Textos más populares este mes etiquetados como Novela corta | pág. 4

Mostrando 31 a 40 de 268 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela corta


23456

Julia

Ignacio Manuel Altamirano


Novela corta


La estrella del amor faltó a mi cielo
Juan Carlos Gómez

I

— A propósito de noches lluviosas, como ésta, debo decirte que me entristecen por una razón más de las que hay para que nublen el espíritu de los otros.

(Declamó esto hace pocas noches, mi amigo Julián, nombre tras el cual me permito esconder la personalidad de uno de nuestros más distinguidos generales).

— ¿Cuál es esa razón? —le pregunté.

— Vas a saberla —me respondió—. Es una historia que pertenece al tesoro de recuerdos de mi juventud; a ese archivo que nunca registramos sin emoción y sin pesar. No te encojas de hombros; por desgraciada que pueda haber sido tu juventud, las memorias que ella debe haberte dejado son gratas hoy para ti, lo aseguro. En la primavera de la vida, hasta las espinas florecen y hasta las penas tienen un sabor de felicidad. Ese es el tiempo en que baila delante del carro de la vida un cortejo de risueños fantasmas: el Amor con su dulce premio, la Fortuna con su corona de oro; la Gloria con su aureola de estrellas; la Verdad con su brillo de sol, como dice el poeta Schiller. Entonces, hasta los días negros tienen un rayo de luz; es la esperanza, amigo; la esperanza, que no suele alumbramos cuando llegamos a la edad madura sino como una estrella pronta a ocultarse en la parda nube de la vejez.

De mí sé decir que nunca evoco los recuerdos de aquellos años que se han ido, ¡ay!, tan pronto, sin experimentar un sentimiento de agradable tristeza, no de dolor ni de amargura, porque, francamente, como no puedo decir que soy desventurado del todo ahora, así como no puedo envanecerme de haber sido feliz cuando joven, no tengo derecho de hacer la exclamación de la Francesca del Dante. Siento, al recordar las historias de mi juventud, algo como el vago perfume que suele traemos la brisa al dirigir la última mirada a los jardines de que nos alejamos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
65 págs. / 1 hora, 53 minutos / 775 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Casa Maldita

Santiago Ramón y Cajal


Novela corta


I

Lee esta carta —dijo Inés, radiante de júbilo, a su padre— que acabo de recibir de Julián, mi primo de América. ¡Qué alegría! Le tendremos entre nosotros antes de un mes, y viene rico en bienes y experiencia, como tú lo deseabas.

El progenitor de Inés, conmovido por el gozo de su hija, cogió la carta, se caló las antiparras y leyó:


Mi inolvidable prima: Según te anuncié, mis negocios marchan viento en popa. Tanto, que creo haber entrado ya en la envidiable grey de los burgueses, y, como no soy ambicioso, he decidido repatriarme.

En las postrimerías de junio llegaré a Nueva York, por el ferrocarril de San Francisco; aseguida me embarcaré en el vapor Bourgogne; tocaré en El Havre sobre el 9 o 10 de julio, y después de pasar algunos días en París tendré el supremo deleite de volverte a ver. Si, como presumo, continúas fiel a tus sentimientos de antaño, pondré a tus pies el fruto de mis ahorros, unos miserables doscientos mil duros. Acéptalos con mi mano, pues tuyos son; porque solo tu recuerdo ha podido infundirme la salud y la actividad necesarias para ganarlos y la sobriedad y virtud requeridas para economizarlos.

Desea ardientemente hallarse a tu lado y abrazar a sus tíos tu primo,

Juliári.


Esta carta del novio de Inés satisfizo plenamente a don Tomás, mayorazgo de regular patrimonio, con solar blasonado en Rivalta y fama de linajudo y honrado en toda la comarca.


Leer / Descargar texto

Dominio público
52 págs. / 1 hora, 31 minutos / 246 visitas.

Publicado el 5 de enero de 2021 por Edu Robsy.

La Sombra

Benito Pérez Galdós


Novela corta


Capítulo I. El doctor Anselmo

I

Conviene principiar por el principio, es decir, por informar al lector de quién es este D. Anselmo; por contarle su vida, sus costumbres, y hablar de su carácter y figura, sin omitir la opinión de loco rematado de que gozaba entre todos los que le conocían. Esta era general, unánime, profundamente arraigada, sin que bastaran a desmentirla los frecuentes rasgos de genio de aquel hombre incomparable, sus momentos de buen sentido y elocuencia, la afable cortesía con que se prestaba a relatar los más curiosos hechos de su vida, haciendo en sus narraciones uso discreto de su prodigiosa facultad imaginativa. Contaban de él que hacía grandes simplezas, que era su vida una serie de extravagancias sin cuento, y que se atareaba en raras e incomprensibles ocupaciones no intentadas de otro alguno, en fin, que era un ente a quien jamás se vio hacer cosa alguna a derechas, ni conforme a lo que todos hacemos en nuestra ordinaria vida.

Pocos lo trataban; apenas había un escaso número de personas que se llamaran sus amigos; desdeñábanle los más, y todos los que no conocían algún antecedente de su vida, ni sabían ver lo que de singular y extraordinario había en aquel espíritu, le miraban con desdén y hasta con repugnancia. Si había en esto justicia, no es cosa fácil de decir, así como no es empresa llana hacer una exacta calificación de aquel hombre, poniéndole entre los más grandes, o señalándole un lugar junto a los mayores mentecatos nacidos de madre. Él mismo nos revelará en el curso de esta narración una porción de cosas, que serán otros tantos datos útiles para juzgarle como merezca.


Leer / Descargar texto

Dominio público
85 págs. / 2 horas, 29 minutos / 910 visitas.

Publicado el 22 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

El Cura de Tours

Honoré de Balzac


Novela corta


A David, estatuario

La duración de la obra en que inscribo vuestro nombre, dos veces ilustre en este siglo, es muy problemática; mientras que vos grabáis el mío en el bronce, que sobrevive a las naciones aunque no haya sido batido mas que por el vulgar martillo del monedero. ¿No se verán confusos los numismáticos al hallar en vuestro taller tantas cabezas coronadas, cuando descubran entre las cenizas de París esas existencias por vos perpetuadas hasta más allá de la vida de los pueblos, y en las cuales se les antojará adivinar dinastías? Vuestro es ese divino privilegio; a mí me corresponde la gratitud.

De Balzac.

En los comienzos del otoño del año 1826, el abate Birotteau, personaje principal de esta historia, fue sorprendido por un chaparrón al volver de la casa donde había pasado la velada. Atravesaba, pues, tan rápidamente como sus carnes podían permitírselo la plazuela desierta llamada del Claustro, que se halla a espaldas del ábside de Saint-Gatien, en Tours.


Leer / Descargar texto

Dominio público
77 págs. / 2 horas, 15 minutos / 344 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Tía Fingida

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Pasando por cierta calle de Salamanca dos estudiantes, manchegos y mancebos, mas amigos del baldeo y rodancho que de Bartolo y Baldo, vieron en una ventana de una casa y tienda de carne una celosía, y pareciéndoles novedad, porque la gente de la tal casa si no se descubria y apregonaba no se vendia, queriéndose informar del caso, deparóles su diligencia un oficial vecino, pared en medio, el cual les dijo:

—Señores, habrá ocho dias que vive en esta casa una señora forastera, medio beata y de mucha austeridad: tiene consigo una doncella de estremado parecer y brio, que dicen ser su sobrina: sale con un escudero y dos dueñas; y segun he juzgado, es gente granada y de gran recogimiento. Hasta ahora no he visto entrar persona alguna de la ciudad ni de fuera á visitallas, ni sabré decir de dónde vinieron á Salamanca; mas lo que sé es que la moza es hermosa y honesta al parecer, y que el fausto y la autoridad de la tia no es de gente pobre.

La relacion que dió el vecino oficial á los estudiantes les puso codicia de dar cima á aquella aventura; porque siendo pláticos en la ciudad, y deshollinadores de cuantas ventanas tenian albahacas con tocas, en toda ella no sabian que tal tia y sobrina hubiese, que hospedaran cursantes en su universidad, principalmente que viniesen á vivir á semejante calle, en la cual, por ser de tan buen peaje, siempre se habia vendido tinta aunque no de la fina; que hay casas, así en Salamanca como en otras ciudades, que llevan de suelo vivir siempre en ellas mujeres cortesanas, ó por otro nombre trabajadoras ó enamoradas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
19 págs. / 34 minutos / 705 visitas.

Publicado el 15 de febrero de 2020 por Edu Robsy.

El Hombre Natural y el Hombre Artificial

Santiago Ramón y Cajal


Novela corta


I

El siguiente coloquio, interesante por más de un concepto, ocurrió en París; durante la estación de las flores, desarrollándose en la animada escena del bulevar Montmartre, sobre la ancha acera de un café al aire libre.

Junto a un velador, y bajo la protectora y policroma marquesina, hallábase cierto caballero como de treinta y cuatro años, alto, moreno; de frente despejada y ojos vivos e inteligentes. Entre sorbo y sorbo de café leía distraídamente la Prensa del día, dirigiendo de cuando en cuando furtivas miradas a la porción libre del trottoir, por donde desfilaban, en procesión pintoresca e interminable, hombres trafagosos, perezosos fláneurs y airosas, pulcras y bien trajeadas muchachas. Satisfaciendo la natural curiosidad del lector, diremos, desdé luego, que el personaje en cuestión era don Jaime Miralta, español naturalizado francés; célebre ingeniero y director de importante y acreditada fábrica de aparatos eléctricos.

Al alzar sus ojos del periódico atrajo de pronto su atención la presencia, en otro velador vecino, de un forastero severamente vestido, de airé grave y solemne y enlutado a usanza española.

«Este sujeto no me es desconocido», pensó Jaime, quien, después de repasar sus recuerdos, acabó por reconocer en el recién llegado a su antiguo condiscípulo y contrincante del Ateneo don Esperaindeo Carcabuey, barón del Vellocino, el cual, mirando a su vez al compañero, levantóse bruscamente del asiento y corrió a saludarle efusivamente, exclamando:

—¿Cómo?… ¿Tú por aquí? ¡Qué grata sorpresa!… Cuéntame… ¿Qué es de tu vida? ¡Seis años sin noticias tuyas! Sabía que, a consecuencia de las persecuciones de que fuiste objeto, te habías expatriado…; pero te creía en América…


Leer / Descargar texto

Dominio público
73 págs. / 2 horas, 9 minutos / 271 visitas.

Publicado el 5 de enero de 2021 por Edu Robsy.

El Oscuro Dominio

Antonio de Hoyos y Vinent


Novela corta


He aquí un libro amargo como la hiel, ácido como el zumo de limón. Es un libro abominable y triste. No es inmoral, porque el dolor no es inmoral nunca. Inmorales pueden ser las lecturas livianas que loan el amor y la voluptuosidad, pero jamás los horrendos calvarios de la pasión y el vicio. Este libro es casi tina obra de penitencia y de espiritual maceración; es como esas Santas de la vieja leyenda, todas perfumadas de amor, que para convertir a los pecadores salaces, rasgaban sus vestiduras y mostraban el pecho roído de lepra.

Es el libro del vicio, del pecado y del dolor.

Recemos un Padre Nuestro para que Dios nos libre de caer en la tentación:

«Padre Nuestro que estás en los Cielos...»

I. El puerto de paz

Esas mujeres son como esas últimas rosas del verano, cuya vista causa placer, pero cuyos pétalos están marchitos y cuyo perfume se ha perdido.

Balzac.


—... «Magdalena echó un frasco de bálsamo en la llaga del costado, y las piadosas mujeres pusieron también yerbas en las llagas de las manos y los pies...»—Leía lentamente, puntuando con claridad y marcando los períodos; la voz era grave, cálida, matizada de contenida pasión, y manejada en sordina, era una voz que decía demasiado, que ponía excesivo dolor en las cosas dolorosas y recreábase con ampulosa voluptuosidad en las imágenes brillantes, una voz que, rompiendo el imperativo categórico de la conciencia, obedecía involuntariamente a ignorados resortes.


Leer / Descargar texto

Dominio público
45 págs. / 1 hora, 19 minutos / 39 visitas.

Publicado el 21 de noviembre de 2024 por Edu Robsy.

La Señora Cornelia

Miguel de Cervantes Saavedra


Novela corta


Don Antonio de Isunza y don Juan de Gamboa, caballeros principales, de una edad, muy discretos y grandes amigos, siendo estudiantes en Salamanca, determinaron de dejar sus estudios por irse a Flandes, llevados del hervor de la sangre moza y del deseo, como decirse suele, de ver mundo, y por parecerles que el ejercicio de las armas, aunque arma y dice bien a todos, principalmente asienta y dice mejor en los bien nacidos y de ilustre sangre.

Llegaron, pues, a Flandes a tiempo que estaban las cosas en paz, o en conciertos y tratos de tenerla presto. Recibieron en Amberes cartas de sus padres, donde les escribieron el grande enojo que habían recebido por haber dejado sus estudios sin avisárselo, para que hubieran venido con la comodidad que pedía el ser quien eran. Finalmente, conociendo la pesadumbre de sus padres, acordaron de volverse a España, pues no había qué hacer en Flandes; pero, antes de volverse, quisieron ver todas las más famosas ciudades de Italia; y, habiéndolas visto todas, pararon en Bolonia, y, admirados de los estudios de aquella insigne universidad, quisieron en ella proseguir los suyos. Dieron noticia de su intento a sus padres, de que se holgaron infinito, y lo mostraron con proveerles magníficamente y de modo que mostrasen en su tratamiento quién eran y qué padres tenían; y, desde el primero día que salieron a las escuelas, fueron conocidos de todos por caballeros, galanes, discretos y bien criados.

Tendría don Antonio hasta veinte y cuatro años, y don Juan no pasaba de veinte y seis. Y adornaban esta buena edad con ser muy gentileshombres, músicos, poetas, diestros y valientes: partes que los hacían amables y bien queridos de cuantos los comunicaban.


Leer / Descargar texto


45 págs. / 1 hora, 19 minutos / 379 visitas.

Publicado el 21 de abril de 2016 por Edu Robsy.

El Coronel Chabert

Honoré de Balzac


Novela corta


Á la señora doña Ida del
Chatelar, condesa de
Bocarmé.

—Vaya, ya tenemos aquí á ese viejo moscardón del carrique.

Esta exclamación la lanzaba un pasante que pertenecía al género de los que se llaman en los estudios saltacharcos, el cual mordía en este momento con apetito voraz un pedazo de pan. El tal pasante tomó un poco de miga para hacer una bolita, la cual, bien dirigida y lanzada por el postigo de la ventana en que se apoyaba, rebotó hasta la altura de dicha ventana, después de haber dado en el sombrero de un desconocido que atravesaba el patio de una casa situada en la calle Vivienne, donde vivía el señor Derville, procurador.

—Vamos, Simonín, no haga usted tonterías á las gentes, ó le pondré de patitas en la calle. Por pobre que sea un cliente, siempre es hombre, ¡qué diablo! dijo el primer pasante interrumpiendo la adición de una memoria de costas.

El saltacharcos es, generalmente, como era Simonín, un muchacho de trece á catorce años, que se encuentra en todos los estudios bajo la dirección especial del primer pasante, cuyos recados y cartas amorosas le ocupan, al mismo tiempo que va á llevar citaciones á casa de los ujieres y memoriales á las audiencias. Tiene algo del pilluelo de París por sus costumbres, y del tramposo por su destino. Este muchacho es casi siempre implacable, desenfrenado, indisciplinable, decidor, chocarrero, ávido y perezoso. Sin embargo, casi todos los aprendices de pasante tienen una madre anciana que se alberga en un quinto piso y con la cual reparten los treinta ó cuarenta francos que ganan al mes.

—Si es un hombre, ¿por qué le llama usted moscardón? dijo Simonín con la actitud de un escolar que coge al maestro en un renuncio.

Y reanudó su operación de comer el pan y el queso, apoyando el hombro en el larguero de la ventana, pues permanecía de pie con una pierna cruzada y apoyada contra la otra sobre la punta del zapato.


Leer / Descargar texto

Dominio público
74 págs. / 2 horas, 10 minutos / 422 visitas.

Publicado el 6 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Yerba Santa

Abraham Valdelomar


Novela corta


Novela corta pastoril, escrita a los diez y seis años, en mi triste y dolorosa niñez inquieta y pensativa, que exhumo en homenaje a mi hermano José.

El autor a los sencillos labradores cristianos de la aldea.


Como el de la Virgen que está en el altar de la capilla del pueblo atravesado por siete espadas, llorando lágrimas de sangre, así está hoy mi corazón, compañeros, por los dolores del Mundo. Por eso dirijo hacia vosotros mis palabras. El recuerdo de los campos por cuyos caminos sinuosos fui tantas veces de niño, cuando mi alma era blanca y leve como los copos maduros de los algodoneros, es hoy, para mí, un lenitivo; la paz que necesita mi corazón, la encontraré evocando los días de la semana santa; la sana alegría desaparecida que busco en vano, he de hallarla quizás evocando la vendimia que hicimos juntos en las parras de la hacienda, las nocturnas pisas en el lagar antiguo, el alegre canto que ritmaban vuestros cuerpos sobre la uva madura, al sordo son de los tambores de pellejo de cabra, la guitarra, la copla...

Como el hijo pródigo volví a vosotros después de la ruda peregrinación y me abristeis vuestros brazos, alborozados, y yo os abrí mi pecho; y me sonrieron las mozas ruborizadas y cándidas mientras arreglaban el pliegue de sus faldas floreadas y tersas; y me llevasteis al huerto y juntos cogimos los azahares del pacae que nuestras manos sembraron cabe el broquelado pozo; y juntos fuimos en pos de la vieja parra, del floripondio, de la alameda de sauces. Y me rodeasteis ¡oh viejos y amigos y parientes! y refrescasteis mi corazón, endulzasteis mi vida, embalsamasteis mis heridas, y al dejaros, quizás para siempre, echasteis sobre mi cabeza, inquieta y triste, con vuestras manos buenas cual alas de palomas, el puñado de monedas de oro de vuestras bendiciones.


Leer / Descargar texto

Dominio público
13 págs. / 23 minutos / 1.599 visitas.

Publicado el 1 de mayo de 2020 por Edu Robsy.

23456