Textos más antiguos etiquetados como Novela corta | pág. 24

Mostrando 231 a 240 de 266 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela corta


2223242526

Los Sangurimas

José de la Cuadra


Novela corta


Teoría del matapalo

El matapalo es árbol montuvio. Recio, formidable, se hunde profundamente en el agro con sus raíces semejantes a garras. Sus troncos múltiples, gruesos y fornidos como torsos de toro padre, se curvan en fantásticas posturas, mientras sus ramas recortan dibujos absurdos contra el aire asoleado o bañado de luz de luna, y sus ramas tintinean al viento del sudeste.

En las noches cerradas, el matapalo es el símbolo preciso del pueblo montuvio. Tal que él, el pueblo montuvio está sembrado en el agro, prendiéndose con raíces como garras.

El pueblo montuvio es así como el matapalo, que es una reunión de árboles, un consorcio de árboles, tantos como troncos.

La gente Sangurima de esta historia es una familia montuvia en el pueblo montuvio, un árbol de tronco añoso, de fuertes ramas y hojas campeantes a las cuales, cierta vez, sacudió la tempestad.

Una unidad vegetal, en el gran matapalo montuvio.

Un asociado, en esa organización del campesino litoral cuya mejor designación sería: MATAPALO, C.A.

Primera parte. El tronco añoso

I

El origen

Nicasio Sangurima, el abuelo, era de raza blanca, casi puro.

Solía decir:

—Es que yo soy hijo de gringo.

Tenía el pelo azambado, revuelto en rizos prietos, como si por la cabeza le corriera siempre un travieso ciclón: pero era de cabello de hebra fina, de un suave color flavo, como el de las mieles maduras.

—Pelo como el fideo «cabello de ángel» que venden en las pulperías, amigo. ¡Cosa linda!

Las canas estaban ausentes de esa mata de hilos ensortijados. Por ahí en esa ausencia, denotaba su presencia remota la raza de África.

Pero don Nicasio lo entendía de otra manera:

—¿Pa qué canas? Las tuve de chico. Ahora no. Yo soy, de madera incorruptible, guachapelí, a lo menos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
49 págs. / 1 hora, 27 minutos / 3.853 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

La Ciudad Muerta

Abraham Valdelomar


Cuento, novela corta


Dedicatoria

A don Juan Bautista de Lavalle, enamorado de las glorias viejas, intérprete de los lienzos antiguos, admirador religioso de todo lo que el tiempo ha deshojado y ha tornado triste y marchito, dedico estas páginas escritas sobre una ciudad de ruinas. Sea bondadoso con ellas.


A. V.

Le passé...

Le passé, c’est un second coeur qui bat en nous…
Il bat. Quand le silence en nous se fait plus fort
cette pulsation mystérieuse est là
qui continue… Et quand on rêve il bat encor,
et quand on souffre il bat, et quand on aime il bat…
Toujours ! C’est un prolongement de notre vie…

Henry Bataille

I. En el Ática

sobre el mar de Río de Janeiro,
Brasil, febrero 12 de 1911.


Adorable Francy:

Todavía me arrepiento de haber dejado bajar a tierra a ese hombre, pero le echo la culpa a la luna. Es ella la cómplice de todos los crímenes y, en muchos casos, la instigadora. Esté usted segura, mi adorable Francinette, que cuando ella tiene esas notas de luz casi verdes como si se copiara a través de una falsa esmeralda, algo extraño está pasando sobre la tierra. Yo soy médico y he podido observar el efecto de esas nubes de luna en esos enfermos de locura y en los alucinados, en los criminales, en los neuróticos, en los artistas. En los artistas sobre todo.


Leer / Descargar texto

Dominio público
28 págs. / 49 minutos / 290 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

La Mariscala

Abraham Valdelomar


Novela corta, historia, crónica


Introducción

Doña Francisca de Zubiaga y Bernales de Gamarra, cuya vida refiere y comenta Abraham Valdelomar, en la Ciudad de los Reyes del Perú - MCMXIV.

OFRENDA:

A la Imperial Ciudad incaica, nido de cóndores y de leyendas, hija predilecta del Sol, en cuyos palacios de piedra y de oro se deslizó la vida de magníficos señores; donde vive aún, a través de tantas desventuras, junto a la dulce melancolía de las quenas, la indómita soberbia de la Raza; a la Ciudad del Cusco, cuna de tan gran mujer, dedica estas páginas, el autor.

A. V.


Esta Mujer nacida para grandes destinos, que en el ostracismo entregara su espíritu a Dios, es una de las más completas figuras en nuestra incipiente nacionalidad. Su vida fue corriente tumultuosa de vibraciones sonoras, de inextinguibles energías. Gobernó a hombres, condujo ejércitos, sembró odios, cautivó corazones; fue soldado audaz, cristiana fervorosa; estoica en el dolor, generosa en el triunfo, temeraria en la lucha. Amó la gloria, consiguió el poder, vivió en la holgura, veló en la tienda, brilló en el palacio y murió en el destierro. Religiosa, habría sido Santa Teresa; hombre, pudo ser Bolívar.


Leer / Descargar texto

Dominio público
57 págs. / 1 hora, 40 minutos / 309 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

La Ciudad de los Tísicos

Abraham Valdelomar


Novela corta, novela epistolar


I

El perfume

El recuerdo de aquella mujer está íntimamente ligado a esta historia. Era una de esas mujeres que sólo se encuentran una vez en la vida, que dejan tras de sí un agradable recuerdo y una misteriosa esperanza. Ésta parecía un dibujo de Gosé. Gosé es el caricaturista, como Boldini y La Gándara son los pintores de las grandes mujeres. No importa de dónde sean. Ellos son franceses en la forma, en el color, en la línea. Y Gosé es el único caricaturista de las mujeres; las niñas de Tourain son muy «bonitas», las de Fabiano, muy francesas, las de Gerbault, muy grotescas. Caran D’Ache pintaba a las oficinistas, Roubille pintaba a las descocadas y Sem a las célebres. Gosé, más filósofo o más frívolo —la frivolidad es una filosofía—, pintaba simplemente a las mujeres.

Ésta, la de mi historia, era uno de sus dibujos. Parecía una estampa litografiada en Múnich. Aquella esbeltez de talle, el cuello noble, rosado, surgiendo sobre el seno y bajo el cuello rubio y la elegantísima severidad de su vestido. La tarde lluviosa en que la vi, llevaba un traje ceñido de terciopelo negro, con dos rosas rojas en el pecho y otras dos en el sombrero negro de pieles. Parecía una silueta en tinta china brillante; tinta de los dragones de Hokusai y de las acuarelas de Utamaro. Una elegancia de terciopelo negro y rojo, porque su cara de piel de melocotón maduro no mostraba los ojos —¿negros, azules, ópalos?—, los ojos se perdían bajo el ala curva del sombrero. Pero la boca, la fresca boca, era de aquellas que no han nacido para la palabra sino para el gesto.


Leer / Descargar texto

Dominio público
54 págs. / 1 hora, 35 minutos / 382 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Laian y los Alienígenas

Francisco A. Baldarena


novela corta


Primera Parte






MALAS NOTICIAS 


Fluo Max acababa de salir del baño y se peinaba frente al espejo, cuando vio reflejado, detrás de él, la figura violeta de Opzmo, flotando y haciéndole señales, del lado de afuera. Su amigo le pareció un tanto desesperado, sin embargo, como era sabido por todos que Opzmo era dado a las exageraciones, lo dejaría esperando un rato. 
 «Un poco de aire fresco no le hace mal a nadie», dijo, sonriendo. El problema era que estaban en la estación fría. 
 Fue a la cocina, agarró un pedazo de torta de chocolate y, a través del comando de voz, abrió el ventanal y Opzmo, tiritando de frío, entró, como se dice, «con cuatro piedras en la mano». 
 —¿Cómo puedes comer esta porquería, Fluo? Bizcochuelo de trigo modificado, chocolate sintético, azúcar artificial. Porquería pura. 
 Fluo Max esperaba una recriminación de parte del amigo, por haberlo dejado esperando afuera con semejante frío, sin embargo… 
 —Pero sabe bien. ¿Quieres un poco? 
 Opzmo, que odiaba ese tipo de alimentos, puso cara de asco y, atajándose con las manos, dijo: 
 —¡Solo si me estuviera muriendo de hambre! 
 —Bien, cambiando de tema, ¿qué te trae por aquí tan temprano?  Opzmo tomó asiento. 
 —Kinio. Nos quiere a todos en el cuartel general, con urgencia. 
 —¿Kinio Kiniones Pauers? 
 —¿Hay, por acaso, otro Kinio Kiniones Pauers que conozcas, además, de nuestro jefe? 
 —No. Lo que pasa es que me tomaste por sorpresa. Y bien, ¿qué es lo que sabes? 
 —Apenas rumores. Tú sabes, lo de siempre: ataques esporádicos, sospechas de invasión, amenazas de bombas. Pero si Kinio nos manda a llamar con urgencia, por algo debe ser —aclaró Opzmo, balanceando la cabeza.


Leer / Descargar texto

Creative Commons
63 págs. / 1 hora, 51 minutos / 763 visitas.

Publicado el 13 de septiembre de 2021 por Francisco A. Baldarena .

La Fuga

Emilio Bobadilla


Novela corta


I

Casi nadie se explicaba cómo podían vivir, al parecer en tan amigable compañía y bajo el mismo techo, el marido, la mujer y el amante. Quién, calificaba de cornudo consentido al primero; cuál, de cínica á la adúltera; quién, de vividor al querido; pero nadie se paraba á analizar la urdimbre de semejante biandria.

Matilde no casó por amor, ni pizca. Su familia la obligó á matrimoniar con un hombre á quien ella detestaba, á pesar de su dinero. Asistió á la ceremonia nupcial estúpidamente impasible, como si hubiera tomado una gran dosis de bromuro de potasio. Su primera noche conyugal, cierto que la reveló á medias los secretos de la función venérea, pero no los del amor espontáneo y hondo. Fué noche inquisitiva, de husmeo femenino, de curiosidad semejante á la que despierta en un mono la presencia de una serpiente dormida. Los besos y abrazos de aquel hombre no calentaban su sangre por venir de quien venían, sino por ser meros estímulos carnales, exentos de toda ilusión. Joven, virgen y ardiente, se estremecía como la hoja en el árbol con aquellas sensaciones, sin saber por qué. Grito del despertar inconsciente de la naturaleza...


Leer / Descargar texto

Dominio público
33 págs. / 57 minutos / 87 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Las Larvas

Emilio Bobadilla


Novela corta


I

Venancio Gutiérrez era uno de los que más vociferaban en el Centro Literario. ¿Se estrenaba una comedia? Pues al día siguiente ya estaba poniendo como hoja de perejil al autor y al público, ¿Se publicaba un libro?

—¡Bah! ¡Literatura de pacotilla!—decía, sin leerle.

La tertulia se componía de varios tontos que, cuando no hablaban de sí mismos, que era lo corriente, discutían, ó sobre la inmortalidad del alma ó sobre casos teratológicos tan curiosos como el de una aldeana que dió á luz un chico con cara de perro. Claro, que también se hablaba de toros. De eso siempre. Todos tenían su articulejo ó su poema in mente, cuando no en el bolsillo, ó su proyecto de fundar un periódico,. verdaderamente literario, que era lo que hacía falta, donde poder escribir sin cortapisas ni atenuaciones. 

El principal oficio de aquellos poetas y prosistas, inéditos muchos, consistía, amén de garrapatear cosas que sólo ellos leían entre sí, en maldecir de todo. Mutuamente se alababan, sin perjuicio de llamarse los unos á los otros, por detrás, «besugos», «cóngrios», «atunes» y «percebes»; todo un léxico digno de una pescadería.

Por lo común, hablaban todos á un tiempo, de pie y manoteando mucho. La egolatría se manifestaba sin pudor en aquellas polémicas interminables sobre los asuntos más baldíos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
32 págs. / 57 minutos / 64 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

La Negra

Emilio Bobadilla


Novela corta


I

Doña Rita Suárez, á quien la ola revolucionaria expulsó de Cuba, se fué á vivir á un pueblo de Cataluña, después de haber permanecido en París algunos años. Romualda, su compañera inseparable, era de lo poco que conservaba del naufragio de su caudal y de sus afectos. Su marido murió peleando en la manigua por la independencia de Cuba. Su único hijo también pereció en la guerra. Un ingenio que la quedaba fué quemado y demolido por los insurrectos.

A menudo, en sus visiones interiores, reconstruía el espectáculo solemne, que tan honda huella dejó en su espíritu, de los cañaverales que ardían chisporroteando, mientras la negrada, machete en mano, con el mayoral á la cabeza, gritaba:—«¡Viva Cuba libre!»

Gracias á Romualda, una negra á quien, según doña Rita, «ofendía el color», por lo buena y hermosa, semejante á una Venus de ébano, con ojos rasgados y brillantes, dientes blanquísimos, labios gruesos y violáceos, pasa muy espesa, de un negro mate profundo, fisonomía inteligente y simpática, la pobre señora sobrellevaba con resignación su vida de sinsabores.

Romualda la cuidaba solícitamente; ella misma la acostaba, la quitaba los zapatos, la sacudía el mosquitero, luego de darla su imprescindible taza de tila caliente, sin la cual no podía pegar ojo en toda la noche. En horas de desfallecimiento, cuando el pasado proyectaba su sombra sobre las grandes tristezas de la vieja, Romualda, besándola en la frente, se esforzaba en infundirla ánimo con palabras de cariño.


Leer / Descargar texto

Dominio público
25 págs. / 45 minutos / 70 visitas.

Publicado el 14 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Las Posadas

José Tomás de Cuéllar


Novela corta


I

En la casa de un corredor de número hay en el patio ochenta tercios robalo, de camarón y bacalao, capaces de asfixiar con sus emanaciones al corredor y á su familia.

Entra un agente de negocios, tapándose las narices, y cuando ha llegado á la asistencia exclama:

—¡Cáspita! ó vendes el pescado, ó no hay posadas, compadre.

—¡Aquí está el compadre! grita un muchacho.

—¡Compadre de mi alma! entra diciendo la mujer del corredor; ¿ya le pegó á usted el constipado?

—No, comadre, el camarón del patio.

—Ya se lo dije d ese.

Ese era su marido; lo avisamos, para que cuando el corredor diga esa, se entienda también que habla de su mujer.

El amor conyugal toma algunas veces la forma de pronombre: lo cual no es clásico, pero es cierto.

—¿Qué hay de posadas, compadre? dice por fin el agente de negocios.

—¡Qué posadas! si no pagan más que á cuatro y medio.

—¿Y qué?

—Que pierdo el dinero.

—Tengo marchante.

—¿Sí? ¿A cómo?

—A seis.

—No, compadre....

—Por vida de usted.

—¿A plazo?

—Estoy trabajando porque aflojen.

—¡Ah! no es casa fuerte.

—Son los gachupines de ahora un año.

—¿Por fin, pagaron?

—Sí.

—En fin, usted sabe.

—Aseguraré la venta.

—Bueno.

—Negocio concluído.

—¿Hay posadas? entra preguntando una polla, que acababa de pintarse de blanco de una manera feroz.

—¿Cuánto me das por la noticia? le preguntó á la polla el agente de negocios.

—Una danza.

—¿Nada más?

—Y un schotish.

—Bueno: pues hay posadas.

La polla se puso de un salto en la pieza contigua, y recorrió en seguida toda la casa, propagando la placentera noticia.

—¿Conque la armamos, nó, compadre?


Leer / Descargar texto

Dominio público
17 págs. / 29 minutos / 139 visitas.

Publicado el 21 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

Dolores

Gertrudis Gómez de Avellaneda


Novela corta


Prefacio

Sr. Director del Diario de la Marina:

Muy Señor Mío y Amigo: Tres meses hace que deseo, y me propongo cada día, comenzar la grata misión que usted ha tenido a bien confiarme, de recrear de vez en cuando con alguna novelita original a los numerosos y constantes suscritores del apreciable periódico que usted dirige. Pero todo mi anhelo de complacerle se ha estrellado hasta ahora en una absoluta falta de tiempo, que usted comprenderá sin duda, puesto que sabe lo que es en la Habana la instalación de un periódico, y que por mi desgracia me hallo metida en esa empresa magna.

Sin embargo, no quiero en manera alguna dar causa para que usted sospeche que pongo en olvido mi promesa, o que me tomo menos interés por su periódico de usted que por el mío; y toda vez que este último logró al cabo ver la luz (¡Dios sabe con qué trabajos!), allí van esos capítulos para comienzo de mi colaboración en el privilegiado Diario, bienaventurado entre todos los de la isla, pues es el único que marcha sin tropiezos y percances.

Sólo pido a usted el obsequio de que haga presente a sus ilustrados suscritores, que—al ofrecerles estas desaliñadas páginas—no abrigo pretensión alguna, como ahora se dice. Declaro desde luego que no soy inventora de los sucesos que en ellas se refieren, ni puedo reclamar como creación de mi humilde ingenio ninguno de las caracteres que juegan en este drama doméstico.

Dolores, mi estimado amigo, existió realmente, como todos los personajes de esta historia, que parece novela, y cuyos principales hechos hallará usted en las crónicas de aquel tiempo; si bien no tan detallados como en otra que yo guardo entre papeles de familia, y de la cual ha sido extractado el extraño episodio que a usted remito, y que acaso me interesa más que interesara al público, por la circunstancia de ser gentes de mi sangre las que descuellan en él.


Leer / Descargar texto

Dominio público
75 págs. / 2 horas, 12 minutos / 144 visitas.

Publicado el 2 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

2223242526