Textos favoritos etiquetados como Novela corta disponibles | pág. 6

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Noli Me Tangere

José Rizal


Novela corta


(El país de los frailes)

A mi patria

Registrase en la historia de los padecimientos humanos un cáncer de un carácter tan maligno, que el menor contacto le irrita y despierta en él agudísimos dolores. Pues bien, cuantas veces enmedio de las civilizaciones modernas he querido evocarte, ya para acompañarme de tus recuerdos, ya para compararte con otros países, tantas se me presentó tu querida imagen con un cáncer social parecido.

Deseando tu salud, que es la nuestra, y buscando el mejor tratamiento, haré contigo lo que con sus enfermos los antiguos: exponíanlos en las gradas del templo, para que cada persona que fuese a invocar a la Divinidad les propusiese un remedio.

Y a este fin, trataré de reproducir fielmente tu estado sin contemplaciones; levantaré parte del velo que oculta el mal, sacrificándolo todo a la verdad, hasta el mismo amor propio, pues, como hijo tuyo, adolezco también de tus defectos y flaquezas.

El autor
Europa 1888.

I. Una reunión

A fines de Octubre, don Santiago de los Santos, conocido popularmente con el nombre de «Capitán Tiago», daba una cena, que, sin embargo de haberla anunciado aquella tarde tan sólo, contra su costumbre, era ya el tema de todas las conversaciones en Binondo, en otros arrabales y hasta en Intramuros. Capitán Tiago pasaba entonces por el hombre más rumboso, y sabíase que su casa, como su país, no cerraba las puertas á nadie, como no fuese al comercio ó á toda idea nueva ó atrevida.


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Dominio público
446 págs. / 13 horas / 293 visitas.

Publicado el 13 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Alienista

J. M. Machado de Assis


Novela corta


I. De cómo Itaguaí obtuvo una casa de orates

Las crónicas de la villa de Itaguaí dicen que en tiempos remotos había vivido allí un cierto médico, el doctor Simón Bacamarte, hijo de la nobleza de la tierra y el más grande de los médicos del Brasil, de Portugal y de las Españas. Había estudiado en Coimbra y Padua. A los treinta y cuatro años regresó al Brasil, no pudiendo lograr el rey que permaneciera en Coimbra al frente de la universidad, o en Lisboa, encargándose de los asuntos de la monarquía que eran de su competencia profesional.

—La ciencia —dijo él a su majestad— es mi compromiso exclusivo; Itaguaí es mi universo.

Dicho esto, retornó a Itaguaí, y se entregó en cuerpo y alma al estudio de la ciencia, alternando las curas con las lecturas, y demostrando los teoremas con cataplasmas.

A los cuarenta años se casó con doña Evarista da Costa e Mascarenhas, señora de veinticinco años, viuda de un juez—de—fora, ni bonita ni simpática. Uno de sus tíos, cazador de pacas ante el Eterno, y no menos franco que buen trampero, se sorprendió ante semejante elección y se lo dijo. Simón Bacamarte le explicó que doña Evarista reunía condiciones fisiológicas y anatómicas de primer orden, digería con facilidad, dormía regularmente, tenía buen pulso y excelente vista; estaba, en consecuencia, apta para darle hijos robustos, sanos e inteligentes. Si además de estos atributos —únicos dignos de preocupación por parte de un sabio— doña Evarista era mal compuesta de facciones, eso era algo que, lejos de lastimarlo, él agradecía a Dios, porque no corría el riesgo de posponer los intereses de la ciencia en favor de la contemplación exclusiva, menuda y vulgar, de la consorte.


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59 págs. / 1 hora, 44 minutos / 574 visitas.

Publicado el 21 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Lucía Miranda

Rosa Guerra


Novela corta


Advertencia

Voy a complacer al pedido del público dando a la prensa mi novela LUCÍA MIRANDA. Ella fue escrita para un certamen en el Ateneo del Plata; pero como este no tuvo lugar, mi trabajo quedó sepultado en el olvido.

No pasa de ser una novelita escrita en los ocios de quince días; era el tiempo que mediaba de un certamen a otro. No obstante, deseando saber la opinión de uno de nuestros mejores novelistas, se la envié; su contestación, que me honra altamente, irá al frente de mi novela en forma de prólogo.

Señorita Da Rosa Guerra

Señorita:

Tuve el disgusto de recibir su carta y su manuscrito en los momentos que subía al carruaje para ir al campo, y esto disculpa mi impolítica de no haberla contestado.

Le remito ahora su precioso trabajo «Lucía Miranda», después de haberlo saboreado con toda mi atención, y si Vd. quiere aceptar mi elogio, puedo a Vd. repetir que es una de las producciones de nuestra literatura, que más gusto me haya causado. Encontrará Vd. algunos párrafos marcados por mí, que a mi juicio merecerían una reforma, no porque sean malos, sino porque no son tan bellos como los que figuran en el texto de la obra. Es una lectura a dos florones, como dicen los franceses: me parece que Vd. sería de mi opinión, y entonces creo completaría Vd. su trabajo, digno de su talento y de la bella literatura argentina. Encuentro en el carácter de Lucía un encanto que siento poco por las perfecciones de ese género; pero ha puesto Vd. tanto corazón y tanta poesía en esa mujer, que me la ha hecho Vd. amar por fuerza.

En ninguna creación, a excepción de Julieta y Romeo de Shakespeare, he encontrado más dulce poesía de amor, que entre los dos esposos de su novela; ella no es común entre dos seres, y será por eso tal vez que me ha seducido tanto.


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47 págs. / 1 hora, 22 minutos / 295 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Media Noche

Ramón María del Valle-Inclán


Novela corta


Breve noticia

Era mi propósito condensar en un libro los varios y diversos lances de un día de guerra en Francia. Acontece que, al escribir de la guerra, el narrador que antes fué testigo, da a los sucesos un enlace cronológico puramente accidental, nacido de la humana y geométrica limitación que nos veda ser a la vez en varias partes. Y como quiera que para recorrer este enorme frente de batalla, que desde los montes alsacianos baja a la costa del mar, son muchas las jornadas, el narrador ajusta la guerra y sus accidentes a la medida de su caminar: Las batallas comienzan cuando sus ojos llegan a mirarlas: El terrible rumor de la guerra se apaga cuando se aleja de los parajes trágicos, y vuelve cuando se acerca a ellos. Todos los relatos están limitados por la posición geométrica del narrador. Pero aquel que pudiese ser a la vez en diversos lugares, como los teósofos dicen de algunos fakires, y las gentes novelescas de Cagliostro, que, desterrado de París, salió a la misma hora por todas las puertas de la ciudad, de cierto tendría de la guerra una visión, una emoción y una concepción en todo distinta de la que puede tener el mísero testigo, sujeto a las leyes geométricas de la materia corporal y mortal. Entre uno y otro modo habría la misma diferencia que media entre la visión del soldado que se bate sumido en la trinchera, y la del general que sigue los accidentes de la batalla encorvado sobre el plano. Esta intuición taumatúrgica de los parajes y los sucesos, esta comprensión que parece fuera del espacio y del tiempo, no es sin embargo ajena a la literatura, y aun puede asegurarse que es la engendradora de los viejos poemas primitivos, vasos religiosos donde dispersas voces y dispersos relatos se han juntado, al cabo de los siglos, en un relato máximo, cifra de todos, en una visión suprema, casi infinita, de infinitos ojos que cierran el círculo.


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Dominio público
37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 324 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Ruinas

Rosalía de Castro


Novela corta


No voy a hablar de las ruinas de Roma, que no he visto, y que quisiera ver, ni de las de Pompeya, o Herculano, con que he soñado muchas veces, vengándose así mi imaginación de la mala suerte, que no me ha permitido contemplarlas realmente.

Pero aunque así no fuera, ¿qué iría yo a decir sobre esos antiguos y majestuosos restos, después que nos los han descrito con el lenguaje de la más bella poesía tantos genios ilustres?

También existen ruinas vivientes, que arrastran en pos de sí un mundo de gloriosos y tristes recuerdos y que aparecen tan aisladas en medio de los hombres nuevos como si bogasen sobre las olas misteriosas de mares desconocidos o habitasen en medio de los yermos de la Tebaida.

Respirando una atmósfera propia que parece rodearles, como una muralla impenetrable a los ojos profanos, habitan un mundo ignorado de todos, y mientras las modernas gentes se ríen de su apariencia carcomida y haraposa, y de aquellos usos ya perdidos que ellas guardan cuidadosamente como un precioso tesoro; mientras las personas sensatas y cuerdas murmuran, sin duda con intención moralizadora, de las rarezas y excentricidades de esos entes que viene a mezclarse entre ellas como una tela sucia entre sus ropas domingueras, esas pobres ruinas vivientes siguen imperturbables su marcha por el derrotero de la vida, dejando, aun después que se han extinguido, un eterno recuerdo que, si bien hace asomar comúnmente una sonrisa a los labios, conserva en el fondo algo que conmueve dolorosamente el corazón. Yo voy a hablar de alguna de estas ruinas.


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Dominio público
66 págs. / 1 hora, 55 minutos / 364 visitas.

Publicado el 19 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

Los Gusanos

Silverio Lanza


Novela corta


Primera parte. De la virtud y de los beneficios que proporciona


No he de callar por más que con el dedo,
ya tocando la boca ó ya la frente,
silencio avisen ó amenacen miedo.

(Quevedo)
 

No me caso con Petra —dijo Manolo— hasta que yo no tenga una casa mía, para que á mi mujer no la puedan echar de ninguna parte: ni el casero.

Y Manolo, que era mozo de mulas, y ganaba nueve reales diarios, dejó de fumar, de beber vino, de jugar al mus, de ir al baile, y hasta de ir á paseo. Cuando estaba libre, tejía capachos de esparto para los molinos aceiteros, y se los pagaban bien. En un año ahorró setecientos quince reales. No quiso prestarlos á réditos; y cuatro años después, compraba á Crisanto una casita que poseía de ochocientas cincuenta pesetas.

Lo supo el tío Gusano y dijo á Manolo:

—Hombre: ya sé que has fincado. Que sea enhorabuena. Y, ¿a quién le has robado la casa?

—Yo no robo á nadie.

—Parece milagro.

—Abur.

—¿Convidas?

—Ya tiene usted de más con lo que tiene.

—Lo mismo digo.


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Dominio público
38 págs. / 1 hora, 6 minutos / 184 visitas.

Publicado el 13 de enero de 2018 por Edu Robsy.

La Nariz de un Notario

Edmond About


Novela corta


DEDICATORIA

A M. ALEJANDRO BIXIO

Permitidme, señor, que encabece este humilde trabajo con el nombre ilustre y querido de un hombre que ha consagrado toda su vida a la causa del progreso; de un padre que ha ofrecido sus dos hijos a la liberación de Italia; de un amigo que se ha apresurado a darme una prueba de simpatía al siguiente día de Gaetana.

E. A.

I. EL ORIENTE Y EL OCCIDENTE SE ACOMETEN: LA SANGRE CORRE YA

Maese Alfredo L'Ambert, antes de recibir el golpe fatal que le obligó a cambiar de narices, era, sin duda alguna, el notario más notable de Francia. En la época aquella contaba treinta y dos años; era de elevada estatura, y poseía unos ojos grandes y rasgados, una frente despejada y olímpica, y su barba y sus cabellos eran de un rubio admirable. Su nariz (la parte más prominente de su cuerpo), se retorcía majestuosa en forma de pico de águila. Aunque alguno no me crea, su nítida corbata blanca le sentaba a maravilla. ¿Era debido esto a que la usaba desde su más tierna infancia, o porque se surtía de ellas en alguna tienda afamada? Yo opino que eran ambas razones a un tiempo.

Una cosa es atarse en torno del cuello un pañuelo de bolsillo blanco, hecho una torcida, y otra muy distinta formar, con arte y perfección, un espléndido nudo de inmaculada batista, cuyas puntas iguales, almidonadas sin exceso, se dirigen simétricamente a derecha e izquierda. Una corbata blanca elegida con acierto y anudada con esmero no es un adorno sin gracia; todas las mujeres os dirán lo mismo que yo. Pero no basta anudársela con maestría y con primor; es preciso, además, saberla llevar; esto es cuestión de práctica. ¿Por qué parecen los obreros tan torpes y desmañados el día que se casan? Porque suelen colocarse para el acto de la boda una corbata blanca sin previa preparación.


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Dominio público
83 págs. / 2 horas, 25 minutos / 64 visitas.

Publicado el 6 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Cuesta Abajo

Leopoldo Alas "Clarín"


Novela corta


Día 7 de enero de 18...

A las cinco de la tarde Ambrosio Carabín, portero segundo o tercero (no lo sé bien) de esta ilustre escuela literaria, cerraba la gran puerta verde de la fachada oriental, y, después de meterse la llave en el bolsillo, se quedaba contemplando al propietario de la cátedra de Literatura general y española, que bajaba, bien envuelto en su gabán ceniciento, por la calle de Santa Catalina. Carabín, es casi seguro, pensaba a su manera: —¡Y que este insignificante, que ni toga tiene, me obligue a mí, con mis treinta años de servicios, a estar de plantón toda la tarde porque a él se le antoje tener clase a tales horas en vez de madrugar como hacen otros que valen cien veces más, según lo tienen acreditado!

Si el propietario de la cátedra de Literatura general y española hubiera oído este discurso probable de Carabín, se hubiera vuelto a contestarle:

—Amigo Ambrosio, reconozco la justicia de tus quejas; pero si yo madrugara ¡qué sería de mí! Déjame la soledad de mis mañanas en mi lecho si quieres que siga tolerando la vida. Me has llamado insignificante. Ya sé que lo soy. ¿Ves este gabán? Pues así, del mismo color, soy todo yo por dentro: ceniza, gris. Soy un filósofo, Carabín. Tú no sabes lo que es esto: yo tampoco lo sabía hace algún tiempo cuando estudiaba filosofía y no sabía de qué color era yo. Pues sí: soy un filósofo y casi casi un naufragio de poeta (no te rías)... y por eso no puedo, no debo madrugar. En cuanto a que mi cátedra te estorba, te molesta, lo admito: me lo explico. También me estorba, también me molesta a mí. Intriga con el Gobierno para que me paguen sin poner cátedra, y habrás hecho un beneficio al país, a ti mismo y al propietario de esta asignatura, que ni tú, ni yo, ni los estudiantes sabemos para qué sirve.


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Dominio público
58 págs. / 1 hora, 41 minutos / 161 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

La Sombra

Benito Pérez Galdós


Novela corta


Capítulo I. El doctor Anselmo

I

Conviene principiar por el principio, es decir, por informar al lector de quién es este D. Anselmo; por contarle su vida, sus costumbres, y hablar de su carácter y figura, sin omitir la opinión de loco rematado de que gozaba entre todos los que le conocían. Esta era general, unánime, profundamente arraigada, sin que bastaran a desmentirla los frecuentes rasgos de genio de aquel hombre incomparable, sus momentos de buen sentido y elocuencia, la afable cortesía con que se prestaba a relatar los más curiosos hechos de su vida, haciendo en sus narraciones uso discreto de su prodigiosa facultad imaginativa. Contaban de él que hacía grandes simplezas, que era su vida una serie de extravagancias sin cuento, y que se atareaba en raras e incomprensibles ocupaciones no intentadas de otro alguno, en fin, que era un ente a quien jamás se vio hacer cosa alguna a derechas, ni conforme a lo que todos hacemos en nuestra ordinaria vida.

Pocos lo trataban; apenas había un escaso número de personas que se llamaran sus amigos; desdeñábanle los más, y todos los que no conocían algún antecedente de su vida, ni sabían ver lo que de singular y extraordinario había en aquel espíritu, le miraban con desdén y hasta con repugnancia. Si había en esto justicia, no es cosa fácil de decir, así como no es empresa llana hacer una exacta calificación de aquel hombre, poniéndole entre los más grandes, o señalándole un lugar junto a los mayores mentecatos nacidos de madre. Él mismo nos revelará en el curso de esta narración una porción de cosas, que serán otros tantos datos útiles para juzgarle como merezca.


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Dominio público
85 págs. / 2 horas, 29 minutos / 876 visitas.

Publicado el 22 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Los Tres Sorianitos

José Ortega Munilla


Novela corta


1. El padre acababa de ausentarse

En cierta aldehuela de tierra soriana, que no figura en los mapas, y creo que se denomina Pareduelas—Albas, ocurrió en la tarde del día 11 de enero de 18… un suceso que no conmovió ciertamente a Europa, ni dio trabajo a los informadores de la prensa. Sin embargo, él fue tan interesante, que sirve de tema al presente relato.

Vivía allí la familia de Dióscoro Cerdera, compuesta del padre, cuyo nombre queda anotado, y de tres hijos, que se llamaban Próspero, Generoso y Basilio: el mayor de 14 años y el menor de 9.

Dióscoro era labrador de un pedacito de tierra, en el que se criaban la planta del lino, cebada y trigo. Poseía un par de docenas de ovejas y, en lo alto de los riscos, un centenar de pinos, que él cuidaba, como los padres, y ya los derribaba a golpe de hacha, para venderlos, ya replantaba del piñón o del resalvo, según las épocas del año y las ocasiones. Y del escaso fruto de haber tan ruin, vivían Dióscoro y su prole.

Hubieran sido todos dichosos, sino se proyectara en el hogar la sombra de la muerta, de Aquilina, la esposa de Dióscoro, la madre de Próspero, Generoso y Basilio. Cuando la buena mujer resolvió partir en el viaje eterno, dejó la casa en la tristura. El dolor común del padre y de los muchachos llevaba trazas de acabar con todos ellos, porque Aquilina había llenado de tal suerte sus obligaciones de esposa y de madre cristiana, que donde quiera hallaban los tristes huella imborrable.

Si removían los lienzos curados que Aquilina tejió con sus propios dedos, y que dejó en el arca de haya, al traer y llevar de las sábanas, resurgía la figura de la matrona.

Si Próspero iba a la algora en busca de alguna herramienta de trabajo, parecíale al mocito que su madre le acompañaba.


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Dominio público
73 págs. / 2 horas, 7 minutos / 122 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2018 por Edu Robsy.

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