Segundo Alcibíades
Platón
Diálogo, Filosofía
(Texto atribuido a Platón)
Sócrates: Alcibíades, ¿vas a orar en este templo?
Alcibíades: Sí, Sócrates.
Sócrates: Te advierto meditabundo y fijos tus ojos en tierra, como el hombre que reflexiona.
Alcibíades: ¿Qué necesidad hay en este caso de reflexiones tan profundas, Sócrates?
Sócrates: A mí me parece que hay materia para pensar seriamente, porque, ¡en nombre de Júpiter!, ¿no crees que entre las cosas que pedimos a los dioses, sea en público, sea en secreto, hay unas que se nos conceden y otras que se nos niegan, y que tan pronto atienden como desechan nuestras súplicas?
Alcibíades: Sí lo creo.
Sócrates: Y bien, ¿no te parece que la oración exige mucha prudencia, porque sin saberlo, pueden pedirse a los dioses grandes males, creyendo pedirles bienes, y los dioses no encontrarse en disposición de conceder lo que se les pide? Por ejemplo, Edipo les pidió en un arrebato de cólera, que sus hijos decidiesen con la espada sus derechos hereditarios, y cuando debía pedir a los dioses que le libraran de las desgracias de que era víctima, atrajo sobre sí otras nuevas; porque fueron escuchados sus ruegos, y de aquí esas largas y terribles calamidades, que no necesito referirte aquí al pormenor.
Alcibíades: Pero, Sócrates, me hablas de un hombre que deliraba. ¿Puedes creer que un hombre de buen sentido hubiera dirigido semejante súplica?
Sócrates: ¿Pero el delirio te parece lo contrario del buen sentido?
Alcibíades: Sí, ciertamente.
Sócrates: ¿No te parece que los hombres son unos sensatos y otros insensatos?
Alcibíades: Seguramente.
Sócrates: Pues bien; tratemos de distinguirlos bien. Estamos conformes en que hay hombres sensatos, otros insensatos y otros que deliran.
Alcibíades: Sí, conformes.
Dominio público
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Publicado el 28 de febrero de 2019 por Edu Robsy.