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Lao Tse dijo:
Existe algo, un todo indiferenciado, que antes de los cielos y la
tierra. Sólo tiene imágenes abstractas, ninguna forma concreta. Es
profundo, oscuro, silencioso, indefinido; no oímos su voz. Asignándole
un nombre, lo llamo el Camino.
El Camino es infinitamente elevado, insondablemente profundo.
Abarcando el cielo y la tierra, recibiendo de lo que no tiene forma,
produce una corriente que fluye intensa y ampliamente sin desbordarse.
Opaco, se sirve de una clarificación gradual mediante la calma. Cuando
se aplica, es infinito y no tiene día ni noche; pero cuando es
representado, ni siquiera llena la mano.
Es reducido, pero puede expandirse; es oscuro, pero puede iluminar;
es flexible, pero puede ser firme. Absorbe lo negativo y emite lo
positivo, manifestando así las luces del sol, la luna y las estrellas.
Gracias a él son altas las montañas, son profundos los océanos,
corren los animales, vuelan los pájaros. Gracias a él vagan los
unicornios, remontan el vuelo los fénix, siguen su curso las estrellas.
Garantiza la supervivencia mediante la destrucción, la nobleza mediante
la bajeza, y el avance mediante la retirada. En la antigüedad, los Tres
Augustos alcanzaron el orden unificador del Camino y permanecieron en el
centro; sus espíritus vagaron con la Creación, y así reconfortaban a
todo el mundo en los cuatro cuadrantes.
De esta manera, el Camino produce el movimiento de los cielos y la
estabilidad de la tierra, girando incesantemente como una rueda,
fluyendo sin cesar como el agua. El Camino se encuentra en el principio y
en el fin de las cosas: cuando se levanta el viento, se condensan las
nubes, ruge el trueno y cae la lluvia, responde como un concierto sin
fin.
Información texto 'Wen-Tzu'