A Dióscoro Puebla
A ti, mi querido
artista; al noble pintor de El descubrimiento de
América; a mi bondadoso cicerone en Roma; a
mi paciente compañero de viaje en Nápoles y Pompeya; al más asiduo
y taciturno tertuliano de mi casa; a ti, digo, van dedicadas, al
volver a salir a la luz, estas Narraciones
inverosímiles, fantásticas unas, románticas otras, y
humorísticas las demás; escritas casi todas en mi niñez o en mi
primera juventud, pertenecientes varias de ellas a una moda o gusto
literario hoy abolido, pero que entonces hacía relamerse a los
admiradores de Alfonso Karr, y sólo una «El amigo de la
muerte»digna de que más experimentado y sabio escritor hubiese
desenvuelto el profundo y generoso pensamiento que, al decir de
respetables críticos, le sirve de tema, y que yo no sé por qué rara
casualidad buscó albergue en mi pobre cerebro…
De un modo o de otro, acepta la dedicatoria de estas obrillas,
que en su mayor parte tienen casi tanta fecha como nuestra amistad,
y sírvante para recordar algunas vez, si me sobrevives, el
verdadero cariño que te profesa tu camarada.
Pedro
Madrid, 1882.
1. El amigo de la muerte: cuento fantástico
I. Méritos y servicios
Éste era un pobre muchacho, alto, flaco, amarillo, con buenos
ojos negros, la frente despejada y las manos más hermosas del
mundo, muy mal vestido, de altanero porte y humor inaguantable…
Tenía diecinueve años, y llamábase Gil Gil.
Gil Gil era hijo, nieto, biznieto, chozno, y Dios sabe qué más,
de los mejores zapateros de viejo de la corte, y al salir al mundo
causó la muerte a su madre, Crispina López, cuyos padres, abuelos,
bisabuelos y tatarabuelos honraron también la misma profesión.
Leer / Descargar texto 'Narraciones Inverosímiles'