estaban ya sentados a la mesa; eché una ojeada rápida e inquieta sobre los comensales; todas las sillas estaban unidas y todas estaban ocupadas. ¡No tenía sitio!...
Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo; me volví para buscar a mi hostelero. Estaba detrás de mí. Encontré en su cara una expresión mefistofélica. Se sonreía.
—¿Y yo? —le dije—, ¿y yo, desgraciado?
—Mirad —me dijo, indicándome con el dedo una mesita aparte; ahí tenéis vuestro sitio; un hombre como usted no debe comer con todas esas gentes.
—¡Oh ¡El buen hombre! ¡Yo que había sospechado de él!... Estaba maravillosamente servida mi mesita. Cuatro fuentes formaban el primer servicio y en medio estaba un biftec, con un aspecto como para avergonzar a un biftec inglés... Mi hostelero vio que él absorbía toda mi atención. Se inclinó misteriosamente a mi oído:
—No habrá otro semejante en todo el mundo —me dijo.
—¿De qué es, pues, ese biftec?
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Publicado el 23 de junio de 2016 por Edu Robsy.