Textos más vistos etiquetados como Novela corta | pág. 18

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La de los Ojos Color de Uva

Felipe Trigo


Novela corta


Estudio crítico de la obra de Felipe Trigo

Un novelista de la mujer y del amor


El Mercure de France, rindiéndole cuenta a sus lectores de la primera novela de Felipe Trigo, Las Ingenuas, escribía: «Felipe Trigo, como Gabriel D'Annunzio, en Italia, ha creado, en España, de un golpe, un género. Es arte, y gran arte, el del autor de Las Ingenuas, o no lo entendemos nosotros. Sus maestros son, sin duda, Flaubert y Maupassant.»

Lo mismo el ilustre novelista español es un analizador profundo de las almas, un concienzudo observador de la vida y un estudiador infatigable de los problemas amorosos. El amor, en su refinada voluptuosidad de la civilización moderna, en su sensualidad ardiente y sincera de la raza latina, cautivo entre las tormentosas dudas con que las filosofías extrañas hubieron de amarrarlo y de velarlo como con una túnica cilicio, constituye la esencia de las novelas de Felipe Trigo, y ocupa buena parte de sus libros de sociología y de arte. Su prosa es férvida, clara, llena de vigor, lo sobrado flexible y varia para ir desde el verismo más audaz al lirismo más alado. Menos decadente que Gabriel D'Annunzio, porque es más sincero, sólo se le asemeja en la casi inconsciente reproducción del alma propia en los protagonistas de sus obras. Jorge, el bello adolescente de La sed de amar; Luciano, el gentil amante de Las Ingenuas; Darío, el artista de Alma en los labios; Víctor, el escritor de La Altísima..., son todos personificaciones diversas del espíritu ardiente y triste, insaciado e insaciable, de su creador, y que se parecen como hermanos.


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Dominio público
78 págs. / 2 horas, 16 minutos / 56 visitas.

Publicado el 1 de septiembre de 2023 por Edu Robsy.

La Felicidad Doméstica

Antonio de Trueba


Novela corta


I

Permítaseme empezar este cuento con algunos detalles topográficos, y en el hecho de pedir que se me permitan estos detalles, confieso que no están del todo en su lugar.

Donde los cuentos dan á su autor mucha gloria y mucho dinero, la crítica debo tener la manga muy estrecha; pero en España, donde poco ó nada de eso dan, la crítica debo tener la manga tan ancha, tan ancha, que puedan pasar por ella los extravíos que para nuestro particular solaz nos permitimos, los cuentistas.

—Cuentista—me dice el público,—ven acá y cuéntame un cuento.

—¡Allá voy, señor mío!—le contesto.

Pero cato usted que apenas empiezo el cuento veo pasar á una personita que me gusta, y por ir á charlar con ella un rato dejo al público con un palmo de narices.

—¡Cómo se entiende!—me grita indignado el público—Me falta usted al respeto, olvidando que las leyes del arte niegan la autonomía á los cuentistas.

—Vamos á cuentas, señor público. Cuando va usted á un teatro de aficionados, ¿silba usted á los actores?

—No, señor.

—¿Y por qué?

—Porque son aficionados.

—¿Y por qué razón son aficionados?

—Porque no ganan dinero.

—Pues mire usted, por esa razón somos también aficionados los cuentistas españoles; y porque somos aficionados no se nos debe silbar, aunque nos tomemos libertades como las que yo me tomo.

El Oriento es la región de la luz y el Ocaso la de la sombra. Vámonos hacia el Oriente, saliendo por la puerta de Alcalá.

Siguiendo la carretera de Aragón, caminamos por espacio de un cuarto de hora dominando con la vista las llanuras que cercan á la capital.

Descendemos á un vallecito donde hay un puente sobre un arroyo nominal y emprendemos la subida de una cuesta, agradable por lo corta y desagradable por lo pendiente.


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Dominio público
81 págs. / 2 horas, 22 minutos / 56 visitas.

Publicado el 23 de diciembre de 2021 por Edu Robsy.

La Gente del Buen Hambre

Arturo Robsy


Novela corta


Prólogo

"La Vida Es Así" —extraña máxima que todos ignoran.

Inicios

Aún a riesgo de revelar primicias, nos acercamos a Arturo Artur con la esperanza de arrancarle un par de opiniones. Antes, debemos puntualizar que, desde hace pocos días, está vivienda a la orilla del mar. Si tuviésemos algo de malos poetas, casi diríamos:


"Cansado de reír,
cansado de ser posibilidad siendo presente,
estoy muy solitario.
Estoy muy solitario
y piso llamas al pisar el hielo."


Pero astutamente, nos callamos, porque no somos poetas mediocres. Comenzamos con él:

"¿Qué opinas de todo esto, Arturo?"

"¿Os referís al paisaje?"

"No, claro; pensábamos en tu libro. ¿Qué representa para ti?"

"Trabajo. Antes de que alguien se ponga a imaginar y saque palabras como "Ilusión", "Esperanza", "Realizarse" y "Testimonio", quiero decir que mi libro es trabajo, que me ha costado mucho y que, calculando a precio de saldo (30 pesetas la hora), la obra vale unas veintisiete mil."

"¿No crees que esto es un poco... materialista? ¿No te parece que el arte...?"

Nos interrumpe iracundo: seguramente posee ideas claras al respecto.

"¡Alto ahí! La gente vende su alma y nadie tiene el menor reparo en decir: soy abogado y gano tanto al mes. Soy médico y cobro tanto otro. (Y, por ejemplo, se trata de vender justicia y salud). Yo, entonces, tengo el derecho a decir: soy escritor y pierdo... equis."

"Veintisiete mil pesetas."

"¿Lo creéis? Pierdo más; hasta mi posición social. ¿Qué como? ¿Con qué me visto? Además, ¿no corro peligro de ser clasificado, para siempre, como vago y desocupado?"

Preferimos dejar el tema, que resulta doloroso para Arturo Artur.

"Háblanos de tu libro."


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Licencia limitada
90 págs. / 2 horas, 38 minutos / 114 visitas.

Publicado el 15 de julio de 2022 por Edu Robsy.

La Gloria del Camino

Arturo Robsy


Novela corta, cuento


Mucho ojo:

La Gloria del Camino (Serie: Alarma: ¡Peligro Azul!), es un razonamiento múltiple de unos múltiples hombres que saben lo que quieren, a diferencia de sus gobernantes. Su gloria, hermosa y azul, está en la sonrina, en la resistencia tanto al desengaño como al engaño, en su esfuerzo continuado, en su dignidad y, en suma, en todas esas ideas grandes y sentidas que, dentro de unos años, se llamarán, con honor y respeto, Resistencia Española, cuando ya las profecias se hayan cumplido, estén a buen recaudo los ladrones, escarnecidos los perjuros y justamente castigados los que se ensucian las manos en este caos nihilista, inmoral y necio, a que nos somete la Clase Explotadora: La Clase Política.

Dedicatoria

A los Hombres. No a todos los hombres. Solamente a los que lo son.

La frase

Todo el mundo pone la protección de sus escritos en manos de un pensamiento con famosa firma. Cúmplase la norma: «Se heroico y serás eterno, vive a la fama y serás inmortal. No hagas caso, no, de esa material vida en que los brutos te exceden. Estima, sí, la de la honra y de la fama y entiende esta verdad, que los insignes hombres nunca mueren.»

Carta y prólogo

que escribe el Jefe de la Centuria del Amanecer al autor


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Licencia limitada
54 págs. / 1 hora, 34 minutos / 116 visitas.

Publicado el 15 de julio de 2020 por Edu Robsy.

La Justicia del Mar

Carmen de Burgos


Novela corta


«El mar es la conciencia del pescador y tiene que mostrarse honrado delante de él.»
ESQUILO.

I

El más joven de los mares, el incoloro golfo del Zuiderzee, se extendía tranquilo, en una tranquilidad felina, satisfecho del zarpazo, artero y travieso, con que se había apoderado de aquel vasto campo verde que servía ahora de lecho á sus aguas. En la tarde tranquila, sin rumores, sin brisa que cabrillease en vellones de oro nevado la superficie, se destacaba del cristal lechoso de las aguas el contorno de las islas arraigadas en su seno, semejantes á gigantescas plantas de nenúfar que se abren al sol, para alcanzar el misterio del amor y la fecundación, y se vuelven á hundir en el silencio del sudario cristalino.

El cielo, blanco, hacía blanco al mar, espejo continuo de su dulzura y sus borrascas, sometido ahora á plácida quietud. Lamía apenas, con imperceptible chapoteo, los acantilados abruptos del norte de la costa y las pobres defensas de piedra musgosa con que los habitantes de Monikembarken pretendían defender el suelo de la isla de las invasiones furiosas de aquellas olas traicioneras que de vez en cuando asolaban su escasa vegetación y ahogaban á los ganados.

Monikembarken es quizá la isla más muerta de todas las muertas islas del Zuiderzee; quedó aislada del continente, cuando el mar, en su constante lucha con el genio holandés, le robó aquel territorio. Unas cuantas familias refugiadas en el altozano que forma hoy la isla, habían fundado en ella un pueblo de pescadores que crecía y la poblaba, mientras las islas cercanas, alguna tan importante como Enkhuizen, se iban despoblando y arruinándose, porque sus hijos, rompiendo la tradición de esperar que se retirasen las aguas para volver á pisar el continente, escapaban en busca de otra vida más fácil y emigraban á los países del sol.


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 10 minutos / 121 visitas.

Publicado el 12 de diciembre de 2020 por Edu Robsy.

La Lección del Maestro

Henry James


Novela corta


I

Le habían informado de que las señoras estaban en la iglesia, pero eso quedó corregido por lo que vio al llegar a lo alto de los escalones (bajaban desde una gran altura en dos brazos, con un giro circular de efecto muy encantador) ante el umbral de la puerta que dominaba el inmenso césped desde la larga y clara galería. Tres caballeros, en la hierba, a distancia, estaban sentados bajo los grandes árboles, pero la cuarta figura no era un caballero, la figura del traje carmesí que formaba una mancha tan viva, tan como «toque de color» en medio del fresco y denso césped. El criado había llegado hasta allí con Paul Overt para enseñarle el camino y le había preguntado si deseaba ir primero a su cuarto. El joven declinó ese privilegio, no teniendo desorden que reparar tras un viaje tan corto y cómodo, y deseando tomar posesión inmediatamente, con una percepción general, de la nueva escena, tal como solía. Se quedó allí un poco con los ojos puestos en el grupo y en la admirable imagen, los amplios terrenos de una vieja casa de campo, junto a Londres (lo cual la hacía mejor), en un espléndido domingo de junio.

—Pero esa señora ¿quién es? —dijo al criado antes que se fuera.

—Creo que es la señora St. George, señor.

—La señora St. George, la esposa del distinguido… —entonces Paul Overt se detuvo, dudando si el lacayo sabría.

—Sí, señor; probablemente, señor —dijo el criado, que parecía desear insinuar que una persona que estaba en Summersoft sería naturalmente distinguida, al menos por matrimonio. Sus maneras, sin embargo, le hicieron al pobre Overt sentirse por el momento como si él mismo no lo fuera mucho.

—¿Y los caballeros? —preguntó.

—Bueno, señor, uno de ellos es el general Fancourt.

—Ah sí, ya sé; gracias.


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Protegido por copyright
78 págs. / 2 horas, 16 minutos / 250 visitas.

Publicado el 5 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Novela de mi Amigo

Gabriel Miró


Novela corta


A la memoria del maestro Lorenzo Casanova


«Mis ojos han desfallecido de miseria.
Pobre soy yo y en trabajos desde mi juventud».

(Libro de los Salmos, LXXXVII)

I. Su infancia

Mi madre fue lavandera; mi padre, albañil. Tuve una hermanita que se llamaba Lucía. La vida de esta hermana puedo decir que se redujo al espanto de su muerte... Mi padre había salido a la faena; mi madre, a lavar en una acequia muy honda que pasaba cerca de nuestra casa. Lucita quedó a mi cuidado. Tenía yo diez años; ella no llegaba a tres; ¡qué digo tres: ni dos y medio! Jugamos con un gato largo y flaco, de piel de conejo de patio, manso, paciente por comodidad y egoísmo; cuando lo tomábamos guardaba sus viejas uñas y se fingía dormido. Después, jugamos a tiendas; es decir, era yo solo quien hacía de mercader y de criada que compraba azafrán, perejil, arroz, pimiento molido, cebollas, lentejas (fíjese en la humildad de nuestro comercio; y es que copiábamos en bromas las veras de lo que mercaba nuestra madre). Y Lucía, sentadita, con los ojos muy anchos... ¿Usted ha observado cómo miran los hermanitos a los hermanos grandes? ¡Qué admiración tan tierna y verdadera tienen esos ojos! Pues Lucita contemplaba mis manos y mi boca porque yo remedaba la voz, las falacias, los ademanes del abacero y la charla gritadora de las mujeres de su parroquia. Siendo tan chiquitina, demostraba saber su debilidad y menoría. Le pasmaba mi destreza para hacer cucuruchos de periódicos, y más que todo admiraba mi peso de cortezas de naranja... Pero también nos cansamos de las riendas. Entonces le dije si quería pan, porque yo tenía hambre. Busqué en la alacena. Y el pan era duro.

—Lo torraremos, ¿verdad? —le propuse—, y yo seré un hornero que cocería el pan que tú trajeses al horno, ¿quieres?


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Dominio público
63 págs. / 1 hora, 50 minutos / 105 visitas.

Publicado el 24 de julio de 2020 por Edu Robsy.

La Princesa de Babilonia

Voltaire


Novela corta


I

El anciano Belus, rey de Babilonia, se creía el hombre más importante de la tierra, ya que todos sus cortesanos se lo decían y todos sus historiadores se lo probaban. Esta ridiculez podía disculpársele porque, efectivamente, sus antecesores habían construido más de treinta mil años atrás Babilonia y él la había embellecido. Se sabe que su palacio y su parque, situados a algunas parasangas de Babilonia, se extendían entre el Éufrates y el Tigris, que bañaban estas riberas encantadas. Su vasta mansión de tres mil pasos de frente se elevaba hasta las nubes. Su plataforma estaba rodeada por una balaustrada de mármol blanco, de cincuenta pies de altura, que sostenía las estatuas de todos los reyes y todos los hombres célebres del imperio. Esta plataforma, compuesta de dos hileras de ladrillos recubiertos por una espesa capa de plomo de una extremidad a la otra, soportaba doce pies de tierra y sobre esta tierra se habían sembrado bosques de olivos, de naranjos, de limoneros, de palmeras, de claveros, de cocoteros, de canelos, que formaban avenidas impenetrables para los rayos del sol.

Las aguas del Éufrates, elevadas por medio de bombas dentro de cien columnas huecas, llegaban a esos jardines para llenar vastos estanques de mármol y, cayendo luego a otros canales, iban a formar en el parque cascadas de seis mil pies de largo y cien mil surtidores cuya altura apenas podía percibirse, luego volvían al Éufrates, de donde habían partido. Los jardines de Semiramis, que asombraron al Asia varios siglos después, no eran más que una débil imitación de estas antiguas maravillas: porque, en el tiempo de Semiramis, todo comenzaba a degenerarse, tanto entre los hombres como entre las mujeres.


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Protegido por copyright
78 págs. / 2 horas, 17 minutos / 146 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Sombra Sobre Innsmouth

H.P. Lovecraft


Novela corta


I

Durante el invierno de 1927—28, los agentes del Gobierno Federal realizaron una extraña y secreta investigación sobre ciertas instalaciones del antiguo puerto marítimo de Innsmouth, en Massachusetts. El público se enteró de ello en febrero, porque fue entonces cuando se llevaron a cabo redadas y numerosos arrestos, seguidos del incendio y la voladura sistemáticos —efectuados con las precauciones convenientes— de una gran cantidad de casas ruinosas, carcomidas, supuestamente deshabitadas, que se alzaban a lo largo del abandonado barrio del muelle. Las personas poco curiosas no prestarían atención a este suceso, y lo consideraron sin duda como un episodio más de la larga lucha contra el licor.

En cambio, a los más perspicaces les sorprendió el extraordinario número de detenciones, el desacostumbrado despliegue de fuerza pública que se empleó para llevarlas a cabo, y el silencio que impusieron las autoridades en torno a los detenidos. No hubo juicio, ni se llegó a saber tampoco de qué se les acusaba; ni siquiera fue visto posteriormente ninguno de los detenidos en las cárceles ordinarias del país. Se hicieron declaraciones imprecisas acerca de enfermedades y campos de concentración, y más tarde se habló de evasiones en varias prisiones navales y militares, pero nada positivo se reveló. La misma ciudad de Innsmouth se había quedado casi despoblada. Sólo ahora empiezan a manifestarse en ella algunas señales de lento renacer.


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Protegido por copyright
86 págs. / 2 horas, 32 minutos / 694 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Míseros

Carmen de Burgos


Novela corta


I. En la playa

Aquella amplia playa, frente aquella extensión de mar tan grandiosa, parecía profanada con los toldos de lona y los cucuruchos de las tiendas de los bañistas.

No se avenían bien la majestad severa del paisaje y el artificio de los veraneantes. En Figueiras da Fox no había, como en Trouville, ni en las playas de moda de las grandes estaciones, una Naturaleza ya dominada por el espectáculo; la playa de Figueiras, frente á la grandiosidad del Atlántico, es bravía aun en los días serenos, aun con la grandiosidad de la inmensa sábana de agua verde que se extiende bajo el cielo.

En el centro del arenal se habían colocado, sobro los píes derechos, unos toldos de dril, festoneados, bajo los que se colocaban sillas de madera, taburetes y banquetas de todas clases para las bañistas, que se sentaban frente al mar. Algunos de aquellos toldos eran de propiedad particular, y se distinguían por el color de sus festones y por las iniciales, en bayeta roja, verde ó amarilla, que anunciaban el nombre del propietario. Los otros eran públicos, y por la módica cantidad de veinticinco reis se podían ocupar á voluntad.

Detrás de estos toldos estaban las casetas de lona donde se vestían y desnudaban los bañistas para cruzar toda la arena, entre las miradas de los curiosos, hasta llenar á la orilla del agua.

La extensión del mar se perdía á lo lejos, confundiendo su verdor lechoso con el pizarra del cielo; y parecía llegar siempre con coraje á la playa. levantándose en una ola amenazadora, que venía furiosa á quebrarse en el sitio mismo donde estaban los bañistas.

Una multitud abigarrada paseaba por delante de los toldos ó se agrupaba á la orilla del mar para ver á las que se bañaban dar sus saltos, cabriolas y gritos, agarradas al bañero.


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Dominio público
27 págs. / 48 minutos / 98 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2023 por Edu Robsy.

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