El Gran Guillermito
Roberto Arlt
Cuento
A pesar de que el dueño de casa lo encañonaba con el revólver, Guillermito, el ladrón, observaba intrigado, sin saber por qué, a la muchacha que se inclinaba sobre el teléfono.
Ella iba a tomar el auricular para pedir le conectaran con la comisaría, y en el preciso instante en que iba a pronunciar el número, el recuerdo se concretó vertiginosamente en la mente del ladrón, y exclamó:
—No llame. Yo soy el que robó el motor eléctrico.
“Fue como si hubiera caído un rayo al pie de los dos”, comentaba más tarde Guillermito.
La jovencita, abandonando el auricular, quedó rígida junto al teléfono; el dueño de casa echó al bolsillo su revólver y balbuceó:
—¿Es posible que sea usted?
“Otro aprovecharía la oportunidad para escapar —decía luego en su propio elogio Guillermito— pero yo me crucé de brazos e insistí:
“—Sí, soy yo el que robó el motor eléctrico. Y ahora, si quieren, llamen a la policía.”
Y el dueño de casa no llamó a la policía, sino a su mujer, y a grandes gritos:
—Justa, Justa, vení a ver al hombre que robó el motor eléctrico. Estaba forzando el escritorio.
La jovencita terminó por reconocerlo. Dirigiéndose a él, lo tomó de los brazos, lo miró fijamente, y dijo:
—Sí..., ahora lo reconozco. Es usted. ¡Ah, mal hombre, dos veces mal hombre! ¡Cuánto nos ha hecho pensar usted!
—Yo me llamo Gustavo Horner —dijo el dueño de casa.
—A mí me llaman Guillermito el Ladrón...
Los dos hombres se examinaban con curiosidad creciente, pero la jovencita sonreía con tanta amabilidad, que Guillermito tampoco pudo contener una sonrisa cuando ella, después de medirlo de pies a cabeza, exclamó:
—Deberían llamarlo Guillermo el Ladronazo, no Guillermito.
Dominio público
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Publicado el 22 de diciembre de 2023 por Edu Robsy.