Textos más populares este mes etiquetados como Cuentos disponibles | pág. 17

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Escenas Andaluzas

Serafín Estébanez Calderón


Cuentos, Colección


Advertencia

Como podrá echar de menos el lector en este tomo de las obras del erudito e ingeniosísimo escritor D. Serafín Estébanez Calderón algunos de los artículos incluidos en la primera edición de las ESCENAS ANDALUZAS, bueno será explicar la causa de estas omisiones. No todos los que allí se coleccionaron encajaban en el título capital del libro; pero siendo el único que se daba a luz entonces, fue preciso comprender en él los trabajos más notables sobre costumbres españolas que hasta entonces había escrito el insigne SOLITARIO: ahora que van a publicarse varios tomos, nos ha parecido conveniente ordenar y clasificar lo que cada uno ha de contener, llevando los versos al de Poesías, y a otro de artículos sueltos aquellos que por la variedad de asuntos no podían formar grupo; con lo cual exponemos, y aun queremos justificar, las omisiones que pudieran notarse en la segunda edición de las ESCENAS ANDALUZAS.


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Dominio público
259 págs. / 7 horas, 33 minutos / 109 visitas.

Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Flor de Almendro

Ramón María del Valle-Inclán


Cuentos


El porqué de este libro

Este libro debe en gran parte su aparición a don Luis Ruiz Contreras.

Suele don Luis venir a vernos todas las mañanas que sale de su casa, y una de ellas me dijo al entrar:

—Vengo de ver a Valle-Inclán, que está enfermo. No sé cómo vive. Es decir, sí lo sé: vive a fuerza de espíritu, porque no tiene sino la piel y los huesos. Además, anda mal de dinero. Vosotros, que vendéis ahora tanto libro, ¿por qué no le publicáis algo? Además de hacerle un favor, sería seguramente para vosotros un buen negocio. Valle, como sabéis mejor que yo, es de los pocos que aun se venden. Por supuesto, se vende porque debe venderse y se seguirá vendiendo durante mucho tiempo, pues lejos de agotarse, diríase que desde “Tirano Banderas” ha empezado lo más consistente de su obra.

—Por mi parte—respondí—no hay inconveniente alguno. Es más, tengo el propósito de emprender la publicación de una biblioteca parecida a la “Biblioteca de Bolsillo”; es decir, barata y bien presentada, pero exclusivamente de literatura moderna, y bien pudiéramos romper fuego con un libro suyo.

—¿Le digo entonces que he hablado contigo y que aceptas en principio?

—Desde luego.

—Pues esta misma tarde volveré a su casa. Tenía que llevarle unos libros que le he prometido, y con este motivo no lo dejaré para mañana. Se alegrará.

—Me parece muy bien.

—Lo malo es que si quieres cosa inédita no sé si te la podrá dar. Tiene, por lo que me ha dicho, algo de la serie del “Ruedo Ibérico” entre manos; pero apenas esbozado.


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Dominio público
308 págs. / 9 horas / 107 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2021 por Edu Robsy.

El Gran Latido

Rosa González


Cuentos, colección


ANDRES

 

La cabina de teléfono, situada en un extremo de la playa, se le antojaba la viva representación de la soledad en aquel otoño que invadía el pueblo. El frío húmedo y suave encerraba a los habitantes en sus casas. Todo se volvía estático en los atardeceres, salvo el mar, pura libido lamiendo insaciable la arena. Andrés paseaba por la orilla esquivando las piedras, atento a que el sonido de las olas depositara en él algún mensaje. A ratos se paraba y contemplaba el lugar que trepaba la montaña a espaldas del agua. Las casas blancas y diminutas, alumbraban luces de interior, luciérnagas que a la caída de la tarde convertían el conjunto en la viva representación de un nacimiento navideño. A esas horas, los niños terminaban sus deberes, las madres preparaban la cena y los hombres miraban el televisor esperando ansiosos las noticias futbolísticas.

Solo Magario, el pescador de más edad, permanecía sentado a la puerta de su casa, desenredando la red que el mar convertiría al día siguiente en pasto de laberintos. Pero Magario era hombre de pocas palabras. Muy de tarde en tarde, saludaba al paseante de lejos, estableciendo la distancia cortés del que no quiere mayores aproximaciones. Por segundos, mientras devolvía el saludo, Andrés percibía la imagen estática del pescador bajo el pequeño farol que alumbraba su porche y, sin saber porqué, sentía envidia. Exceptuando su casa y su barca, el resto del mundo estaba demás para Magario, alma anclada allí de tal manera que ni vientos ni mareas parecían alterarlo.


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Licencia limitada
18 págs. / 32 minutos / 51 visitas.

Publicado el 31 de agosto de 2021 por usuario no registrado.

Novelas en Germen

Emilio Bobadilla


Novelas cortas, cuentos, colección


La fuga

I

Casi nadie se explicaba cómo podían vivir, al parecer en tan amigable compañía y bajo el mismo techo, el marido, la mujer y el amante. Quién, calificaba de cornudo consentido al primero; cuál, de cínica á la adúltera; quién, de vividor al querido; pero nadie se paraba á analizar la urdimbre de semejante biandria.

Matilde no casó por amor, ni pizca. Su familia la obligó á matrimoniar con un hombre á quien ella detestaba, á pesar de su dinero. Asistió á la ceremonia nupcial estúpidamente impasible, como si hubiera tomado una gran dosis de bromuro de potasio. Su primera noche conyugal, cierto que la reveló á medias los secretos de la función venérea, pero no los del amor espontáneo y hondo. Fué noche inquisitiva, de husmeo femenino, de curiosidad semejante á la que despierta en un mono la presencia de una serpiente dormida. Los besos y abrazos de aquel hombre no calentaban su sangre por venir de quien venían, sino por ser meros estímulos carnales, exentos de toda ilusión. Joven, virgen y ardiente, se estremecía como la hoja en el árbol con aquellas sensaciones, sin saber por qué. Grito del despertar inconsciente de la naturaleza...


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Dominio público
123 págs. / 3 horas, 36 minutos / 114 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Huerco

José Pedro Bellán


Cuentos, colección


Mi ruina

Hoy logré contemplar el albor de la mañana.

Con su claridad, a través de su claridad, buscaba mis lugares, mis calles y mis caminos. Toda la ciudad se abría ante la luz, entre el mar y los árboles.

Hacia el norte, la gran masa vegetal, con su tinte obscuro, asomaba por detrás de la muralla de edificios, descubriéndose ante el sol tangente, suave, cuyos rayos se escurrían por sobre las cúpulas y las torres. El cielo, colosal, sonrosado apenas, se desgarraba al encajar entre el sube y baja de los pardos techos: era la pureza de un color que se manchaba al llegar a la tierra.

Crecía el murmullo y se hacía el ruido por toda la ciudad. El astro llameante había dado el impulso y eran ya en la realidad, el trabajo, el hambre y la estulticia.

Mi vista abarcó de nuevo el semi-círculo azul y caí como un pájaro en precipitado vuelo sobre las arboledas del norte.

Allí aun reinaba el silencio: érase mi mundo. Las aves, desprendidas de sus nidos saeteaban los poros del boscaje que se abría en la altura luminosa. Las trayectorias inconclusas y los colores indefinidos se unían harmónicamente. Faltaba el matiz de las flores, pero, en cambio, las hojas abandonadas las unas sobre la otras, movidas por un impulso lento, débil, acompasado, me llenaron de voluptuosidad. Todo un harem de mujeres orientales cruzó por mi imaginación. Sólo la realidad de un vetusto estanque logró expulsarlas de mí.

Noté primero un intervalo en la vegetación, luego, como algo que se ve apenas, una reja en forma de circunferencia hirióme la retina. Me acerqué a ella. Era antigua... muy antigua. Su color, allá, en su infancia, debió ser de un marrón obscuro; ahora era apenas perceptible. Llena de manchas, de herrumbre y musgo, la pobre reja antigua se arqueaba dolorosamente.


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Dominio público
68 págs. / 2 horas / 71 visitas.

Publicado el 24 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

De mi Rincón

Francisco Acebal


Cuentos, colección


Un santo

Hacía muchos años que conocía yo á doña Jacoba, sin advertir en su porte cambio de importancia. Desde mi niñez la veía siempre la misma, las mismas arrugas, las mismas canas, conservando, no sé si por artes ocultas, décadas enteras, la misma falda de estameña, el corpiño con el escudo carmelita y la correa de charol pendiente á la cintura.

Aquel pasar los años sin tocar á Jacobita nos hacía pensar á los pocos lugareños de Pedralba que en su casa entrábamos en algo menos fugaz que la naturaleza humana. Yo experimentaba ante ella la impresión de tranquilidad, de vago sosiego que me infundían las imágenes de madera vieja puestas en los altares de la Colegiata, aunque en esta semejanza, debía de influir no poco, la veneración que me inspiraba la señora, el culto que en el corazón le rendía, por su vida de santa: santidad de antigua usanza, mansa, calladita, pero rígida, sin indulgencia, ni para el prójimo ni para sí misma.

Además, y este es el nudo fuerte que á ella me unía, doña Jacoba era la madre de mi amigo Ignacio. Su infancia y la mía estaban trabadas en la memoria como infancias hermanas, y si doña Jacobita se recreaba en evocar la niñez de su hijo, le era imposible apartar de su recuerdo el mío, que como planta parásita se enredaba entre sus memorias.


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Dominio público
27 págs. / 48 minutos / 94 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Dies Irae y Otros Relatos

Leónidas Andréiev


Colección, cuentos


Dies irae

Canto primero

I

Esta canción libre, consagrada a los días terribles de justicia y castigo, ha sido compuesta por mí, Jerónimo Pascaña, bandido siciliano, asesino, ladrón, facineroso.

La he compuesto como Dios me ha dado a entender, y he querido cantarla a voz en cuello, como se cantan las buenas canciones. Pero mi carcelero no me lo ha permitido. Mi carcelero tiene las orejas peludas, demasiado estrechas, y sólo las palabras injustas, pérfidas, que saben escurrirse como serpientes, pueden entrar en ellas. Y las palabras de mi canción marchan erguidas, tienen el pecho sólido, la espalda ancha, y, ¡voto a sanes!, desgarran las orejas peludas de mi carcelero.

—¡Si están cerradas sus orejas, busca otra entrada para tu canción, Jerónimo!—me he dicho amistosamente.

He meditado, he cavilado y he dado, a la postre, can una solución, pues Jerónimo no es tonto del todo. Y he aquí lo que he hecho: he tallado mi canción en una piedra, y he prendido fuego en su corazón yerto con mis arranques de cólera. Y cuando la piedra se ha animado y me ha mirado con ojos coléricos, la he cogido suavemente y la he colocado en el borde del muro de mi prisión.

¿Con qué objeto he hecho esto?... Lo he hecho en la esperanza de que no tardará otro temblor de tierra en derribar vuestra ciudad, no dejan de en pie ningún muro, y entonces mi piedra caerá en la cabeza a mi carcelero, y grabará, en sus sesos blandos como la cera, mi canción, como el sello del rey, como un nuevo y colérico mandamiento. Así, con mi canción grabada en los sesos, descenderá mi carcelero a la tumba.

¡Eh, carcelero! No me importa que cierres las orejas: ¡pasaré por tu cráneo!

II

Si para entonces vivo aún, ¡cómo me reiré!; si ya me he muerto, mis huesos danzarán en la sepultura. ¡Será una hermosa tarantela!


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Dominio público
119 págs. / 3 horas, 28 minutos / 134 visitas.

Publicado el 20 de noviembre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos Políticos

Silverio Lanza


Cuentos, colección


Aparte

Choque

Hay un membrete que dice: Compañía de los ferrocarriles de Granburgo á Merjolie.—Estación núm. 26.


Señor Inspector del tránsito: El Jefe que suscribe tiene el honor de poner en conocimiento de V. que hoy, á las nueve de la mañana, y en el paso á nivel próximo inmediato al N. de esta estación, ha ocurrido un choque, atropello y descarrilamiento en las siguientes circunstancias:

El tren descendente 1.043, marchando por la cuarta vía de la estación 5 á la 57, detúvose á la mitad del kilómetro 329 ante la señal del guarda de paso (Barrera 101) de hallarse interceptada la vía.

Causaba esta interceptación la galera del llamado tío Vetusto, de la cercana aldea de Pero Grullo, en cuya galera iba un cura católico.

Advertido dicho cura de que se apartase con carro y mulas de la vía, dijo que él pasaría antes porque era más viejo; á lo que repuso el maquinista que el tren pasaría antes porque era más rápido.

Y habiendo llevado su porfía á vías de hecho, pasó el tren sobre el carro, destrozando éste, descarrilando la locomotora y vagones de viajeros, y cayendo 90 metros adelante en el foso izquierdo del viaducto.

Avisado por el guarda-barrera, me he personado en el lugar del suceso, y tengo el sentimiento de participar á V. que el material ha quedado destrozado, excepto dos vagones llenos de carneros, y han muerto el sacerdote y todos los viajeros, cuya mayor parte iba á las fiestas de La Utopía. Las mulas del carro interceptor no han sufrido lesión alguna.

Me ocupo de instalar el transbordo que se hace necesario para todos los trenes.


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Dominio público
73 págs. / 2 horas, 8 minutos / 143 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

Cuentos Populares de Vizcaya

Antonio de Trueba


Cuentos, colección


Cata-ovales

Tradición popular vizcaína

I

Eleve los Dos mundos á tantos compatriotas míos como residen en la América latina con el pensamiento y el corazón en los valles nativos; una de las mil tradiciones que he recogido en estos amados valles, y llévela desnuda de toda gala retórica, pues me falta tiempo para suplir con tales galas su desnudez originaria.

II

Al Oeste del valle donde tienen asiento los concejos de Galdames y Sopuerta, arrancan dos montañas paralelas en dirección al valle de Arcentales, separadas por una honda y estrecha cañada, por cuyo fondo se precipita un bullicioso riachuelo cuyas riberas pueblan frondosas arboledas y minas de ferrerías y aceñas.

Casi al comedio de esta cañada en la ribera izquierda, blanquea la aldeita de Labarrieta, con sus doce ó catorce casas rodeadas de heredades, viñedos y árboles frutales, con su iglesita de Santa Cruz y su ermita de Santa Lucía, que tapa la boca y sirve como de portería á una singular caverna, allá arriba en la ladera de la montaña.

Sirviendo como de estribación á la montaña, meridional ó del lado opuesto y asomándose por espacio de media legua á la hondonada, sigue la dirección de ésta un cordón de blancas rocas calcáreas, que elevándose cada vez mas, terminan frente á la aldeita, con elevación tal, que causa vértigo el asomarse á ellas por el campo del Oval, nombre que lleva la planicie ó meseta que en aquel punto las domina.

Aquella parte de la cordillera pétrea, se llama la Peña de la Miel, porque es frecuente ver destilar por ella la miel de los tártanos ó panales que labran las abejas en sus grutas y concavidades.


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Dominio público
199 págs. / 5 horas, 49 minutos / 143 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

De Andalucía

Arturo Reyes


Cuentos, colección


En el olivar del Tardío

I

Veinte años acababa de cumplir Toval, el Puchi, un chaval airoso y fuerte como un pino, cuando una mañana fría y luminosa en que el sol doraba las cumbres, en que el cielo despojábase, á sus besos, de sus brumas matutinales; en que piaban melancólicamente las alondras entre los riscos del monte; en que el laurel rosa lucía sus tintas más carmesíes en las risueñas cañadas donde destrenzábanse los arroyos en raudales cristalinos; en que los gallos se retaban de corral á corral con arrogantes cacareos; mañana en que se adornaba la vida con sus más bellos atavíos, cogió Toval, ya engalanado con flamante pantalón de pana, rojo ceñidor, entre marsellés y chaqueta de paño burdo, amplio pañuelo de seda blanco á guisa de corbata, sombrero de rondeña estirpe y recios zapatones de vaqueta; cogió Toval—repetimos—la reluciente vizcaína, los bordados bolsones de la pólvora y los plomos, y salió del lagar, tan alegre al parecer, como el día, y tan ágil como un corzo.

—Que no vengas mu tarde, Tovalico—le gritó su madre asomándose á la puerta de la casa.

—No tenga usté cuidiao, que estaré aquí á sol poniente.

—Que no eches por los Jerrizales—le gritó de nuevo aquélla, que no se apartó del umbral del edificio hasta ver perderse á lo lejos á su gallardo retoño.

Cuando la vieja penetró de nuevo en el lagar, su marido, ceñudo y con la mirada torva, entreteníase en contemplar el alegre chisporroteo de la leña húmeda, sentado junto al fuego que brillaba bajo la gran chimenea, sobre cuyo amplísimo alero parecían entonar los limpios peroles un canto á la condición hacendosa de su dueña.

—¿Qué tiées, Juan?—preguntó á éste su mujer, posando en él con interrogadora expresión sus ojillos obscuros y maliciosos.


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Dominio público
90 págs. / 2 horas, 39 minutos / 96 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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