Textos por orden alfabético etiquetados como Novela corta no disponibles | pág. 7

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La Princesa de Babilonia

Voltaire


Novela corta


I

El anciano Belus, rey de Babilonia, se creía el hombre más importante de la tierra, ya que todos sus cortesanos se lo decían y todos sus historiadores se lo probaban. Esta ridiculez podía disculpársele porque, efectivamente, sus antecesores habían construido más de treinta mil años atrás Babilonia y él la había embellecido. Se sabe que su palacio y su parque, situados a algunas parasangas de Babilonia, se extendían entre el Éufrates y el Tigris, que bañaban estas riberas encantadas. Su vasta mansión de tres mil pasos de frente se elevaba hasta las nubes. Su plataforma estaba rodeada por una balaustrada de mármol blanco, de cincuenta pies de altura, que sostenía las estatuas de todos los reyes y todos los hombres célebres del imperio. Esta plataforma, compuesta de dos hileras de ladrillos recubiertos por una espesa capa de plomo de una extremidad a la otra, soportaba doce pies de tierra y sobre esta tierra se habían sembrado bosques de olivos, de naranjos, de limoneros, de palmeras, de claveros, de cocoteros, de canelos, que formaban avenidas impenetrables para los rayos del sol.

Las aguas del Éufrates, elevadas por medio de bombas dentro de cien columnas huecas, llegaban a esos jardines para llenar vastos estanques de mármol y, cayendo luego a otros canales, iban a formar en el parque cascadas de seis mil pies de largo y cien mil surtidores cuya altura apenas podía percibirse, luego volvían al Éufrates, de donde habían partido. Los jardines de Semiramis, que asombraron al Asia varios siglos después, no eran más que una débil imitación de estas antiguas maravillas: porque, en el tiempo de Semiramis, todo comenzaba a degenerarse, tanto entre los hombres como entre las mujeres.


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78 págs. / 2 horas, 17 minutos / 139 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

La Solterona

Edith Wharton


Novela corta


Primera parte

Capítulo 1

En el viejo Nueva York de 1850 despuntaban unas cuantas familias cuyas vidas transcurrían en plácida opulencia. Los Ralston eran una de ellas.

Los enérgicos británicos y los rubicundos y robustos holandeses se habían mezclado entre ellos dando lugar a una sociedad próspera, cauta y, pese a ello, boyante. Hacer las cosas a lo grande había sido la máxima de aquel mundo tan previsor, erigido sobre la fortuna de banqueros, comerciantes de Indias, constructores y navieros.

Aquellas gentes parsimoniosas y bien nutridas, a quienes los europeos tildaban de irritables y dispépticas solo porque los caprichos del clima les habían exonerado de carnes superfluas y afilado los nervios, vivían en una apacible molicie cuya superficie jamás se veía alterada por los sórdidos dramas que eventualmente se escenificaban entre las clases inferiores. Por aquellos días, las almas sensibles eran como teclados mudos sobre los cuales tocaba el destino una melodía inaudible.


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83 págs. / 2 horas, 25 minutos / 222 visitas.

Publicado el 27 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

La Sombra del Buitre

Robert E. Howard


Novela corta


Capítulo 1

—¿Han sido esos perros convenientemente vestidos y cebados?

—Sí, Protector de los Creyentes.

—Pues que los traigan y que se arrastren ante la presencia.

Y fue de aquel modo como los embajadores, pálidos tras los muchos meses de prisión, fueron conducidos ante el trono de Solimán el Magnífico, sultán de Turquía, y el monarca más poderoso en un tiempo de monarcas poderosos. Bajo el gran domo púrpura de la sala real brillaba el trono ante el que temblaba el mundo entero… revestido de oro y con perlas incrustadas. La fortuna en gemas de un emperador adornaba el palio de seda del que colgaba una red de perlas brillantes rematada con un festón de esmeraldas. Aquellas joyas formaban como un halo de gloria por encima de la cabeza de Solimán. Sin embargo, el esplendor del trono palidecía ante la presencia de la centelleante silueta que en él se sentaba, ataviada de pedrerías y con un turbante cuajado de diamantes y rematado con una pluma de garza. Sus nueve visires se encontraban cerca del trono, en actitud humilde. Los soldados de la guardia imperial se alineaban ante el estrado… Solaks con armadura, plumas negras, blancas y escarlatas ondeando por encima de los dorados cascos.


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56 págs. / 1 hora, 39 minutos / 180 visitas.

Publicado el 9 de julio de 2018 por Edu Robsy.

La Sombra Sobre Innsmouth

H.P. Lovecraft


Novela corta


I

Durante el invierno de 1927—28, los agentes del Gobierno Federal realizaron una extraña y secreta investigación sobre ciertas instalaciones del antiguo puerto marítimo de Innsmouth, en Massachusetts. El público se enteró de ello en febrero, porque fue entonces cuando se llevaron a cabo redadas y numerosos arrestos, seguidos del incendio y la voladura sistemáticos —efectuados con las precauciones convenientes— de una gran cantidad de casas ruinosas, carcomidas, supuestamente deshabitadas, que se alzaban a lo largo del abandonado barrio del muelle. Las personas poco curiosas no prestarían atención a este suceso, y lo consideraron sin duda como un episodio más de la larga lucha contra el licor.

En cambio, a los más perspicaces les sorprendió el extraordinario número de detenciones, el desacostumbrado despliegue de fuerza pública que se empleó para llevarlas a cabo, y el silencio que impusieron las autoridades en torno a los detenidos. No hubo juicio, ni se llegó a saber tampoco de qué se les acusaba; ni siquiera fue visto posteriormente ninguno de los detenidos en las cárceles ordinarias del país. Se hicieron declaraciones imprecisas acerca de enfermedades y campos de concentración, y más tarde se habló de evasiones en varias prisiones navales y militares, pero nada positivo se reveló. La misma ciudad de Innsmouth se había quedado casi despoblada. Sólo ahora empiezan a manifestarse en ella algunas señales de lento renacer.


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86 págs. / 2 horas, 32 minutos / 680 visitas.

Publicado el 18 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Lady Barberina

Henry James


Novela corta


1

Es bien sabido que existen pocas vistas en el mundo más grandiosas que las avenidas principales de Hyde Park en una bonita tarde de junio. En eso se encontraban completamente de acuerdo dos personas que, un hermoso día de comienzos de ese mes, hace ahora cuatro años, se habían situado bajo los grandes árboles en un par de sillas de hierro (esas grandes con brazos por las que, si no me equivoco, hay que pagar dos peniques) y permanecían allí sentados, dejando a su espalda la lenta procesión del Drive y volviendo el rostro hacia el Row, que estaba mucho más animado. Estaban perdidos entre la multitud de observadores, y pertenecían, al menos aparentemente, a esa clase de personas que, donde quiera que se hallen, tienden a encontrarse más entre los observadores que entre los observados. Eran tranquilos, sencillos, de edad avanzada y de aspecto neutro; resultaban agradables a todo aquel al que no le pasaran completamente desapercibidos. Y sin embargo, de entre toda aquella brillante concurrencia, es en ellos, por oscuros que parezcan, en quienes vamos a fijar nuestra atención. Le ruego al lector que tenga un poco de confianza; no que realice excesivas concesiones. En el rostro de nuestros amigos había algo que indicaba que estaban envejeciendo juntos, y que gustaban de su mutua compañía lo bastante para no poner objeciones. El lector habrá adivinado que eran marido y mujer; y puede que también, al mismo tiempo, haya adivinado que pertenecían a esa nacionalidad que tanto abunda en Hyde Park en el apogeo de la temporada. Eran extraños familiares, por decirlo de alguna manera; y personas que resultaran tan enteradas y al mismo tiempo tan alejadas, solo podían ser americanas. Naturalmente, esta reflexión uno solo podía hacerla al cabo de un rato, pues hay que admitir que ostentaban escasos signos patrióticos.


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115 págs. / 3 horas, 22 minutos / 76 visitas.

Publicado el 6 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Las Bodas de Yolanda

Hermann Sudermann


Novela corta


I

Estar de pie ahí, ante la tumba abierta todavía de un viejo camarada, es horrible, señores, les aseguro... simplemente horrible. Los pies se hunden en la tierra recién removida, uno se retuerce el bigote con expresión idiota y al mismo tiempo, querría aullar de pena.

Todo, pues, había concluido... nada había que hacer ya... Su muerte nos arrebata un verdadero genio en el arte de inventar grogs, ponches y cherry gobblers, fríos o calientes. Cuando uno se paseaba con él por el campo, les aseguro, señores, con sólo ver su manera de sorber el aire, se podía estar seguro de que acababa de tener una inspiración. Al sentir el aroma de una maleza cualquiera, había adivinado en qué clase de vino habría que ponerla en infusión para conseguir una bebida excelente, extra fina...

¡Y qué entretenido era! Nos veíamos todas las noches, desde hacía años, fuera que él viniera a mi casa en Ilgenstein, o que yo me trasladase a caballo a Döbeln; y nunca me había parecido largo el tiempo que con él pasaba.

Tenía una manía, sin embargo, una idea fija: el casamiento... Para mí, se entiende; porque él...

—¡Gran Dios!—decía;—no espero sino que esta bendita agua se me meta en el corazón, y entonces... reviento.

Y eso había sucedido precisamente... el hombre había reventado... Ahí estaba, tendido a mis pies, en el gran cajón blasonado; me parecía que tenía que golpear la tapa y llamarlo: «¡He, Pütz! basta de farsas! ¡sal de ahí, que tenemos que hacer nuestro piqué!»

No se rían señores... el hábito es la más exigente de las pasiones, y ustedes no saben a cuántos hace morir todos los años la pérdida de sus costumbres: «no hay poema, no hay canción que las celebre», diré, como mi amigo Uhland.


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51 págs. / 1 hora, 29 minutos / 53 visitas.

Publicado el 14 de agosto de 2017 por Edu Robsy.

Las Hermanas Bunner

Edith Wharton


Novela corta


Primera parte

I

En los días en que el tráfico de Nueva York avanzaba al ritmo de los languidecientes coches de caballos, en que la buena sociedad aplaudía a Christine Nilsson en la Academia de Música y disfrutaba de los atardeceres de la Escuela del Río Hudson que colgaban en las paredes de la Academia Nacional de Diseño, había una discreta tienda de un solo escaparate conocida estrecha y favorablemente por la población femenina del vecindario que limitaba con la plaza Stuyvesant.

Se trataba de una tienda muy pequeña en un destartalado semisótano de una calle tranquila ya condenada a la decadencia; a tenor del carácter misceláneo de lo expuesto detrás del cristal y de la parquedad del cartel que lo coronaba (un mero «Hermanas Bunner» en borrosas letras de oro sobre un fondo negro), para un no iniciado habría sido difícil adivinar la naturaleza exacta del negocio que se desarrollaba en el interior. Aunque eso carecía prácticamente de importancia, puesto que su fama era tan puramente local que las clientas de cuya existencia dependía conocían de forma casi congénita y exacta cuál era el surtido de «artículos» de los que disponía el establecimiento de las hermanas Bunner.


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102 págs. / 3 horas / 233 visitas.

Publicado el 29 de agosto de 2018 por Edu Robsy.

Los Buitres de Wahpeton

Robert E. Howard


Novela corta


I. Disparos en la oscuridad

Las desnudas paredes de madera del saloon Golden Eagle, vibraban aún con los ecos metálicos de las armas que habían hendido la repentina oscuridad con rojas llamaradas. Mas solo un nervioso pateo de pies calzados con botas de piel sonaba en el silencio tenso que siguió a las detonaciones. De súbito, en un rincón de la estancia, un fósforo fue rascado sobre el cuero y un parpadeo amarillo brotó, poniendo blanco sobre negro una mano temblorosa y un pálido rostro. Un instante después, una lámpara de aceite con la chimenea rota iluminó el local, añadiendo tensos rostros barbudos al contrastado relieve. La gran lámpara que colgaba del techo era una destrozada ruina; el queroseno goteaba sobre el suelo, formando un charco de grasa junto a una mancha aún más sombría y espeluznante.

Dos figuras ocupaban el centro de la sala bajo la lámpara rota. Una yacía boca abajo, con los brazos inmóviles extendiendo unas manos vacías. La otra pugnaba por incorporarse, parpadeando y boqueando estúpidamente como un hombre con la mente nublada por el alcohol. Su brazo derecho colgaba flácidamente al costado; una pistola de cañón largo temblaba entre sus dedos.


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101 págs. / 2 horas, 58 minutos / 34 visitas.

Publicado el 10 de julio de 2018 por Edu Robsy.

Los Exhombres

Máximo Gorki


Novela corta


I

La calle del Arrabal consta de dos hileras de casuchas de un solo piso, muy pegadas las unas a las otras, decrépitas, con las paredes vencidas y las ventanas desvencijadas. Los tejados hundidos de las viviendas maltratadas por el paso del tiempo, remendados con tablones de tilo, están cubiertos de musgo; sobre ellos se alzan en algunos sitios unas altas pértigas con jaulas para los estorninos. Les da sombra el verdor polvoriento del saúco y de los sauces encorvados: triste flora de las afueras de las ciudades, habitadas por los más miserables.

Los gastados cristales, verdosos y turbios, de las ventanas de las casas intercambian sus miradas de cobardes rateros. Por mitad de la calle desciende un reguero zigzagueante, que va sorteando los profundos baches cavados por las lluvias. Aquí y allá se ven montones de cascajo y toda clase de residuos, cubiertos de hierbajos: igual pueden ser los restos que los comienzos de una de esas construcciones que acometen sin éxito los vecinos en su lucha contra los torrentes que bajan impetuosos de la ciudad cada vez que llueve. Arriba, en lo alto de la colina, las mansiones de piedra se ocultan entre la vegetación exuberante de los frondosos jardines, los campanarios de las iglesias se elevan orgullosos hacia el azul, sus cruces doradas relumbran al sol.

Cuando llueve, la ciudad vierte en el Arrabal todas sus inmundicias; en tiempos de sequía, lo inunda de polvo. Y todas estas casuchas deformes también parecen desterradas de allí, de los barrios altos, barridas por un poderoso brazo como si no fueran más que basura.

Aplastadas contra el suelo, medio podridas, enfermizas, pintadas por el sol, el polvo y la lluvia de ese color gris desvaído que adquiere la madera envejecida, han ido cubriendo la ladera.


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79 págs. / 2 horas, 18 minutos / 154 visitas.

Publicado el 10 de abril de 2018 por Edu Robsy.

Los Matrimonios

Henry James


Novela corta


Capítulo 1

—¿Por qué no se quedan un ratito más? —Preguntó la anfitriona mientras sujetaba la mano de la muchacha y sonreía.

—Es absurdo marcharse tan pronto.—Mrs Churchley inclinó la cabeza hacia un lado con apariencia refinada; blandía sobre su cara, de un modo vagamente protector, un enorme abanico de plumas rojas. Para Adela Chart, todo en la constitución de su anfitriona era enorme. Tenía los ojos grandes, los dientes grandes, los hombros grandes, las manos grandes, los anillos y pulseras grandes, las joyas grandes de todo tipo y en gran cantidad. La cola de su vestido carmesí era más larga que cualquier otra; su casa era enorme; su salón, especialmente ahora que los invitados se habían marchado, parecía inmenso, y ofrecía a los ojos de la chica una colección de los más grandes sofás, sillas, cuadros, espejos y relojes que jamás hubiese visto. ¿Sería igualmente enorme la fortuna de Mrs Churchley, para justificar tanta inmensidad? Al respecto nada sabía Adela, pero decidió, mientras devolvía dulcemente la sonrisa a la anfitriona, que debía averiguarlo. Mrs Churchley tenía al menos un gran carruaje tirado por los más altos caballos, y en el Rotten Row se dejaba ver encaramada a lomos de un vigoroso cazador. Ella misma era alta y abundante, aunque no exactamente gorda; tenía los huesos grandes, las pantorrillas largas y la voz estridente y apremiante como la campana de un barco de vapor. Mientras hablaba con Adela, parecía esconderse con cierta timidez del Coronel Chart tras el amplio abanico de avestruz. Pero el Coronel Chart no era un hombre al que se pudiera ignorar o evitar.

—Claro, la gente debe pasar a otros asuntos —dijo el Coronel.— Supongo que hay muchas cosas por ahí esta noche.

—¿Y dónde va usted? —preguntó Mrs Churchley, dejando caer el abanico y posando su brillante y dura mirada sobre el Coronel.


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87 págs. / 2 horas, 33 minutos / 57 visitas.

Publicado el 6 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

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