Textos más populares esta semana etiquetados como Novela corta | pág. 8

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A Prueba

Felipe Trigo


Novela corta


I

Luis Augusto, sin chaleco aún, contemplaba en la baranda de la cama sus ciento seis corbatas. Dudaba cuál ponerse. Al fin, como en todos sus problemas graves, cerró los ojos, tendió la mano... y vio que había cogido una salmón y gris, a bandas transversales.

¡Bravo! Esto abreviaba —por más que hoy no caracterizasen las prisas su existencia.

Fiel al sistema, fue al armario y volvió a cerrar los ojos para tomar cualquiera de sus treinta (no; treinta y tres, con los tres de Alejandría) alfileres de corbata.

Se lo puso y le acudió a la mente un pensamiento filosófico:

«La abundancia es un castigo».

Cierto.

En corbatas, en zapatos y alfileres, en...

Una noche, en una fiesta madrileña, porque él pudo escoger, habló con diez cocotas, cenó con tres y se quedó con Sarah —¡casi horrible!— Es lo que sucede cuando alguien se ve agobiado de abundancia.

La espantosa indecisión repetíasele a cada instante.

Corriendo en automóvil había pensado algunas veces arrojar al camino sus maletas, y proveerse de un traje único, imitación-perro, o al estilo de los perros. ¡Ah, qué maravilla sus Kaiser, Sultán Stella y Machaquito! ¡Pfsui, aquí!... y voilá despiertos y vestidos a los canes, y siempre prontos a marchar.

Es decir, que Luis Augusto, sportsman por vocación, llegaba a la propia o parecida consecuencia, en cuestión de indumentaria, que los sabios alemanes profesores, vistos por él con el mismo levitón y el mismo panamá por las calles de Berlín y los lagos de Suiza y las pirámides de Egipto. Lógrase, pues, de igual manera, la ciencia de las ciencias, corriendo en Derecho Natural o en automóvil.


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Dominio público
44 págs. / 1 hora, 17 minutos / 292 visitas.

Publicado el 11 de abril de 2019 por Edu Robsy.

La Cita

Eduardo Zamacois


Novela corta


LA CITA

I

Tras un largo mirar interrogante, lleno de conmiseración maternal, la actriz añadió:

—¡Ay, Ricardo!... ¿Por qué serás así? ¿Por qué no resignarte y hallar alegría en lo que tienes? ¿Por qué lo ajeno te admira, y lo tuyo, que á más de un descontentadizo haría dichoso, sólo te inspira hastío y desdén?...

Calló, y su voz débil, en la que hubo, juntamente con un desesperado anhelo de persuasión, la seguridad íntima de no conseguir nada, fué suplicante como el gesto de una mano mendiga.

Ricardo Villarroya adoptó en la butaquita donde estaba sentado una actitud más cómoda. Lanzó un suspiro. Sus cejas fuertes se arquearon sentimentales bajo la frente descollada y alta.

—¿Qué quieres?—dijo—, uno es... como nació. En medio de nuestras inconsecuencias aparentes, todos somos perenne y fatalmente esclavos de nosotros mismos. Lo disparatado obedece á leyes precisas; la existencia más aventurera, más incongruente, más copiosa en funambulescos altibajos, es ordenada como el vivir del campesino que jamás rebasó los horizontes avaros de su lugar. Lo raro no existe; lo raro, mi pobre Fuensanta, es la palabra con que enmascaramos lo que no sabemos, la explicación frívola de las concatenaciones ocultas que no adivinamos. Todo tiene su por qué; los mismos locos son, á su modo, discretos; el Destino es un tratado de lógica...

—¿Por lo visto, renuncias al propósito de redimirte?

—Completamente; soy un incurable.

Había cruzado una pierna sobre otra y bajó la cabeza, complaciéndose distraídamente en aplastar la ceniza de su cigarro contra la suela de su bota de charol; sus ojos se apagaron, las comisuras de sus labios descaecieron sin ilusión tras las guías viriles del bigote, y una intensa expresión de melancolía nubó su frente, envejecida prematuramente por el trabajo.


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170 págs. / 4 horas, 57 minutos / 207 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Cuesta Abajo

Leopoldo Alas "Clarín"


Novela corta


Día 7 de enero de 18...

A las cinco de la tarde Ambrosio Carabín, portero segundo o tercero (no lo sé bien) de esta ilustre escuela literaria, cerraba la gran puerta verde de la fachada oriental, y, después de meterse la llave en el bolsillo, se quedaba contemplando al propietario de la cátedra de Literatura general y española, que bajaba, bien envuelto en su gabán ceniciento, por la calle de Santa Catalina. Carabín, es casi seguro, pensaba a su manera: —¡Y que este insignificante, que ni toga tiene, me obligue a mí, con mis treinta años de servicios, a estar de plantón toda la tarde porque a él se le antoje tener clase a tales horas en vez de madrugar como hacen otros que valen cien veces más, según lo tienen acreditado!

Si el propietario de la cátedra de Literatura general y española hubiera oído este discurso probable de Carabín, se hubiera vuelto a contestarle:

—Amigo Ambrosio, reconozco la justicia de tus quejas; pero si yo madrugara ¡qué sería de mí! Déjame la soledad de mis mañanas en mi lecho si quieres que siga tolerando la vida. Me has llamado insignificante. Ya sé que lo soy. ¿Ves este gabán? Pues así, del mismo color, soy todo yo por dentro: ceniza, gris. Soy un filósofo, Carabín. Tú no sabes lo que es esto: yo tampoco lo sabía hace algún tiempo cuando estudiaba filosofía y no sabía de qué color era yo. Pues sí: soy un filósofo y casi casi un naufragio de poeta (no te rías)... y por eso no puedo, no debo madrugar. En cuanto a que mi cátedra te estorba, te molesta, lo admito: me lo explico. También me estorba, también me molesta a mí. Intriga con el Gobierno para que me paguen sin poner cátedra, y habrás hecho un beneficio al país, a ti mismo y al propietario de esta asignatura, que ni tú, ni yo, ni los estudiantes sabemos para qué sirve.


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Dominio público
58 págs. / 1 hora, 41 minutos / 166 visitas.

Publicado el 8 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Lázaro

Jacinto Octavio Picón


Novela corta


Porque es necesario que esto corruptible se vista de incorruptibilidad; y esto que es mortal se vista de inmortalidad.

(San Pablo: Epíst. Iª a los corintios, cap. XV, vers. 53.)
 

I

A mediados del siglo XVIII, en una plaza de Madrid, formando rinconada con un convento, claveteada la puerta, fornido el balconaje y severo el aspecto de la fachada, se alzaba una casa con honores de palacio, a cuyos umbrales dormitaban continuamente media docena de criados y un enjambre de mendigos que, contrastando con la altivez del edificio, ostentaban al sol todo el mugriento repertorio de sus harapos. Algunos años después, un piadoso testamento legó la finca a la comunidad vecina, y en nuestro tiempo descreído y rapaz, la desamortización incluyó en los bienes nacionales aquella adquisición que los pobres frailes debían a las legítimas gestiones de un confesor o al tardío arrepentimiento de un moribundo. Un radical de entonces, que luego se hizo, como es costumbre, hombre conservador y de orden, la compró por un pedazo de pan; y tras servir sucesivamente como depósito de leñas, mesón de arrieros, colegio de niños, café cantante y club revolucionario, vino a albergar una sociedad de baile en la planta baja y una oficina en el principal, aprovechándose lo de más para habitaciones de pago dominguero en lo interior de ambos pisos.

Aquella era la casa de los Tumbagas de Almendrilla. Nada queda de las grandezas de tan ilustre raza, y aún se teme que por falta de puntualidad en satisfacer derechos de lanzas y medias anatas, haya caducado el título que ostentaron, y cuyo origen se pierde en la noche de los tiempos.


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Dominio público
96 págs. / 2 horas, 48 minutos / 152 visitas.

Publicado el 16 de abril de 2019 por Edu Robsy.

Amores de Antón Hernando

Gabriel Miró


Novela corta


I

Parece que quien escribe o cuenta de su vida, necesariamente ha de decirnos las maravillas del héroe, la excelsitud del genio, la destreza del pejenicolao o los donaires y travesuras de un Don Pablo...

Yo no he de asombraros por mis audacias, ni cegar vuestro entendimiento con las lumbres del mío, ni quiero que se me tenga por pícaro, gracioso y desenvuelto.

Empiezo confesando que mi nombre es el de Antonio, y mi linaje el de Hernando, de los ricos labradores de La Mancha, humildes y temerosos de Dios. Mis padres, por llaneza y poco cuidado en imaginar, no lo tuvieron de adornarme con nombre, que, delante de Hernando, calificase el apellido y aun entrambos se diesen pompa quimérica y resonancia. Pusiéranme Gerardo, Guillermo, Galileo —de la inicial G noble entre todas—, o Alejandro, Augusto, Alberto —aun de la misma A tan principal y de sencilla elegancia—, o Cayo, Castor, Carlos —de la C, letra romántica y gentil— y al oírlo o leerlo me imaginaríais con más agrado o presunción de lances estupendos.

Yo soy moreno como el pan de las familias pobres; soy alto y desmañado; y hay en las líneas de mis facciones algo como una duda o vacilación entre el europeo y cualquier hijo de raza oriental.


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Dominio público
46 págs. / 1 hora, 21 minutos / 135 visitas.

Publicado el 28 de julio de 2020 por Edu Robsy.

Bucólica

Emilia Pardo Bazán


Novela corta


Sr. D. Camilo Jiménez.

Fontela, Setiembre.

Querido Camilo: ya ves si cumplo mi palabra, y eso que estoy dado á los demonios en este destierro, que me parecería menos horrible á poder salir de él libremente y cuando quisiese. Mucho vale la libertad. Hasta perderla no se conoce su precio.

¿Qué sacrificio hago yo, en realidad, con alejarme de Madrid unos meses, cazar, pescar y respirar aire sano? Protesto contra esta higiénica medida porque me la imponen, no porque en sí me desagrade. Tú me recordabas, para aplacarme, que cedo á la tiranía del cariño, lo cual no humilla: convenido; mamá me adora, me aparta de sí desgarrándose el alma, ha llorado como una Magdalena en la estación, y me decía, mojándome la cara de llanto, que ojalá fuese millonaria para costearme la invernada en Niza, ó en Alicante siquiera; pero que no poseía sino este palomar grieteado en el corazón de Galicia, donde yo pudiese beber leche fresca, dormir sobre un establo y reponerme... Que, no obstante, si me empeoraba ó me aburría, cuatro renglones; la familia hará un esfuerzo, te mandaremos á Italia... Ante las lágrimas y el besuqueo, ¿qué se hace un hombre, Camilo? Jurar que le entusiasma Fontela y venirse á escape. ¿He de consentir que el consabido esfuerzo desequilibre los presupuestos de mi casa? El sueldo de magistrado de mi padre y las rentitas gallegas de mi madre, sólo á fuerza de orden y parsimonia cubren los gastos y permiten atender á las exigencias del decoro. Hacen milagros los pobres papás.

Por eso, por eso me incomoda á mí no servir para nada, ser á los veinticuatro abriles abogado sin pleitos, y por eso te suplico no olvides mi pretensión y trabajes con ahínco para que suban al poder los tuyos y me hagan á mí siquiera juez de entrada; bien poco pido; se trata de sentar el pié en la carrera y dejar de ser miembro inútil, cero social.


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Dominio público
51 págs. / 1 hora, 29 minutos / 130 visitas.

Publicado el 15 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

Oasis en la Vida

Juana Manuela Gorriti


Novela corta


Dedicatoria

Á «La Buenos Aires»

La Autora.

I

—¡Bah!—exclamó Mauricio Ridel, arrojando la pluma despues de escribir la palabra Fin bajo la última línea de una cuartilla marcada con el guarismo 60.

—¿Qué es eso?—interrogó un jóven que escribía allí cerca.

—El postrer párrafo del folletin—respondió Mauricio, alargando la hoja á un cajista que aguardaba.

—¡Cómo! ¿Mañana acaba Chamusquinas de Amor? Hoy quedaba su héroe en una situacion extrema: la mano armada de un revólver, esperando para morir el primer rayo de sol; y ya, este comenzaba á dorar las copas de los árboles; y al verlo, «Enrique apoya el arma contra el corazon, enviando á María su último pensamiento; á Dios su última plegaria.»—¿Muere?

—No; porque—«De repente, un brazo cariñoso rodeó su cuello; un rostro pálido y mojado de lágrimas se apoyó en su rostro...

—¡Perdon!

—¡Perdon!—se oyó á la vez...

«Y el primer rayo de sol aguardado como una señal de muerte, fué la aurora de su felicidad».

—¡Bien! ¡oh! ¡Qué bien!—aplaudió el otro; y añadió con dramático ademan:

—¡Ah! que no haya para nosotros, párias del destino, ¡un rayo de sol que venga á redimirnos!

—Sí: y más que uno: dos—repuso Mauricio.—La resignacion y el trabajo.

—¡La resignacion! ¡el trabajo!—replicó el interlocutor con forzada risa.—Solo tú puedes decir eso; tú, que no contento con la tarea diaria, la has subido á catorce horas. Catorce horas, pluma en mano, encorvado sobre la implacable cuartilla, y precisamente, apenas en convalecencia de la terrible herida que casi te lleva al sepulcro.

—Sin embargo, ya lo vés: estoy sano y fuerte. Un poco de sueño; á veces, un poco de fatiga; pero se piensa en el fin propuesto, y todo eso vuela y se desvanece.—

Hablando así, Mauricio consultó su reloj.


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Dominio público
45 págs. / 1 hora, 19 minutos / 119 visitas.

Publicado el 19 de julio de 2020 por Edu Robsy.

Blasones y Talegas

José María de Pereda


Novela corta


I

De la empingorotada grandeza y el coruscante lustre de sus antepasados, he aquí lo que le restaba, catorce años hace, al señor don Robustiano Tres-Solares y de la Calzada.

Un casaquín de paño verde con botones de terciopelo negro.

Un chaleco de cabra, amarillo.

Un corbatín de armadura.

Dos cadenas de reló con sonajas, sin los relojes.

Un pantalón de paño negro, muy raído.

Un par de medias-botas con la duodécima remonta.

Un sombrero de felpa asaz añejo, y

Un bastón con puño y regatón de plata.

Esto para los días festivos Y grandes solemnidades.

Para los días de labor:

Otro casaquín, incoloro, que soltaba la estopa de los entreforros por todas las costuras y poros de su cuerpo.

Otro corbatín, de terciopelo negro, demasiadamente trasquilado.

Otro chaleco, de mahón, de color de barquillo.

Otro pantalón, «de pulga», con más p asadas que un pasadizo.

Otro sombrero de copa, forrado de hule.

Unas zapatillas de badana; y

Un par de abarcas de hebilla para cuando llovía.

Como ornamentos especiales y prendas de carácter:

Una capa azul, con cuello de piel de nutria y muletillas de algodón; y

Un enorme paraguas de seda encarnada, con empuñadura, contera y argolla de metal amarillo.

Como elementos positivos y sostén de lo que antecede y de algo de lo que seguirá:

Una casa de cuatro aguas con portalada y corral, de la que hablaremos luego más en detalle.

Una faja o cintura de vicios y retorcidos castaños alrededor de la casa.


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Dominio público
77 págs. / 2 horas, 15 minutos / 112 visitas.

Publicado el 31 de octubre de 2020 por Edu Robsy.

Luna Benamor

Vicente Blasco Ibáñez


Novela corta


I

Cerca de un mes llevaba Luis Aguirre de vivir en Gibraltar. Había llegado con el propósito de embarcarse inmediatamente en un buque de la carrera de Oceania, para ir a ocupar su puesto de cónsul en Australia. Era el primer viaje importante de su vida diplomática. Hasta entonces había prestado servicio en Madrid, en las oficinas del ministerio o en ciertos consulados del sur de Francia, elegantes poblaciones veraniegas donde transcurría la existencia en continua fiesta durante la mitad del año. Hijo de una familia dedicada a la diplomacia por tradición, contaba con buenos valedores. No tenía padres, pero le ayudaban los parientes y el prestigio de un apellido que durante un siglo venía figurando en los archivos del Ministerio de Estado. Cónsul a los veintinueve años, iba a embarcarse con las ilusiones de un colegial que sale a ver el mundo por vez primera, convencido de la insignificancia de los viajes que llevaba realizados hasta entonces.


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Dominio público
53 págs. / 1 hora, 33 minutos / 102 visitas.

Publicado el 2 de septiembre de 2022 por Edu Robsy.

Cristianos y Moriscos

Serafín Estébanez Calderón


Novela corta


Capítulo I

Otros declararon a sus naturales las cosas extrañas y peregrinas por interpretación, y perpetuaron las propias para un claro ejemplar en la memoria de las letras, dando a cada cual su medida como jueces de la fama y testigos de la verdad.
Luis del Marmol.

Fresca y apacible tarde del otoño hacía, y como domingo alegre después de vísperas, por gustoso recreo se derramaban allá en los ruedos y ejidos del lugar los habitantes rústicos de cierta aldea, cuyo nombre, si no lo apuntamos ahora, es por hacer poco al propósito de la historia que vamos relatando. Baste sólo decir que el tal lugar estaba en lo más bien asentado de la Andalucía, para saber que era rico, y que no distando sino poco trecho de la ciudad de Ronda, disfrutaba del sitio más pintoresco y de más rústica perspectiva que pueden antojarse a los ojos que se aficionan de las escenas de riscos, fuentes y frescuras.

Aquellas buenas gentes, digo, unas subían a las más altas crestas de los montes, para divertir los ojos en la sosegada llanura del mar, que allá al lejos se parecía; otras se entraban por entre las arboledas y frutales de tanto huerto y jardín como cercaban la aldea, y aquí o allá grupos de mancebos granados o muchachos de corta edad se entretenían en jugar al mallo y en tirar la barra, o en soltar al aire pintadas pandorgas con la mayor alegría del mundo.

Entretanto, ciertas personas más graves y de mayor autoridad, como desdeñándose de participar de aquellos entretenimientos, o comunicarse con tales gentes, buscaban separadamente su recreación, paseándose por cierta senda muy sombreada de árboles y apacible por todo extremo.


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Dominio público
60 págs. / 1 hora, 45 minutos / 99 visitas.

Publicado el 19 de noviembre de 2020 por Edu Robsy.

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