I
Siguiendo nuestra costumbre de abordar de frente las más
árduas y delicadas cuestiones que se relacionan con
Filipinas, sin importarnos nada las consecuencias que nuestra
franqueza nos pudiera ocasionar, vamos en el presente
artículo á tratar de su porvenir.
Para leer en el destino de los pueblos, es menester abrir el
libro de su pasado. El pasado de Filipinas se reduce en grandes
rasgos á lo que sigue:
Incorporadas apenas á la Corona Española, tuvieron
que sostener con su sangre y con los esfuerzos de sus hijos las
guerras y las ambiciones conquistadoras del pueblo español,
y en estas luchas, en esa crisis terrible de los pueblos cuando
cambian de gobierno, de leyes, de usos, costumbres, religión
y creencias, las Filipinas se despoblaron, empobrecieron y
atrasaron, sorprendidas en su metamorfosis, sin confianza ya en su
pasado, sin fe aun en su presente y sin ninguna lisonjera esperanza
en los venideros días. Los antiguos señores, que
sólo habían tratado de conquistarse el temor y la
sumisión de sus súbditos, por ellos acostumbrados
á la servidumbre, cayeron como las hojas de un árbol
seco, y el pueblo, que no les tenía ni amor ni
conocía lo que era libertad, cambió fácilmente
de amo, esperando tal vez ganar algo en la novedad.
Comenzó entonces una nueva era para los Filipinos.
Perdieron poco á poco sus antiguas tradiciones, sus
recuerdos; olvidaron su escritura, sus cantos, sus poesías,
sus leyes, para aprenderse de memoria otras doctrinas, que no
comprendían, otra moral, otra estética, diferentes de
las inspiradas á su raza por el clima y por su manera de
sentir. Entonces rebajóse, degradándose ante sus
mismos ojos, avergonzóse de lo que era suyo y nacional, para
admirar y alabar cuanto era extraño é incomprensible;
abatióse su espíritu y se doblegó.
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