Textos más vistos etiquetados como Novela corta | pág. 6

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La Solterona

Edith Wharton


Novela corta


Primera parte

Capítulo 1

En el viejo Nueva York de 1850 despuntaban unas cuantas familias cuyas vidas transcurrían en plácida opulencia. Los Ralston eran una de ellas.

Los enérgicos británicos y los rubicundos y robustos holandeses se habían mezclado entre ellos dando lugar a una sociedad próspera, cauta y, pese a ello, boyante. Hacer las cosas a lo grande había sido la máxima de aquel mundo tan previsor, erigido sobre la fortuna de banqueros, comerciantes de Indias, constructores y navieros.

Aquellas gentes parsimoniosas y bien nutridas, a quienes los europeos tildaban de irritables y dispépticas solo porque los caprichos del clima les habían exonerado de carnes superfluas y afilado los nervios, vivían en una apacible molicie cuya superficie jamás se veía alterada por los sórdidos dramas que eventualmente se escenificaban entre las clases inferiores. Por aquellos días, las almas sensibles eran como teclados mudos sobre los cuales tocaba el destino una melodía inaudible.


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83 págs. / 2 horas, 25 minutos / 251 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

La Sombra

Benito Pérez Galdós


Novela corta


Capítulo I. El doctor Anselmo

I

Conviene principiar por el principio, es decir, por informar al lector de quién es este D. Anselmo; por contarle su vida, sus costumbres, y hablar de su carácter y figura, sin omitir la opinión de loco rematado de que gozaba entre todos los que le conocían. Esta era general, unánime, profundamente arraigada, sin que bastaran a desmentirla los frecuentes rasgos de genio de aquel hombre incomparable, sus momentos de buen sentido y elocuencia, la afable cortesía con que se prestaba a relatar los más curiosos hechos de su vida, haciendo en sus narraciones uso discreto de su prodigiosa facultad imaginativa. Contaban de él que hacía grandes simplezas, que era su vida una serie de extravagancias sin cuento, y que se atareaba en raras e incomprensibles ocupaciones no intentadas de otro alguno, en fin, que era un ente a quien jamás se vio hacer cosa alguna a derechas, ni conforme a lo que todos hacemos en nuestra ordinaria vida.

Pocos lo trataban; apenas había un escaso número de personas que se llamaran sus amigos; desdeñábanle los más, y todos los que no conocían algún antecedente de su vida, ni sabían ver lo que de singular y extraordinario había en aquel espíritu, le miraban con desdén y hasta con repugnancia. Si había en esto justicia, no es cosa fácil de decir, así como no es empresa llana hacer una exacta calificación de aquel hombre, poniéndole entre los más grandes, o señalándole un lugar junto a los mayores mentecatos nacidos de madre. Él mismo nos revelará en el curso de esta narración una porción de cosas, que serán otros tantos datos útiles para juzgarle como merezca.


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Dominio público
85 págs. / 2 horas, 29 minutos / 903 visitas.

Publicado el 22 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Confidencias

Carmen de Burgos


Novela corta


8 Julio.

Mi marido es tan bueno, que no hallaría placer en engañarlo, y, sin embargo, merecería que lo engañase por esta indiferencia que su ilimitada confianza en mí le hace tener. Está tan persuadido de que le amo que aunque yo le dijese lo contrario, no lo creería. Lo que me hace respetarle más es el verlo tan feliz. Respeto su felicidad... Además, ¿valdrá alguno de los otros más que él? No lo sé; pero la prueba es muy arriesgada. No creo capaz a ninguno de mantener muchos años la ilusión; es más difícil conservar que conquistar. Indudablemente, al marido le conservamos mejor. ¡Hay tantas celadas en el hogar! Cuando se observan los pequeños gustos, y se cultiva el egoísmo, se tiene mucho conseguido. A veces un marido piensa con cariño en su esposa, sueña con el descanso y la felicidad que experimenta a su lado, y no se da cuenta de que ella lo ha acostumbrado a ponerse las zapatillas. ¡Está tan a gusto en zapatillas! Además, el marido que se cansa respeta...; los otros... Tengo demasiado orgullo para hacer la prueba..., y, sin embargo, hay tentaciones. Elena me decía que el encanto de los amores está en la caída... Ella está radiante, feliz, satisfecha, y debe haber tenido muchas caídas... Decididamente, esta soledad entre el campo y el mar no es buena consejera para mí. Felipe ha hecho mal en dejarme venir sola. Pero no había otro remedio para satisfacer mi capricho. Él tiene que trabajar. Es preciso dejarle que trabaje... ¡Pobrecillo, ahora estará haciendo números en aquellos libros tan grandes! ¡Qué cosa más terrible son los números! Tan pocos, y capaces de tantas combinaciones. Él también está solo... No sé por qué, me acuerdo con inquietud de la señorita mecanógrafa. Son molestas esas señoritas mecanógrafas. Hay en cada una de ellas la amante posible del dueño de la casa o la novia que se casa con el primer dependiente.


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 3 minutos / 185 visitas.

Publicado el 15 de septiembre de 2020 por Edu Robsy.

Dolores

Gertrudis Gómez de Avellaneda


Novela corta


Prefacio

Sr. Director del Diario de la Marina:

Muy Señor Mío y Amigo: Tres meses hace que deseo, y me propongo cada día, comenzar la grata misión que usted ha tenido a bien confiarme, de recrear de vez en cuando con alguna novelita original a los numerosos y constantes suscritores del apreciable periódico que usted dirige. Pero todo mi anhelo de complacerle se ha estrellado hasta ahora en una absoluta falta de tiempo, que usted comprenderá sin duda, puesto que sabe lo que es en la Habana la instalación de un periódico, y que por mi desgracia me hallo metida en esa empresa magna.

Sin embargo, no quiero en manera alguna dar causa para que usted sospeche que pongo en olvido mi promesa, o que me tomo menos interés por su periódico de usted que por el mío; y toda vez que este último logró al cabo ver la luz (¡Dios sabe con qué trabajos!), allí van esos capítulos para comienzo de mi colaboración en el privilegiado Diario, bienaventurado entre todos los de la isla, pues es el único que marcha sin tropiezos y percances.

Sólo pido a usted el obsequio de que haga presente a sus ilustrados suscritores, que—al ofrecerles estas desaliñadas páginas—no abrigo pretensión alguna, como ahora se dice. Declaro desde luego que no soy inventora de los sucesos que en ellas se refieren, ni puedo reclamar como creación de mi humilde ingenio ninguno de las caracteres que juegan en este drama doméstico.

Dolores, mi estimado amigo, existió realmente, como todos los personajes de esta historia, que parece novela, y cuyos principales hechos hallará usted en las crónicas de aquel tiempo; si bien no tan detallados como en otra que yo guardo entre papeles de familia, y de la cual ha sido extractado el extraño episodio que a usted remito, y que acaso me interesa más que interesara al público, por la circunstancia de ser gentes de mi sangre las que descuellan en él.


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Dominio público
75 págs. / 2 horas, 12 minutos / 161 visitas.

Publicado el 2 de octubre de 2021 por Edu Robsy.

El Coronel Chabert

Honoré de Balzac


Novela corta


Á la señora doña Ida del
Chatelar, condesa de
Bocarmé.

—Vaya, ya tenemos aquí á ese viejo moscardón del carrique.

Esta exclamación la lanzaba un pasante que pertenecía al género de los que se llaman en los estudios saltacharcos, el cual mordía en este momento con apetito voraz un pedazo de pan. El tal pasante tomó un poco de miga para hacer una bolita, la cual, bien dirigida y lanzada por el postigo de la ventana en que se apoyaba, rebotó hasta la altura de dicha ventana, después de haber dado en el sombrero de un desconocido que atravesaba el patio de una casa situada en la calle Vivienne, donde vivía el señor Derville, procurador.

—Vamos, Simonín, no haga usted tonterías á las gentes, ó le pondré de patitas en la calle. Por pobre que sea un cliente, siempre es hombre, ¡qué diablo! dijo el primer pasante interrumpiendo la adición de una memoria de costas.

El saltacharcos es, generalmente, como era Simonín, un muchacho de trece á catorce años, que se encuentra en todos los estudios bajo la dirección especial del primer pasante, cuyos recados y cartas amorosas le ocupan, al mismo tiempo que va á llevar citaciones á casa de los ujieres y memoriales á las audiencias. Tiene algo del pilluelo de París por sus costumbres, y del tramposo por su destino. Este muchacho es casi siempre implacable, desenfrenado, indisciplinable, decidor, chocarrero, ávido y perezoso. Sin embargo, casi todos los aprendices de pasante tienen una madre anciana que se alberga en un quinto piso y con la cual reparten los treinta ó cuarenta francos que ganan al mes.

—Si es un hombre, ¿por qué le llama usted moscardón? dijo Simonín con la actitud de un escolar que coge al maestro en un renuncio.

Y reanudó su operación de comer el pan y el queso, apoyando el hombro en el larguero de la ventana, pues permanecía de pie con una pierna cruzada y apoyada contra la otra sobre la punta del zapato.


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Dominio público
74 págs. / 2 horas, 10 minutos / 419 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Gran Pecado: la Marquesa de Tardiente

Antonio de Hoyos y Vinent


Novela corta


Parte 1

Capítulo 1. La afirmación

Los pueblos felices y las mujeres honradas
no tienen ni historia ni novela.

S. J. PALADAN.

Como sintiera aún los ojos de Roberto fijos en ella, con aquella actitud suplicante de víctima en el ara, actitud plena de mudo reproche y silenciosa queja, afirmó rotunda, agresiva:

—Yo soy una mujer honrada…

Nadie lo había puesto en duda, y así hubo un movimiento de expectación en espera de las explicaciones que de seguro seguirían a tal afirmación de fe. Pero Candelaria callaba y no parecía dispuesta a proseguir, desde el momento en que Roberto, un tanto azorado, habíase apoyado en la chimenea fingiendo estudiar con atención profunda una miniatura de Isabey.

Entonces Piedad Gante, duquesa de Gante y de Malferida, con la autoridad que le daban su posición social, su virtud intachable, su ciencia del mundo y, sobre todo, un cierto parentesco con la procaz, corrigió, mitad en broma, mitad en serio.

—Mujer, Candelaria, cualquiera que te oyese creería que las demás éramos unas perdidas.

Julito Calabrés, defendido contra sus treinta y tantos años en el parapetado de una juventud desbordada en malignidad, murmuró al oído de Amalia Ramos, que fumaba dando chupaditas al Setos Amber y creía lo más prudente abstenerse, segura de que «aquello» de la honradez no iba por ella.

—¡Chúpate ésa! ¡Vaya una lección que se ha llevado la pedantona de Candelaria!

La interesada, mientras, había abierto su pelliza de renard argentée y se abanicaba, disimulando mal su despecho.


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37 págs. / 1 hora, 4 minutos / 236 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El que Susurra en la Oscuridad

H. P. Lovecraft


Novela corta


I

Tened muy presente que en último término no presencie ningún horror visual. Decir que una conmoción mental fue la causa de lo que deduje —aquella última gota que me hizo salir a escape de la solitaria granja de Akeley y lanzarme, en plena noche, por las desoladas montañas de Vermont en un vehículo requisado—, no es sino querer ignorar los hechos más palmarios de mi experiencia final. No obstante las cosas tan fascinantes que tuve ocasión de ver y oír y la imborrable huella que en mí dejaron, ni siquiera hoy puedo afirmar si estaba o no equivocado por lo que respecta a mi horrible deducción. Ya que, después de todo, la desaparición de Akeley no prueba nada. No se encontró nada anormal en su casa a pesar de las huellas de proyectiles que había dentro y fuera de ella. Daba la impresión de que hubiera salido a dar una vuelta por las montañas y, por algún motivo desconocido, no hubiese regresado. No había la menor indicación de que alguien hubiera pasado por allí, ni de que aquellos horribles cilindros y máquinas hubiesen estado almacenados en el estudio. El hecho de que Akeley profesara un temor reverencial hacia las verdes y abigarradas montañas y los innumerables cursos de agua entre los que habla nacido y se habla criado, tampoco quería decir nada en absoluto, pues se cuentan por millares las personas sujetas a tan morbosas aprensiones. La extravagancia, además, podía contribuir a explicar los extraños actos y recelos en que incurrió hacia el final.


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Protegido por copyright
91 págs. / 2 horas, 40 minutos / 2.894 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2018 por Edu Robsy.

En las Cavernas

Emilia Pardo Bazán


Novela corta


I

La horda, rendida y extenuada, hubiese deseado refugiarse en la cueva, entrando en ella con el apresuramiento maquinal de los borregos al acogerse al redil. Llevaban varios soles caminando, en busca de una tierra benigna, donde no abundasen las fieras y la caza no faltase, y donde sus semejantes, los humanos, no fuesen más numerosos y fuertes y los exterminasen; y nunca encontraban aquel Edén de su fantasía de primitivos, deslumbrados y aturdidos aún del primer contacto con la Naturaleza. La estepa, que después se llamó Iberia, prolongábase, al parecer, sin fin, pantanosa todavía, con densa vegetación de cañas y juncos, y arbolado a trechos; algunos gazapos la surcaban, corretones, muy difíciles de coger. Y la esperanza de la mísera ralea era que, a deshora, asomase por las ciénagas la manada de elefantes. Alguien moriría, pero los demás tendrían abundancia de sustento.

Dos se habían quedado rezagados, en conversación confidencial. Eran un hombre y una mujer.

Él, mozo y ágil, no parecía tan fatigado como ella, y se apoyaba, en actitud animosa, en un recio palo. Ella, joven y enjuta de formas, como una gamuza, ceñía a su delgada cintura largo delantal de corteza de árbol. A la luz de la luna, llena y rojiza aún, que empezaba a ascender por el cielo, como el rostro encendido de un dios, podía verse perfectamente que además de aquel rudimento de traje, la mujer ostentaba collares de conchillas y un peinado lleno de coquetería, grande, crespo, formando aureola, en el cual se clavaban a guisa de agujas puntas de colmillos de jabalí. Sus ojos ovalados se posaron en el mozo, y preguntó dulcemente:

—¿Estás muy cansado? ¿Tienes mucha hambre?

—No tanta que me quite las fuerzas. Tengo hambre de ti, Damara. De ti si que tengo hambre y sed. ¿No lo sabes?

Ella sonrió, y cariñosa repitió lo tantas veces dicho:


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Dominio público
45 págs. / 1 hora, 20 minutos / 161 visitas.

Publicado el 12 de mayo de 2021 por Edu Robsy.

La Bolsa de Huesos

Eduardo Ladislao Holmberg


Novela corta


Dedicatoria

Señor D. Belisario Otamendi

Estimado amigo:

Cometería un acto de insolente modestia si no consignara aquí que usted escuchó la lectura de este juguete policial con toda la atención que corresponde á una persona bien educada, y que me felicitó con las expresiones de la mayor cordialidad en el momento en que, dejándose llevar el escritor por la lógica inflexible de los sucesos, llama el pesquisante por su nombre á la persona misteriosa que motiva la indagacion.

No olvidaré tampoco sus palabras al terminar la lectura:«No soy juez en materia literaria; pero no obstante, me gusta más La bolsa de huesos que La casa endiablada; policialmente, si fuese yo el autor, terminaría la obra con el capítulo VI. Hasta aquí no tengo pero que ponerle.»—«Amigo mio»—le dije—«usted olvida que soy yo, yo mismo, quien hace la pesquisa»—«Nada... esa persona criminal tiene que ir á manos del Juez de instruccion y luego á las del Juez del crimen.»

He consignado esto porque envuelve para mí el mayor elogio: ¡insistir con enfado el Jefe de la Oficina de pesquisas de la Policía de Buenos Ayres en llevar á la cárcel un fantasma de novela! Nunca soñé un éxito semejante.


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Dominio público
68 págs. / 2 horas / 405 visitas.

Publicado el 16 de marzo de 2019 por Edu Robsy.

A Todo Honor

Felipe Trigo


Novela corta


I

Son ridículas... sencillamente ridículas, estas fondas de los pueblos.

En general, casas de cierta fanfarronería que empezaron A construir el comerciante X o el notario Z, al jubilarse, y que «vieron» la muerte de sus dueños antes que ellas estuviesen concluidas en todos los perfiles. Y así se quedan inconclusas para siempre. Escaleras sin baranda, a lo mejor, o con una provisional-definitiva; timbres que no suenan; techos sin pintar...

El comedor, ya se sabe: estrecho y largo, con aspiraciones de salón; el patio con columnas, con corredor encima, con mecedoras... Y luego, viajantes, viajantes...; la mesa llena de viajantes y cajas de viajantes por todos los rincones.

Además —¡no lograba entenderlo Luis!—, estaba en plena Mancha (el país de los carneros y las dehesas) y acababan de ponerle en la cena unas chuletas empanadas que antes parecían unas tortillas de cordel. Sobre esto de las famas regionales tenía ya el joven madrileño sus escamas: gente alegre, por ejemplo, la andaluza... y hasta se dijese que lloraban cantando en sus guitarras; buen vino en Jerez... y en otro viaje tornó una copa, al paso, en la estación, y parecía petróleo.

¡Oh, su Madrid!... Allí sí que eran tiernas las carnes de la Mancha, y bueno y barato el jerez, y alegre la alegría de Andalucía... Exportación. Las provincias se quedaban sin todo por enviárselo a la corte.

Encendió el puro, en el zaguán, y se lanzó por las calles.

Yacían en una semiobscuridad eléctrica digna del siglo. «¡Para lo que hay que ver!» —podía decirse aquí, como cuentan que decía el oculista que iba dejando ciega a su clientela.


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Dominio público
51 págs. / 1 hora, 30 minutos / 338 visitas.

Publicado el 10 de abril de 2019 por Edu Robsy.

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