Textos más populares este mes etiquetados como Fábula disponibles | pág. 2

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Los que Suben y Bajan

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


Una gota de agua, que había estado millares de años confundida con las demás en un lago, sintió de pronto que se transformaba y adquiría ligereza extraordinaria. Estaba evaporándose.

—¡Tengo alas! —dijo flotando sobre el lago—. ¡Adiós, amigas! Ya había presentido muchas veces que mi naturaleza era distinta de la vuestra. Voy a las alturas, al país de las nubes y las águilas. Ya no nos veremos más.

—No te enorgullezcas —le dijo otra gota que había viajado mucho—. Yo he estado en esas altas regiones, y sé que no se permanece en ellas mucho tiempo. Pide a Dios que cuando caigas, quizás hoy mismo, te deje volver a este lago tranquilo. Eres como todas nosotras: un poco de calor te eleva; un pequeño enfriamiento te hace descender.

—Aunque eso sea —repuso la soberbia partícula de vapor—. Ha llegado mi época feliz.

—¿Quién sabe? Acaso estás destinada a hundirte en el terreno y encerrarte para siempre en una cueva oscura.

Algunos días después, la gota condensada caía sobre una hoja, y resbalando por ella temblaba, resistiéndose a desprenderse.

Venía de los cielos: iba fatalmente a rodar sobre la tierra.


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Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

La Grillera

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


—¡Orden! ¡Orden! —decía un grillo muy formal—. Cantemos óperas a compás. Coloquémonos en fila sin molestarnos unos a otros. Esto podría ser un concierto y es un caos. ¡Orden! ¡Orden!

Pero los grillos no le hacían caso y chillaban cada cual a su gusto y en su tono, dentro de la grillera, subiéndose unos en otros, para caer después debajo, y formando un grupo informe de patas, cuerpos, antenas y coseletes, en perpetua agitación.

—¿No le parece a usted —dije a un amigo— que esto es la imagen de nuestro país?

—Tiene usted razón —respondió aquél.

—¿Cuándo podrá ordenarse?

—¡Desdichado! ¿Qué pretende usted? Esto está como debe estar. ¿Quiere ser usted el grillo formal que pretendía ordenar una grillera?


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Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Fábula

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


En una hermosa mañana de primavera, Himeneo jugaba con el Amor y le perseguía. Era aún muy joven, y pronto le alcanzó y le asió de un brazo.

—¡Ah!, ya eres mío —le dijo— y no te me escaparás.

—¡Cuidado! —replicó el alado rapazuelo—, guárdame bien, como a las niñas de tus ojos, porque si el Amor se escapa, el pobre Himeneo no podrá batir más que un ala.


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Publicado el 19 de julio de 2024 por Edu Robsy.

La Fuerza y la Inteligencia

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


—Eres un tirano —decía el vapor de agua al maquinista—: habiendo fuera tanto espacio, me oprimes y sujetas dentro de la caldera: vuélveme la libertad; deja que yo emplee mi fuerza según mi voluntad.

—¿Tu fuerza y tu voluntad? —respondió el maquinista sonriendo—. Si yo te dejo libre no podrás alzar del suelo ni un átomo de polvo.

Los pueblos son como el vapor de agua: su fuerza se aniquila cuando no hay un maquinista que la encierre en la caldera y la utilice.


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Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

La Bala y el Blanco

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


—Sí, sois perversas y dañinas por instinto, y me detestáis y gozáis en magullarme —dijo a la bala el blanco dolorido, alzando de mala gana la bandera que indicaba el acierto y buena puntería del tirador.

—¿Qué sería de ti —repuso la aplastada bala con voz triste— si tuviéramos la mala intención que nos atribuyes? ¿No sabes que en las batallas pasamos la mayor parte entre los ejércitos sin hacer ningún daño, resistiéndonos a matar? ¿No ves que nos dirigen contra ti y hacemos todo lo posible por no darte? Sin nuestra naturaleza pacífica ¿quedarían muchos hombres? ¿No estarías tú deshecho?

Y silbaban entretanto muchas balas sin dar nunca en el blanco, pero a cada momento caían ramas heridas, saltaban del suelo piedras rotas y se desconchaban las paredes. Cesó por fin el ejercicio de fuego, sin que el blanco alzara la bandera por segunda vez.

—¿Te convences de tu injusticia? —le dijo la bala magullada—. Mira cuánto destrozo en todas partes y qué intacto te dejan los disparos. Siempre se han de quejar los que menos daños sufren. A nadie respetamos tanto las balas como al blanco.


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Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Un Rey Popular

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


¡Qué alegría y qué fiestas hicieron los animales cuando destronaron al león!

Hubo conciertos de grillos, procesiones de hormigas, regatas de salmonetes y carreras de liebres: colgaron sus telas mejores las arañas; los escarabajos se untaron el cuerpo de charol; los monos dieron funciones de gimnasia y los topos se pusieron gafas para verlo. ¡Qué colas tan vistosas arrastraron las culebras en los bailes, qué plumas de colores lucieron los guacamayos, y qué uniformes de plata y oro los faisanes!

Hicieron de gigantones los elefantes y jirafas, y de enanos los pájaros bobos y sapos. Pronunciaron discursos loros y cotorras, y no hubo animal que no hiciese ostentación de sus habilidades, ni dejase de exhibir sus plumas, sus escamas y sus pieles más vistosas.

Trataron, en vista de la fiereza del león, destronado con razón por sanguinario, de elegir un animal que no pudiese devorar a sus súbditos: un animal inofensivo y popular. Procediose a la votación, y la pulga, que se metía por todas partes, fue elegida por humilde.

Y mientras atronaban el aire las aclamaciones de gruñidos, relinchos, rebuznos y chillidos de toda clase, murmuraba un perro viejo entre los suyos:

—No creo que hayamos mejorado de amo, ni que la pulga sea menos sanguinaria que el león: antes me parece que, siendo los leones pocos y las pulgas infinitas, más sangre sacan éstas que no aquéllos; sino que aquéllos derraman la de algunos de un zarpazo, y éstas nos la sorben a todos gota a gota.


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Publicado el 14 de julio de 2024 por Edu Robsy.

Placeres Gratuitos

José Fernández Bremón


Cuento, fábula


Cayó de un árbol una oruga sobre la espalda de un galápago, y al notar el cómodo y suave movimiento del testáceo, la oruga dio gracias a la suerte porque le había puesto carruaje.

—Ya no tendré que arrastrarme por el suelo —decía entre sí—, ni fatigarme. ¡Cuánto voy a viajar sobre la concha de este bruto!

A todo esto el galápago avanzaba lentamente hacia un estanque, con gran regocijo de la oruga, que sólo había visto el agua desde lejos. Ya en la orilla, el galápago entró en el agua con suavidad, nadando con soltura.

—¡Calle! —siguió diciendo la oruga—. No sólo tengo carruaje, sino barco: esto es un yacht de recreo. ¡Qué hermoso es navegar en barco propio!

—¡Hija mía! —exclamó el galápago con sorna—. ¿Creías que ibas a viajar gratis en mí? Todo se paga en este mundo. Estás rodeada de agua y no puedes huir. Cuando bendecías tu suerte por haberte puesto coche, yo bendije a la mía que me había puesto el almuerzo en las espaldas.

Se hundió el galápago, quiso nadar la oruga y el testáceo la devoró con apetito.


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Publicado el 18 de julio de 2024 por Edu Robsy.

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