Textos peor valorados etiquetados como Diálogo no disponibles | pág. 2

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Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu

Maurice Joly


Diálogo, Política


Una simple advertencia


Percibiríamos muy pronto una espantosa
calma, durante la cual todo se aliaría en contra
de la potencia que vulnera las leyes.
Cuando Sila que quiso devolver a Roma su
libertad, ésta no pudo ya recibirla.

Montesquieu, El Espíritu de las Leyes
 

Tiene este libro rasgos que pueden adjudicarse a cualquier gobierno; no obstante, su intención es más precisa: personifica en particular un sistema político cuyos procederes han sido invariables desde el día nefasto ¡hay¡, excesivamente lejano, de su entronización.

No es este un libelo ni una sátira; el sentir de los pueblos modernos es demasiado civilizado como para soportar crudas verdades sobre política contemporánea. La duración sobrenatural de algunos acontecimientos históricos está, por demás, destinada a corromper a la honestidad misma; pero la conciencia pública sobrevive aún, y llegará el día en que el cielo se decidirá a intervenir en la contienda que hoy se alza contra él.

Se aprecian mejor algunos hechos y principios cuando se los contempla fuera del marco habitual en que se desarrollan ante nuestros ojos. Algunas veces, un simple cambio del punto de vista óptico aterra la mirada.

Aquí, todo lo presentamos en forma de ficción; sería superfluo revelar anticipadamente la clave. Si el libro tiene una finalidad, si encierra una enseñanza, es preciso que el lector la comprenda, no que le sea explicada. Por otra parte, no estará exenta su lectura de frecuentes y vivas diversiones; no obstante, es preciso proceder con lentitud, como conviene que se lean los escritos que no son frivolidades.


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178 págs. / 5 horas, 11 minutos / 132 visitas.

Publicado el 18 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Ciropedia

Jenofonte


Novela, Diálogo, Tratado, Política, Estrategia


LIBRO I

Dificultad que supone gobernar seres humanos

Una vez se nos ocurrió reflexionar sobre cuántas democracias han sido derrocadas por quienes preferían regirse con un régimen distinto del democrático, y sobre cuántas monarquías y cuántas oligarquías han sido ya, a su vez, abolidas por el pueblo, y sobre el hecho de que, de cuantos intentaron imponer la tiranía, unos fueron inmediatamente derrocados, y otros, por poco tiempo que se hayan mantenido en el poder, son objeto de admiración por haber sido varones tan sabios y afortunados. Nos pareció haber observado que también en las viviendas particulares muchos amos, unos con mayor número de criados y otros con muy pocos, no son capaces de mantener ni siquiera a estos pocos en actitud obediente. Además, seguíamos reflexionando sobre el hecho de que gobernantes son los boyeros de sus bueyes, los yegüeros de sus caballos y que todos los que reciben el nombre de pastores podrían también ser considerados razonablemente gobernantes de los animales a cuyo cuidado están; pues bien, nos parecía apreciar que todos estos rebaños obedecen de mejor grado a sus pastores que los hombres a sus gobernantes. En efecto, los rebaños van exclusivamente por donde los pastores los dirigen, pacen en los lugares a los que los conducen y se mantienen alejados de aquellos de los que los apartan. Además, permiten a los pastores hacer el uso que quieran de los productos que se obtienen de ellos y aún no tenemos noticias de que nunca un rebaño se rebelara contra su pastor, ni para desobedecerle ni para impedirle hacer uso de sus productos, sino que, al contrario, los rebaños son más ariscos con cualquier extraño que con quienes los gobiernan y sacan provecho de ellos. Los hombres, en cambio, contra nadie se levantan más que contra aquellos en quienes noten intención de gobernarlos.


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334 págs. / 9 horas, 44 minutos / 255 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Protágoras

Platón


Diálogo, Filosofía


AMIGO, SÓCRATES

AMIGO. — ¿De dónde sales, Sócrates? Seguro que de una partida de caza en pos de la lozanía de Alcibiades. Precisamente lo vi yo anteayer y también a mí me pareció un bello mozo todavía, aunque un mozo que, dicho sea entre nosotros, Sócrates, ya va cubriendo de barba su mentón.

SÓCRATES. — ¿Y qué con eso? ¿No eres tú, pues, admirador de Homero, quien dijo que la más agraciada adolescencia era la del primer bozo, esa que tiene ahora Alcibiades?

AM. — ¿Qué hay, pues, de nuevo? ¿Vienes, entonces, de su casa? ¿Y cómo se porta contigo el muchacho?

SÓC. — Bien, me parece a mí, y especialmente en el día de hoy. Que mucho ha dicho en mi favor, socorriéndome, ya que, en efecto, ahora vengo de su casa. Pero voy a decirte algo sorprendente. Aunque él estaba allí, ni siquiera le prestaba mi atención, y a menudo me olvidaba de él.

AM. — ¿Y qué cosa tan enorme puede haberos ocurrido a ti y a él? Porque, desde luego, no habrás encontrado a alguien más bello, en esta ciudad al menos.

SÓC. — Mucho más todavía.

AM. — ¿Qué dices? ¿Ciudadano o extranjero?

SÓC. — Extranjero.

AM. — ¿De dónde?

SÓC. — De Abdera.

AM. — ¿Y tan hermoso te pareció ser ese extranjero, al punto de resultarte más bello que el hijo de Clinias?

SÓC. — ¿Cómo no va a parecer más bello lo que es más sabio, querido amigo?

AM. — Entonces es que acabas de encontrar a algún sabio. ¿No, Sócrates?

SÓC. — Al más sabio, sin duda, de los de ahora, si es que consideras muy sabio a Protágoras.

AM. — ¿Pero qué dices? ¿Protágoras ha venido de viaje?

SÓC. — Ya es su tercer día aquí

AM. — ¿Y, por tanto, vienes de estar con él?

SÓC. — Y de hablar y oír muchísimas cosas.


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70 págs. / 2 horas, 2 minutos / 708 visitas.

Publicado el 12 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Parménides

Platón


Diálogo, Filosofía


CÉFALO, ADIMANTO, GLAUCÓN, ANTIFONTE, PITODORO, SÓCRATES, ZENÓN, PARMÉNIDES, ARISTÓTELES

Cuando llegamos a Atenas desde nuestra ciudad, Clazómenas, nos encontramos en el ágora con Adimanto y Glaucón. Adimanto me dio la mano y me dijo:

—¡Salud, Céfalo! Si necesitas algo de aquí que podamos procurarte, pídelo.

—Justamente por eso —repliqué— estoy aquí, porque debo haceros un pedido.

—Dinos, entonces, qué deseas —dijo.

—Vuestro hermanastro, por parte de madre —pregunté yo—, ¿cómo se llamaba? Pues no me acuerdo. Era un niño apenas cuando vine anteriormente aquí desde Clazómenas, y desde entonces pasó ya mucho tiempo. Su padre, creo, se llamaba Pirilampes.

—Así es —replicó—, y él, Antifonte. Pero ¿qué es, realmente, lo que quieres saber?

—Quienes están aquí —respondí— son conciudadanos míos, cabales filósofos, y han oído decir que ese Antifonte estuvo en frecuente contacto con un tal Pitodoro, allegado de Zenón, y que se sabe de memoria la conversación que una vez mantuvieron Sócrates, Zenón y Parménides, puesto que la oyó muchas veces de labios de Pitodoro.

—Es cierto lo que dices —dijo él.

—Esa conversación —repliqué— es, justamente, lo que queremos que nos relate en detalle.

—No es difícil —dijo—, ya que cuando era un jovencito se empeñó en aprenderla a la perfección; ahora, en cambio, tal como su abuelo y homónimo, dedica la mayor parte del tiempo a los caballos. Pero, si es preciso, vayamos por él. Acaba de marcharse de aquí rumbo a su casa, y vive cerca, en Mélite.


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71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 379 visitas.

Publicado el 25 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Critias o Atlántico

Platón


Diálogo, Filosofía


TIMEO, CRITIAS, SÓCRATES, HERMÓCRATES

TIMEO —Contento, Sócrates, como si descansara de un gran camino, me despido ahora con alegría de la travesía del discurso. Al dios que en la realidad nació hace mucho tiempo, mas acaba de hacerlo en nuestro relato, le pido que preserve lo expuesto de manera correcta y que, si respecto de algo, sin quererlo, desafinamos, nos dé el castigo adecuado. Un castigo justo es ordenar al desordenado. Entonces, para que, en lo que resta, nuestros discursos acerca de los dioses sean correctos, le pedimos que nos dé la ciencia como el más perfecto y el mejor de los remedios. Después de estos ruegos, dejamos a Critias, según lo acordado, el discurso siguiente.


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19 págs. / 33 minutos / 422 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Timeo

Platón


Diálogo, Filosofía


SÓCRATES, TIMEO, HERMÓCRATES, CRITIAS

SÓCRATES —Uno, dos, tres…, pero, por cierto, querido Timeo, ¿dónde está el cuarto de los que ayer fueron huéspedes míos y ahora son dueños de la casa?

TIMEO —Le sobrevino un cierto malestar, Sócrates, pues no habría faltado voluntariamente a esta reunión.

SÓC. —¿Os encargaréis tú y tus compañeros, entonces, de la parte que le correspondía al ausente?

TIM. —Por supuesto, y, en lo posible, no omitiremos nada, pues no sería justo que, después de gozar ayer de los apropiados dones de tu hospitalidad, los que quedamos no estuviéramos dispuestos a agasajarte a nuestra vez.

SÓC. —¿Es que recordáis cuántos son los temas de los que os encomendé hablar?

TIM. —Sólo algunos, pero, como estás aquí, nos recordarás lo que hayamos olvidado. Mejor aún, si no te molesta, vuelve a repetirnos otra vez el argumento desde el principio de manera resumida para que lo tengamos más presente.

SÓC. —Así lo haré. Tengo la impresión de que lo principal del discurso que hice ayer acerca de la organización política fue cuál consideraba que sería la mejor y qué hombres le darían vida.

TIM. —Y a todos nos pareció que la habías descrito de una manera muy conforme a los principios de la razón.

SÓC. —¿No fue acaso nuestra primera medida separar en ella a los campesinos y a los otros artesanos del estamento de los que luchan en defensa de ellos?

TIM. —Sí.


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95 págs. / 2 horas, 46 minutos / 386 visitas.

Publicado el 26 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Poder de las Palabras

Edgar Allan Poe


Diálogo


Oinos.—Perdona, Agathos, la flaqueza de un espíritu al que acaban de brotarle las alas de la inmortalidad.

Agathos.—Nada has dicho, Oinos mío, que requiera ser perdonado. Ni siquiera aquí el conocimiento es cosa de intuición. En cuanto a la sabiduría, pide sin reserva a los ángeles que te sea concedida.

Oinos. —Pero yo imaginé que en esta existencia todo me sería dado a conocer al mismo tiempo, y que alcanzaría así la felicidad por conocerlo todo.

Agathos.—¡Ah, la felicidad no está en el conocimiento, sino en su adquisición! La beatitud eterna consiste en saber más y más; pero saberlo todo sería la maldición de un demonio.

Oinos.—El Altísimo, ¿no lo sabe todo?

Agathos.—Eso (puesto que es el Muy Bienaventurado) debe ser aún la única cosa desconocida hasta para Él.

Oinos. —Sin embargo, puesto que nuestro saber aumenta de hora en hora, ¿no llegarán por fin a ser conocidas todas las cosas?

Agathos.—¡Contempla las distancias abismales! Trata de hacer llegar tu mirada a la múltiple perspectiva de las estrellas, mientras erramos lentamente entre ellas... ¡Más allá, siempre más allá! Aun la visión espiritual, ¿no se ve detenida por las continuas paredes de oro del universo, las paredes constituidas por las miríadas de esos resplandecientes cuerpos que el mero número parece amalgamar en una unidad?

Oinos.—Claramente percibo que la infinitud de la materia no es un sueño.


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4 págs. / 7 minutos / 2.323 visitas.

Publicado el 9 de junio de 2016 por Edu Robsy.

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