Textos más populares esta semana etiquetados como Novela corta | pág. 7

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La Mujer del César

José María de Pereda


Novela corta


I

No se necesitaba ser un gran fisonomista para comprender, por la cara de un hombre que recorría a cortos pasos la calle de Carretas de Madrid, en una mañana de enero, que aquel hombre se aburría soberanamente; y bastaba reparar un instante en el corte atrasadillo de su vestido, chillón y desentonado, para conocer que el tal sujeto no solamente no era madrileño, pero ni siquiera provinciano de ciudad. Sin embargo, ni de su aire ni de su rostro podía deducirse que fuera un palurdo. Era alto, bien proporcionado y garboso, y se fijaba en personas y en objetos, no con el afán del aldeano que de todo se asombra, sino con la curiosidad del que encuentra lo que, en su concepto, es natural que se encuentre en el sitio que recorre, por más que le sea desconocido.

Praderas de terciopelo, bosques frondosos, arroyos y cascadas, rocas y flores, eran las galas de su país. Nada más natural que fuesen las grandes vidrieras y los caprichos de las artes suntuarias el especial ornamento de la capital de España, centro del lujo, de la galantería y de los grandes vicios de toda la nación.

Este personaje, que debía llevar ya largas horas vagando por las aceras que comenzaban a poblarse de gente, miraba con impaciencia su reloj de plata, bostezaba, requería los anchos extremos de la bufanda con que se abrigaba el cuello, y tan pronto retrocedía indeciso como avanzaba resuelto.


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Dominio público
81 págs. / 2 horas, 22 minutos / 174 visitas.

Publicado el 22 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Las Posadas

José Tomás de Cuéllar


Novela corta


I

En la casa de un corredor de número hay en el patio ochenta tercios robalo, de camarón y bacalao, capaces de asfixiar con sus emanaciones al corredor y á su familia.

Entra un agente de negocios, tapándose las narices, y cuando ha llegado á la asistencia exclama:

—¡Cáspita! ó vendes el pescado, ó no hay posadas, compadre.

—¡Aquí está el compadre! grita un muchacho.

—¡Compadre de mi alma! entra diciendo la mujer del corredor; ¿ya le pegó á usted el constipado?

—No, comadre, el camarón del patio.

—Ya se lo dije d ese.

Ese era su marido; lo avisamos, para que cuando el corredor diga esa, se entienda también que habla de su mujer.

El amor conyugal toma algunas veces la forma de pronombre: lo cual no es clásico, pero es cierto.

—¿Qué hay de posadas, compadre? dice por fin el agente de negocios.

—¡Qué posadas! si no pagan más que á cuatro y medio.

—¿Y qué?

—Que pierdo el dinero.

—Tengo marchante.

—¿Sí? ¿A cómo?

—A seis.

—No, compadre....

—Por vida de usted.

—¿A plazo?

—Estoy trabajando porque aflojen.

—¡Ah! no es casa fuerte.

—Son los gachupines de ahora un año.

—¿Por fin, pagaron?

—Sí.

—En fin, usted sabe.

—Aseguraré la venta.

—Bueno.

—Negocio concluído.

—¿Hay posadas? entra preguntando una polla, que acababa de pintarse de blanco de una manera feroz.

—¿Cuánto me das por la noticia? le preguntó á la polla el agente de negocios.

—Una danza.

—¿Nada más?

—Y un schotish.

—Bueno: pues hay posadas.

La polla se puso de un salto en la pieza contigua, y recorrió en seguida toda la casa, propagando la placentera noticia.

—¿Conque la armamos, nó, compadre?


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Dominio público
17 págs. / 29 minutos / 144 visitas.

Publicado el 21 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

La Quena

Juana Manuela Gorriti


Novela corta


I. La cita

Las doce de la noche acababan de sonar en el reloj de la catedral de Lima. Sus calles estaban lóbregas y desiertas como las avenidas de un cementerio; sus casas, tan llenas de luz y de vida en las primeras horas de la noche, tenian entonces un aspecto sombrío y siniestro; y la bella ciudad dormia sepultada en profundo silencio, interrumpido solo á largos intérvalos por los sonidos melancólicos de la vihuela de algun amante, ó por el lejano murmullo del mar que la brisa de la noche traia mezclado con el perfume de los naranjos que forman embalsamados bosques al otro lado de las murallas.

Un hombre embozado en una ancha capa apareció á lo lejos entre las tinieblas. Adelantóse rápidamente, mirando con precaucion en torno suyo, y deteniéndose delante de una de las rejas doradas de un palacio, paseó suavemente sus dedos por la celosía de alambre.

La celosía se entreabrió.

—¿Hernan? —dijo una voz dulce y armoniosa como las cuerdas de una lira. Y al mismo tiempo apareció el bellísimo rostro de una jóven engastado en negros y largos rizos sembrados de jazmines y aromas.

—¡Rosa! amada mia, no temas, soy yo —respondió con apasionado acento el embozado, estrechando contra su pecho la mano blanca y fina que la jóven le alargaba.

—¡Oh! ¡cuánto has tardado esta noche! —dijo suspirando— Yo contaba los segundos por los latidos de mi corazon; pero eran estos tan precipitados que me parece haber vivido siglos desde las once.


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Dominio público
39 págs. / 1 hora, 9 minutos / 58 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2024 por Edu Robsy.

Julia

Ignacio Manuel Altamirano


Novela corta


La estrella del amor faltó a mi cielo
Juan Carlos Gómez

I

— A propósito de noches lluviosas, como ésta, debo decirte que me entristecen por una razón más de las que hay para que nublen el espíritu de los otros.

(Declamó esto hace pocas noches, mi amigo Julián, nombre tras el cual me permito esconder la personalidad de uno de nuestros más distinguidos generales).

— ¿Cuál es esa razón? —le pregunté.

— Vas a saberla —me respondió—. Es una historia que pertenece al tesoro de recuerdos de mi juventud; a ese archivo que nunca registramos sin emoción y sin pesar. No te encojas de hombros; por desgraciada que pueda haber sido tu juventud, las memorias que ella debe haberte dejado son gratas hoy para ti, lo aseguro. En la primavera de la vida, hasta las espinas florecen y hasta las penas tienen un sabor de felicidad. Ese es el tiempo en que baila delante del carro de la vida un cortejo de risueños fantasmas: el Amor con su dulce premio, la Fortuna con su corona de oro; la Gloria con su aureola de estrellas; la Verdad con su brillo de sol, como dice el poeta Schiller. Entonces, hasta los días negros tienen un rayo de luz; es la esperanza, amigo; la esperanza, que no suele alumbramos cuando llegamos a la edad madura sino como una estrella pronta a ocultarse en la parda nube de la vejez.

De mí sé decir que nunca evoco los recuerdos de aquellos años que se han ido, ¡ay!, tan pronto, sin experimentar un sentimiento de agradable tristeza, no de dolor ni de amargura, porque, francamente, como no puedo decir que soy desventurado del todo ahora, así como no puedo envanecerme de haber sido feliz cuando joven, no tengo derecho de hacer la exclamación de la Francesca del Dante. Siento, al recordar las historias de mi juventud, algo como el vago perfume que suele traemos la brisa al dirigir la última mirada a los jardines de que nos alejamos.


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Dominio público
65 págs. / 1 hora, 53 minutos / 760 visitas.

Publicado el 26 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

La Bruja Lois

Elizabeth Gaskell


Novela corta


I

En el año 1691, Lois Barclay intentaba recuperar el equilibrio en un pequeño desembarcadero de madera, del mismo modo que lo había intentado ocho o nueve semanas antes en la cubierta del balanceante barco que la había llevado de la Vieja a la Nueva Inglaterra. Resultaba tan extraño estar en tierra firme ahora como verse mecida por el mar día y noche no hacía mucho; y la misma tierra ofrecía un aspecto igual de extraño. Los bosques que se veían por todas partes y que, en realidad, no quedaban muy lejos de las casas de madera que formaban la ciudad de Boston, eran de diferentes tonos de verde, y diferentes, también, por la forma del contorno, de los que Lois Barclay conocía bien de su antiguo hogar en el condado de Warwick. Se sentía un poco abatida allí sola, esperando al capitán del Redemption, el amable y rudo veterano que era su único amigo en aquel continente ignoto. Pero el capitán Holdernesse estaba ocupado y tardaría bastante en poder atenderla, al parecer; así que Lois se sentó en un barril de los que había tirados, se cerró más el abrigo gris y se bajó la capucha resguardándose mejor del viento cortante que parecía seguir a quienes había tiranizado en el mar, con obstinado afán de seguir torturándolos en tierra. Lois esperó con paciencia allí sentada, aunque estaba cansada y tiritaba de frío; pues hacía un día crudo para el mes de mayo, y el Redemption, cargado de pertrechos y suministros necesarios y útiles para los colonos puritanos de Nueva Inglaterra, era el primer barco que se había aventurado a cruzar los mares.


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Protegido por copyright
109 págs. / 3 horas, 10 minutos / 658 visitas.

Publicado el 19 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

El Grillo del Hogar

Charles Dickens


Novela corta


Primer grito

I

Empezó el puchero. No necesito que me contéis lo que la señora Peerybingle dijera; yo me entiendo. Dejad que la señora Peerybingle se pase hasta la consumación de los siglos asegurando la imposibilidad de decidir cuál empezó: yo digo que fue el puchero. Tengo motivos para saberlo. El puchero empezó cinco minutos antes que el grillo, según el relojito holandés de cuadrante barnizado situado en el rincón.

¡Como si el reloj no hubiese cesado de tocar! ¡Como si el segadorcido de movimientos convulsivos y bruscos que lo remata, paseando la hoz de derecha a izquierda y luego de izquierda a derecha ante la fachada de su palacio morisco, no hubiese segado medio acre de césped imaginario antes que el grillo hubiese hecho notar su presencia!

A decir verdad, no fui nunca terco, como todo el mundo sabe. Por nada del mundo opondría mi opinión personal a la opinión de la señora Peerybingle, si no estuviese perfectamente seguro de lo ocurrido. «Nada me induciría a semejante cosa. Pero se trata de una cuestión de hecho, y el hecho es que el puchero empezó por lo menos cinco minutos antes que el grillo hubiese dado señal de vida. Si insistís, apostaré que transcurrieron diez minutos.

Dejarme contar el caso tal como ocurrió. Es lo que hubiera hecho desde la primera frase a no considerar que si cuento una historia debo empezar por el principio, y ¿cómo queréis que empiece por el principio si no empiezo por la vasija?

Parecía que la vasija y el grillo luchaban. Una lucha musical, exclusivamente musical. Vais a saber su origen y sus consecuencias.


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Dominio público
107 págs. / 3 horas, 7 minutos / 500 visitas.

Publicado el 21 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Diablo en México

Juan Díaz Covarrubias


Novela corta


Dedicatoria

Al joven poeta Luis G. Ortiz

Tacubaya, noviembre de 1858

Hermano:

Le envío a usted esta pequeña novela que acabo de escribir, y que muy pronto se publicará.

Tal vez habrá muchos que digan que sólo un niño o un loco es el que piensa en escribir en México en esta época aciaga de desmoronamiento social, y pretender ser leído a la luz rojiza del incendio y al estruendo de los cañones. Acaso tengan razón. Pero, ¡Dios mío!, ¿se han acabado ya también esos hombres sensibles, esparcidos en todas las clases de nuestra sociedad, que se deleitan con esas tristezas, esos desconsuelos, esas esperanzas, presentimientos y deseos vagos que forman los cantos de los poetas?… ¡Ah!, usted y yo sabemos que no, sabemos que hay todavía almas buenas que no han sido embriagadas por el vértigo del positivismo; ¡almas que laten unísonas con las nuestras, que en una presión de mano, o una palabra, nos dicen que nos han comprendido, que gozan, esperan, se desconsuelan y sufren como nosotros! ¿Y acaso hay un placer más tierno, más incomprensible que ese eco simpático que nuestro canto produce en el alma de un desconocido? Yo he publicado mis libros por sólo el deseo de producir ese eco en algún corazón. Yo no me desaliento, porque espero con la civilización el renacimiento literario, y me resigno a consumir mi juventud en el martirio de un trabajo estéril, con la esperanza de gozar algún día con usted y mis hermanos en poesía, el paraíso de la gloria.

Introduzca usted estos cuadros aislados que no son ni una novela, en los salones de esas hermosas jóvenes que le inspiran tan hermosos versos.

Adiós, Luis, no se olvide usted de su hermano.

Juan Díaz Covarrubias


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57 págs. / 1 hora, 40 minutos / 460 visitas.

Publicado el 18 de junio de 2019 por Edu Robsy.

La Mariscala

Abraham Valdelomar


Novela corta, historia, crónica


Introducción

Doña Francisca de Zubiaga y Bernales de Gamarra, cuya vida refiere y comenta Abraham Valdelomar, en la Ciudad de los Reyes del Perú - MCMXIV.

OFRENDA:

A la Imperial Ciudad incaica, nido de cóndores y de leyendas, hija predilecta del Sol, en cuyos palacios de piedra y de oro se deslizó la vida de magníficos señores; donde vive aún, a través de tantas desventuras, junto a la dulce melancolía de las quenas, la indómita soberbia de la Raza; a la Ciudad del Cusco, cuna de tan gran mujer, dedica estas páginas, el autor.

A. V.


Esta Mujer nacida para grandes destinos, que en el ostracismo entregara su espíritu a Dios, es una de las más completas figuras en nuestra incipiente nacionalidad. Su vida fue corriente tumultuosa de vibraciones sonoras, de inextinguibles energías. Gobernó a hombres, condujo ejércitos, sembró odios, cautivó corazones; fue soldado audaz, cristiana fervorosa; estoica en el dolor, generosa en el triunfo, temeraria en la lucha. Amó la gloria, consiguió el poder, vivió en la holgura, veló en la tienda, brilló en el palacio y murió en el destierro. Religiosa, habría sido Santa Teresa; hombre, pudo ser Bolívar.


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Dominio público
57 págs. / 1 hora, 40 minutos / 326 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

La Ciudad Muerta

Abraham Valdelomar


Cuento, novela corta


Dedicatoria

A don Juan Bautista de Lavalle, enamorado de las glorias viejas, intérprete de los lienzos antiguos, admirador religioso de todo lo que el tiempo ha deshojado y ha tornado triste y marchito, dedico estas páginas escritas sobre una ciudad de ruinas. Sea bondadoso con ellas.


A. V.

Le passé...

Le passé, c’est un second coeur qui bat en nous…
Il bat. Quand le silence en nous se fait plus fort
cette pulsation mystérieuse est là
qui continue… Et quand on rêve il bat encor,
et quand on souffre il bat, et quand on aime il bat…
Toujours ! C’est un prolongement de notre vie…

Henry Bataille

I. En el Ática

sobre el mar de Río de Janeiro,
Brasil, febrero 12 de 1911.


Adorable Francy:

Todavía me arrepiento de haber dejado bajar a tierra a ese hombre, pero le echo la culpa a la luna. Es ella la cómplice de todos los crímenes y, en muchos casos, la instigadora. Esté usted segura, mi adorable Francinette, que cuando ella tiene esas notas de luz casi verdes como si se copiara a través de una falsa esmeralda, algo extraño está pasando sobre la tierra. Yo soy médico y he podido observar el efecto de esas nubes de luna en esos enfermos de locura y en los alucinados, en los criminales, en los neuróticos, en los artistas. En los artistas sobre todo.


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Dominio público
28 págs. / 49 minutos / 318 visitas.

Publicado el 7 de septiembre de 2021 por Edu Robsy.

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