Textos más populares este mes etiquetados como Novela corta | pág. 13

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etiqueta: Novela corta


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Los Tres Sorianitos

José Ortega Munilla


Novela corta


1. El padre acababa de ausentarse

En cierta aldehuela de tierra soriana, que no figura en los mapas, y creo que se denomina Pareduelas—Albas, ocurrió en la tarde del día 11 de enero de 18… un suceso que no conmovió ciertamente a Europa, ni dio trabajo a los informadores de la prensa. Sin embargo, él fue tan interesante, que sirve de tema al presente relato.

Vivía allí la familia de Dióscoro Cerdera, compuesta del padre, cuyo nombre queda anotado, y de tres hijos, que se llamaban Próspero, Generoso y Basilio: el mayor de 14 años y el menor de 9.

Dióscoro era labrador de un pedacito de tierra, en el que se criaban la planta del lino, cebada y trigo. Poseía un par de docenas de ovejas y, en lo alto de los riscos, un centenar de pinos, que él cuidaba, como los padres, y ya los derribaba a golpe de hacha, para venderlos, ya replantaba del piñón o del resalvo, según las épocas del año y las ocasiones. Y del escaso fruto de haber tan ruin, vivían Dióscoro y su prole.

Hubieran sido todos dichosos, sino se proyectara en el hogar la sombra de la muerta, de Aquilina, la esposa de Dióscoro, la madre de Próspero, Generoso y Basilio. Cuando la buena mujer resolvió partir en el viaje eterno, dejó la casa en la tristura. El dolor común del padre y de los muchachos llevaba trazas de acabar con todos ellos, porque Aquilina había llenado de tal suerte sus obligaciones de esposa y de madre cristiana, que donde quiera hallaban los tristes huella imborrable.

Si removían los lienzos curados que Aquilina tejió con sus propios dedos, y que dejó en el arca de haya, al traer y llevar de las sábanas, resurgía la figura de la matrona.

Si Próspero iba a la algora en busca de alguna herramienta de trabajo, parecíale al mocito que su madre le acompañaba.


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73 págs. / 2 horas, 7 minutos / 131 visitas.

Publicado el 24 de junio de 2018 por Edu Robsy.

La Mujer del César

José María de Pereda


Novela corta


I

No se necesitaba ser un gran fisonomista para comprender, por la cara de un hombre que recorría a cortos pasos la calle de Carretas de Madrid, en una mañana de enero, que aquel hombre se aburría soberanamente; y bastaba reparar un instante en el corte atrasadillo de su vestido, chillón y desentonado, para conocer que el tal sujeto no solamente no era madrileño, pero ni siquiera provinciano de ciudad. Sin embargo, ni de su aire ni de su rostro podía deducirse que fuera un palurdo. Era alto, bien proporcionado y garboso, y se fijaba en personas y en objetos, no con el afán del aldeano que de todo se asombra, sino con la curiosidad del que encuentra lo que, en su concepto, es natural que se encuentre en el sitio que recorre, por más que le sea desconocido.

Praderas de terciopelo, bosques frondosos, arroyos y cascadas, rocas y flores, eran las galas de su país. Nada más natural que fuesen las grandes vidrieras y los caprichos de las artes suntuarias el especial ornamento de la capital de España, centro del lujo, de la galantería y de los grandes vicios de toda la nación.

Este personaje, que debía llevar ya largas horas vagando por las aceras que comenzaban a poblarse de gente, miraba con impaciencia su reloj de plata, bostezaba, requería los anchos extremos de la bufanda con que se abrigaba el cuello, y tan pronto retrocedía indeciso como avanzaba resuelto.


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Dominio público
81 págs. / 2 horas, 22 minutos / 181 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

La Mujer Fría

Carmen de Burgos


Novela corta


I

La entrada de Blanca en su palco del teatro de la Princesa, produjo la expectación que causaba siempre. La atención del público se apartó de la obra para mirarla a ella. De los palcos y las butacas se le dirigían todos los gemelos, y hasta las gentes que no la conocían, las que ocupaban las modestas localidades altas, seguían el movimiento general deslumbrados por aquella belleza.

Alta y esbelta, sus curvas, su silueta toda y su carne eran la de una estatua. Despojándose de su capa blanca como espuma de mar, su escote, su rostro y sus brazos tenían esa tonalidad blanco-azulina que, merced a la luz azul, toman las carnes de las bailarinas rusas cuando forman grupos estatuarios. Era un rostro y un cuerpo de estatua. No había en ella color, sino línea, y ésta tan perfecta, que bastaba para seducir. Sus cabellos, de un rubio de lino, casi ceniza, contribuían a esa expresión. Las cejas y las pestañas se hacían notar por la sombra más que por el color, y los labios, pálidos también, se acusaban por el corte puro y gracioso de la boca. Hasta los ojos, grandísimos, brillantes, de un verde límpido y fuerte, lucían como dos magníficas esmeraldas incrustadas en el mármol.

Un traje rojo-naranja, de una tonalidad entre marrón y amarillo, se ceñía a su cuerpo como una llama, y sin embargo, en la retina de todos quedaba la sensación de frío que producían su carne, sus cabellos, sus ojos, y las piedras frías de las esmeraldas que adornaban su garganta con un soberbio collar a «lo disen».

Un caballero la saludaba desde una platea, y ella devolvió el saludo con un ademán gracioso, algo de movimiento de gozne, y con una sutil sonrisa muy femenina que dejó brillar sus dientes alabastrinos con una línea de luz.

—Marcelo la conoce —dijo, volviéndose hacia sus compañeros, un señor de rostro fresco y cabeza calva—. La ha saludado desde el palco de su cuñada.


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Dominio público
37 págs. / 1 hora, 5 minutos / 653 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Vulgaridad y Nobleza

Fernán Caballero


Novela corta


Dedicatoria

El autor suplica al afamado y erudito Barón Wolf, tan admirado y respetado en su sabia patria como en todos los países cultos, y el que con tanta benevolencia ha juzgado y dado a conocer el primero en Alemania sus sencillos escritos, que le permita dedicarle este cuadro, en muestra de una gratitud que quisiera y no sabe demostrar de una manera más expresiva y digna

Fernán Caballero.

Prólogo

No son los extranjeros (que eso nada de extraño tendría), son los españoles, que nos hacen un cargo de pintar las cosas de nuestro país sólo por su lado favorable


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Dominio público
55 págs. / 1 hora, 36 minutos / 199 visitas.

Publicado el 2 de enero de 2019 por Edu Robsy.

La Bohemia Londinense

Antonio de Hoyos y Vinent


Novela corta


I. Los prolegómenos de una novela de Conan Doyle en el Colonial

Julio Galán Barón estirose los puños, tal vez para resaltar aquella pulsera oriental (pacotilla de Tánger u Orán), recuerdo de su escapatoria al norte de África cuando se sintió —hijo único, rico y mimado— en el caso de olvidar los disgustos (que, afortunadamente para él, no tenía), y dar, de paso, uno a mamá (¡tan buena y abnegada la pobre!) y a papá (que, pese al aire feroz, le adoraba), al fin y al cabo decididos a perdonarle todo con tal de tener al hijo, que era la gran razón de su vida, y aseguró muy serio:

—De la semana que viene no pasa. Embarco en los primeros días, y dentro de un mes me tenéis en el Senegal con mi rifle cazando tigres.

Silvestre Fonseca, mientras se calaba el monóculo, afirmó con entusiasta fervor:

—¡Cuenta conmigo! Ya sabes que esta vez me voy contigo sin falta. Aunque para ello tenga que cargar con el medallón de brillantes de tía Casiana.

Dos o tres de los héroes de la pandilla, en ratos de jolgorio, de buen humor o de pedantesca fanfarronería, se ponían monóculo (que vaya usted a saber de dónde habían sacado), para parodiar al fantasmón del conde, que no era mala persona pero que sabía presumir tomando aires de superioridad impertinente.

Como la envidia le traía a maltraer, Campos de Maldonado, el pseudoliterato fracasado, que, a falta de triunfos propios, había quedado para papeles de Chiuti desempeñados sin la gracia, ligereza, desenfado ni buena voluntad propios del personaje de Zorrilla, sino con una acritud concentrada y agresiva de carabina, ironizó agrio, sin comprensión ni simpatía por las fanfarronadas pueriles:

—Me parece a mí que lo que es tú... Como hagas otro viaje que no sea el que te pague tu padre a Santa Rita, lo más que irás será al Tercio, y para eso te faltan arrestos...


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Dominio público
36 págs. / 1 hora, 3 minutos / 231 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2019 por Edu Robsy.

El Papá de las Bellezas

Felipe Trigo


Novela corta


I

En cuanto despertó el duque, púsose á toser como un desesperado. Del tabaco. Se lo decían los médicos. Veneno lento. Le causaba tos, anginas, palpitaciones cardíacas y trastornos visuales. Lo cual desaparecía así que fumaba menos ó por tres ó cuatro días dejaba de fumar.

Sacó un cigarrillo de su pitillera de piel de cocodrilo, y lo encendió.

¡Al diablo la higiene y los doctores!

¡Hombre! ¡pues tendría que ver...! Estos parecían preocuparse únicamente de descubrirle aspectos perniciosos á cuanto hace la vida llevadera: el vino, el juego, las mujeres, el tabaco...

Cuatro elementos sin los cuales él se habría pegado un tiro.

Y no porque el eximio duque de Puentenegro, heredero de cien nobles que lucharon en Flandes y en Italia, y que tenían llena la hispana historia con la gloria de sus nombres, dejase de ser un grande aficionado á altas empresas, sino porque las altas empresas, dignas de los grandes, habíanse agotado en el ambiente democrático actual.

¿Qué, meterse él, Hipólito, tal que sus hermanos y tantos otros, á minero, á ganadero, á productor de vinos, á fabricante de azúcar ó fabricante de papel, ni más ni menos que cualquier burguesete pelagatos?

¡Bah!... La misión de un prócer, á través de la presente plebeyez insoportable, debiera ser, y nada más, pasearle al mundo por las cochinas narices democráticas los faustos de su estirpe.

Así había él venido realizándolo siempre, siempre, desde el primer albor de juventud, para haber logrado esta insuperable fama de mundanidad y de elegancia, mal que bien, todavía prendida en el chic de su monóculo, do sus polainas blancas, de su pantalón arremangado y de su flor azul en el ojal.


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Dominio público
40 págs. / 1 hora, 10 minutos / 118 visitas.

Publicado el 12 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Así Paga el Diablo

Felipe Trigo


Novela corta


I

Sentíase esta tarde perezoso, Juan.

Miraba caer la lluvia en el jardín, por los cristales.

Había comido mucho. Callos. Le gustaban. Aquí, al estar como diciéndoselo su estómago y su conciencia, recta, escrupulosa, sufría por ello un poco de rubor. Para venir a este magnífico hotel, a esta mansión aristocrática un joven, además, que habíase puesto en camino de ser tantas grandes cosas en la vida, no debiera comer callos. Si eructase dejaría en la biblioteca un tufillo mesonil. Si entrase Garona después, lo advertiría... Y ¿qué iba a pensar de él este pulcro prócer, este poderoso y bondadoso protector que era como su Dios y su padre.

Sí, hoy se había hartado de callos... por sorpresa; pusiéronselos como extraordinario en el almuerzo —en la casa digna, o al menos limpia y seria, donde pagaba cuatro pesetas de hospedaje. Y era que, de los tiempos en que pagaba dos, conservaba él el plebeyo gusto por los callos y judías y manos de cordero y otra porción de cosas de taberna.

Bruuu... Eructó... ¡no pudo menos! Rojo de vergüenza miró en torno. Nadie. Una flaqueza. Sacó el pañuelo y lo sacudió, aventando el posible olor villano por la amplia biblioteca.

Sin embargo, físicamente, se quedó más descansado. Tendría que ir combatiéndose, una porción de antiguos hábitos groseros. Cosas de aquella humilde Gerona, donde no enseñaban los maestros nada de una fina educación. Cosas, también, de este Madrid, del Ateneo, en cuya biblioteca no encontraban los jóvenes y estudiosos provincianos tratados de urbanidad.


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Dominio público
53 págs. / 1 hora, 33 minutos / 247 visitas.

Publicado el 12 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Mi Media Naranja

Felipe Trigo


Novela corta


Primera parte

I

Como el otro, yo quisiera poder ser:


entre señores, señor,
y allá entre los reyes, rey.
 

Mas no puedo.

Comprendo que siempre me falta ó me sobra algo para estar adecuadamente entre las gentes.

Aquí, por ejemplo, delante de mi novia, delante de mi Inés.

¿Me sobra? ¿Me falta?

No lo sé.

Probablemente, ambas cosas á un tiempo.

Me falta un poco de vergüenza, y me sobra este ansioso pensar en mí... señora de esta noche.

Tengo prisa. Tengo verdadera impaciencia por oir las siete y porque se acabe este té. Un coche. Jala me estará esperando. Estará encendida la chimenea de leña en mi salón, y la mesa.

Me distraigo. Háblame mi novia, y pienso en Jala.

Jala debe de estar allí desde hace media hora. La mesa y la lumbre, elegantísima, alzadas quizá las sedas de sus faldas para calentarse mejor los pies tendidos hacia el fuego. Juraría que se aburre, que bosteza, y que está tirada atrás en el respaldo, sin haberse quitado aún la suelta capa turca, color fresa... ¡Cómo sabe que es rubia, la ladrona!

—¡Toma! ¡de coco!

—¿Qué?

—¡De coco!... ¡Y pan racional!... ¿Quieres manteca?

—No, gracias, Inés.

Casi tan rubia como Inés.

La pobre Inés no sabe, no podrá saber nunca por qué tomo el té esta noche, lo mismo que tantas otras noches, sin galletas, sin manteca y sin el pan racional.

A fin de que no advierta mi preocupación, hablo con su padre y con los amigos. Además, me he sentado en frente del reloj, aun á trueque de que me vaya tostando la espalda el aire de esta estufa.

—Sí, sí, señores... á mí me parecería también peor la dictadura del rojo fanatismo.

—¿Peor que cuál, querido Aurelio?

—Peor que el otro... que el blanco, que el negro, padre Garcés. Peor que el de ustedes.


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Dominio público
48 págs. / 1 hora, 25 minutos / 181 visitas.

Publicado el 13 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Cuestión de Ambiente

Antonio de Hoyos y Vinent


Novela corta


Prólogo

Siempre me ha dado asunto para pensar y escribir el hecho de que, cuando los autores, en obras de amena literatura —novelas, cuentos, comedias, dramas, viajes—, sacan a relucir las costumbres de la aristocracia española, suprimen los restantes colores heráldicos y de oro y azul la ponen solamente... El Padre Coloma, en Pequeñeces y La Gorriona; Pereda, en La Montálvez; Palacio Valdés, en La Espuma; Alfonso Danvila, en Lully Arjona y La conquista de la elegancia; Benavente, en Lo cursi; Chatfield Taylor, en El país de las castañuelas, fustigan (es la palabra de rigor), ora irónica, ora indignadamente, a la crema social, y repiten y glosan la diatriba de Jovino:


¿Y éste es un noble, Arnesto? ¿Aquí se cifran
los timbres y blasones? ¿De qué sirve
la clase ilustre, un alta descendencia,
sin la virtud? Los nombres venerados
de Laras, Tellos, Haros y Girones,
¿Qué se hicieron...?
 

Con todo lo demás que en aquella juvenalesca sátira se contiene, incluso el final, especie de invocación, desde una Roma putrefacta, a los bárbaros regeneradores:


... Venga denodada, venga
la humilde plebe en irrupción, y usurpe
casta, nobleza, títulos y honores.
Sea todo infame behetría; no haya
clases ni estados...
 


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69 págs. / 2 horas / 215 visitas.

Publicado el 23 de abril de 2019 por Edu Robsy.

El Idilio de Pedrín

Joaquín Dicenta


Novela corta


I

Era un soñador aquel montañés. La luz, casi siempre gris en la Montaña, las nieblas que desde el otoño a los comienzos del estío la envuelven, habían penetrado el espíritu de Pedrín, haciéndolo vivir en plena fantasía, en completo desdibujo de la realidad.

No solamente lo que llamamos alma era romántica en Pedrín; lo eran también las líneas carnales, el dibujo total del cuerpo.

Su cabello rubio ondeaba, palideciendo hacia las puntas, como los remates de un sol poniente; su frente se moldeaba en forma de torreón gótico; en sus ojos azules resplandecía el éxtasis, acentuado por la sombra que hacían las pestañas. La nariz era recta; la boca de finísimos labios; apuntada la barba; marfileño el tono de la piel. Tenía las manos señoriles, el talle juncal; el andar lánguido, apoyándose poco en tierra, como si tratara de ser vuelo.

¿Cómo pudieron fabricar esta criatura dos marineros aldeanos?

Recio el padre como un trinquete, basto como una encina, coloradote, por obra de la mucha sangre circulante en sus venas y del mucho vino embaulado en su estómago, no resultaba muy capaz para tan delicado engendro.

Cierto que la madre fue hermosa. Aún a los cuarenta años, con todo el mal traer de su jornalero vivir, conservaba restos de aquella su hermosura. Por hermosa reinó en bailes, juntas y montañesas romerías. De muy largo llegaban a requebrarla los galanes; más de una cabeza quedó rota en su obsequio; no pocas veces oyeron suspirar por ella olas y praderías. Pero así y todo, no ajustaba la belleza fuerte y opulenta de la madre a las hechuras del hijo que parió.


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Dominio público
34 págs. / 1 hora / 102 visitas.

Publicado el 29 de septiembre de 2019 por Edu Robsy.

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