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El Corazón Secuestrado

Gastón Leroux


Novela corta


I. Mis esponsales con Cordelia

Nuestros padres nos habían desposado desde nuestra más tierna edad. Cuando yo tenía doce años y ella ocho se decía ya en torno nuestro que formábamos una pareja encantadora, y nuestras madres nos admiraban. Hubiésemos querido casarnos en seguida, tanto nos queríamos. Eramos primos hermanos, y nuestras familias se reunían durante las vacaciones. Por aquel tiempo, Cordelia me había entregado ya su corazón, su corazoncito de ocho años.

Yo era un muchacho alto para mi edad, de un rubio casi rojo, muy fuerte, rabiando por los deportes y perezoso en los estudios. La vida al aire libre era la única que codiciaba. Había aficionado a ella a Cordelia, que tenía más bien predilección por la lectura y las bellas artes. Su madre era italiana. Mi tío se había enamorado duran te un viaje de negocios que había tenido que hacer a Turín. A los ocho años, Cordelia era ya una buena ejecutante en música, pero nos asombraba, sobre todo, por su facilidad en dibujar o pintar lo que presionaba o interesaba. A mí me parecía milagroso todo lo que salía de manos do Cordelia.

No podía menos de quererla más y más, y no le regateaba mi admiración. Fui yo quien le enseñó a montar a caballo. Era intrépida. A veces me daba miedo, pero yo no bacía más que seguirla: hacía de mí todo lo que quería. Jamás he sido soñador; pero me decía de pronto: “¡Soñemos!”…, y yo, junto a ella, hacía de soñador, es decir, me callaba. Después me miraba con aire burlón, y rompiendo a reír me decía: “¡Abrázame!” Y al ir a abrazarla se escapaba corriendo.


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87 págs. / 2 horas, 33 minutos / 126 visitas.

Publicado el 27 de enero de 2019 por Edu Robsy.

Blanca de Beaulieu

Alejandro Dumas


Novela corta


Capítulo I

El que, al anochecer del 15 de diciembre de 1793, hubiese salido de la ciudad de Clisson para ir al pueblo de Saint-Crépin y se hubiese detenido en la cresta de la montaña a cuyo pie corre el río Moine, hubiera visto, al otro lado del valle, un extraño espectáculo.

En primer término, hubiera advertido, en el lugar en que sus ojos hubiesen buscado el pueblo perdido entre los árboles y en medio de un horizonte obscurecido ya por el crepúsculo, tres o cuatro columnas de humo que, separadas por la base, se juntaban ensanchándose, se agrupaban un instante formando una oscura cúpula, y cediendo blandamente al húmedo viento del oeste, rodaban en aquella dirección, confundidas con las nubes de un cielo bajo y brumoso. Hubiera visto aquella base enrojecer lentamente, después cesar el humo, y techos de casas y agudas lenguas de fuego reemplazar a aquéllas con sordo temblor, ya retorciéndose en forma de espirales, ya encorvándose y elevándose como el palo mayor de un navío. Le hubiera parecido que muy pronto todas las ventanas se abrían para vomitar fuego. De vez en cuando, y si algún tejado se hundía, hubiera oído un ruido sordo, hubiera distinguido una llama más viva, mezclada con millares de chispas, y, al sangriento resplandor del incendio que crecía, armas relucientes y un círculo de soldados que se oían a lo lejos. Hubiera oído gritos y risas, y hubiera dicho con terror: «Dios me perdone: es un ejército que se calienta al amor de una ciudad que arde».

Efectivamente, una brigada republicana de mil doscientos o mil quinientos hombres había encontrado abandonado el pueblo de Saint-Crépin y le había pegado fuego.

Esto no era una crueldad; era una táctica guerrera, un plan de campaña como otro cualquiera, plan que la experiencia demostró que era el único bueno.


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48 págs. / 1 hora, 24 minutos / 203 visitas.

Publicado el 11 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

La Paloma

Alejandro Dumas


Novela corta, novela epistolar


Carta primera

5 de mayo de 1637.

Bella paloma de plumaje nacarado, cuello de tornasol y patitas rojas; ya que tu prisión te parece tan cruda que quieres suicidarte dándote en los hierros de tu jaula, te vuelvo la libertad. Pero como sin duda tú no quieres dejarme, sino para buscar una persona a quien aprecies más que a mí, he tenido tentaciones de vengarme de tu ingratitud. Declaro, pues, que he tratado de hacerte pagar con una cautividad eterna el favor que te hice, porque el corazón humano es tan egoísta que no hace nunca nada sin exigir una recompensa, que a veces excede con mucho al beneficio hecho. Vete, pues, gentil mensajera, vete a presentar mis respetos al que o a la que te llama, a pesar de la distancia, y a quien buscas atravesando con los ojos el espacio. Este billete que ato a tu ala es la salvaguarda de tu fidelidad. Adiós, pues, la ventana está abierta y el aire te espera… adiós.

Carta segunda

6 de mayo de 1637.


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80 págs. / 2 horas, 20 minutos / 135 visitas.

Publicado el 12 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

La Casa Hechizada

Charles Dickens


Novela corta


Los mortales de la casa

La casa que es el tema de esta obra de Navidad no la conocí bajo ninguna de las circunstancias fantasmales acreditadas ni rodeada por ninguno de los entornos fantasmagóricos convencionales. La vi a la luz del día, con el sol encima. No había viento, lluvia ni rayos, no había truenos ni circunstancia alguna, horrible o indeseable, que potenciaran su efecto. Más todavía: había llegado hasta ella directamente desde una estación de ferrocarril; no estaba a más de dos kilómetros de distancia de la estación, y en cuanto estuve fuera de la casa, mirando hacia atrás el camino que había recorrido, pude ver perfectamente los trenes que recorrían tranquilamente el terraplén del valle. No diré que todo era absolutamente común porque dudo que exista tal cosa, salvo personas absolutamente comunes, y ahí entra mi vanidad; pero asumo afirmar que cualquiera podría haber visto la casa tal como yo la vi en una hermosa mañana otoñal.

La forma en que yo la vi fue la siguiente.

Viajaba hacia Londres desde el norte con la intención de detenerme en el camino para ver la casa.


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36 págs. / 1 hora, 4 minutos / 133 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Historia del Viajante de Comercio

Charles Dickens


Novela corta


Una tarde invernal, hacia las cinco, cuando empezaba a oscurecer, pudo verse a un hombre en su calesín que azuzaba a su fatigado caballo por el camino que cruza Marlborough Downs en dirección Bristol. Digo que pudo vérsele, y sin duda habría sido así si hubiera pasado por ese camino cualquier que no fuera ciego; pero el tiempo era tan malo, y la noche tan fría y húmeda, que nada había fuera salve el agua, por lo que el viajero trotaba en mitad del camino solitario, y bastante melancólico. Si ese día cualquier viajante hubiera podido ver ese pequeño vehículo, a pesar de todo un calesín, con el cuerpo de color de arcilla y las ruedas rojas, y la yegua hay y zorruna de paso rápido, enojadiza, semejante a un cruce entre caballo de carnicero y caballo de posta de correo de los de dos peniques, habría sabido inmediatamente que aquel viajero no podía ser otra que Tom Smart, de la importante empresa de Bilsoi y Slum, Cateaton Street, City. Sin embargo, como no había ningún viajante mirando, nadie supo nada sobre el asunto; y por ello, Tom Smart y su calesa de color arcilla y ruedas rojas, y la yegua zorruna de paso rápido, avanzaron juntos guardando el secreto entre ellos: y nadie lo sabría nunca.

Incluso en este triste mundo hay lugares muchísimo más agradables que Marlborough Downs cuando sopla fuerte el viento, y si el lector se deja caer por allí una triste tarde invernal, por una carretera resbaladiza y embarrada, cuando llueve a cántaros, y a modo de experimento prueba el efecto en su propia persona, sabrá hasta qué punto es cierta esta observación.


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17 págs. / 30 minutos / 138 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Historia del Tío del Viajante

Charles Dickens


Novela corta


Mi tío, caballeros, dijo el viajante, era uno de los tipos más alegres, agradables y listos que haya existido nunca. Me gustaría que lo hubieran conocido, caballeros. Aunque pensándolo bien, no desearía que lo hubieran conocido, pues en ese caso todos estarían ya, siguiendo el curso ordinario de la naturaleza, si no muertos, en todo caso tan cerca de la desaparición como para haberse quedado en casa abandonando la compañía, lo que me habría privado del inestimable placer de dirigirme a ustedes en este momento. Caballeros, desearía que sus padres y madres hubieran conocido a mi tío. Se habrían encariñado notablemente con él, especialmente su: respetables madres; sé que habría sido así. Si entre las numerosas virtudes que adornaban su carácter tuviéramos que dar predominio a dos de ellas, diría, que eran su ponche mixto y sus canciones de sobremesa. Excúsenme si me extiendo en estos recuerdo: melancólicos sobre el fallecido, no se ve a un hombre como mi tío todos los días de la semana.

Siempre he considerado como algo importante del carácter de mi tío, caballeros, el hecho de que fuera compañero y amigo íntimo de Tom Smart, de la importante empresa de Bilson y Slum, Cateator

Street, City. Mi tío vendía para Tiggin y Welps, pero durante mucho tiempo estuvo muy cerca del mismo recorrido que Tom, y la primera noche que se conocieron mi tío se encaprichó por Tom y éste por mi tío. No había pasado media hora desde que se habían conocido cuando se habían apostado ya un sombrero nuevo a ver quién de los dos hacía el mejor litro de ponche y se lo bebía con mayor rapidez. Se consideró que mi tío ganó en la elaboración del ponche, pero que Tom Smart le venció al beberlo en la mitad de tiempo. Pidieron otro litro entre los dos para beber cada uno a la salud del otro, y desde ese momento se convirtieron en los amigos más fieles. En estas cosas hay un destino caballeros, y no podemos evitarlo.


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23 págs. / 41 minutos / 180 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Novia del Ahorcado

Charles Dickens


Novela corta


Era una auténtica casa antigua de muy curiosa descripción, en la que abundaban las viejas tallas las vigas, los tablones, y que tenía una excelente antigua caja de escalera con una galería o escales superior separada de la primera por una curiosa estacada de roble viejo o de caoba de Honduras. Es y seguirá siendo durante muchos años una casa de notable pintoresquismo; y en la profundidad d los viejos tablones de caoba habitaba un misterio grave, como si fueran lagunas profundas de agua o,, cura, como las que sin duda habían existido entre ellos cuando eran árboles, dando al conjunto un carácter muy misterioso a la caída de la noche.

Cuando nada más bajar del coche el señor Goodchild y señor Idle se presentaron por primera vez en la puerta y penetraron en el sombrío y hermoso salón, fueron recibidos por media docena de ancianos silenciosos vestidos de negro, todos exactamente igual, que se deslizaron escaleras arriba junto a los serviciales propietario y camarero, pero sin que pareciera que se estuvieran entrometiendo en su camino, o les importara si lo estaban haciendo no, y que se apartaron hacia la derecha y la izquierda de la vieja escalera cuando los huéspedes entraron en la sala de estar. Era un día claro y brillante, pero al cerrar la puerta el señor Goodchild dijo: —¿Quién demonios son esos ancianos?

Y poco después, cuando ambos salieron y entraron, no observaron que hubiera anciano alguno. Desde entonces los ancianos no volvieron a reaparecer, ni siquiera uno de ellos. Los dos amigos habían pasado una noche en la casa pero no habían vuelto a verlos. El señor Goodchild paseó por la casa, revisó los pasillos y miró en las puertas, pero no encontró ningún anciano; por lo visto, ningún miembro del establecimiento echaba en falta a anciano alguno ni lo esperaba.


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23 págs. / 40 minutos / 180 visitas.

Publicado el 22 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

La Princesa de Babilonia

Voltaire


Novela corta


I

El anciano Belus, rey de Babilonia, se creía el hombre más importante de la tierra, ya que todos sus cortesanos se lo decían y todos sus historiadores se lo probaban. Esta ridiculez podía disculpársele porque, efectivamente, sus antecesores habían construido más de treinta mil años atrás Babilonia y él la había embellecido. Se sabe que su palacio y su parque, situados a algunas parasangas de Babilonia, se extendían entre el Éufrates y el Tigris, que bañaban estas riberas encantadas. Su vasta mansión de tres mil pasos de frente se elevaba hasta las nubes. Su plataforma estaba rodeada por una balaustrada de mármol blanco, de cincuenta pies de altura, que sostenía las estatuas de todos los reyes y todos los hombres célebres del imperio. Esta plataforma, compuesta de dos hileras de ladrillos recubiertos por una espesa capa de plomo de una extremidad a la otra, soportaba doce pies de tierra y sobre esta tierra se habían sembrado bosques de olivos, de naranjos, de limoneros, de palmeras, de claveros, de cocoteros, de canelos, que formaban avenidas impenetrables para los rayos del sol.

Las aguas del Éufrates, elevadas por medio de bombas dentro de cien columnas huecas, llegaban a esos jardines para llenar vastos estanques de mármol y, cayendo luego a otros canales, iban a formar en el parque cascadas de seis mil pies de largo y cien mil surtidores cuya altura apenas podía percibirse, luego volvían al Éufrates, de donde habían partido. Los jardines de Semiramis, que asombraron al Asia varios siglos después, no eran más que una débil imitación de estas antiguas maravillas: porque, en el tiempo de Semiramis, todo comenzaba a degenerarse, tanto entre los hombres como entre las mujeres.


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78 págs. / 2 horas, 17 minutos / 147 visitas.

Publicado el 4 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Polikushka

León Tolstói


Novela corta


I

¡Como usted guste, señora! Pero son muy dignos de lástima los Dutlov. ¡Todos ellos son buena gente!... Y si no mandamos ahora a uno de los dvorovuy, inevitablemente deberá ir uno de ellos, decía el intendente. La verdad es que toda la aldea los señala. Por lo demás, si es voluntad de usted...

Y puso otra vez la mano derecha sobre la izquierda, colocándose ambas sobre el vientre; inclinó a un lado la cabeza, apretó sus delgadísimos labios hasta casi hacerlos chasquear, levantó los ojos y calló, con la intención evidente de permanecer así mucho tiempo, escuchando sin réplica todas las tonterías que no dejaría de decir la señora.

Este intendente era un antiguo siervo de la casa, que, afeitado y con largo casacón del corte especial adoptado por los intendentes, estaba de pie frente a su ama, rindiendo su informe, a la caída de una tarde de otoño. Según el parecer de la señora, el informe había de consistir en escuchar en las cuentas que le rindiera respecto a la marcha de la hacienda, para darle enseguida órdenes sobre asuntos futuros, mas, según el parecer del intendente, Egor Mikáilovich, consistía en la obligación de permanecer sobre sus torcidos pies, en un rincón de la estancia, con el rostro vuelto hacia el diván, escuchando toda la charla, alejada siempre del asunto, hasta lograr por medios diversos que la señora, impaciente, comenzara a murmurar: "Bien, bien...", consintiendo en todos los propósitos de Egor Mikáilovich.

Se trataba en esta ocasión del reclutamiento. La hacienda Pokróvskoie había de enviar tres reclutas.


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72 págs. / 2 horas, 7 minutos / 124 visitas.

Publicado el 6 de junio de 2016 por Edu Robsy.

Gaspar Ruíz

Joseph Conrad


Novela corta


I

Una guerra revolucionaria destaca muchos raros caracteres, los saca entre la oscuridad, lugar común de tantas vidas humildes en las zonas tranquilas de la sociedad.

Algunos seres llegan a la fama por sus vicios o sus virtudes, o simplemente por sus actos, que a veces logran una importancia transitoria para caer enseguida en el olvido.

Al fin de una lucha armada, sólo sobreviven los nombres de algunos caudillos, posteriormente consignados en la historia, de modo que cuando desaparecen del recuerdo activo de los nombres, viven silenciosamente en los libros.

El nombre del general Santierra alcanzó esa fría inmortalidad de papel impreso.

Fue un sudamericano de buena familia, y los libros de su época le citan entre los que libertaron aquel continente del dominio español. La larga contienda entablada por la independencia, en un lado, y por el dominio, en el otro, se desarrolló, en el transcurso de los años y entre las vicisitudes de la cambiante fortuna, con la fiereza y crueldad de una lucha por la vida. Todo sentimiento de fraternidad y compasión desapareció entre la inquina del odio político. Y como suele ocurrir en la guerra, el pueblo, quien menos había de ganar con el resultado, fue el que más sufrió en sus oscuras personas y en sus humildes bienes.

El general Santierra comenzó su servicio, como teniente en el ejército patriota organizado y mandado por el famoso San Martín, más tarde libertador de Chile y Perú.


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60 págs. / 1 hora, 46 minutos / 71 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2016 por Edu Robsy.

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