PREFACIO
Lo que relato en este volumen me sucedió en el
verano de 1902. Descendí al submundo londinense con una actitud mental
semejante a la de un explorador. Estaba predispuesto a dejarme convencer
por mis propios ojos más que por las enseñanzas de aquellos que nada
habían visto, o por las palabras de los que fueron y vieron antes que
yo. Es más, adopté un criterio sencillo para medir la vida de aquel
submundo. Aquello que estuviera por la vida, por la salud física y
espiritual, era bueno; lo que estuviese en contra, hiriera, disminuyera o
pervirtiera la vida, era malo.
El lector comprenderá enseguida que mucho de lo que vi era malo.
Sin embargo, no debe olvidarse que la época sobre la que escribo era
considerada en Inglaterra como de «buenos tiempos». El hambre y la falta
de techo que encontré constituían una situación de miseria crónica que
no se superaba ni siquiera en los períodos de mayor prosperidad.
Un duro invierno siguió a aquel verano. Los parados, en gran
número, organizaban manifestaciones, a veces hasta doce al mismo tiempo,
y marchaban por las calles de Londres pidiendo pan. Mr. Justin
McCarthy, en su artículo en The Independent de Nueva York, en enero de 1903, resume la situación así:
«Los albergues ya no disponen de espacio donde amontonar a las
multitudes hambrientas que durante el día y la noche llaman a sus
puertas pidiendo alimento y cobijo. Todas las instituciones caritativas
han agotado su capacidad de conseguir alimentos para los hambrientos que
llegan desde los sótanos y buhardillas, de las callejuelas y callejones
de Londres. Los locales del Ejército de Salvación en varios lugares de
Londres se ven asediados todas las noches por hordas de parados
hambrientos a los que no se puede proporcionar sustento ni albergue.»
Información texto 'La Gente del Abismo'