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Nuevos Cuentos Populares

Antonio de Trueba


Cuentos, colección


Prólogo

I

Esta es la novena colección de cuentos que doy á luz, puesto que la han precedido las que llevan estos nombres:

Cuentos de color de rosa.

Cuentos populares.

Cuentos campesinos.

Cuentos de varios colores.

Cuentos de vivos y muertos.

Narraciones populares.

Cuentos del hogar.

Cuentos de madres é hijos.

Todos estos libros pudieran llevar el título de cuentos populares, porque casi todos los cuentos de que se componen tienen el carácter popular por su fondo y forma, aunque no en todos proceda el pensamiento capital de la inventiva del pueblo.

En los respectivos prólogos he dicho casi todo lo que pienso acerca de este ramo literario en general, y acerca del procedimiento que empleo en su cultivo; pero, á pesar de esto, no me parece ocioso añadir aquí algo que allí falta ó debe ser aquí repetido.

No tengo gran derecho á quejarme de la acogida que el público ha dispensado á mis cuentos, puesto que algunas de sus colecciones han sido reimpresas repetidas veces, y no pocos cuentos míos corren en todos los idiomas literarios de Europa, á pesar de las grandes dificultades que ofrece su versión, cualquiera que sea la lengua en que se verifique, por la índole especial de la castellana y los modismos y frases populares y familiares que en ellos abundan y que desapareciendo, como es punto menos que indispensable que desaparezcan en la traducción, si ésta no ha de ser absurda, desaparecen casi toda la gracia y la expresión de los cuentos; pero debo decir que en España no se hace de los cuentos populares el aprecio que se hace en otros países, y singularmente en los del Norte de Europa, donde se recogen y se publican y se leen con avidez y delicia hasta las más inverosímiles é insulsas de estas creaciones de la fantasía y el espíritu popular.


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Dominio público
253 págs. / 7 horas, 23 minutos / 102 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

Pachín González

José María de Pereda


Cuentos, Colección


Carta-Prólogo

Sr. D. Victoriano Suárez.

Madrid.

Mi querido amigo: Persevera usted en la creencia, ya bien antigua en usted, de que mi trágica novelita PACHÍN GONZÁLEZ debe incluirse en la colección de mis Obras completas, hasta por gratitud, pues es uno de los libros que, al publicarse, más lectores me conquistó en menos tiempo; y por esta razón sola no merece ciertamente el desaire con que se le castiga, obligándole a vivir hoy fuera de la vida común de familia, descuidada y regalona, que hacen todos sus hermanos de padre. A las razones que usted me da para convencerme y convertirme a sus arraigadas creencias, en vano opongo yo otras que conceptúo irrebatibles: por ejemplo, la pequeñez material de la obra, que no dará motivo para un volumen aproximado siquiera al tamaño del más pequeño de la colección de las demás obras, y que aunque lo diera con creces, el éxito venturoso que usted dice haber tenido ese librejo al nacer, bien pudo consistir en lo terrorífico del drama que narra, por desgracia rigorosamente histórico hasta en sus menores detalles, y no a la manera de describirle, con lo cual nada debería yo en buena justicia a esa avidez con que la ha leído el público, ansioso siempre de impresiones hondas y emociones fuertes, como las que produjo aquella horrenda catástrofe en aquel inenarrable día de eterna recordación.


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Dominio público
189 págs. / 5 horas, 30 minutos / 236 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Pipá (cuentos)

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuentos, Colección


Pipá

I

Ya nadie se acuerda de él. Y sin embargo, tuvo un papel importante en la comedia humana, aunque sólo vivió doce años sobre el haz de la tierra. A los doce años muchos hombres han sido causa de horribles guerras intestinas, y son ungidos del Señor, y revelan en sus niñerías, al decir de las crónicas, las grandezas y hazañas de que serán autores en la mayor edad. Pipá, a no ser por mí, no tendría historiador; ni por él se armaron guerras, ni fue ungido sino de la desgracia. Con sus harapos a cuestas, con sus vicios precoces sobre el alma, y con su natural ingenio por toda gracia, amén de un poco de bondad innata que tenía muy adentro, fue Pipá un gran problema que nadie resolvió, porque pasó de esta vida sin que filósofo alguno de mayor cuantía posara sobre él los ojos.

Tuvo fama; la sociedad le temió y se armó contra él de su vindicta en forma de puntapié, suministrado por grosero polizonte o evangélico presbítero o zafio sacristán. Terror de beatas, escándalo de la policía, prevaricador perpetuo de los bandos y maneras convencionales, tuvo, con todo, razón sobre todos sus enemigos, y fue inconsciente apóstol de las ideas más puras de buen gobierno, siquiera la atmósfera viciada en que respiró la vida malease superficialmente sus instintos generosos.


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Dominio público
240 págs. / 7 horas / 300 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Recopilación de Cuentos Varios

Leopoldo Alas "Clarín"


Cuentos, Colección


Medalla... de perro chico

¿Que no conocen ustedes a la de Casa—Pinar? ¡Pues si no se ve por ahí otra cosa! Ella es la golondrina que sí hace verano.

En cuanto asoma agosto, se presenta Agripina Pinillos, hija de la marquesa viuda, y pontificia, de Casa—Pinar.

Es una golondrina que no viene de África, a no ser que África empiece en Pajares. Viene de tierra de Campos o cosa así: es hige life… de tierra, y, a todo tirar, de Toro.

Todos los veranos aparece con una protesta que no se le cae de los labios, a saber: que por milagro de Dios no está en San Sebastián o en Ostende o en Corls… , eso, en fin, donde la señora de Cánovas.

Todavía da la mano como se daba el año ochenta y tantos, es decir, como quien da una coz con los remos delanteros. Si no fuese por la moda, ese ídolo que reconocieron los griegos, la de Casa—Pinar sería una perfecta hermosura. No es la Venus Urania, es la Venus… snob.

Sí; representa el snobismo… de cabotaje.

Porque no sale de nuestras costas.

Quiere ser más figurín que estatua.

Entre Fidias y el modisto mejor de París, ella no vacilaría: se pondría en manos del modisto.

Cuando se ve desnuda, se desprecia. Y vuelve a ser el pavo real, satisfecho de sus plumas, cuando se ciñe el ridículo traje de baño y se pone el sombrero que la convierte en un patache a toda vela, o el gorro ignominioso que la hace parecerse a un frasco de esencias. ¿Queréis que os salude la de Casa—Pinar, ya que tenéis el honor de tratarla y ser acreedor de su señora madre, por ejemplo?

Pues en vano aspiráis a tal privilegio… si lleváis chaleco al balneario.


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Dominio público
123 págs. / 3 horas, 35 minutos / 325 visitas.

Publicado el 22 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Relaciones

Fernán Caballero


Cuentos, Colección


Primera parte

Prólogo

Cuando llegue a estas páginas el lector, probablemente será habiendo pasado por las que contienen La familia de Alvareda.

¿Deberemos decirle algo que prepare su ánimo para las que van a seguir? ¿O bien será mejor respetar la profunda impresión, las hondas meditaciones, y —¿por qué no hemos de decirlo?— acaso las sentidas lágrimas que en él habrán promovido la simpatía, arrancado el infortunio y santificado la religión?

A saber nosotros que íbamos a estorbar, este santo fruto a que puede aspirar, pero que no consuma nunca por sí sola ninguna humana literatura, cierto es que, sobrecogidos ante el secreto de las conciencias, retrocediéramos con religioso respeto, y diciendo «por aquí ha pasado Dios!», nos contentáramos con adorar.

Pero creyendo que muchos de los lectores participarán del efecto que en nosotros produjo aquella lectura, juzgamos, sin embargo, que no nos toca sobreponernos a la intención ni a las miras del autor, a quien es dado herir estas cuerdas, y producir tales efectos. Como el sembrador que esparce la semilla sobre la tierra, así él sin darse cuenta de lo que hace, pasa presentando a la imaginación sus cuadros, abriendo al corazón el tesoro de sus sentimientos, evocando la fe de las generaciones pasadas, despertando el amor en la presente, y avivando la esperanza en las que están por venir.


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Dominio público
201 págs. / 5 horas, 52 minutos / 215 visitas.

Publicado el 14 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Tijeretazos y Plumadas

Juan León Mera


Cuentos, artículos, colección


Carta-prólogo

Sr. D. J. Trajano Mera.


Un refrán de los más afirmativos, á pesar de apoyarse como sobre cuatro ruedas sobre cuatro adverbios de negación, asegura que no hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague. Reconociendo yo la infalible verdad en lo relativo al plazo, pues todos se cumplen, abrigo mis dudas respecto á lo de las deudas, pues conozco muchas de dinero, de gratitud y de honor que nunca se pagan, y no digamos nada de las deudas públicas de muchos Estados, que son papel mojado cotizable en la gran Bolsa de la trampa adelante.

A pesar de mis dudas, el refrán hoy para mí y por mí ha de cumplirse en toda su integridad, puesto que expira el plazo y llega el día en que el cartero pone en mis manos los pliegos impresos de un libro humorístico titulado TIJERETAZOS Y PLUMADAS, del gran escritor ecuatoriano D. Juan León Mera, y en que usted, su hijo, digno heredero de su nombre y su talento literario, viene á recordarme la deuda que, en momento de debilidad, contraje con usted, de escribir el prólogo; plantándome, como quien dice, á la puerta del libro para señalar sus méritos é invitar á los lectores á saborear sus picantes, ingeniosas y divertidísimas páginas.

Contra un refrán, cuando se empeña en encumbrarse al rango de axioma, nada puede la voluntad y yo someto la mía al kantiano imperativo categórico de la palabra empeñada, no sólo por ser usted quien me la recuerda, sino por la calidad del libro que sirve de motivo y recordatorio.

¡Un prólogo! ¿Pero usted sabe lo que pide? ¿Un prólogo á un poeta casi apolillado y atrofiado por las prosas profesionales que le embargan?


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Dominio público
171 págs. / 5 horas / 24 visitas.

Publicado el 19 de enero de 2024 por Edu Robsy.

Tipos y Paisajes

José María de Pereda


Cuentos, Colección


Prólogo, advertencia, preludio... o lo que ustedes quieran

El asunto es que algunos de mis paisanos, muy pocos, afortunadamente, han creído hallar en más de una página de mis Escenas montañesas motivo suficiente para que se sobrexcite y alarme su amor patrio; y que yo, que me guardaría muy bien de rebelarme contra el fallo del más incompetente crítico, a quien se le antojase apreciar aún en menos de lo poco que vale mi chirumen, como buen montañés, amante fervorosísimo de mi bella patria, no puedo, ni debo... ni quiero prescindir de oponer algunos reparos a los escrúpulos patrióticos de los mencionados señores, antes de darles a conocer esta segunda serie de Escenas, en las cuales, juzgándolas con el criterio con que juzgaron a las primeras, han de hallar nuevas causas de resentimiento contra mi pluma, y, por consiguiente, contra la intención que la ha guiado.

El cargo que se me hace (y, por cierto, entre piropos que siento no merecer) es la friolera de haber agraviado a la Montaña, presentando a la faz del mundo muchos de sus achaques peculiares, y hasta en son de burla algunos; es decir, con delectación pecaminosa.

Confieso que no ha podido hacérseme una imputación más cruel, ni más injusta, ni que más me lastime. Cruel, porque lo fuera, aun siendo muy notoria la perversidad del alma de un hijo, acusarle de ser capaz de hallar deleite en burlarse de su propia madre; injusta, por lo que vamos a ver.

De dos maneras puede representarse a los hombres: como son, o como deben ser. Para lo primero, basta el retratista; para lo segundo, se necesita el pintor de genio, de inspiración creadora. Concedo sin esfuerzo que el mérito de éste es superior, en absoluto, al de aquél; pero que, tratándose de dar a conocer a un individuo, haya de representársele como debe ser y no como es, no lo concedo aunque me aspen.


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Dominio público
319 págs. / 9 horas, 19 minutos / 186 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Cardos

Javier de Viana


Cuentos, colección


La estancia de don Tiburcio

El auto avanzaba velozmente por la hermosa carretera bordeada de altos y ramosos eucaliptus, que en partes formaban finas cejas del camino y en partes se espesaban en tupidos bosques.

De trecho en trecho abríanse como puertas en la arboleda, permitiendo observar hacia la izquierda, los grandes rectángulos verdes cubiertos de alfalfa, de cebada y de hortalizas; los hornos ladrilleros, los plantíos de frutales, las alegres casitas blancas, de techo de hierro y amparadas por acacias y paraísos. En otros sitios los arados mecánicos roturaban, desmenuzándola, la tierra negra y gorda. Todo, hasta los prolijos cercos de alambre tejido que limitan los pequeños predios, pregona el avance del trabajo civilizado.

A la derecha vense bosquecillos de jóvenes pinares, regeneradores del suelo, encargados de detener el avance de las estériles arenas del mar... Más hacia el sur, los médanos, ya casi vencidos, adustos, muestran sus lomos bayos sobre los cuales reverbera el intenso sol otoñal; y más allá todavía, brilla, como un espejo etrusco, la inmensa lámina azul de acero del río-mar...

El auto vuela, entre nubes de polvo, por la nueva carretera, y aquí se ve un chalet moderno, rodeado de jardines, y luego un tambo modelo, y después una huerta y más lejos una fábrica, cuya negra humaza desaparece en la diafanidad de la atmósfera apenas salida de la garganta de las chimeneas; y en seguida otras tierras labrantías y más eucaliptos y más pinos, y de lejos en lejos, como único testimonio del pasado semibárbaro, uno que otro añoso ombú, milagrosamente respetado por un resto de piedad nativa.

El amigo que nos conduce a su auto,—un santanderino acriollado,—me dice,—descuidando el volante para dibujar en el aire un gran gesto entusiasta:

—¡Esto es progreso! ¡Esto es grandeza!... ¡Esto es hermosura!


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Dominio público
91 págs. / 2 horas, 40 minutos / 59 visitas.

Publicado el 17 de agosto de 2022 por Edu Robsy.

Cuentos Pequeñitos

José Zahonero


Cuentos, colección


A D. Ramón de Campoamor

Como es antigua costumbre de los que escriben libros acogerse á la protección de magnánimos príncipes que han gozo en dispensarla para bien de las artes y provecho de la república; pido á vuecelencia acoja este mi libro de los Cuentos Pequeñitos: no rica, sino humildemente vestido, pero sin manchas que puedan deshonrar sus páginas, va á rendirse á vuecelencia que es príncipes de la poesía castellana, y aun pienso que por derecho divino, pues dotó Dios á vuecelencia de portentosa inspiración, con más que lo es por el universal sufragio de las aclamaciones y de los aplausos.

No rindo yo vasallaje á otros príncipes, que soy antiguo y probado republicano. Es vuecelencia mi maestro, pues ensenó la manera de expresar en pequeñas composiciones ideas y sentimientos nobles y elevados, y aunque yo no haya sabido hacerlo, el intento revela buenos deseos, y si con estos no puedo disimular mis ciertos méritos, aguijan mi animo de tal modo que reducen á la nada mis muchas desventuras.— De Madrid á 4 de Marzo de 1887.


Criado de vuestra excelencia,


José Zahonero.

Dos palabras al lector

No existe ya el amigo que mayor deseo mostró de ver publicados estos cuentos, y solo por cumplir con un sagrado deber publicamos el prólogo que para ellos había escrito, toda vez que en los inmerecidos elogios que en él se prodigan al autor, resalta sobre manera la bondad de corazón del Sr. D. Antonio del Val.


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Dominio público
209 págs. / 6 horas, 5 minutos / 109 visitas.

Publicado el 16 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

Cuentos Populares de Vizcaya

Antonio de Trueba


Cuentos, colección


Cata-ovales

Tradición popular vizcaína

I

Eleve los Dos mundos á tantos compatriotas míos como residen en la América latina con el pensamiento y el corazón en los valles nativos; una de las mil tradiciones que he recogido en estos amados valles, y llévela desnuda de toda gala retórica, pues me falta tiempo para suplir con tales galas su desnudez originaria.

II

Al Oeste del valle donde tienen asiento los concejos de Galdames y Sopuerta, arrancan dos montañas paralelas en dirección al valle de Arcentales, separadas por una honda y estrecha cañada, por cuyo fondo se precipita un bullicioso riachuelo cuyas riberas pueblan frondosas arboledas y minas de ferrerías y aceñas.

Casi al comedio de esta cañada en la ribera izquierda, blanquea la aldeita de Labarrieta, con sus doce ó catorce casas rodeadas de heredades, viñedos y árboles frutales, con su iglesita de Santa Cruz y su ermita de Santa Lucía, que tapa la boca y sirve como de portería á una singular caverna, allá arriba en la ladera de la montaña.

Sirviendo como de estribación á la montaña, meridional ó del lado opuesto y asomándose por espacio de media legua á la hondonada, sigue la dirección de ésta un cordón de blancas rocas calcáreas, que elevándose cada vez mas, terminan frente á la aldeita, con elevación tal, que causa vértigo el asomarse á ellas por el campo del Oval, nombre que lleva la planicie ó meseta que en aquel punto las domina.

Aquella parte de la cordillera pétrea, se llama la Peña de la Miel, porque es frecuente ver destilar por ella la miel de los tártanos ó panales que labran las abejas en sus grutas y concavidades.


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Dominio público
199 págs. / 5 horas, 49 minutos / 145 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

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