Noticia
A María Patrick
Cuando al escribir estas líneas, te las dediqué, Mary, lejos estaba
de imaginar que cuando las publicara, traicionados los vínculos que nos
unían, y la probidad del más noble de los sentimientos, esta dedicatoria
había de ser para ti un sangriento reproche. Que Dios te perdone, Mary,
como te perdona el corazón que destrozaste sin piedad.
I. El Abra de Tumbaya de Juana Manuela Gorriti
Mediaba el año de 1814. La libertad sudamericana había cumplido su
primer lustro de existencia entre combates y victorias; era ya un hecho:
tenía ejércitos guiados por heroicos paladines, y desde las orillas del
Desaguadero, hasta la ciudadela de Tucumán, nuestro suelo era un vasto
palenque, humeante, tumultuoso, ensangrentado, que el valor incansable
de nuestros padres, disputaba palmo a palmo, al valor no menos
incansable de sus opresores.
En aquel divorcio de un mundo nuevo, que quería vivir de su joven
existencia, y de un modo añejo, que pretendía encadenarlo a la suya,
decrépita y caduca; en ese inmenso desquiciamiento de creencias y de
instituciones, todos los intereses estaban encontrados, los vínculos
disueltos; y en el seno de las familias ardía la misma discordia que en
los campos de batalla.
A los primeros ecos del clarín de mayo, los jóvenes habían corrido a
alistarse bajo la bandera de los libres. Los viejos, apegados a sus
tradiciones, volvían los ojos hacia España; y temiendo contaminarse al
contacto del suelo rebelde que pisaban, recogían sus tesoros, y se
alejaban desheredando a sus hijos insurgentes y dejándoles por único
patrimonio una eterna maldición.
Vióseles a centenares, arrastrando consigo el resto de sus familias,
vagar errantes, siguiendo los ejércitos realistas en sus peligrosas
etapas al través de frígidos climas, o marcharse a la Península,
dejándolas abandonadas entre hostiles pueblos del Alto Perú.
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