Textos más antiguos etiquetados como Novela corta no disponibles | pág. 5

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El Banco de la Desolación

Henry James


Novela corta


I

En su opinión, a lo largo de su última y desagradable charla, ella le había transmitido prácticamente la insinuación, la espantosa, brutal y vulgar amenaza, aunque, a pesar del valor y la confianza que le quedaban —confianza en lo que alegremente él hubiera llamado con un poco más de agresividad la fuerza de su posición—, había juzgado mejor no tomarlo en cuenta. Pero ahora no se trataba de no entender o de fingir que no entendía; las amenazadoras y repulsivas palabras que despiadadamente salían de sus labios, eran como dedos de una mano que ella se metiera en el bolsillo con el fin de extraer el monstruoso objeto que mejor sirviera para —¿cómo podría definirlo?— una declaración de guerra.

—Si dentro de tres días no he recibido una respuesta distinta por su parte, pondré el asunto en manos de mi abogado, a quien, por si le interesa saberlo, ya he visto. Presentaré una denuncia por «incumplimiento de promesa matrimonial» contra usted, Herbert Dodd, tan cierto como que me llamo Kate Cookham.


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65 págs. / 1 hora, 54 minutos / 100 visitas.

Publicado el 2 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

El Alumno

Henry James


Novela corta


I

El pobre joven dudaba y no acababa de decidirse: le suponía un gran esfuerzo abordar el tema económico, hablar de dinero con una persona que sólo hablaba de sentimientos y, por así decirlo, de sentimientos elevados. Sin embargo, no quería despedirse, considerando cerrado su compromiso, sin que se echara una mirada más convencional en esa dirección, pues apenas permitía posibilidad alguna el modo en que planteaba el asunto la afable y corpulenta dama que se hallaba sentada ante él, manoseando unos estropeados guantes de ante con su enjoyada mano regordeta, estrujándolos y deslizándolos al mismo tiempo, y repitiendo una y otra vez toda clase de asuntos, excepto aquello que a él le hubiera gustado escuchar. Le hubiera gustado oír la cifra de su salario; pero justo en el mismo momento en que el joven, con nerviosismo, se disponía a hacer sonar esa nota, regresó el niño —a quien la señora Moreen había enviado fuera de la habitación a buscar su abanico. Volvió sin el abanico, limitándose a decir que no lo encontraba. Mientras soltaba esa cínica confesión, clavó con firmeza la mirada en el candidato a obtener el honor de ocuparse de su educación. Este pensó, con cierta preocupación, que lo primero que tendría que enseñarle a su pupilo sería cómo debía dirigirse a su madre —especialmente que no debía darle una respuesta tan inapropiada como aquélla.

Cuando la señora Moreen utilizó aquel pretexto para deshacerse de la compañía del niño, Pemberton supuso que lo hacía precisamente para abordar el delicado asunto de su remuneración. Pero lo había hecho tan sólo para comentar algunas cosas que a un niño de once años no le convenía escuchar. Elogió a su hijo exageradamente, exceptuando un momento en que bajó la voz hasta convertirla en un susurro, dándose al mismo tiempo golpecitos en la parte izquierda de su tórax:


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61 págs. / 1 hora, 47 minutos / 128 visitas.

Publicado el 5 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

¡Pobre Richard!

Henry James


Novela corta


1

El jardín de Miss Whittaker cubría un par de acres, por detrás y a ambos lados de la casa. Estaba rodeado a lo lejos por una gran pradera, a su vez limitada por un antiguo camino de sirga inutilizado, que bordeaba en esa zona las aguas poco profundas y tranquilas de un río; sus riberas bajas y planas no se veían adornadas por ninguna roca ni árbol, y un camino de sirga no es precisamente un lugar propicio para dar románticos paseos. Sin embargo, por allí paseaba sin sombrero, una tarde de primavera, la dueña de los acres mencionados —y de muchos más todavía—, enfrascada en una conversación sentimental con un apuesto y apasionado joven.

Ella hubiese pasado fácilmente por poco atractiva de no ser por la frecuencia de su magnífica sonrisa, que le otorgaba encanto a sus facciones algo vulgares y, en otra medida, sin la elegancia de su vestido, que denotaba el final de un duelo, y que tenía la exuberancia voluminosa propia de las mujeres ricas y robustas.

La hermosura de su compañero era notabilísima, cierto es, a pesar de algunos defectos, y descollaba aún más por su traje raído, que llevaba con tan poco garbo como el mal corte que tenía. Sus maneras, al hablar y al caminar, eran las de un ser nervioso y testarudo, al borde de la desesperación; ella parecía estar más que aburrida, pero determinada a tener paciencia. Al final, se hizo un breve silencio entre ambos.

Miss Whittaker caminaba tranquilamente, mirando la luna que ascendía lentamente, mientras el joven clavaba la mirada en el camino y hacía balancear su bastón. Por fin, lo plantó con un golpe seco en el suelo.

—¡Oh, Gertrude! —exclamó—. Siento desprecio por mí mismo.

—Es horrible eso que dices —contestó ella.

—Es que te adoro, Gertrude.

—Todavía más horrible —dijo Gertrude, sin dejar de contemplar la luna.


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77 págs. / 2 horas, 15 minutos / 66 visitas.

Publicado el 5 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Lady Barberina

Henry James


Novela corta


1

Es bien sabido que existen pocas vistas en el mundo más grandiosas que las avenidas principales de Hyde Park en una bonita tarde de junio. En eso se encontraban completamente de acuerdo dos personas que, un hermoso día de comienzos de ese mes, hace ahora cuatro años, se habían situado bajo los grandes árboles en un par de sillas de hierro (esas grandes con brazos por las que, si no me equivoco, hay que pagar dos peniques) y permanecían allí sentados, dejando a su espalda la lenta procesión del Drive y volviendo el rostro hacia el Row, que estaba mucho más animado. Estaban perdidos entre la multitud de observadores, y pertenecían, al menos aparentemente, a esa clase de personas que, donde quiera que se hallen, tienden a encontrarse más entre los observadores que entre los observados. Eran tranquilos, sencillos, de edad avanzada y de aspecto neutro; resultaban agradables a todo aquel al que no le pasaran completamente desapercibidos. Y sin embargo, de entre toda aquella brillante concurrencia, es en ellos, por oscuros que parezcan, en quienes vamos a fijar nuestra atención. Le ruego al lector que tenga un poco de confianza; no que realice excesivas concesiones. En el rostro de nuestros amigos había algo que indicaba que estaban envejeciendo juntos, y que gustaban de su mutua compañía lo bastante para no poner objeciones. El lector habrá adivinado que eran marido y mujer; y puede que también, al mismo tiempo, haya adivinado que pertenecían a esa nacionalidad que tanto abunda en Hyde Park en el apogeo de la temporada. Eran extraños familiares, por decirlo de alguna manera; y personas que resultaran tan enteradas y al mismo tiempo tan alejadas, solo podían ser americanas. Naturalmente, esta reflexión uno solo podía hacerla al cabo de un rato, pues hay que admitir que ostentaban escasos signos patrióticos.


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115 págs. / 3 horas, 22 minutos / 76 visitas.

Publicado el 6 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Los Matrimonios

Henry James


Novela corta


Capítulo 1

—¿Por qué no se quedan un ratito más? —Preguntó la anfitriona mientras sujetaba la mano de la muchacha y sonreía.

—Es absurdo marcharse tan pronto.—Mrs Churchley inclinó la cabeza hacia un lado con apariencia refinada; blandía sobre su cara, de un modo vagamente protector, un enorme abanico de plumas rojas. Para Adela Chart, todo en la constitución de su anfitriona era enorme. Tenía los ojos grandes, los dientes grandes, los hombros grandes, las manos grandes, los anillos y pulseras grandes, las joyas grandes de todo tipo y en gran cantidad. La cola de su vestido carmesí era más larga que cualquier otra; su casa era enorme; su salón, especialmente ahora que los invitados se habían marchado, parecía inmenso, y ofrecía a los ojos de la chica una colección de los más grandes sofás, sillas, cuadros, espejos y relojes que jamás hubiese visto. ¿Sería igualmente enorme la fortuna de Mrs Churchley, para justificar tanta inmensidad? Al respecto nada sabía Adela, pero decidió, mientras devolvía dulcemente la sonrisa a la anfitriona, que debía averiguarlo. Mrs Churchley tenía al menos un gran carruaje tirado por los más altos caballos, y en el Rotten Row se dejaba ver encaramada a lomos de un vigoroso cazador. Ella misma era alta y abundante, aunque no exactamente gorda; tenía los huesos grandes, las pantorrillas largas y la voz estridente y apremiante como la campana de un barco de vapor. Mientras hablaba con Adela, parecía esconderse con cierta timidez del Coronel Chart tras el amplio abanico de avestruz. Pero el Coronel Chart no era un hombre al que se pudiera ignorar o evitar.

—Claro, la gente debe pasar a otros asuntos —dijo el Coronel.— Supongo que hay muchas cosas por ahí esta noche.

—¿Y dónde va usted? —preguntó Mrs Churchley, dejando caer el abanico y posando su brillante y dura mirada sobre el Coronel.


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87 págs. / 2 horas, 33 minutos / 57 visitas.

Publicado el 6 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Alberto Savarus

Honoré de Balzac


Novela corta


A la señora Emilia de Girardin

Uno de los salones en los que se dejaba ver el arzobispo de Besanzón y el que gozaba de sus preferencias, en tiempos de la Restauración, era el de la señora baronesa de Watteville. Diremos unas palabras acerca de esta señora, el personaje femenino tal vez más importante de Besanzón.

El señor de Watteville, sobrino del famoso Watteville, el feliz y el más ilustre de los asesinos y renegados cuyas extraordinarias aventuras son demasiado conocidas para que aquí las relatemos, era tranquilo como turbulento había sido su tío. Después de haber vivido en el Franco Condado como una cucaracha en una grieta, casó con la heredera de la célebre familia de Rupt. La señorita de Rupt unió 20000 francos de renta en tierras a los 10000 francos de renta en bienes raíces del barón de Watteville. El escudo de armas del gentilhombre suizo, porque los Watteville son de Suiza, desapareció bajo el viejo escudo de los Rupt. Este casamiento, decidido desde el año 1802, efectuóse en 1815, después de la segunda Restauración. Transcurridos tres años del nacimiento de una hija, todos los abuelos de la señora de Watteville habían muerto y sus herencias liquidadas. Vendieron entonces la casa del señor de Watteville para establecerse en la calle de la Prefectura, en el hermoso hotel de Rupt, cuyo vasto jardín se extiende hacia la calle del Perron. La señora de Watteville, joven devota, fue más devota después de su boda. Es una de las reinas de la santa cofradía que confiere a la alta sociedad de Besanzón un aire sombrío y unas maneras gazmoñas en consonancia con el carácter de esta ciudad.


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131 págs. / 3 horas, 49 minutos / 144 visitas.

Publicado el 13 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

La Muchacha de los Ojos de Oro

Honoré de Balzac


Novela corta


A Eugène Delacroix, pintor

I. Fisonomías parisinas

Uno de los espectáculos que más espanto puede causar es, sin duda alguna, el aspecto general del vecindario parisino, gente feísima de ver y de color quebrada, gente amarilla y curtida. ¿No es acaso París un campo amplísimo que trastorna continuamente una tempestad de intereses bajo la que gira el torbellino de una cosecha de hombres que la muerte siega con mayor frecuencia que en otros lugares y vuelven a nacer en idéntica estrechez, hombres cuyos rostros enrevesados y tortuosos rezuman por todos los poros el alma, los deseos, los venenos que preñan sus cerebros, no ya rostros, sino máscaras, máscaras de flaqueza, máscaras de fuerza, máscaras de miseria, máscaras de alegría, máscaras de hipocresía, todas ellas exhaustas, todas ellas impregnadas de las marcas indelebles de una anhelante avidez? ¿Qué ansían? ¿Oro o placer?


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89 págs. / 2 horas, 36 minutos / 231 visitas.

Publicado el 15 de mayo de 2017 por Edu Robsy.

Carmilla

Joseph Sheridan Le Fanu


Novela corta


Prólogo

En un papel adjunto al relato que sigue, el doctor Hesselius ha escrito una nota bastante elaborada que acompaña con una referencia a su ensayo acerca del extraño tema sobre el que el manuscrito arroja luz.

Este misterioso tema lo trata, en ese ensayo, con su habitual erudición y agudeza, y de un modo notablemente directo y condensado. Constituirá un volumen en la publicación de los escritos completos de este hombre extraordinario.

Dado que en este volumen publico el caso tan sólo para interesar a los «legos», no voy a anticiparme en nada a la inteligente dama que lo relata; y, tras debida reflexión, me he decidido, consecuentemente, a abstenerme de presentar ningún précis del razonamiento del sabio doctor, o extracto alguno de su exposición sobre un tema que, según él describe, «no es improbable que tenga que ver con algunos de los más profundos secretos de nuestra existencia dual y sus intervenciones».

Me sentí ansioso, al descubrir ese papel, por volver a abrir la correspondencia iniciada por el doctor Hesselius, muchos años antes, con una persona tan inteligente y escrupulosa como parece haber sido su informante. Con gran sentimiento mío, sin embargo, averigüé que la dama había muerto en el intervalo.

Es probable que ella no hubiera podido añadir gran cosa al relato que da a conocer en las páginas siguientes de un modo, hasta donde puedo juzgar, tan concienzudamente circunstanciado.


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89 págs. / 2 horas, 35 minutos / 309 visitas.

Publicado el 3 de junio de 2017 por Edu Robsy.

El Molino Silencioso

Hermann Sudermann


Novela corta


I

¿Desde cuándo lleva su nombre el «Molino silencioso»? No lo sé. Desde que lo conozco es un viejo edificio medio derruido, resto lastimoso de una época ya desaparecida.

Descascarados y sin techo, sus muros, que los años desmoronan, se alzan hacia el cielo dejando paso libre a todos los vientos. Dos grandes muelas redondas, que sin duda trabajaron valientemente en otro tiempo, han roto el armazón carcomido que las sostenía, y, arrastradas por su propio peso, se han hundido profundamente en el suelo.

La rueda grande permanece suspendida de través entre los dos soportes podridos. Las paletas han desaparecido; sólo los rayos se alzan todavía en el aire, como brazos que se tienden hacia el cielo para implorar el golpe de gracia.

El musgo y las algas lo han cubierto todo con un manto de verdor a través del cual el berro muestra sus hojas redondas, de palidez enfermiza. Un canal medio arruinado vierte dulcemente el agua, que cae gota a gota con un ruido cuya monotonía adormece, sobre los rayos de la rueda, que salta hecha polvo y que llena el aire de vapor húmedo.

Oculto bajo una capa de leños grises, el arroyo esparce un olor de agua corrompida. Todo lleno de algas y de hierbas, ha sido invadido por los pinos acuáticos y los juncos; en el medio solamente resalta un hilo de agua cenagosa y negra, en el que se columpia perezosamente la lenteja acuática, con sus hojas delicadas de color verde claro.

En otro tiempo, el arroyo del molino corría alegremente, la espuma brillaba blanca como la nieve a lo largo del dique, las ruedas enviaban hasta la aldea el ruido alegre de su tictac; y, en el patio, los carros iban y venían en largas filas, mientras resonaba a lo lejos la voz potente del viejo molinero.


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96 págs. / 2 horas, 49 minutos / 76 visitas.

Publicado el 14 de agosto de 2017 por Edu Robsy.

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