Textos etiquetados como Historia | pág. 3

Mostrando 21 a 30 de 53 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Historia


12345

La Rebelión de los Tártaros

Thomas de Quincey


Historia, crónica


o huida del Khan de los Calmucos y su pueblo de los territorios de Rusia a las fronteras de la China

En la historia moderna, y tal vez pueda decirse que en toda la historia, a partir de sus más tempranos anales, no hay acontecimiento que se conozca menos ni que impresione tanto a la imaginación como la huida que durante la segunda mitad del siglo pasado emprendió hacia oriente, a través de las estepas interminables de Asia, una de las principales naciones tártaras. El terminus a quo y el terminus ad quem de la huida son igualmente magníficos —el primero el trono más poderoso de la Cristiandad, el segundo el más poderoso del Paganismo— y las circunstancias románticas que la rodean ponen de relieve armoniosamente la grandeza de ambos extremos. Lo brusco del comienzo y la fiera rapidez de la ejecución anuncian el carácter bárbaro y apasionado de quienes encabezaron el movimiento. En la unidad de propósito que congrega una miríada de voluntades y en la trayectoria ciega pero certera hacia un blanco tan remoto hay algo que recuerda los instintos omnipotentes que impulsan las migraciones de la golondrina y el lemming o las marchas devastadoras de langosta. La sombría venganza de Rusia, que prendió su cruel artillería a la retaguardia y los flancos de los vasallos fugitivos evoca imágenes de Milton: pienso en la mano solitaria que persigue a la hueste rebelde a través de los espacios desiertos y el antiguo caos, hasta alcanzar con salvas atronadoras a quienes ya se creían al amparo de la oscuridad y la distancia.


Información texto

Protegido por copyright
56 págs. / 1 hora, 39 minutos / 232 visitas.

Publicado el 25 de enero de 2018 por Edu Robsy.

Historia de los Reyes de Britania

Geoffrey de Monmouth


Historia


PREFACIO Y DEDICATORIA

(1) A menudo he pensado en los temas que podrían ser objeto de un libro, y, al decidirme por la historia de los reyes de Britania, me tenía maravillado no encontrar nada —aparte de la mención que de ellos hacen Gildas y Beda en sus luminosos tratados— acerca de los reyes que habían habitado en Britania antes de la encarnación de Cristo, ni tampoco acerca de Arturo y de los muchos otros que lo sucedieron después de la encarnación, y ello a pesar de que sus hazañas se hicieran dignas de alabanza eterna y fuesen celebradas, de memoria y por escrito, por muchos pueblos diferentes.

(2) En estos pensamientos me encontraba cuando Walter, archidiácono de Oxford, hombre versado en el arte de la elocuencia y en las historias de otras naciones, me ofreció cierto libro antiquísimo en lengua británica que exponía, sin interrupción y por orden, y en una prosa muy cuidada, los hechos de todos los reyes britanos, desde Bruto, el primero de ellos, hasta Cadvaladro, hijo de Cadvalón. Y de este modo, a petición suya, pese a que nunca había yo cortado antes de ahora floridas palabras en jardincillos ajenos, satisfecho como estoy de mi rústico estilo y de mi propia pluma, me ocupé en trasladar aquel volumen a la lengua latina. Pues, si inundaba la obra de frases ampulosas, no lograría otra cosa que aburrir a mis lectores, al obligarlos a detenerse más en el significado de las palabras que en la comprensión de los objetivos de mi historia.


Información texto

Protegido por copyright
228 págs. / 6 horas, 39 minutos / 790 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Historia de la Guerra del Peloponeso

Tucídides


Historia


Libro primero

I

El ateniense Tucídides escribió la guerra que tuvieron entre sí los peloponenses y atenienses, comenzando desde el principio de ella, por creer que fuese la mayor y más digna de ser escrita, que ninguna de todas las anteriores, pues unos y otros florecían en prosperidad y tenían todos los recursos necesarios para ella; y también porque todos los otros pueblos de Grecia se levantaron en favor y ayuda de la una o la otra parte, unos desde el principio de la guerra y otros después. Fue este movimiento de guerra muy grande, no solamente de todos los griegos, sino también en parte de los bárbaros y extraños de todas naciones. Porque de las guerras anteriores, especialmente de las más antiguas, es imposible saber lo cierto y verdadero, por el largo tiempo transcurrido, y a lo que yo he podido alcanzar por varias conjeturas, no las tengo por muy grandes, ni por los hechos de guerra, ni en cuanto a las otras cosas.

Porque según parece, la que ahora se llama Grecia no fue en otro tiempo muy sosegada y pacífica en su habitación, antes los naturales de ella se mudaban a menudo de una parte a otra, y dejaban fácilmente sus tierras compelidos y forzados por otros que eran o podían más yendo a vivir a otras. Y así, no comerciando, ni juntándose para contratar sin gran temor por tierra ni por mar, cada uno labraba aquel espacio de tierra que le bastaba para vivir. No teniendo dinero, ni plantando, ni cultivando la tierra por la incertidumbre de poderla defender si alguno por fuerza se la quisiese quitar; mayormente no estando fortalecida de muros, y pensando que en cualquier lugar podían encontrar el mantenimiento necesario de cada día, importábales poco cambiar de domicilio.


Leer / Descargar texto

Dominio público
713 págs. / 20 horas, 49 minutos / 663 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Los Nueve Libros de la Historia

Heródoto


Historia


Libro I. Clío

Antiguos enfrentamientos entre griegos y asiáticos

Heródoto de Halicarnaso presenta aquí los resultados de su investigación para que el tiempo no abata el recuerdo de las acciones humanas y que las grandes empresas acometidas, ya sea por los griegos, ya por los bárbaros, no caigan en olvido; da también razón del conflicto que enfrentó a estos dos pueblos.

I. La gente más culta de Persia y mejor instruida en la historia, pretende que los fenicios fueron los autores primitivos de todas las discordias que se suscitaron entre los griegos y las demás naciones. Habiendo aquellos venido del mar Eritreo al nuestro, se establecieron en la misma región que hoy ocupan, y se dieron desde luego al comercio en sus largas navegaciones. Cargadas sus naves de géneros propios del Egipto y de la Asiria, uno de los muchos y diferentes lugares donde aportaron traficando fue la ciudad de Argos, la principal y más sobresaliente de todas las que tenía entonces aquella región que ahora llamamos Helade. Los negociantes fenicios, desembarcando sus mercaderías, las expusieron con orden a pública venta. Entre las mujeres que en gran número concurrieron a la playa, fue una la joven Io, hija de Inacho, rey de Argos, a la cual dan los persas el mismo nombre que los griegos. Al quinto o sexto día de la llegada de los extranjeros, despachada la mayor parte de sus géneros y hallándose las mujeres cercanas a la popa, después de haber comprado cada una lo que más excitaba sus deseos, concibieron y ejecutaron los fenicios el pensamiento de robarlas. En efecto, exhortándose unos a otros, arremetieron contra todas ellas, y si bien la mayor parte se les pudo escapar, no cupo esta suerte a la princesa, que arrebatada con otras, fue metida en la nave y llevada después al Egipto, para donde se hicieron luego a la vela.


Leer / Descargar texto

Dominio público
867 págs. / 1 día, 1 hora, 18 minutos / 1.209 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Sueño de Escipión

Marco Tulio Cicerón


Historia


I. Cuando llegué al África, de tribuno de la cuarta legión, como sabéis, bajo las órdenes del cónsul Manio Manilio, nada me agradó tanto como reunirme con Masinisa, rey muy amigo de nuestra familia por justas razones. Apenas llegué ante él, abrazóme el anciano y rompió en sollozos, algún tiempo después miró al cielo y dijo: «Os doy gracias, oh gran sol, y vosotros, cuerpos celestiales, porque antes de emigrar de esta vida, veo en mi reino y en mi palacio a Publio Cornelio Escipión, en cuyo nombre mismo me recreo; así nunca se aparta de mi espíritu el recuerdo de aquel varón óptimo e invencible.» A continuación le pregunté acerca de su reino, él se informó de nuestra república y en pláticas varias de una y otra parte se nos pasó aquel día.

Después de ser acogido con un banquete fastuoso, proseguimos la conversación hasta muy avanzada la noche, a pesar de que el viejo rey no hablaba de otra cosa diferente del Africano, y recordaba no sólo sus hazañas, sino también sus palabras. Luego nos separamos para ir a descansar, y fatigado por el viaje, y después de haber velado hasta muy entrada la noche, se apoderó de mí un sueño más profundo del ordinario. Entonces se me presentó —creo que por lo que habíamos hablado; pues generalmente ocurre que nuestros pensamientos y conversaciones producen en el sueño algo parecido a lo que escribe Enio de Homero, en quien, en efecto, solía pensar, y de quien hablaba con mucha frecuencia cuando velaba— se presentó el Africano, en aquella figura que me era más conocida por su imagen (de cera), que por su rostro mismo. Cuando lo reconocí me sobresalté, pero él me dijo: «Conserva la serenidad y depón el temor, Escipión, y guarda en tu memoria lo que te diré.


Información texto

Protegido por copyright
9 págs. / 16 minutos / 474 visitas.

Publicado el 29 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

La Muerte de Séneca

Tácito


Historia


Tras esto mandó matar Nerón a Plautio Laterano, cónsul electo; tanta prisa hubo que no dieron tiempo al reo para abrazar a sus hijos ni aun para elegir la muerte. Le llevaron al lugar en que ejecutaban a los esclavos y allí fue muerto por el Tribuno Estacio; conservó hasta el último momento la constancia en no hablar y no reprochó al tribuno su complicidad en la misma conspiración. Siguió después la muerte de Séneca, con gran júbilo por parte del príncipe, no porque estuviese seguro de su participación en la conjura, sino para terminar por medio de la fuerza lo que no pudo hacer el veneno. Solamente Natal había nombrado a Séneca, diciendo que estando éste enfermo había ido a visitarle y a quejarse de que se le negase la entrada a Pisón; mejor era que los dos se encontrasen en la intimidad y cultivasen su amistad. Séneca respondió que “esas conversaciones no convenían a ningunos de los dos, pues, por lo demás, su propia salvación dependía de la de Pisón”. Gavío Silvano, tribuno de una cohorte pretoriana, recibió la orden de transmitir esto a Séneca y de preguntarle si reconocía las palabras de Natal y su propia respuesta. Séneca, por casualidad, o tal vez de intento, había regresado aquel día de Campania y se detuvo a cuatro millas de Roma en una de esas casas de campo. Allí llegó el tribuno al caer la tarde y rodeo la casa con un pelotón de soldados. Séneca cenaba en compañía de su esposa, Pompeya Paulina, y de dos amigos, cuando el tribuno le comunicó el mensaje del emperador.


Información texto

Protegido por copyright
3 págs. / 6 minutos / 238 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

De las Costumbres, Sitios y Pueblos de la Germania

Tácito


Historia


I. El Rhin y el Danubio dividen a toda la Germania de las Galias, Retias y Panonias , y de los Sarmatas y Dacios algunas montañas o el miedo que se tienen los unos a los otros. El Océano cerca lo demás, abrazando grandísimas islas y golfos, y algunas naciones y reyes, de que con la guerra se ha tenido noticias poco ha . El Rhin, saliendo de lo más alto e inaccesible de los Alpes de la Retia, y habiendo corrido un poco hacia Occidente, vuelve derecho hasta meterse en el Océano septentrional. El Danubio nace en la cumbre de Abnoba , monte, aunque alto, no áspero, y habiendo pasado por muchas y diferentes tierras, entra en el mar Pontico por seis bocas, que la séptima, antes de llegar a la mar, se pierde en las lagunas.


Información texto

Protegido por copyright
30 págs. / 54 minutos / 160 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Comentarios de la Guerra de Alejandría

Aulo Hircio


Historia


I. Encendida la guerra de Alejandría, hizo venir César toda la armada de Rodas, de Siria y de Cilicia; llamó a los flecheros de Creta, y la gente de a caballo de Maleo rey de los nabateos, y asimismo dio orden de buscar por todas partes las máquinas de guerra necesarias, hacer provisiones de víveres y levantar tropas auxiliares. Entre tanto se adelantaban diariamente las fortificaciones, se ponían en defensa con tortugas y manteletes los parajes de menos resistencia, y por unos edificios se batían con arietes otros inmediatos, adelantando los reparos a todo aquel terreno que o se arrasaba con ruinas o se ocupaba por fuerza. Porque del incendio está bien segura casi toda Alejandría, por estar construidos los edificios sin maderas en que pueda cebarse el fuego, levantados sobre arcos de cal y canto, y enlosados. Deseaba César en gran manera separar con paredones y otros reparos una parte de la ciudad, a la cual estrecha mucho una laguna que la baña por el Mediodía, de la otra parte. Porque dividida en dos trozos la ciudad, esperaba poder manejar las tropas con un solo consejo y orden, y dar también socorro desde la otra parte a los que se hallasen en peligro; pero sobre todo tener abundancia de agua y de pasto, porque se hallaba con escasez de agua, y no podía tener pasto suficiente, y uno y otro lo podría suministrar la laguna con abundancia.


Información texto

Protegido por copyright
48 págs. / 1 hora, 24 minutos / 189 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Comentarios de la Guerra de África

Anónimo


Historia


I. Por sus marchas contadas, sin intermisión alguna, llegó César a Lilibeo a 19 de diciembre; y desde luego manifestó su deseo de embarcarse, no teniendo más que una legión recién levantada y apenas seiscientos caballos. Puso su tienda junto a la misma orilla del mar, de suerte que casi la batían las olas, y esto con el fin de que nadie esperase detención y todo el mundo estuviese pronto cada día y a cada hora para la salida. No logró en aquellos días buen tiempo para hacerse a la vela, pero, sin embargo, tenía las tropas y remeros a bordo, por no perder cualquiera ocasión de hacerse a la mar; especialmente porque le avisaban de la provincia, que eran muchas las tropas de los enemigos, infinita la gente de a caballo, cuatro legiones del rey Juba, gran multitud de tropa ligera, diez legiones de Escipión, ciento veinte elefantes, y armadas muy numerosas. Mas no por eso se acobardaba, superior a todo con su valor y confianza. Entre tanto, se acrecentaba cada día el número de galeras, acudían muchas naves de transporte y venían a incorporársele más legiones de soldados bisoños, y entre ellas la quinta veterana y dos mil caballos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
58 págs. / 1 hora, 41 minutos / 344 visitas.

Publicado el 27 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

12345