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Cuentos

Leopoldo Lugones


Cuentos, colección


Lector

Toma este cuaderno de treinta y dos páginas breves, firmadas por el gran poeta Leopoldo Lugones. Vete con él a casa, y, si es una noche polar como esta, deja que sople afuera el viento helado... Acércate a la luz apacible de tu lámpara, siéntate frente a la dilecta compañera que te aguarda, abre el cuaderno e invítala a que te escuche... Cuando hayas terminado la lectura de los siete cuentos de su contenido, que son siete obras maestras en su género, ella te agradecerá sin demostraciones la inefable emoción estética experimentada, amándose y amándote silenciosamente un poco más...

Los pastorcitos

Pedro era un muchacho muy listo, aunque rústico pues había pasado siete de sus quince años guardando las ovejas de su padre, un pobre hombre con muchos hijos y cuya mujer vivía enferma.


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Dominio público
26 págs. / 45 minutos / 146 visitas.

Publicado el 22 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos

José Fernández Bremón


Cuentos, colección


Un crimen científico

Á mi querido tío
D. José María Bremon


Permite que tu nombre respetable figure en las primeras páginas del libro en que colecciono estos cuentos, dispersos hasta ahora en los periódicos. En tu casa, siendo niño y huérfano, hizo á hurtadillas mi pluma sus cándidos ensayos. En tu librería, que forcé muchas veces para leen las obras que ocultabas á mi prematura curiosidad, está el gérmen de estos cuentos: en la consideracion y prestigio que te habian conquistado tus trabajos literarios y políticos fundaba mis aspiraciones á distinguirme, que no se han realizado: es evidente que hay en este libro y en cuanto escriba algo que te pertenece, y debes restituirte tu agradecido y respetuoso sobrino,


Pepe.

Primera parte

I

Los vecinos de un pueblo de Castilla cargaban de grano sus carretas y sacaban á la plaza sus ganados para conducirlos á la feria: los que nada tenian que vender, ayudaban cargar, ó formaban corrillos bulliciosos. A la puerta de una de las casas habia un carro tan repleto de trigo, que los sacos parecian una especie de montaña: cuatro robustas mulas uncidas esperaban en traje de camino, es decir, llevaban al costado sus raciones en los correspondientes talegos, como llevamos nuestras carteras de viaje. El carro, el atalaje y el ganado indicaban en sus dueños desahogo y abundancia: sin embargo de eso, una mujer jóven, con el rostro inquieto y la voz conmovida, decia á un fornido labrador que, látigo en mano, se disponia á arrear á las caballerías.

—¡Por Dios, Tomás! No juegues en la feria: llevas todo lo que nos queda, y si lo pierdes, tendrémos que empeñar hasta los ojos.

—Lucía, no tengas cuidado; respondió el buen mozo mirando con cariño á su mujer: pasado mañana estaré de vuelta con el carro vacío y la bolsa bien provista: estoy desengañado, y, ademas, te he prometido no jugar.


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Dominio público
221 págs. / 6 horas, 27 minutos / 88 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Cuentos de Color de Rosa

Antonio de Trueba


Cuentos, Colección


A Teresa

Estos cuentos te dedico, amor mío, porque son lo más honrado que ha salido de mi pluma, y porque tu alma angelical y enamorada me ha hecho sentir mucho de lo hermoso y puro y santo que he pretendido trasladar a ellos.

Llámoles CUENTOS DE COLOR DE ROSA, porque son el reverso de la medalla de la literatura pesimista que se complace en presentar el mundo como un infinito desierto en que no brota una flor, y la vida como una perpetua noche en que no brilla una estrella.

Yo, pobre hijo de Adán, en quien la maldición del Señor a nuestros primeros padres no ha dejado de cumplirse un solo día desde que, niño aún, abandoné mis queridos valles de las Encartaciones; yo tendré amor a la vida y no me creeré desterrado en el mundo mientras en él existan Dios, la amistad, el amor, la familia, el sol que me sonríe cada mañana, la luna que me alumbra cada noche, y las flores y los pájaros que me visitan cada primavera.

En el momento en que esto te digo, a ambos nos sonríe a esperanza más hermosa de mi vida: antes que el sol canicular marchite las flores que están brotando, refrescarán nuestra frente las auras de las Encartaciones. El noble y sencillo anciano, que ya se honra y te honrará dándote el nombre de hija, recorre alborozado la aldea, y con el rostro bañado en lágrimas de regocijo, dice a los compañeros de mi infancia:

— ¡Mis hijos vienen! ¡Mi hijo vuelve a saludar estos valles con el ardiente amor que les tenía al darles la despedida más de veinte años ha!

Y los compañeros de mi infancia, que, como yo, siguen la jornada de la vida glorificando a Dios, que les da aliento para no desmayar en ella, participan del regocijo de nuestro padre.


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Dominio público
322 págs. / 9 horas, 24 minutos / 312 visitas.

Publicado el 6 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Cuentos de Navidad y Año Nuevo

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


Fantasía

I. La Nochebuena en el Infierno

Hacía un frío siberiano y estaba tentadora para pasar las últimas horas de la noche la cerrada habitación, la camilla con su tibia faldamenta que me envuelve como ropón acolchado, y el muelle-sofá de damasco rojo, donde el cuerpo encuentra mil posturas regalonas en que digerir pacíficamente la sopa de almendra y la compota perfumada con canela en rama. ¡Pero no asistir a la Misa del Gallo en la catedral! ¡No oír los gorgojeos del órgano mayor cuando difunde por los aires las notas, trémulas de regocijo, del Hosanna! ¡Nochebuena, y quedarse así, egoístamente, acurrucada, al amor del brasero! No puede ser; ánimo; un abrigo, guantes, calzado fuerte... A la calle en seguida.

Bañada por la misteriosa claridad de la luna, la ciudad episcopal dormía. Extensas zonas de sombra y sábanas de infinita blancura argentada alternaban en las desiertas calles. Nunca éstas me habían parecido tan solitarias, tan fantásticamente viejas, ni tan adustos los cerrados caserones que ostentan su blasón cual ostentaría la venera un caballero santiaguista, ni tan medrosos los sombríos soportales, que descansan en capiteles bizantinos.


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Dominio público
32 págs. / 57 minutos / 211 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cuentos Pequeñitos

José Zahonero


Cuentos, colección


A D. Ramón de Campoamor

Como es antigua costumbre de los que escriben libros acogerse á la protección de magnánimos príncipes que han gozo en dispensarla para bien de las artes y provecho de la república; pido á vuecelencia acoja este mi libro de los Cuentos Pequeñitos: no rica, sino humildemente vestido, pero sin manchas que puedan deshonrar sus páginas, va á rendirse á vuecelencia que es príncipes de la poesía castellana, y aun pienso que por derecho divino, pues dotó Dios á vuecelencia de portentosa inspiración, con más que lo es por el universal sufragio de las aclamaciones y de los aplausos.

No rindo yo vasallaje á otros príncipes, que soy antiguo y probado republicano. Es vuecelencia mi maestro, pues ensenó la manera de expresar en pequeñas composiciones ideas y sentimientos nobles y elevados, y aunque yo no haya sabido hacerlo, el intento revela buenos deseos, y si con estos no puedo disimular mis ciertos méritos, aguijan mi animo de tal modo que reducen á la nada mis muchas desventuras.— De Madrid á 4 de Marzo de 1887.


Criado de vuestra excelencia,


José Zahonero.

Dos palabras al lector

No existe ya el amigo que mayor deseo mostró de ver publicados estos cuentos, y solo por cumplir con un sagrado deber publicamos el prólogo que para ellos había escrito, toda vez que en los inmerecidos elogios que en él se prodigan al autor, resalta sobre manera la bondad de corazón del Sr. D. Antonio del Val.


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Dominio público
209 págs. / 6 horas, 5 minutos / 108 visitas.

Publicado el 16 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Cuentos Sacroprofanos

Emilia Pardo Bazán


Cuentos, Colección


«La Borgoñona»

El día que encontré esta leyenda en una crónica franciscana, cuyas hojas amarillentas soltaban sobre mis dedos curiosos el polvillo finísimo que revela los trabajos de la polilla, quedéme un rato meditabunda, discurriendo si la historia, que era edificante para nuestros sencillos tatarabuelos, parecía escandalosa a la edad presente. Porque hartas veces observo que hemos crecido, si no en maldad, al menos en malicia, y que nunca un autor necesitó tanta cautela como ahora para evitar que subrayasen sus frases e interpreten sus intenciones y tomen por donde queman sus relatos inocentes. Así todos andamos recelosos y, valga esta propia metáfora, barba sobre el hombro, de miedo de escribir algo pernicioso y de incurrir en grandísima herejía.

Pero acontece que si llega a agradarnos o a producirnos honda impresión un asunto, no nos sale ya fácilmente de la cabeza, y diríase que bulle y se revuelve allí cula el feto en las maternas entrañas, solicitando romper su cárcel oscura y ver la luz. Así yo, desde que leí la historia milagrosa que —escrúpulos a un lado— voy a contar, no sin algunas variantes, viví en compañía de la heroína, y sus aventuras se me aparecieron como serie de viñetas de misal, rodeadas de orlas de oro y colores caprichosamente iluminadas, o a modo de vidriera de catedral gótica, con sus personajes vestidos de azul turquí, púrpura y amaranto. ¡Oh, quién tuviese el candor, la hermosa serenidad del viejo cronista para empezar diciendo: «¡En el nombre del Padre...!»

I

Eran muchos, muchos años o, por mejor decir, muchos siglos hace; el tiempo en que Francisco de Asís, después de haber recorrido varias tierras de Europa, exhortando a la pobreza y a la penitencia, enviaba sus discípulos por todas partes a continuar la predicación del Evangelio.


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Dominio público
197 págs. / 5 horas, 44 minutos / 191 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

De mi Cosecha

Norberto Torcal


Cuentos, colección


La negra honrilla

A Mr. Ernest Mérimée.


Poco á poco, con rumor de marea en descenso, el coloso de piedra y de ladrillo comenzó á vomitar por sus cien puertas como por otras tantas válvulas ó bocas abiertas á aquella compacta abigarrada muchedumbre que, ebria de sol, de sangre y de vino, hacía retemblar momentos antes las graderías de piedra del tendido con rugidos de fiera y convulsiones de epiléptico.

Ya el interior de la plaza iba quedando silencioso y vacío; los rayos del sol elevándose lentamente, iluminaban la parte más alta de las galerías de la plaza; por entre los arabescos arcos veíanse los huecos inmensos que el público dejaba al retirarse, y abajo en la movediza arena del ruedo, un largo rastro de sangre fresca y roja como recién brotada de la herida, señalaba aún el camino seguido por las mulillas en el arrastre del último toro.

Con los codos apoyados en la barrera y la cara entre las manos, Manolo Rílez, un buen novillero de rostro simpático, franca y noble mirada, chaqueta corta de alpaca y pantalón cedido, estallante en la cintura y amplio en la pierna, contemplaba distraídamente el desfile interminable de la gente.

Así pasó breve rato, y cuando la gritería y confusión de los primeros momentos comenzó á decrecer y apagarse, volvióse á Chavillo, que silencioso y reflexivo permanecía sentado á su vera, y con tono de guasa le dijo:

—Pero hombre, se te van á secar los sesos de tanto cavilar... ¿Piensas pasarte aquí la noche haciendo filosofías y almanaques?

Chavillo por toda respuesta se puso en pie y echó á andar seguido de Manolo. Juntos atravesaron el patio de caballos, donde no había más que dos viejos picadores, que con gran calor y entusiasmo comentaban los lances de la corrida de aquella tarde, y salieron fuera.


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Dominio público
99 págs. / 2 horas, 53 minutos / 62 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

De mi Rincón

Francisco Acebal


Cuentos, colección


Un santo

Hacía muchos años que conocía yo á doña Jacoba, sin advertir en su porte cambio de importancia. Desde mi niñez la veía siempre la misma, las mismas arrugas, las mismas canas, conservando, no sé si por artes ocultas, décadas enteras, la misma falda de estameña, el corpiño con el escudo carmelita y la correa de charol pendiente á la cintura.

Aquel pasar los años sin tocar á Jacobita nos hacía pensar á los pocos lugareños de Pedralba que en su casa entrábamos en algo menos fugaz que la naturaleza humana. Yo experimentaba ante ella la impresión de tranquilidad, de vago sosiego que me infundían las imágenes de madera vieja puestas en los altares de la Colegiata, aunque en esta semejanza, debía de influir no poco, la veneración que me inspiraba la señora, el culto que en el corazón le rendía, por su vida de santa: santidad de antigua usanza, mansa, calladita, pero rígida, sin indulgencia, ni para el prójimo ni para sí misma.

Además, y este es el nudo fuerte que á ella me unía, doña Jacoba era la madre de mi amigo Ignacio. Su infancia y la mía estaban trabadas en la memoria como infancias hermanas, y si doña Jacobita se recreaba en evocar la niñez de su hijo, le era imposible apartar de su recuerdo el mío, que como planta parásita se enredaba entre sus memorias.


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Dominio público
27 págs. / 48 minutos / 94 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

De Varios Colores

Juan Valera


Cuentos, Colección


PRÓLOGO

Dos son los principales motivos que me llevan a escribir algunas palabras al frente de esta colección de cuentos que doy al público ahora.

No todas las flores son frescas y bonitas; también las hay mustias y feas. No se me culpe, pues, de presumido, si valiéndome de una figura retórica llamo flores de mi pobre y agostado ingenio a los cuentos que siguen. Y suponiendo ya que son flores, añadiré que carecen de relación entre sí y que yo las reúno caprichosamente para formar con ellas un ramillete o manojo. Sea este breve prólogo la cinta o el lazo que las ate, para que cada una de las flores no se vaya por su lado.

No soy yo quien debe elogiarlas. El benigno lector decidirá si valen algo o si nada valen. Yo diré sólo para procurarme la indulgencia hasta de los más severos, que mi propósito al escribir y al reunir los cuentos es tan modesto como inocente. No me propongo enseñar nada, ni moralizar, ni probar tesis, ni resolver problemas, ni censurar vicios y costumbres. Lo único que me propuse al escribir los tales cuentos es distraerme o divertirme en el casi forzoso retiro a que mi vejez y mis achaques me condenan.


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169 págs. / 4 horas, 57 minutos / 189 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Del Huerto Provinciano

Gabriel Miró


Cuentos, colección


Caminando por las sendas de este huerto provinciano, me entré en las espesas y doradas mieses de la vida.

De mis impresiones hice cuentos y crónicas de mucha simplicidad. No he podido guardarlo todo, que naturalmente soy abandonado y perezoso, y se me han caído muchas de las espigas segadas en las cálidas tierrecitas de mi huerto. Dos manojos me quedaron, no sé si de las más granadas y gustosas o si de las peores por vanas y desabridas. Con uno de ellos hice este libro; y el otro, lo tengo todavía en mi pequeño troje.

Estas páginas no son altas ni hondas, ni estruendosas, ni resplandecientes.

Tampoco todos los lectores han de ser ceñudos, solemnes y macizos de sabidurías.

Yo más quiero un mediano entendimiento y un corazón sencillo que mire las humildes hermosuras de la vida, que perciba sus menudas y escondidas sensaciones, y que como yo se contente aspirando el olor de la leña quemada y de la sembradura húmeda, y guste del silencio campesino, del vuelo de los palomos y de las gaviotas, de hollar las frescas tierras de los prados, del sueño de las nieblas de los ríos, y estremecerse de santo deleite asomándose a la Creación desde la soledad de una cumbre de serranía...

Yo escribo para esas almas amigas.

El reloj

Hogar es familia unida tiernamente y siempre. El padre pasa a ser, en sus pláticas, amigo llano de los hijos, mientras la madre, en los descansos de su labor, los mira sonriendo. Una templada contienda entre los hermanos hace que aquél suba a su jerarquía patriarcal y decida y amoneste con dulzura. Viene la paz, y el padre y los hijos se vierten puras confianzas, y toda la casa tiene la beatitud y calma de un trigal en abrigaño de sierra, bajo el sol.


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Dominio público
84 págs. / 2 horas, 27 minutos / 123 visitas.

Publicado el 29 de julio de 2020 por Edu Robsy.

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