Textos por orden alfabético etiquetados como Novela disponibles | pág. 6

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Cárcel de Amor

Diego de San Pedro


Novela


Comienza la obra

Después de hecha la guerra del año pasado, viniendo a tener el invierno a mi pobre reposo, pasando una mañana, cuando ya el sol quería esclarecer la tierra, por unos valles hondos y oscuros que se hacen en la Sierra Morena, vi salir a mi encuentro, por entre unos robredales donde mi camino se hacía, un caballero así feroz de presencia como espantoso de vista, cubierto todo de cabello a manera de salvaje. Llevaba en la mano izquierda un escudo de acero muy fuerte, y en la derecha una imagen femenil entallada en una piedra muy clara, la cual era de tan extrema hermosura que me turbaba la vista. Salían de ella diversos rayos de fuego que llevaba encendido el cuerpo de un hombre que el caballero forzadamente llevaba tras sí. El cual con un lastimado gemido de rato en rato decía: «En mi fe, se sufre todo». Y como emparejó conmigo, díjome con mortal angustia: «Caminante, por Dios te pido que me sigas y me ayudes en tan gran cuita». Yo, que en aquella sazón tenía más causa para temer que razón para responder, puestos los ojos en la extraña visión, estuve quedo, trastornando en el corazón diversas consideraciones: dejar el camino que llevaba parecíame desvarío, no hacer el ruego de aquel que así padecía figurábaseme inhumanidad, en seguirle había peligro, y en dejarle, flaqueza. Con la turbación, no sabía escoger lo mejor. Pero ya que el espanto dejó mi alteración en algún sosiego, vi cuánto era más obligado a la virtud que a la vida, y empachado de mí mismo por la duda en que estuve, seguí la vía de aquel que quiso ayudarse de mí. Y como apresuré mi andar, sin mucha tardanza alcancé a él y al que la fuerza le hacía, y así seguimos todos tres por unas partes no menos trabajosas de andar que solas de placer y de gente. Y como el ruego del forzado fue causa que lo siguiese, para cometer al que lo llevaba faltábame aparejo y para rogarle merecimiento, de manera que me fallecía consejo.


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77 págs. / 2 horas, 15 minutos / 348 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Carlos VI en la Rápita

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Tetuán, mes de Adar, año 5620.

¡Vive Dios, que no sé ya cómo me llamo! Yahia dicen los del Mellah al verme; Alarcón me saluda con apodos burlescos, Profetángano, Don Bíblico; para algunos moros maleantes soy Djinn, que quiere decir diablillo, geniecillo; y mi venerable amigo el castrense don Toro Godo me ha puesto el remoquete de Confusio (con ese). Cuando me recojo en mí, y examino y desdoblo mi personalidad, ahora tan envuelta sobre sí propia, vengo a reconocer que soy aquel Juan que vino de España con el Ejército de O'Donnell, trayendo consigo poco más de lo puesto, un humilde y no manchado apellido, que creo era Santiuste, y una condición que tengo por sencilla y mansa, la cual, dividida en cuartos, me da tres partes de galán enamoradizo y un cuartillo de poeta. Tal soy, tal fui. Quiero reconstruir mi ser sintético, y fundar en él la nueva conciencia que necesito al cabo de tantos trastornos, en ésta mi africana vida tan atropellada y exuberante.


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Dominio público
226 págs. / 6 horas, 36 minutos / 374 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Cenizas

Grazia Deledda


Novela


Primera parte

I

Era la víspera de San Juan al anochecer. Olí salió de la caseta de peón caminero, situada á la orilla del camino que va de Nuoro á Mamojada, y marchó campo á través. Tenía unos quince años. Era alta y hermosa, con grandes ojos felinos, glaucos, un poco oblicuos, y boca voluptuosa, cuyo labio inferior, algo hendido en su mitad, parecía formado por dos cerezas. De la cofia encarnada, atada bajo la puntiaguda barbilla, salían dos mechones de negros y relucientes cabellos, ensortijados alrededor de las orejas. Este peinado y lo pintoresco del traje, falda roja y corpiño de brocado terminado por dos puntas recurvadas que sostenían el seno, daban á la chiquilla una gracia oriental. Entre los dedos, llenos de anillitos de metal, llevaba cintas y lazos escarlata, para señalar las flores de San Juan, ó sean matas de gordolobo, tomillo y asfódelo, que, cogidas á la madrugada del día siguiente, servían de medicina y amuletos.

Aun cuando Olí no hubiese señalado las plantas que quería arrancar, no había peligro de que alguien las tocara. Todo el campo, alrededor de la caseta donde vivía con su padre y hermanitos, estaba completamente desierto. Sólo á lo lejos las ruinas de una casa de labranza sobresalían entre un campo de trigo, cual escollo en un verde lago. En la campiña agonizaba la salvaje primavera sarda; se deshojaban las flores del asfódelo, se desgranaban los dorados racimos de la retama; las rosas palidecían en los matorrales, amarilleaba la hierba; un fuerte olor de heno perfumaba la pesada atmósfera.

La vía láctea y los últimos resplandores del horizonte, que parecía una faja de mar lejano, daban á la noche claridad de crepúsculo. Cerca del río, cuyas escasísimas aguas reflejaban las estrellas y el cielo violáceo, encontró Olí á dos de sus hermanitos que cazaban grillos.

—¡Á casa! ¡De prisa!—les dijo con su hermosa voz aún infantil.


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Dominio público
271 págs. / 7 horas, 54 minutos / 19 visitas.

Publicado el 7 de agosto de 2024 por Edu Robsy.

Cinco Semanas en Globo

Julio Verne


Novela


Capítulo 1

El final de un discurso muy aplaudido. — Presentación del doctor Samuel Fergusson. — " Excelsior. " — Retrato de cuerpo entero del doctor. — Un fatalista convencido. — Comida en el Traveller's Club. — Numerosos brindis de circunstancias

El día 14 de enero de 1862 había asistido un numeroso auditorio a la sesión de la Real Sociedad Geográfica de Londres, plaza de Waterloo, 3. El presidente, sir Francis M … . comunicaba a sus ilustres colegas un hecho importante en un discurso frecuentemente interrumpido por los aplausos.

Aquella notable muestra de elocuencia finalizaba con unas cuantas frases rimbombantes en las que el patriotismo manaba a borbotones: "Inglaterra ha marchado siempre a la cabeza de las naciones (ya se sabe que las naciones marchan universalmente a la cabeza unas de otras) por la intrepidez con que sus viajeros acometen descubrimientos geográficos. (Numerosas muestras de aprobación.) El doctor Samuel Fergusson, uno de sus gloriosos hijos, no faltará a su origen. (Por doquier.¡No! ¡No!) Su tentativa, si la corona el éxito (gritos de: ¡La coronará!), enlazará, completándolas, las nociones dispersas de la cartografía africana (vehemente aprobación), y si fracasa (gritos de: ¡Imposible! ¡Imposible!), quedará consignada en la Historia como una de las más atrevidas concepciones del talento humano. (Entusiasmo frenético.)"

—¡Hurra! ¡Hurra! —aclamó la asamblea, electrizada por tan conmovedoras palabras.

—¡Hurra por el intrépido Fergusson! —exclamó uno de los oyentes más expansivos.


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Dominio público
255 págs. / 7 horas, 26 minutos / 2.882 visitas.

Publicado el 10 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Clemencia

Ignacio Manuel Altamirano


Novela


Capítulo 1. Dos citas de los cuentos de Hoffmann

Una noche de diciembre, mientras que el viento penetrante del invierno, acompañado de una lluvia menuda y glacial, ahuyentaba de las calles a los paseantes; varios amigos del doctor L. tomábamos el té, cómodamente abrigados en una pieza confortable de su linda aunque modesta casa. Cuando nos levantamos de la mesa, el doctor, después de ir a asomarse a una de las ventanas, que se apresuró a cerrar en seguida, vino a decirnos:

— Caballeros, sigue lloviendo, y creo que cae nieve; sería una atrocidad que ustedes salieran con este tiempo endiablado, si es que desean partir. Me parece que harían ustedes mejor en permanecer aquí un rato más; lo pasaremos entretenidos charlando, que para eso son las noches de invierno. Vendrán ustedes a mi gabinete, que es al mismo tiempo mi salón, y verán buenos libros y algunos objetos de arte.

Consentimos de buen grado y seguimos al doctor a su gabinete. Es éste una pieza amplia y elegante, en donde pensábamos encontrarnos uno o dos de esos espantosos esqueletos que forman el más rico adorno del estudio de un médico; pero con sumo placer notamos la ausencia de tan lúgubres huéspedes, no viendo allí más que preciosos estantes de madera de rosa, de una forma moderna y enteramente sencilla, que estaban llenos de libros ricamente encuadernados, y que tapizaban, por decirlo así, las paredes.

Arriba de los estantes, porque apenas tendrían dos varas y media de altura, y en los huecos que dejaban, había colgados grabados bellísimos y raros, así como retratos de familia. Sobre las mesas se veían algunos libros, más exquisitos todavía por su edición y su encuadernación.


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Dominio público
162 págs. / 4 horas, 44 minutos / 2.889 visitas.

Publicado el 1 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Clemencia

Fernán Caballero


Novela


Carta a mi lector de las Batuecas

Mi muy querido lector:

Supongo que te acordarás de que me has escrito: cartas como las tuyas no las olvida el que las escribe y mucho menos el que las lee.

No me has dicho tu nombre; pero no por eso dejas de ser mi simpático amigo, pues como dice un refrán, el nombre, ni quita ni pone. Además, podría suceder que si me lo dijeses, me quedase tan adelantado como antes de saberlo, pues es dable que sea tu nombre tan desconocido como lo es el de Fernán Caballero, por lo cual ha tenido el pobrecito que sufrir el desaire de ver a las gentes empeñarse en que no es legítimo, y sí hijo de la cuna. ¡Ojalá me llamase Tostado! Este nombre al menos, aunque no muy bonito que digamos, no tendría el inconveniente de ser incompatible con la pluma. ¿Quieres creer que un escritor de los buenos, de los de fuiste, de los sonados, como decimos por acá, ha escrito a Andalucía para saber si Fernán era Fernán, o si era quizás Luis Napoleón, Kossuth o Lola Montes? Y eso que dicho escritor ha escrito con el nombre de un fraile, y Fernán ha tenido la buena fe de tenerlo por tal; y aun hoy día existe para él ese fraile, sin que por eso deje de existir además un historiador de gran mérito y nombradía. Y sábete que no ha sido él solo entre la aristocracia literaria quien se ha empeñado en que yo no soy yo: esto ha sido a punto que han llegado a aturrullarme y hacerme dudar de si existo o no. Mi cocinera, a quien ya conoces, estaba muy inquieta viéndome de continuo pasear agitado por mi gabinete, declamando en lúgubre acento el monólogo de Hamlet: To be, or not to be, that is the question.

—Señor —me decía—, el almuerzo.

—Ser o no ser, esa es la cuestión —contestaba yo.

—Señor —la comida.

—Ser o no ser...


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Dominio público
318 págs. / 9 horas, 17 minutos / 277 visitas.

Publicado el 27 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cómo se Hace una Novela

Miguel de Unamuno


Ensayo, novela


Prólogo

Cuando escribo estas líneas, a fines del mes de mayo de 1927, cerca de mis sesenta y tres, y aquí, en Hendaya, en la frontera misma, en mi nativo país vasco, a la vista tantálica de Fuenterrabía, no puedo recordar sin un escalofrío de congoja aquellas infernales mañanas de mi soledad de París, en el invierno, del verano de 1925, cuando en mi cuartito de la pensión del número 2 de la rue Laperouse me consumía devorándome al escribir el relato que titulé: Cómo se hace una novela. No pienso volver a pasar por experiencia íntima más trágica. Revivíanme para torturarme con la sabrosa tortura —de «dolor sabroso» habló santa Teresa— de la producción desesperada, de la producción que busca salvarnos de la obra, todas las horas que me dieron El sentimiento trágico de la vida. Sobre mí pesaba mi vida toda, que era y es mi muerte. Pesaban sobre mí no sólo mis sesenta años de vida individual física, sino más, mucho más que ellos; pesaban sobre mí siglos de una silenciosa tradición recogidos en el más recóndito rincón de mi alma; pesaban sobre mí inefables recuerdos inconscientes de ultra-cuna. Porque nuestra desesperada esperanza de una vida personal de ultra-tumba se alimenta y medra de esa vaga remembranza de nuestro arraigo en la eternidad de la historia.

¡Qué mañanas aquellas de mi soledad parisiense! Después de haber leído, según costumbre, un capítulo del Nuevo Testamento, el que me tocara en turno, me ponía a aguardar y no sólo a aguardar sino a esperar, la correspondencia de mi casa y de mi patria y luego de recibida, después del desencanto, me ponía a devorar el bochorno de mi pobre España estupidizada bajo la más cobarde, la más soez y la más incivil tiranía.


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Dominio público
88 págs. / 2 horas, 35 minutos / 1.886 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

Cómo Ser un Sinvergüenza con las Señoras

Arturo Robsy


Novela, Cuento, Manual


PRINCIPIO Y JUSTIFICACIÓN

Eran las nueve y media de agosto o, para ser precisos, de una noche del mes de agosto. Felipe, Jorge y yo acabábamos de salir del gimnasio, de una sesión de karate en la que el profesor nos había demostrado, de palabra y de obra, cuánto nos faltaba para llegar a maestros.

Aceptablemente apaleados, decidimos llegar hasta una playa cercana a procurarnos cualquier anestésico en vaso para combatir los dolores físicos y morales y, de paso, disfrutar del clima, de la flora y de la fauna.

Yo era entonces —y aún se mantiene la circunstancia— el mayor de los tres y, por lo tanto, el experto. Además, después de hora y media de karate me sentía por encima de las pasiones humanas o, mejor dicho, por debajo de los mínimos exigibles para cualquier hazaña.

Nos estábamos en la barra, rodeados de cerveza casi por todas partes, cuando llegaron dos inglesitas, jovencísimas aunque perfectamente terminadas para la dura competencia de la especie. Felipe y Jorge sintieron pronto el magnetismo y, cuando vieron que ocupaban una mesa solas, saltaron hacia ellas entre cánticos de victoria y ruidos de la selva.

Las muchachas, que sin duda habían oído hablar de los latin lovers y otras especies en extinción, les acogieron, se dejaron invitar y mantuvieron una penosa conversación chapurreada.

A distancia, yo vigilaba la técnica de mis amigos. ¡Bah! Todo se reducía a ¿de dónde eres?, ¿cuándo has llegado?, ¿qué estudias? y ¿te gusta España? Se me escapaba cómo pensaban seducir a las chicas con semejante conversación.

Gracias a la distancia —y, quizá, a la cerveza que seguía rodeándome observé que las extranjeras estaban repletas hasta los bordes de los mismos pensamientos que mis amigos: cuatro personas, como aquel que dice, pero una sola idea: ¿Cómo hacer para tener una aventurita?


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Licencia limitada
111 págs. / 3 horas, 15 minutos / 1.065 visitas.

Publicado el 8 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Con Perdón de Dios

Manel Martin's


Novela


Prologo

El siglo XVI fue un siglo convulso para la nación española, el gran imperio que debían defender nuestras tropas, menguaba la efectividad de los limitados soldados, afortunadamente el oro recibido de las Indias ayudaba a mantener la mayor flota del mundo y con ella infundir respeto a las demás naciones.

España contaba con el apoyo de la Santa sede, lo cual era una gran ventaja para la nación, aunque la ayuda debía de ser mutua y no salía gratuita. Tras el rey mandaba el clero y la Inquisición campaba por sus respetos. Prácticamente en tiempos de Felipe III el consejero, legislador y quien verdaderamente mandaba en la Nación era el Duque de Lerma. Digamos que su majestad tenía la necesidad de nombrar consejeros y delegar sus funciones; también en Virreyes hallen de los mares, estos en lugar de representar al rey y velar por los intereses de la corona, velaban por los suyos propios en primer lugar.

En este estado se desarrolla mi relato o la aventura de tres amigos.

Utilizo nombres o apellidos históricos de la zona donde nace el relato, sin que por ello sean reales los hechos. Si lo son algunos personajes que dejaron huella en la zona, también existen en la actualidad algunos edificios de las familias mencionadas. Como el hotel en Morella.

En fin lean el relato como una novela más, sin intención de molestar ni agraviar a nadie y disfruten tanto al leerlo como yo al escribirlo.


Manel Martin’s

Preámbulo

Es verano: el sol aprieta de lo lindo durante gran parte de la mañana. Me baño con mis nietos y lo que debía ser un relajante y placentero baño, con sus juegos y vitalidad me agotan (yo ya no estoy para esos trotes) por fin salimos del agua. Mientras nos duchamos para quitarnos la sal, escuchamos el primer aviso de la abuela — ¡A Comer! – obedecemos con urgencia.


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Licencia limitada
151 págs. / 4 horas, 25 minutos / 95 visitas.

Publicado el 20 de julio de 2022 por Edu Robsy.

Contra la Marea

Alberto del Solar


Novela


Capítulo I

Dibujando los perfiles de su masa labrada y blanquizca sobre el fondo luminoso del horizonte, que los fuegos de un espléndido crepúsculo enrojecían; esbelto, airosamente asentado en lo alto de la barranca, desde donde se dominaba el majestuoso lecho del río, veíase El Ombú, palacio moderno, de propiedad de la joven y hermosa viuda de Levaresa.

A lo largo de la colina extendíase una no interrumpida sucesión de quintas, rodeadas de árboles las unas, solitarias enmedio del campo las otras; encerradas o divididas; la mayor parte, por cercos de alambres o similares hileras de arbustos.

Lucía —que este era el nombre de la dama— habitaba la suntuosa mansión sin más compañeros que su madre —doña Mercedes— y los dos hijitos que le habían quedado de su matrimonio.

Allí, en indolente placidez, disfrutaba la familia durante seis meses de cada año del panorama excepcional descubierto ante su vista, a la vez que le era permitido gozar de las ventajas de un clima deleitoso, a que daban mayor excelencia las sanas emanaciones del parque y las refrescantes brisas del río.

Aquella tarde, poco después de la puesta del sol, un joven de aspecto modesto, pero distinguido, llegaba de la capital a la posesión de Levaresa.

Cuando el carruaje que lo conducía se detuvo frente a las escalinatas, la viuda y su madre hallábanse sentadas alrededor de una liviana mesita portátil, dispuesta con frascos de licores y tazas de la China, en las cuales humeaba, acabado de servir, un café de aroma exquisito. Tres o cuatro personas acompañaban a los dueños de casa.

Grande fue el placer que experimentó el visitante al divisar entre ellas a Jorge Levaresa, amigo íntimo suyo. Ocho días antes se habían despedido en la ciudad ambos jóvenes con el deseo de volver a encontrarse pronto.


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Dominio público
163 págs. / 4 horas, 45 minutos / 252 visitas.

Publicado el 24 de diciembre de 2019 por Edu Robsy.

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