Martín Alonso Pinzón
Deshauciado Colón en la Corte, pasó—en compañía de su hijo Diego, al
dirigirse a Huelva, donde vivía un cuñado suyo—, por el Convento de la
Rábida, y llamando a sus puertas en solicitud de socorro, encontró en
fray Pérez no sólo quien les diera hospitalidad y sustentación, sino
quien escuchara y patrocinara los proyectos del descorazonado marino.
A fray Juan le interesaron con viveza, porque, como religioso, no
pensaba tanto en lo que habían de engrandecer los territorios de la
corona de España como en los abundantísimos y excelentes frutos que
habían de rendirle al catolicismo al extenderse su luz entre los
moradores de los países que se descubrieran.
Y comunicó la noticia de la llegada de Colón al convento a personas
principales de Palos, para que acudiesen a enterarse de los planes del
extranjero, y con el ánimo y la esperanza de buscarle admiradores.
Aunque es en las postrimerías de su vida cuando se le ve a Colón
subyugado por el misticismo, ya en el tiempo de sus primeras entrevistas
con fray Juan aducía en apoyo de la viabilidad de sus ideas, juntamente
con razonamientos científicos, y sobre ellos, razonamientos teológicos y
textos y citas de libros sagrados; con lo que llegaban a la mayor
intensidad los optimismos del ilustre fraile.
En el Convento de la Rábida se congregaron Martín Alonso Pinzón,
piloto acreditadísimo, y Garci-Fernández, médico del pueblo y versado en
Cosmografía.
En aquellas reuniones, Colón y Garci-Fernández representaban la
ciencia; Martín Alonso, la práctica; y fray Juan Pérez, la fe, que
siempre ha sido capaz de levantar montañas.
En una celda de un monasterio de franciscanos, la fe, la ciencia y la
experiencia se pusieron de acuerdo para trabajar por que no se
malograra la realización de un pensamiento que contenía uno de los
hechos más fecundos de la historia humana.
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