Me preguntáis como me volví loco. Así sucedió:
Un día, mucho antes de que nacieran los dioses, desperté de un
profundo sueño y descubrí que me habían robado todas mis máscaras —si;
las siete máscaras que yo mismo me había confeccionado, y que llevé en
siete vidas distintas—; corrí sin máscara por las calles atestadas de
gente, gritando:
—¡Ladrones! ¡Ladrones! ¡Malditos ladrones!
Hombres y mujeres se reían de mí, y al verme, varias personas, llenas
de espanto, corrieron a refugiarse en sus casas. Y cuando llegué a la
plaza del mercado, un joven, de pie en la azotea de su casa, señalándome
gritó:
—Miren! ¡Es un loco!
Alcé la cabeza para ver quién gritaba, y por vez primera el sol besó
mi desnudo rostro, y mi alma se inflamó de amor al sol, y ya no quise
tener máscaras. Y como si fuera presa de un trance, grité:
—¡Benditos! ¡Benditos sean los ladrones que me robaron mis máscaras!
Así fue que me convertí en un loco.
Y en mi locura he hallado libertad y seguridad; la libertad de la
soledad y la seguridad de no ser comprendido, pues quienes nos
comprenden esclavizan una parte de nuestro ser.
Pero no dejéis que me enorgullezca demasiado de mi seguridad; ni siquiera el ladrón encarcelado está a salvo de otro ladrón.
Dios
En los días de mi más remota antigüedad, cuando el temblor primero
del habla llegó a mis labios, subí a la montaña santa y hablé a Dios,
diciéndole:
—Amo, soy tu esclavo. Tu oculta voluntades mi ley, y te obedeceré por siempre jamás.
Pero Dios no me contestó, y pasó de largo como una potente borrasca.
Y mil años después volví a subir a la montaña santa, y volví a hablar a Dios, diciéndole:
—Creador mío, soy tu criatura. Me hiciste de barro, y te debo todo cuanto soy.
Y Dios no contestó; pasó de largo como mil alas en presuroso vuelo.
Información texto 'El Loco'