Textos más vistos etiquetados como Diálogo | pág. 2

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etiqueta: Diálogo


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Eutifrón

Platón


Diálogo, Filosofía


Eutifrón: ¿Qué novedad, Sócrates? ¿Abandonas tus hábitos del Liceo para venir al pórtico del Rey? Tú no tienes, como yo, procesos que te traigan a aquí.

Sócrates: Lo que me trae aquí es peor que un proceso, es lo que los atenienses llaman negocio de Estado.

Eutifrón: ¿Qué es lo que me dices? Precisamente alguno te acusa; porque jamás creeré que tú acuses a nadie.

Sócrates: Seguramente que no.

Eutifrón: ¿Es otro el que te acusa?

Sócrates: Sí.

Eutifrón: ¿Y quién es tu acusador?

Sócrates: Yo no le conozco bien; me parece ser un joven, que no es conocido aún, y que creo se llama Melito, de la villa de Pithos. Si recuerdas algún Melito de Pithos de pelo laso, barba escasa y nariz aguileña ese es mi acusador.

Eutifrón: No le recuerdo, Sócrates. ¿Pero cuál es la acusación que intenta contra ti?


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Dominio público
22 págs. / 38 minutos / 1.266 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Cármides

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Habiendo llegado la víspera de la llegada del ejército de Potidea, tuve singular placer, después de tan larga ausencia, en volver a ver los sitios que habitualmente frecuentaba. Entré en la palestra de Taureas, frente por frente del templo del Pórtico real, y encontré allí una numerosa reunión, compuesta de gente conocida y desconocida. Desde que me vieron, como no me esperaban, todos me saludaron de lejos. Pero Querefon, tan loco como siempre, se lanza en medio de sus amigos, corre hacia mí, y tomándome por la mano:

—¡Oh Sócrates! dijo, ¿cómo has librado en la batalla?

Poco antes de mi partida del ejército había tenido lugar un combate bajo los muros de Potidea, y acababan de tener la noticia.

—Como ves, le respondí.

—Nos han contado, replicó, que el combate había sido de los más empeñados, y que habían perecido en él muchos conocidos.

—Os han dicho la verdad.

—¿Asististe a la acción?

—Allí estuve.

—Ven a sentarte, dijo, y haznos la historia de ella, porque ignoramos completamente los detalles.

En el acto, llevándome consigo, me hizo sentar al lado de Critias, hijo de Callescrus. Me senté, saludé a Critias y a los demás, y procuré satisfacer su curiosidad sobre el ejército, teniendo que responder a mil preguntas.

Terminada esta conversación, les pregunté a mi vez qué era de la filosofía, y si entre los jóvenes se habían distinguido algunos por su saber o su belleza, o por ambas cosas. Entonces Critias, dirigiendo sus miradas hacia la puerta y viendo entrar algunos jóvenes en tono de broma, y detrás un enjambre de ellos:

—Respecto a la belleza, dijo, vas a saber, Sócrates, en este mismo acto todo lo que hay. Esos que ves que acaban de entrar son los precursores y los amantes del que, a lo menos por ahora, pasa por el más hermoso. Imagino que no está lejos, y no tardará en entrar.


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Dominio público
33 págs. / 57 minutos / 1.020 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

De los Nombres de Cristo

Fray Luis de León


Religión, Diálogo


Parte 1 — Tomo primero

Capítulo 1. A Don Pedro Portocarrero, del Consejo de S. M. y de la Santa y general Inquisición

De las calamidades de nuestros tiempos, que, como vemos, son muchas y muy graves, una es, y no la menor de todas, muy ilustre señor, el haber venido los hombres a disposición que les sea ponzoña lo que les solía ser medicina y remedio, que es también claro indicio de que se les acerca su fin, y de que el mundo está vecino a la muerte, pues la halla en la vida.

Notoria cosa es que las Escrituras que llamamos sagradas las inspiró Dios a los profetas, que las escribieron para que nos fuesen, en los trabajos de esta vida, consuelo, y en las tinieblas y errores de ella, clara y fiel luz; y para que en las llagas que hacen en nuestras almas la pasión y el pecado, allí, como en oficina general, tuviésemos para cada una propio y saludable remedio. Y porque las escribió para este fin, que es universal, también es manifiesto que pretendió que el uso de ellas fuese común a todos, y así, cuanto es de su parte, lo hizo; porque las compuso con palabras llanísimas y en lengua que era vulgar a aquellos a quienes las dio primero.


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515 págs. / 15 horas, 2 minutos / 737 visitas.

Publicado el 27 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Noches Lúgubres

José Cadalso


Teatro, diálogo


Personajes

TEDIATO.
LORENZO.
NIÑO.
LA JUSTICIA.
SEPULTURERO.
CARCELERO.

Noche primera

TEDIATO y un SEPULTURERO

Diálogo

TEDIATO.—¡Qué noche! La oscuridad, el silencio pavoroso, interrumpido por los lamentos que se oyen en la vecina cárcel, completan la tristeza de mi corazón. El cielo también se conjura contra mi quietud, si alguna me quedara. El nublado crece. La luz de esos relámpagos..., ¡qué horrorosa! Ya truena. Cada trueno es mayor que el que le antecede, y parece producir otro más cruel. El sueño, dulce intervalo en las fatigas de los hombres, se turba. El lecho conyugal, teatro de delicias; la cuna en que se cría la esperanza de las casas; la descansada cama de los ancianos venerables; todo se inunda en llanto..., todo tiembla. No hay hombre que no se crea mortal en este instante... ¡Ay, si fuese el último de mi vida, cuán grato sería para mí! ¡Cuán horrible ahora! ¡Cuán horrible! Más lo fue el día, el triste día que fue causa de la escena en que ahora me hallo.

Lorenzo no viene. ¿Vendrá, acaso? ¡Cobarde! ¿Le espantará este aparato que Naturaleza le ofrece? No ve lo interior de mi corazón... ¡Cuánto más se horrorizaría! ¿Si la esperanza del premio le traerá? Sin duda..., el dinero... ¡Ay, dinero, lo que puedes! Un pecho sólo se te ha resistido... Ya no existe... Ya tu dominio es absoluto... Ya no existe el solo pecho que se te ha resistido.

Las dos están al caer... Ésta es la hora de cita para Lorenzo... ¡Memoria! ¡Triste memoria! ¡Cruel memoria! Más tempestades formas en mi alma que nubes en el aire. También ésta es la hora en que yo solía pisar estas mismas calles en otros tiempos muy diferentes de éstos. ¡Cuán diferentes! Desde aquélla a éstos todo ha mudado en el mundo; todo, menos yo.


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24 págs. / 43 minutos / 581 visitas.

Publicado el 24 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Clitofón

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Clitofón, hijo de Aristonimo, me han dicho hace un instante, que en una conversación que has tenido con Licias, has criticado las discusiones filosóficas de Sócrates, y puesto en las nubes las lecciones de Trasimaco.

Clitofón: Te han referido exactamente, Sócrates, lo que he dicho de ti a Licias; si en unas cosas te he censurado, también te he alabado en otras, y como veo en claro, que a pesar de tu aire de indiferencia estás incomodado conmigo, seria conveniente, ya que estamos solos, repetirte lo mismo que he dicho, y te desengañarás de que no soy injusto para contigo. Indudablemente te han informado mal, y esta es la causa de tu irritación. Pero si me permites decirte todo lo que pienso, estoy pronto a hacerlo, y no te ocultaré nada.

Sócrates: No tendría razón para oponerme a tu deseo, cuando éste redunda en mi provecho, porque evidentemente desde el momento que me hagas ver el bien y el mal que residen en mí, procuraré seguir el uno y huir del otro con todas mis fuerzas.

Clitofón: En este caso, escúchame. Me ha sucedido muchas veces, Sócrates, que encontrándome contigo, me he dejado llevar de la más viva admiración al oír tus discursos, y me ha parecido que hablabas mejor que nadie, cuando reprendiendo a los hombres, como un dios que aparece en lo alto de una máquina de teatro, exclamabas:


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Dominio público
6 págs. / 11 minutos / 2.172 visitas.

Publicado el 28 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Comedia de Ensueño

Ramón María del Valle-Inclán


Teatro, Diálogo


Una cueva en el monte, sobre la encrucijada de dos caminos de herradura. Algunos hombres, a caballo, llegan en tropel, y una vieja asoma en la boca de la cueva. Su figura se destaca por oscuro sobre el fondo rojizo donde llamea el fuego del hogar. Es la hora del anochecer, y las águilas que tienen su nido en los peñascales, se ciernen con un vuelo pesado que deja oír el golpe de las alas.

LA VIEJA.—¡Con cuánto afán os esperaba, hijos míos! Desde ayer tengo encendido un buen fuego para que podáis calentaros. ¿Vendréis desfallecidos?

La vieja éntrase en la cueva, y los hombres descabalgan. Tienen los rostros cetrinos, y sus pupilas destellan en el blanco de los ojos con extraña ferocidad. Uno de ellos queda al cuidado de los caballos, y los otros, con las alforjas al hombro, penetran en la cueva y se sientan al amor del fuego. Son doce ladrones y el Capitán.

LA VIEJA.—¿Habéis tenido suerte, mis hijos?

EL CAPITÁN.—¡Ahora lo veréis, Madre Silvia! Muchachos, juntad el botín para que puedan hacerse las particiones.

LA VIEJA.—Nunca habéis hecho tan larga ausencia.

EL CAPITÁN.—No requería menos el lance, Madre Silvia.

La Madre Silvia tiende un paño sobre el hogar, y sus ojos acechan avarientos cómo las manos de aquellos doce hombres desaparecen en lo hondo de las alforjas y sacan enredadas las joyas de oro, que destellan al temblor de las llamas.

LA VIEJA.—¡Jamás he visto tan rica pedrería!

EL CAPITÁN.—¿No queda nada en tus alforjas, Ferragut?

FERRAGUT.—¡Nada, Capitán!

EL CAPITÁN.—¿Y en las tuyas, Galaor?

GALAOR.—¡Nada, Capitán!

EL CAPITÁN.—¿Y en las tuyas, Fierabrás?

FIERABRÁS.—¡Nada!…

EL CAPITÁN.—Está bien. Tened por cierto, hijos míos, que pagaréis con la vida cualquier engaño. Alumbrad aquí, Madre Silvia.


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Publicado el 4 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Protágoras

Platón


Diálogo, Filosofía


AMIGO, SÓCRATES

AMIGO. — ¿De dónde sales, Sócrates? Seguro que de una partida de caza en pos de la lozanía de Alcibiades. Precisamente lo vi yo anteayer y también a mí me pareció un bello mozo todavía, aunque un mozo que, dicho sea entre nosotros, Sócrates, ya va cubriendo de barba su mentón.

SÓCRATES. — ¿Y qué con eso? ¿No eres tú, pues, admirador de Homero, quien dijo que la más agraciada adolescencia era la del primer bozo, esa que tiene ahora Alcibiades?

AM. — ¿Qué hay, pues, de nuevo? ¿Vienes, entonces, de su casa? ¿Y cómo se porta contigo el muchacho?

SÓC. — Bien, me parece a mí, y especialmente en el día de hoy. Que mucho ha dicho en mi favor, socorriéndome, ya que, en efecto, ahora vengo de su casa. Pero voy a decirte algo sorprendente. Aunque él estaba allí, ni siquiera le prestaba mi atención, y a menudo me olvidaba de él.

AM. — ¿Y qué cosa tan enorme puede haberos ocurrido a ti y a él? Porque, desde luego, no habrás encontrado a alguien más bello, en esta ciudad al menos.

SÓC. — Mucho más todavía.

AM. — ¿Qué dices? ¿Ciudadano o extranjero?

SÓC. — Extranjero.

AM. — ¿De dónde?

SÓC. — De Abdera.

AM. — ¿Y tan hermoso te pareció ser ese extranjero, al punto de resultarte más bello que el hijo de Clinias?

SÓC. — ¿Cómo no va a parecer más bello lo que es más sabio, querido amigo?

AM. — Entonces es que acabas de encontrar a algún sabio. ¿No, Sócrates?

SÓC. — Al más sabio, sin duda, de los de ahora, si es que consideras muy sabio a Protágoras.

AM. — ¿Pero qué dices? ¿Protágoras ha venido de viaje?

SÓC. — Ya es su tercer día aquí

AM. — ¿Y, por tanto, vienes de estar con él?

SÓC. — Y de hablar y oír muchísimas cosas.


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Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Parménides

Platón


Diálogo, Filosofía


CÉFALO, ADIMANTO, GLAUCÓN, ANTIFONTE, PITODORO, SÓCRATES, ZENÓN, PARMÉNIDES, ARISTÓTELES

Cuando llegamos a Atenas desde nuestra ciudad, Clazómenas, nos encontramos en el ágora con Adimanto y Glaucón. Adimanto me dio la mano y me dijo:

—¡Salud, Céfalo! Si necesitas algo de aquí que podamos procurarte, pídelo.

—Justamente por eso —repliqué— estoy aquí, porque debo haceros un pedido.

—Dinos, entonces, qué deseas —dijo.

—Vuestro hermanastro, por parte de madre —pregunté yo—, ¿cómo se llamaba? Pues no me acuerdo. Era un niño apenas cuando vine anteriormente aquí desde Clazómenas, y desde entonces pasó ya mucho tiempo. Su padre, creo, se llamaba Pirilampes.

—Así es —replicó—, y él, Antifonte. Pero ¿qué es, realmente, lo que quieres saber?

—Quienes están aquí —respondí— son conciudadanos míos, cabales filósofos, y han oído decir que ese Antifonte estuvo en frecuente contacto con un tal Pitodoro, allegado de Zenón, y que se sabe de memoria la conversación que una vez mantuvieron Sócrates, Zenón y Parménides, puesto que la oyó muchas veces de labios de Pitodoro.

—Es cierto lo que dices —dijo él.

—Esa conversación —repliqué— es, justamente, lo que queremos que nos relate en detalle.

—No es difícil —dijo—, ya que cuando era un jovencito se empeñó en aprenderla a la perfección; ahora, en cambio, tal como su abuelo y homónimo, dedica la mayor parte del tiempo a los caballos. Pero, si es preciso, vayamos por él. Acaba de marcharse de aquí rumbo a su casa, y vive cerca, en Mélite.


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71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 390 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Político

Platón


Diálogo, Filosofía


SÓCRATES, TEODORO, EXTRANJERO, JOVEN SÓCRATES

SÓCRATES —En verdad, te agradezco mucho, Teodoro, el haberme hecho conocer a Teeteto y también al Extranjero.

TEODORO —Pero, tal vez, Sócrates, tendrás que triplicar tu agradecimiento: tan pronto acaben su presentación del político y del filósofo.

SÓC. —¡Vamos! ¿Tamaña cosa, mi querido Teodoro, tendremos que decir que se la hemos oído a quien es el más avezado en materia de cálculo y de geometría?

TEOD —¿Qué quieres decir, Sócrates?

SÓC. —Que has puesto igual precio a cada uno de estos hombres, quienes, por su valor, distan entre sí más de lo que pueda expresar la proporción de vuestro arte.

TEOD —¡Bravo! ¡Por nuestro dios, Sócrates, por Amón! ¡Con cuánta razón y con qué buena memoria, además, acabas de achacarme mi error en los cálculos! Ya buscaré cómo desquitarme contigo en otra oportunidad. Por el momento, tú, en cambio, Extranjero, por nada dejes de complacernos: ya mismo elige, para empezar, al hombre político o al filósofo, al que tú prefieras, y tan pronto hayas escogido comienza sin más tu explicación.

EXTRANJERO —Eso es, Teodoro, lo que haré. Porque, una vez que hemos logrado tener este asunto entre manos, no es cuestión de darnos por vencidos antes de haber acabado con ellos. Pero, veamos: con Teeteto, que está aquí con nosotros, ¿qué debo hacer?

TEOD —¿A qué te refieres?

EXTR. —¿Le damos una tregua, reemplazándolo por este su condiscípulo, Sócrates? ¿O qué es lo que tú propones?

TEOD —Como acabas de decir, reemplázalo; dada su juventud, de seguro soportarán mejor la faena si se toman ambos un descanso.


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89 págs. / 2 horas, 36 minutos / 261 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Primer Alcibíades

Platón


Diálogo, Filosofía


Sócrates: Hijo de Clinias, estarás sorprendido de ver, que habiendo sido yo el primero a amarte, sea ahora el último en dejarte; que después de haberte abandonado mis rivales, permanezca yo fiel; y en fin, que teniéndote los demás como sitiado con sus amorosos obsequios, sólo yo haya estado sin hablarte por espacio de tantos años. No ha sido ningún miramiento humano el que me ha sugerido esta conducta, sino una consideración por entero divina, que te explicaré más adelante. Ahora que el Dios no me lo impide, me apresuro a comunicarme contigo, y espero que nuestra relación no te ha de ser desagradable para lo sucesivo. En todo el tiempo que ha durado mi silencio, no he cesado de mirar y juzgar la conducta que has observado con mis rivales; entre el gran número de hombres orgullosos que se han mostrado adictos a ti, no hay uno que no hayas rechazado con tus desdenes, y quiero explicarte la causa de este tu desprecio para con ellos. Tú crees no necesitar de nadie, tan generosa y liberal ha sido contigo la naturaleza, comenzando por el cuerpo y concluyendo con el alma. En primer lugar te crees el más hermoso y más bien formado de todos los hombres, y en este punto basta verte para decir que no te engañas. En segundo lugar, tú te crees pertenecer a una de las más ilustres familias de Atenas, Atenas que es la ciudad de mayor consideración entre las demás ciudades griegas. Por tu padre cuentas con numerosos y poderosos amigos, que te apoyarán en cualquier lance, y no los tienes menos poderosos por tu madre. Pero a tus ojos el principal apoyo es Pericles, hijo de Xantippo, que tu padre dio por tutor a tu hermano y a ti, y cuya autoridad es tan grande, que hace todo lo que quiere, no sólo en esta ciudad, sino en toda la Grecia y en las demás naciones extranjeras. Podría hablar también de tus riquezas, si no supiera que en este punto no eres orgulloso.


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Dominio público
50 págs. / 1 hora, 27 minutos / 1.350 visitas.

Publicado el 28 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

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