Textos por orden alfabético etiquetados como Novela disponibles | pág. 32

Mostrando 311 a 320 de 560 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela textos disponibles


3031323334

La Incógnita

Benito Pérez Galdós


Novela, Novela epistolar


A D. Equis X, en Orbajosa Madrid, 11 de Noviembre.

Querido Equis: Allá va mi primera carta. La empiezo recordándote la condición sine qua non de mi compromiso epistolar, a saber: que esto no ha de leerlo nadie más que tú. Sólo con la seguridad de que humanos ojos, fuera de los tuyos de ratón, no han de ver el contenido de estas cartas, puedo ser, como me propongo, absolutamente sincero al escribirlas. A cambio de la solemne promesa de tu discreción, nada te ocultaré, ni aun aquello que recelamos confiar verbalmente al amigo más íntimo.

Ya que por tus pecados, de los cuales más vale no hablar, te ves recluido en la estrechez carcelaria de ese lugarón, donde todas las murrias del alma humana tienen su asiento, quiero enviarte la sal de estas cartas para que sazones con ella el pan desabrido de tu destierro forzado o voluntario, que esto es harina de otro costal. En ellas verás personas, sucesos, chismes y trapisondas de esta pícara Corte, cuya confusión y bullicio tanto te agradan, como buen gato madrileño; y la sociedad que has dejado con pena, la vida esta, entretenidísima, variada y estimulante, revivirán en tu espíritu, descritas sin galanura, pero con veracidad, por tu mejor amigo.


Leer / Descargar texto


232 págs. / 6 horas, 47 minutos / 287 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

La Isla de los Pingüinos

Anatole France


Novela, Sátira


Prólogo

A pesar de la diversidad aparente de ocupaciones que me solicitan, mi vida sólo tiene un objeto, la consagro a la realización de un propósito magnifico: escribir la Historia de los pingüinos, en la cual trabajo asiduamente sin desfallecer nunca si tropiezo con dificultades que alguna vez parecen invencibles.

Hice excavaciones para descubrir los monumentos de ese pueblo sepultados en la tierra. Los primeros libros de los hombres fueron piedras, y estudié las piedras que se pueden considerar como los anales primitivos de los pingüinos. A orillas del Océano escudriñé tumbas que no habían sido aún violadas, y encontré, según costumbre, hachas de pedernal, espadas de bronce, dinero romano y una moneda con la efigie de Luis Felipe, rey de los franceses en 1840.

Para los tiempos históricos, la Crónica de Johannes Talpa, monje del monasterio de Beargarden, fue mi guía segura, y me abrevé tanto más a esta fuente cuanto que no es posible hallar otra en justificación de la historia pingüina durante la Edad Media.

Pero a partir del siglo XIII contamos con mayor abundancia de documentos, aunque no sean más afortunadas nuestras investigaciones. Resulta difícil escribir la Historia; nunca se averigua con certeza de qué modo tuvieron lugar los sucesos, y las incertidumbres del historiador aumentan con la abundancia de documentos. Cuando un hecho es conocido por una referencia única, lo admitimos sin vacilación; pero empiezan las perplejidades al ofrecerse varios testimonios del mismo suceso, pues no suele haber manera de armonizar las contradicciones evidentes.


Leer / Descargar texto

Dominio público
239 págs. / 6 horas, 59 minutos / 797 visitas.

Publicado el 25 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

La Isla del Tesoro

Robert Louis Stevenson


Novela


PRÓLOGO DE LA EDICIÓN ESPAÑOLA

En el campo abundantísimo de la moderna literatura inglesa, la casa de Appleton no ha tenido sino el embarazo de la elección, para decidir qué obra debería ocupar el segundo lugar en la colección de novelas inaugurada con el aplaudido “Misterio...” de Hugo Conway.

Roberto Luis Stevenson ha sido el autor elegido, y si la traducción no ha sido tal que borre todos los méritos del original, ya encontrarán no poco que aplaudir y más aún con que solazarse los lectores hispanoamericanos.

La Isla del Tesoro no tiene la pretensión de ser una novela trascendental encaminada á mejorar las costumbres ó censurar los hábitos de un pueblo. No entran en ella en juego todas esas pasiones candentes cuyo hervidero llena las modernas obras de ficción con miasmas que hacen daño. El lector que busca en libros de este género un mero solaz que refresque su espíritu, después de largas horas de un pesado trabajo moral ó material, no se verá aquí detenido por disertaciones inoportunas ni problemas ociosos. Nada de eso.

La Isla del Tesoro es una narración llana, un romance fácil, un cuento sabroso con un niño por héroe, y que, á pesar de sus peripecias dramáticas y conmovedoras, conserva en todo el discurso del libro una pureza y una sencillez tales que no habrá hogar, por mucha severidad que impere en él, del cual pueda desterrársele con razón.

Stevenson se propuso, además, describir con esa difícil facilidad que parece ser un secreto suyo, esas escenas y aventuras marinas en que el lector percibe, desprendiéndose de la sencilla narración, ya el olor acre de las brisas de la playa, ya el rumor de la pleamar deshaciéndose contra las rocas, ya el eco monótono de los cantos de marineros y grumetes empeñados en la maniobra.


Leer / Descargar texto

Dominio público
277 págs. / 8 horas, 5 minutos / 3.323 visitas.

Publicado el 24 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Jirafa Blanca

Emilio Salgari


Novela


Capítulo I. El jefe de los Griquas

Una hermosa mañana del mes de Mayo de 1858, uno de esos grandes furgones que utilizan los colonos del Cabo de Buena Esperanza y los boers del Orange y del Transvaal, verdaderas casas ambulantes, que sirven de albergue durante la noche, se detenía en las orillas de un riachuelo tributario del Orange.

Iba tirado por un par de bueyes guiados por dos robustos negros armados de largas trallas y seguidos por dos hombres blancos, montados en magníficos caballos de pura raza.

Uno de los europeos era un anciano que frisaría en los sesenta años, de cabellos blanquísimos, la barba muy larga, la piel algo bronceada, y defendidos los ojos con gafas negras para resguardarse de los reflejos del sol africano.

Su compañero era un joven rubio, de tez rosada, ojos azules, bastante robusto, a juzgar por sus formas y la anchura de sus hombros, y con barbas no menos crecidas que las de su compañero. Vestían ambos como los colonos del Cabo de Buena Esperanza. Llevaban sombreros de fieltro de alas muy anchas, cazadora y pantalones de gruesa tela azul, polainas muy altas con doble fila de botones y zapatos con espuelas de acero.

Iban armados de cortas y pesadas carabinas, verdaderas armas para la caza de los grandes animales y llevaban pendientes del cinto sendos cuchillos de un pie de largo, asaz puntiagudos.

—¿Nos detenemos aquí, William? —preguntó el viejo, al ver que el carro se detenía.

—Sí, doctor —respondió el joven—. Debemos esperar al jefe de los Griquas, de quien espero saber dónde podremos encontrar esa famosa jirafa blanca.

—¿Sabéis, William, que si conseguís encontrarla, el director del Jardín Zoológico de Berlín os pagará una gruesa suma?


Leer / Descargar texto


121 págs. / 3 horas, 32 minutos / 435 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

La Letra Escarlata

Nathaniel Hawthorne


Novela


INTRODUCCIÓN

AL presentar en lengua castellana la obra maestra del novelista americano Nataniel Hawthorne, que sin duda es también una de las más notables producciones de la literatura amena de los Estados Unidos, hemos creído conveniente hacerla preceder de la traducción de los párrafos que, á manera de prefacio, aparecen en una de las últimas ediciones de esta novela en su idioma nativo. Como verá el que lo leyere, se dan en dicho trabajo algunos detalles, que no carecen de interés, acerca de la obra y de su autor:—

"LA LETRA ESCARLATA fué la primera producción de gran aliento que escribió Hawthorne después de haberse dado á conocer con sus "Cuentos dos veces referidos;" y también el primero de sus libros que alcanzó popularidad. En el intermedio había publicado "El Sillón del Abuelo," para niños, y "Musgos de una antigua morada;" pero solo después de fijada su residencia en Salem, donde desempeñaba el empleo de Administrador de la Aduana de aquel puerto, fué cuando comenzó á experimentar la sensación, según manifestó él mismo á un amigo suyo, de "que una novela le bullía en el cerebro." Esta novela es la que hoy goza de fama universal y se ofrece á los lectores en el presente volumen. La comenzó á principios del invierno de 1849 á 1850, y la terminó en 3 de Febrero del año últimamente nombrado. Al día siguiente de concluída, escribió á su amigo Horacio Bridge diciéndole:—


Leer / Descargar texto

Dominio público
279 págs. / 8 horas, 9 minutos / 2.088 visitas.

Publicado el 24 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Locura de Almayer

Joseph Conrad


Novela


Capítulo I

—¡Kaspar! ¡Makan!

La voz familiar y penetrante sacó a Almayer de su sueño de grandezas futuras, restituyéndole a las desagradables realidades de la hora presente. También la voz era desagradable. La había oído durante muchos años, y cada vez le gustaba menos. No importaba: todo aquello tendría un próximo fin.

Mostró su irritación con un gesto, pero no hizo caso del llamamiento. Apoyándose con ambos codos en el antepecho de la veranda, continuó mirando de hito en hito al gran río que corría —indiferente y rápido— ante sus ojos. Le gustaba contemplarlo durante el ocaso, quizá porque a aquella hora el sol poniente teñía de oro encendido las aguas del Pantai: el oro que tan a menudo ocupaba los pensamientos de Almayer; el oro que él no había logrado adquirir; el oro que otros habían ganado —por medios infames desde luego—, pero que él pensaba alcanzar aún, con su honrado trabajo, para sí mismo y para Nina. Almayer se abismaba en su sueno de riqueza y poder, lejos de esta costa donde había pasado tantos años, olvidando las amarguras de las fatigas sufridas, con la visión de una grande y espléndida recompensa. Se establecerían en Europa él y su hija. Serían ricos y respetados. Al verla a ella nadie se detendría a pensar en la sangre mestiza de la joven ante su extraordinaria hermosura y su inmensa riqueza. Testigo de sus triunfos, él se rejuvenecería, y olvidaría los veinticinco años de acongojado esfuerzo en esta costa donde se sentía como prisionero.

Todo esto estaba próximo a llegar. Bastaba que regresara Dain. Y regresaría pronto, por su propio interés. ¡Más de una semana de retraso llevaba ya! ¿No volvería tal vez aquella misma noche?


Leer / Descargar texto

Dominio público
203 págs. / 5 horas, 55 minutos / 206 visitas.

Publicado el 1 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

La Madre Naturaleza

Emilia Pardo Bazán


Novela


Parte 1

Capítulo 1

Las nubes, amontonadas y de un gris amoratado, como de tinta desleída, fueron juntándose, juntándose, sin duda a cónclave, en las alturas del cielo, deliberando si se desharían o no se desharían en chubasco. Resueltas finalmente a lo primero, empezaron por soltar goterones anchos, gruesos, legítima lluvia de estío, que doblaba las puntas de las yerbas y resonaba estrepitosamente en los zarzales; luego se apresuraron a porfía, multiplicaron sus esfuerzos, se derritieron en rápidos y oblicuos hilos de agua, empapando la tierra, inundando los matorrales, sumergiendo la vegetación menuda, colándose como podían al través de la copa de los árboles para escurrir después tronco abajo, a manera de raudales de lágrimas por un semblante rugoso y moreno.

Bajo un árbol se refugió la pareja. Era el árbol protector magnífico castaño, de majestuosa y vasta copa, abierta con pompa casi arquitectural sobre el ancha y firme columna del tronco, que parecía lanzarse arrogantemente hacia las desatadas nubes: árbol patriarcal, de esos que ven con indiferencia desdeñosa sucederse generaciones de chinches, pulgones, hormigas y larvas, y les dan cuna y sepulcro en los senos de su rajada corteza.

Al pronto fue útil el asilo: un verde paraguas de ramaje cobijaba los arrimados cuerpos de la pareja, guareciéndolos del agua terca y furiosa; y se reían de verla caer a distancia y de oír cómo fustigaba la cima del castaño, pero sin tocarles. Poco duró la inmunidad, y en breve comenzó la lluvia a correr por entre las ramas, filtrándose hasta el centro de la copa y buscando después su natural nivel. A un mismo tiempo sintió la niña un chorro en la nuca, y el mancebo llevó la mano a la cabeza, porque la ducha le regaba el pelo ensortijado y brillante. Ambos soltaron la carcajada, pues estaban en la edad en que se ríen lo mismo las contrariedades que las venturas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
287 págs. / 8 horas, 23 minutos / 1.278 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Maja Desnuda

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


PRIMERA PARTE

I

Eran las once de la mañana cuando Mariano Renovales llegó al Museo del Prado. Algunos años iban transcurridos sin que el famoso pintor entrase en él. No le atraían los muertos: muy interesantes, muy dignos de respeto, bajo la gloriosa mortaja de los siglos, pero el arte marchaba por nuevos caminos y no era alli donde él podía estudiar, á la falsa luz de las claraboyas, viendo la realidad á través de otros temperamentos. Un pedazo de mar, una ladera de monte, un grupo de gente desarrapada, una cabeza expresiva, le atraían más que aquel palacio de amplias escalinatas, blancas columnas y estatuas de bronce y alabastro, solemne panteón del arte, donde titubeaban los neófitos, en la más estéril de las confusiones, sin saber qué camino seguir.

El maestro Renovales detúvose unos instantes al pie de la escalinata. Contemplaba con cierta emoción—como se contempla después de larga ausencia los lugares de la juventud—la hondonada que da acceso al palacio, con sus declives de césped fresco, adornados á trechos por débiles arbolillos. En lo alto de estos desmontes, la antigua iglesia de los Jerónimos, de gótica mampostería, marcaba sobre el espacio azul sus torres gemelas y sus arcadas ruinosas. El invernal ramaje del Retiro servia de fondo á la blanca masa del Casón. Renovales pensó en los frescos de Giordano que adornaban sus techos interiores. Después se fijó en un edificio de muros rojos y portada de piedra que cerraba el espacio pretenciosamente, en primer término, al borde de la pendiente verdosa. ¡Puá! ¡La Academia! Y el gesto despreciativo del artista encerró en una misma repugnancia la Academia de la Lengua y las demás Academias; la pintura, la literatura, todas las manifestaciones del pensamiento, amojamadas y agarrotadas, con una inmortalidad de momia, en los vendajes de la tradición, las reglas y el respeto á los precedentes.


Leer / Descargar texto

Dominio público
297 págs. / 8 horas, 40 minutos / 504 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

La Majestad Caída

Juan Antonio Mateos


Novela


I. El Centenario

I

En el valle más lindo del mundo, donde dijo el Génesis: «Aquí», plantando las joyas más valiosas de sus secretos, los picos nevados de «La Mujer Blanca» y de la «Estrella que humea» el Iztaccíhuatl y el Popocatépetl, destacándose sobre el azul del infinito, con su voz de rayos y sus ritmos de tempestad. Allí donde tendió sus lazos, espejos purísimos donde se asoman las vividas estrellas de las constelaciones. Allí donde pupulan los jardines flotantes, que arrojaron en montón las perfumadas flores que columpiaron en las gargantas de las divinidades antiguas, que viven todavía, con su mirada altanera bajo las bóvedas de los museos, como los vencidos de la civilización y de la historia.

Allí está tendida dulcemente la virgen de Anáhuac, la gran Tenochtitlan, reclinada en la colina suntuosa de Chapultepec, como en un nido de águilas, coronada con las ramas sagradas de los ahuehuetes antediluvianos, y empapando sus sandalias en las linfas ardientes y sulfurosas del Peñón, donde se sumergían indolentes las mujeres y las esclavas de los emperadores. Pasó la Conquista con el vendaval salvaje, esa pléyade brutal de bandidos, que empapó con sangre mexicana hasta el pomo de sus tizonas, levantando su sacrilega clerecía, las encendidas llamas del Santo Oficio, como el «Memento Homo» de la raza conquistada y contra cuyos hechos indignos, protesta la historia y la conciencia humana.

En medio de esa noche oscura de los siglos, despuntó la primera luz de un sol inmortal, en las montañas de oro de Guanajuato, que alumbró los altares de la patria, a cuyas plantas se arroja la generación actual, para celebrar el primer centenario de la independencia mexicana.


Leer / Descargar texto

Dominio público
148 págs. / 4 horas, 19 minutos / 187 visitas.

Publicado el 17 de junio de 2019 por Edu Robsy.

La Malcasada

Carmen de Burgos


Novela


I. ¡Biznagas! ¡Biznagas!

Llegaban las alegres voces de la calle hasta el gabinete de Dolores, de un modo inusitado, en aquel ambiente de ordinario pesante y silencioso.

Los días de feria eran como un despertar, un estallido de vida, de la ciudad toda. Era la época de esplendor, en la que acudían los bañistas de todos los lugares del interior, de Guadix y de Granada, atraídos por el encanto del mar. Venían también los ricos cosecheros de uva de los pueblos del río; los prestamistas, que adelantaban dinero sobre las cosechas y recibían en esa fecha sus réditos; las gentes del campo y de la vega, con las bolsas recién llenas del producto de la venta de cereales y ganados: acudían todos a pertrecharse de los objetos necesarios para su año y especialmente con la esperanza de hallar alguna ganga en la feria de animales, donde gitanos y chalanes de toda la comarca conducían las bestias de labor para ponerlas en venta.

Se podía afirmar que el día 15 de Agosto era día de fin de año y comienzo de un año nuevo en la provincia. La Asunción de la Virgen marcaba una época decisiva, y la ciudad se engalanaba para celebrar la fiesta de la Patraña, bajo la advocación de la Virgen del Mar. Todos los contratos de ventas y compras al fiado se hacían siempre señalando para fecha de su vencimiento el día de la Virgen; pero cuando las cosechas no ayudaban, no podía cumplirse lo pactado y se necesitaba un aplazamiento. Debido a esto, la Virgen de Agosto, tenía el remoquete de la Virgen de los Embusteros.

Era el día de la procesión, y Dolores se vestía lentamente, perezosa, sin gana, el traje de crespón brochado que acababa de recibir de Madrid. Estaba obligada a no faltar a la fiesta y le molestaba ya despertar del amodorramiento que le producía la ciudad. Encontraba ridículo engalanarse para ir a los sitios de siempre, con las personas que se veían todos los días.


Leer / Descargar texto

Dominio público
186 págs. / 5 horas, 26 minutos / 830 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

3031323334