.- ¡No puede ser! ¡No puede
ser!, no puede ser -Es Platón que se lamenta amargamente a Aristóteles.
.- ¿Qué te sucede amigo, que
causa tal zozobra en ti?
.- Un perro Aristóteles, un
perro, ¡no lo entiendo!, no lo puedo comprender. Los reconozco, vi alguno vagar
por Atenas, y eran utilizados por algunas tribus para cuidar y guiar al ganado.
Pero esto no lo entiendo Aristóteles, no lo entiendo.
.- ¿Qué? ¿Cómo? ¿Un Perro?
¿Estás seguro?, si se alimentaban con las sobras de las polis.
.- ¡Se me ha meado encima! No
voy a estar seguro. Maldito perro. Querido amigo, el mundo de las ideas, fin
último del alma racional, del alma del hombre. ¿Y qué pasa ahora ahí abajo?
¿Tanto han avanzado los perros? Tendrá razón
Heráclito en que todo fluye incesantemente y los perros han alcanzado al
hombre en esto de pensar.
.- El principio de la vida,
aquello por lo que, lo viviente, vive.
Ya lo decía yo. Forma y acto. ¿Pero por qué ahora? Y el resto de vivientes. Ya
sabía yo, que había pensado en la mortalidad del alma, que el simple hecho de
estar aquí, tiraba por tierra mi pensamiento; no tiene sentido un alma inmortal
ya que su única misión es la de dar vida al cuerpo. Y una vez realizado su
cometido qué sentido tiene un alma separada de su cuerpo. Pero aquí estoy. O
no, ¡oh, no! ¡un perro!
.- He oído el revuelo que
formáis amigos. Mayéutica e ironía, ¿no? ¡Jajajaja! ¿Cuál es el tema de debate
que os tiene tan entretenidos en este sin tiempo en el que moramos? -Es
Sócrates que al sentir la presencia de sus amigos no se pudo resistir. -¿Que
nueva definición se os ha pasado por la cabeza para “eso”? ¿Qué estáis pariendo
amigos? -Sócrates se ríe airadamente y jovialmente, él siempre está feliz. Él,
que sólo sabe, que no sabe nada, es el más feliz de los hombres.
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