Textos por orden alfabético inverso etiquetados como Novela | pág. 29

Mostrando 281 a 290 de 976 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela


2728293031

Los Aventureros del Mar

Emilio Salgari


Novela


1. El “Garona”

En un caluroso día de agosto de 1832, un barco de quilla estrecha y alta arboladura navegaba a cuarenta millas de la desembocadura del Coanza, uno de los mayores ríos de la costa del África ecuatorial. Era un hermoso ejemplar de bergantín a palo, que a primera vista se le hubiese podido confundir con un crucero liviano ya que estaba armado de doce cañones, pero su dotación estaba compuesta de sólo sesenta hombres y al tope de su mástil principal no flameaba la cinta roja, distintivo de las naves de guerra.

En el puente de mando, un hombre de elevada estatura, facciones enérgicas al par que bellas, ojos negros y penetrantes y barba corta muy oscura, observaba las actividades de la tripulación, mientras a su lado otro consultaba atentamente un mapa de la zona. La figura del último contrastaba notablemente con la del primero, pues era bajito, nervudo, de rasgos angulosos, frente angosta, mirada dura, barba rojiza e híspida y piel bronceada.

Después de estudiar algunos minutos la carta se volvió al compañero y le informó con voz áspera:

—Nos hallamos próximos al Coanza, capitán Solilach, y posiblemente mañana lo alcanzaremos.

—No tenía la menor duda de ello, señor Parry— contestó el otro—. Volveremos a ver al querido Pembo.

—Que estará borracho como de costumbre, capitán.

—Es probable, lugarteniente.

—Esperemos que nuestro “Garona” pueda hacer la carga completa, para no tener que ir hasta las costas de la Hotentotia a buscar lo que falte. ¿Cuántos esclavos necesitan los plantadores de Cuba?

—Lo menos quinientos.

—¡Uhm! Dudo que Pembo los tenga.

—En ese caso tendremos que corrernos hasta la costa sur.

—¿No teme a los buques patrulleros?

—Disponemos de doce cañones y sesenta hombres decididos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
145 págs. / 4 horas, 15 minutos / 555 visitas.

Publicado el 4 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

Los Argonautas

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I

Al sentir un roce en el cuello, Fernando de Ojeda soltó la pluma y levantó la cabeza. Una palmera enana movía detrás de él con balanceo repentino sus anchas manos de múltiples y puntiagudos dedos. Para evitarse este contacto avanzó el sillón de junco, pero no pudo seguir escribiendo. Algo nuevo había ocurrido en torno de él mientras con el pecho en el filo de la mesa y los ojos sobre los papeles huía lejos, muy lejos, acompañado en esta fuga ideal por el leve crujido de la pluma.

Vio con el mismo aspecto exterior cosas y personas al salir de su abstracción; pero una vida interna, ruidosa y móvil parecía haber nacido en las cosas hasta entonces inanimadas, mientras la vida ordinaria callaba y se encogía en las personas, como poseída de súbita timidez.

Sus ojos, fatigados por la escritura, huían de las ampollas eléctricas del techo, inflamadas en plena tarde, para reposarse en los rectángulos de las ventanas que encuadraban el azul grisáceo de un día de invierno. La blancura de la madera laqueada temblaba con cierto reflejo húmedo que parecía venir del exterior. Dos salones agrandados por la escasez de su altura eran el campo visual de Ojeda. En el primero, donde estaba él, mezclábase a la blancura uniforme de la decoración el verde charolado de las palmeras de invernáculo, el verde pictórico de los enrejados de madera tendidos de pilastra a pilastra y el verde amarillento y velludo de unas parras artificiales, cuyas hojas parecían retazos de terciopelo. Sillones de floreada cretona en torno de las mesas de bambú formaban islas, a las que se acogían grupos de personas para embadurnar con manteca y mermeladas el pan tostado, husmear el perfume del té o seguir el burbujeo de las aguas minerales teñidas de jarabes y licores.


Leer / Descargar texto

Dominio público
650 págs. / 18 horas, 58 minutos / 259 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Los Apostólicos

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Tradiciones fielmente conservadas y ciertos documentos comerciales, que podrían llamarse el Archivo Histórico de la familia de Cordero, convienen en que Doña Robustiana de los Toros de Guisando, esposa del héroe de Boteros, falleció el 11 de Diciembre de 1826. ¿Fue peritonitis, pulmonía matritense o tabardillo pintado lo que arrancó del seno de su amante familia y de las delicias de este valle de lágrimas a tan digna y ejemplar señora? Este es un terreno oscuro en el cual no ha podido penetrar nuestra investigación ni aun acompañada de todas las luces de la crítica.

Esa pícara Historia, que en tratándose de los reyes y príncipes, no hay cosa trivial ni hecho insignificante que no saque a relucir, no ha tenido una palabra sola para la estupenda hazaña de Boteros, ni tampoco para la ocasión lastimosa en que el héroe se quedó viudo con cinco hijos, de los cuales los dos más pequeñuelos vinieron al mundo después que el giro de los acontecimientos nos obligó a perder de vista a la familia Cordero.


Leer / Descargar texto

Dominio público
243 págs. / 7 horas, 5 minutos / 395 visitas.

Publicado el 19 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Los Anticuarios

Carmen de Burgos


Novela


I. Adelina

Antes de abrir la tienda era preciso dar un último vistazo a los géneros y ponerse todos de acuerdo acerca del precio de algunos artículos dudosos. Ellos no necesitaban dependientes, se lo arreglaban todo en familia; una familia española que llamaba la atención en el barrio por el número de hijos, y hacía exclamar a más de una madama mirando a la anticuaría española, rolliza y frescota:

—¡Oh, los españoles!

Eran ya bien conocidos en el barrio por su posición sólida y por sus excentricidades. Hacía más de diez años que habían ido a establecerse allí, abriendo aquella tiendecita, que poco a poco se había convertido en un lujoso guarda-joyas, de joyas antiguas, auténticas, cuya autenticidad abonaba, no sólo el crédito de que gozaban en el comercio, sino su condición de españoles. Eran de una tierra donde las antigüedades de mérito son comunes, hasta en las casas de los aldeanos, y donde se vendían todas, por raras que fuesen, lo mismo los recuerdos de antepasados que las reliquias de los templos.

Entre la familia se lo podían arreglar todo, hasta los hijos pequeños entendían ya de antigüedades y desdeñaban las telas de moda y los juguetes de novedad, porque no tenían carácter.

Una vez todo listo, el hijo mayor procedió a levantar las persianas de metal que cubrían las puertas; se le dio la última mano a los dos escaparates, verdaderas vitrinas de museo, y la tiendecita, limpia y recompuesta, recibió la caricia del aire húmedo del boulevard, cuyo piso tenía reflejos de cristal empañado. Adelina vino a ocupar su puesto, no detrás, sino delante del mostrador, cerca de la pequeña estufa que caldeaba la tienda, y mientras esperaba la llegada de los parroquianos, —que para este ramo no suelen ser muy madrugadores— abrió un cajón de telas y empezó a separar los diversos géneros.


Leer / Descargar texto

Dominio público
217 págs. / 6 horas, 20 minutos / 288 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Los años itinerantes de Wilhelm Meister

Wolfgang Goethe


Novela


Libro primero

Capítulo primero

La huida a Egipto

A la sombra de una imponente roca estaba sentado Wilhelm, estaba en un lugar sobrecogedor y privilegiado, un lugar en el que el empinado sendero que llevaba por aquellos montes se arqueaba y se precipitaba abruptamente a lo hondo. El sol aún estaba a buena altura e iluminaba las copas de los pinos hincados en el abismo rocoso que se abría a sus pies. Estaba anotando algo en su pizarra, cuando Félix, que andaba trepando por allí, se acercó a él con una piedra en la mano.

—¿Cómo se llama esta piedra, padre? —preguntó el niño.

—No lo sé —repuso Wilhelm.

—¿No será oro lo que brilla tanto? —dijo aquél.

—No, no lo es —contestó éste—, y ahora recuerdo que la gente suele llamarlo oro de gato.

—¿Oro de gato? —dijo el niño sonriendo—. ¿Por qué?

—Probablemente porque es falso y piensan que los gatos son falsos también.

—Lo tendré en cuenta —dijo el niño guardando la piedra en una mochila de cuero. Sacando acto seguido algo más, preguntó—: ¿Qué es esto?

—Un fruto —respondió el padre— y a juzgar por su superficie escamosa debe de estar emparentado con las piñas.

—Pero no parece una piña, es redonda.

—Vamos a preguntarle a los cazadores. Ellos conocen el bosque y todos sus frutos, saben sembrar, plantar y esperar, luego dejan que crezcan los tallos y se hagan tan altos como puedan.

—Los cazadores lo saben todo, ayer el guía me mostró cómo un ciervo había atravesado el camino. Me hizo volver sobre mis pasos para que viera la pista, como ellos lo llaman, entonces vi claramente marcadas en el suelo dos pezuñas. Debía de ser un ciervo muy grande.

—Ya noté cómo le consultabas al guía.


Información texto

Protegido por copyright
481 págs. / 14 horas, 3 minutos / 211 visitas.

Publicado el 27 de marzo de 2018 por Edu Robsy.

Los Abismos

Felipe Trigo


Novela


A mi querido amigo D. José Torralba

Primera parte

I

Tendido en el diván, envuelto en la caricia blanda del pijama, satisfecho de sus horas de trabajo y con una felicidad en el corazón, que de tanta, de tanta, casi le dolía..., esperaba y perdía el pensamiento y la mirada hacia el fondo de etérea inmensidad que, cortado por las góticas torres blancas y rojas de San Pablo, el cielo abría sobre el retiro. Las nubes, las torres, las frondas, teñíanse a través de las vidrieras del hall en palidísimos gualdas y rosas y amatistas.

Entró Clotilde, la doncellita de pies menudos, de alba cofia, de pelo de ébano. Traía el servicio del té, y se puso en la mesita a disponerlo, avisando que ya llegaba la señora.

—¿Y la niña?

—Vestida, señor. Va a venir. Va a salir.

Un gorjeo de risas, inmediatamente, anunció a Inesita..., precediéndola en el correr mimoso que la dejó colgada al cuello de su padre. Jane, la linda institutriz, quedó digna en la puerta.

Pero la niña, espléndida beldad de cinco años, angélica coqueta a gran primor engalanada, huyó pronto los besos locos con que Eliseo desordenábala los bucles, los lazos y flores de la toca.

—¡Tonto! ¡Que me chafas!

—¡Oh! ¡Madame!

Sí, él, impetuoso adorador de la belleza, besando y abrazando a la divina criaturita había pensado muchas veces que puede haber en las caricias a los niños, paralelamente con la gran voluptuosidad sexual de la pasión a las mujeres, y ennobleciéndola, explicándola de antemano por todas las inocencias de la vida, una purísima y tan otra voluptuosidad de los sentidos, capaz de enajenarlos en los mismos raptos de embriaguez.

¡Inesina! ¡Trasunto de su madre! ¡Cómo iba desde chica impregnándola el amor a lo gentil!


Leer / Descargar texto

Dominio público
209 págs. / 6 horas, 7 minutos / 165 visitas.

Publicado el 1 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Lord Jim

Joseph Conrad


Novela


A Mr. y Mrs. Hope con agradecido afecto, después de muchos años de amistad.

Joseph Conrad


No cabe duda de que cualquier convicción gana infinitamente en cuanto otra alma cree en ella.

Novalis

Nota del autor

Cuando esta novela se publicó en forma de libro, circuló la idea de que me había dejado arrebatar por ella. Algunos críticos sostuvieron que la obra, que comenzó como un cuento corto, había escapado al dominio del autor. Uno o dos descubrieron pruebas internas del hecho, cosa que pareció divertirles mucho. Señalaron las limitaciones de la forma narrativa. Argumentaron que no podía esperarse que un hombre hablara tanto tiempo y otros escucharan durante tan largo rato. No era muy creíble, dijeron.

Después de pensarlo unos dieciséis años, no estoy tan seguro. Se ha sabido de hombres, tanto en los trópicos como en la zona templada, que permanecieron despiertos la mitad de la noche "intercambiándose relatos". Pero este es un solo relato, aunque con interrupciones que ofrecen cierta medida de alivio; y en consideración a la resistencia del lector, es preciso aceptar el postulado de que la narración era interesante. Es el supuesto preliminar necesario. Si no hubiese creída que era interesante, no habría empezado a escribirla. En cuanto ala simple posibilidad física, todos sabemos que algunos discursos del Parlamento ocuparon más bien seis que tres horas, en tanto que toda la parte del libro que es el relato de Marlow puede leerse en voz alta, diría yo, en menos de tres horas. Además —aunque eliminé de la narración, con criterio estricto, todo tipo de detalles insignificantes por el estilo—, podemos presumir que esa noche tiene que haber habido algún refrigerio, un vaso de agua mineral, o algo así, para ayudar al narrador a seguir adelante.


Leer / Descargar texto

Dominio público
407 págs. / 11 horas, 53 minutos / 279 visitas.

Publicado el 20 de julio de 2016 por Edu Robsy.

Lo que Maisie Sabía

Henry James


Novela


PREFACIO DEL AUTOR

Encuentro de nuevo, en el primero de estos tres Relatos, otro ejemplo más del crecimiento de un «gran roble» a partir de una minúscula bellota; pues Lo que Maisie sabía es cuando menos el caso de un árbol que se desarrolla por encima de cualquier previsión que su pequeña simiente hubiese podido parecer autorizar en un primer examen. Me había sido narrado casualmente el modo en que la situación del infortunado pequeño vástago de un matrimonio divorciado había sido afectada, bajo la mirada de mi informante, por el nuevo casamiento de uno de sus progenitores (cuál de ellos, no lo recuerdo); de manera que, a causa del poco entusiasmo por la compañía de la pequeña criatura expresado por el nuevo cónyuge de dicho progenitor, no podía ser llevada a término con facilidad la ley que regía su infantil existencia, consistente en que debía vivir alternativamente una temporada con su padre y otra con su madre. Aun cuando en un principio cada miembro de la desunida pareja había deseado vengativamente impedirle a su retoño cualquier relación con el otro, ahora el progenitor nuevamente desposado buscaba más bien desembarazarse de él: es decir, dejarlo tanto como fuera posible, y excediéndose de las fechas y plazos estipulados, al cargo del adversario; incumplimiento éste que, tomado por el adversario como prueba de mala intención, naturalmente era compensado y vengado mediante una perfidia equivalente. El desdichado infante se había encontrado, así, prácticamente repudiado, rebotando de raqueta a raqueta cual una pelota de tenis o un volante. Este pequeño personaje no podía menos que incidir hasta lo más profundo sobre la sensibilidad y aparecérsele a quien esto escribe como punto de partida de una narración: una narración que demandaba una buena dosis de desarrollos.


Información texto

Protegido por copyright
375 págs. / 10 horas, 57 minutos / 187 visitas.

Publicado el 29 de enero de 2017 por Edu Robsy.

Lo Prohibido

Benito Pérez Galdós


Novela


Capítulo I

Refiero mi aparición en Madrid, y hablo largamente de mi tío Rafael y de mis primas María Juana, Eloísa y Camila

I

En Septiembre del 80, pocos meses después del fallecimiento de mi padre, resolví apartarme de los negocios, cediéndolos a otra casa extractora de Jerez tan acreditada como la mía; realicé los créditos que pude, arrendé los predios, traspasé las bodegas y sus existencias, y me fui a vivir a Madrid. Mi tío (primo carnal de mi padre) D. Rafael Bueno de Guzmán y Ataide quiso albergarme en su casa; mas yo me resistí a ello por no perder mi independencia. Por fin supe hallar un término de conciliación, combinando mi cómoda libertad con el hospitalario deseo de mi pariente; y alquilando un cuarto próximo a su vivienda, me puse en la situación más propia para estar solo cuando quisiese o gozar del calor de la familia cuando lo hubiese menester. Vivía el buen señor, quiero decir, vivíamos en el barrio que se ha construido donde antes estuvo el Pósito. El cuarto de mi tío era un principal de diez y ocho mil reales, hermoso y alegre, si bien no muy holgado para tanta familia. Yo tomé el bajo, poco menos grande que el principal, pero sobradamente espacioso para mí solo, y lo decoré con lujo y puse en él todas las comodidades a que estaba acostumbrado. Mi fortuna, gracias a Dios, me lo permitía con exceso.


Leer / Descargar texto

Dominio público
508 págs. / 14 horas, 49 minutos / 382 visitas.

Publicado el 13 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Las Tribulaciones de un Chino en China

Julio Verne


Novela


I

Donde se van conociendo poco a poco la fisonomía y la patria de los personajes

—Sin embargo, es justo aceptar que la vida tiene cosas buenas —dijo uno de los invitados que tenía los codos sobre los brazos de su asiento de respaldo de mármol y estaba chupando una raíz de nenúfar con azúcar.

—Y malas también, respondía, entre dos accesos de tos, otro que había estado a punto de ahogarse con una espina de aleta de tiburón.

—Seamos filósofos, dijo entonces un personaje de más edad cuya nariz sostenía un enorme par de anteojos de grandes cristales, montados sobre armadura de madera. Hoy corre el riesgo de ahogarse y mañana todo pasa como pasan los sorbos de este suave néctar.

—Ésta es la vida, ni más ni menos. Esto diciendo aquel epicúreo de genio acomodaticio, se bebió una copa de excelente vino tibio, cuyo ligero vapor se escapaba lentamente de una tetera metálica.

—A mí, dijo otro convidado, la existencia me parece muy aceptable cuando no se hace nada y se tienen los medios de estar ocioso.

—¡Error! Repuso el quinto comensal. La felicidad consiste en el estudio y en el trabajo. Adquirir la mayor suma posible de conocimientos es buscar la dicha…

—Y llegar a saber que en resumidas cuentas no se sabe nada.

—¿No es ése el principio de la sabiduría?

—¿Y cuál es el fin?

—La sabiduría no tiene fin, respondió filosóficamente el de los anteojos. La satisfacción suprema sería tener sentido común. Entonces el primero de los comensales se dirigió al anfitrión que ocupaba la cabecera de la mesa, es decir, el sitio más malo, como lo exigen las leyes de la cortesía. El anfitrión, indiferente y distraído, escuchaba, sin decir nada aquella disertación ínter pocula.


Información texto

Protegido por copyright
186 págs. / 5 horas, 26 minutos / 270 visitas.

Publicado el 14 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

2728293031