Textos favoritos etiquetados como Novela disponibles | pág. 14

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Espatolino

Gertrudis Gómez de Avellaneda


Novela


I

¿Habéis estado alguna vez en Italia? ¿Conocéis aquel país clásico de los héroes, de los artistas y de los bandidos? Si por pereza o absoluta carencia de medios no habéis tenido aún la dicha de recorrer aquella privilegiada región de Europa, no os habrá faltado, por lo menos, uno de tantos libros curiosos como andan por esos mundos, y gracias a los cuales alcanzamos todos la ventaja inestimable de viajar sin movernos de nuestro sitio, mirando y comprendiendo aquel celebrado país, con los ojos y la inteligencia de Madame Staël, de Chateaubriand, de Dumas y de otros infinitos, cuyos nombres sería largo de consignar. ¿Y quién, además, no ha tenido a mano una de aquellas innumerables guías, con cuyo auxilio se logra en pocos minutos conocer palmo a palmo aquella tierra bendita, inexhausta fuente de inspiración para el poeta y para el novelista?

Dando, pues, por indudable que conocéis, tanto como yo misma al menos, la parte del mundo a que intento trasportaros, espero me seguiréis sin ningún género de temor o pena, y aun supongo prudentemente que no me impondréis en toda su extensión la enojosa tarea de Cicerón.

En este concepto, trasladémonos desde luego, lectores míos, al camino de Roma a Nápoles, y descansemos un instante en aquella línea que separa los Estados Pontificios del territorio de la antigua Parténope. Echemos desde allí una rápida ojeada al suelo pantanoso y triste que dejamos a la espalda (y del que pudiera decirse que, cansado de producir grandes hombres, desdeña el fútil adorno de la vegetación), y otra no menos breve a las fértiles campiñas que se despliegan delante de nosotros, y en las que hallaremos toda la lozanía, todo el vigor de la naturaleza, pudiendo apenas persuadirnos que esa tierra, que parece tan joven, conserve la huella de glorias tan antiguas como las que recuerda su orgullosa vecina.


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Dominio público
189 págs. / 5 horas, 32 minutos / 252 visitas.

Publicado el 17 de enero de 2019 por Edu Robsy.

La Mujer de Todo el Mundo

Alejandro Sawa


Novela


I

Palacios buenos los habría en Z, Z, la capital de un territorio de cerca de veinte millones de habitantes, tostado por el sol y por la cólera de los dioses; pero como el de la condesa del Zarzal muy pocos o ninguno. ¡Aquello sí que era lujo! No parecía sino que no cabiendo materialmente en las amplias habitaciones del hotel, se desparramaba, se vaciaba por todos los boquetes de aquella casa desde las bocas de las chimeneas hasta los barrotes recamados de las ventanas de la planta baja. A veinte pasos de distancia del edificio ya se percibían los tibios y aduladores perfumes del jardín, que por lo penetrantes y lo activos en su misión de hacer simpático el sentido localizado en la nariz, simulaban así como heraldos mensajeros de una corte de amor o como la promesa vaga de un mundo más perfecto; y cuando el transeúnte, haciendo caso de aquellas inspiraciones de olor que enardecían su olfato seguía adelante hasta pararse en la verja dorada de aquel parque del paraíso, ¡oh! entonces, burgués o demagogo, linfático o nervioso, con el cerebro chato o esférico, como quiera que fuera, sentía subir desde el estómago al cerebro la oleada biliosa del socialismo, y pensaba indistintamente, como piensan los que están durmiendo, en que Dios no es justo, no, en que Dios no es justo, fundando toda la mecánica social del Universo, en la ley absurda de la desnivelación y el desequilibrio.


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Dominio público
121 págs. / 3 horas, 33 minutos / 430 visitas.

Publicado el 7 de abril de 2019 por Edu Robsy.

El Copo de Nieve

Ángela Grassi


Novela


Ve, soplo divino de mi alma, pósate sobre los blancos lirios del valle y liba su perfume, deslízate sobre los plateados arroyuelos y róbales sus perlas, recorre los bosques seculares, y arráncales sus notas misteriosas. Soplo divino del espíritu increado, imita al Ser de su ser que mora en las alturas, y esparce por todas partes el bálsamo del consuelo. Ve en forma de brisa a acariciar las frentes abatidas, ve convertido en aroma a saturar las almas laceradas, ve trasformado en rocío a humedecer los párpados que el dolor ha secado, como seca el simún los floridos árboles.

Ve, franquea los montes y los llanos, recorre los prados y los bosques, deja atrás los palacios opulentos, los dorados techos que cobijan la risa y la alegría, y no te detengas más que delante de la cándida virgen, pálida como las rosas blancas, que suspira por su bien perdido. No te detengas más que delante de la madre que vela junto a su hijo enfermo, o del caduco anciano que sólo ve desolación en torno suyo.

Detente a su lado, y cuéntales esta breve historia: historia breve de lágrimas, que te ha enseñado a ti cómo debías llevar la Cruz bendita, símbolo de redención, hasta el Calvario, para remontarte desde su alta cumbre, vestido de sol y coronado de estrellas al inmortal seguro.

Corre, soplo divino de mi alma, ve en nombre del espíritu increado a revelar a los que sufren el modo de convertir en rosas las espinas, las lágrimas en benéfico rocío.

Estás abrasado de amor, estás henchido de fe; ve a llevar tu fe y tu amor a los desventurados, como lleva el viento a las estériles comarcas el germen de las flores.

¡Ve, ve rápido y silencioso, recorre los continentes, cruza los anchos mares, que cuando estés fatigado plegarás las blancas alas en el seno del Eterno!


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Dominio público
249 págs. / 7 horas, 17 minutos / 327 visitas.

Publicado el 8 de abril de 2019 por Edu Robsy.

La Destrucción de Cartago

Emilio Salgari


Novela


I. El dios antropófago

—¡Muera la romana!

—¡Sean quemadas sus entrañas en el pecho de Moloch!

—Quedará agradecido y nos infundirá nuevas fuerzas.

—¡Muera!, ¡muera! ¡Moloch quiere víctimas enemigas!

Un inmenso aullido, escapado de treinta o cuarenta mil pechos, que parecía el mugido de una gran marea cuando embiste, derriba los diques, cubrió por algunos instantes aquellas voces aisladas.

—¡Muera! ¡Con nuestros hijos!

Había cerrado la noche, pero parecía que sobre Cartago, la opulenta colonia fenicia que disputaba feroz, valerosamente a la poderosa Roma el dominio del mundo antiguo, resplandecían millares de pequeños soles.

A través de la inmensa avenida de Khamon, que dividía la ciudad en dos partes distintas, bordeada por maravillosas alamedas de soberbias palmeras, descendía una inmensa muchedumbre hacia el templo dedicado al terrible dios Baal Moloch, el dios representante del fuego maléfico: el rayo que incendia las mieses, los ardores del sol que esterilizan la llanura, y, para aplacar al cual, fenicios y cartagineses ofrecían entre sus brazos ardientes o en el antro monstruoso de su pecho sus hijos predilectos, para que se abrasaran vivos.

Eran millares y millares de mercaderes, de navegantes, de guerreros, de carpinteros, de alfareros, y fabricantes de estatuitas, de armas númidas, mauritanos, negros mercenarios y marineros de Tiro y de Arados, y bajaban en masas compactas desde la necrópolis, llevando un infinito número de astas de hierro en cuyo extremo ardían globos de algodón impregnados de materias resinosas que relampagueaban hasta deslumhrar.


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Dominio público
265 págs. / 7 horas, 44 minutos / 631 visitas.

Publicado el 22 de agosto de 2019 por Edu Robsy.

La Cara de Dios

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Carta de Carlos Arniches

Sr. D. Ramón del Valle-Inclán


Mi distinguido amigo

Desde luego puede Ud. contar con mi autorización para hacer una novela de mi modesta obra La Cara de Dios.

Y honrándome mucho con ello aprovecho esta ocasión para reiterarle la seguridad de mi afecto.

Carlos Arniches


el 27 de Dbre. de 1899

Libro primero

I. En la obra

Hacia el final de la calle de Serrano, una de las más aristocráticas de Madrid, había no ha mucho una soberbia casa en construcción.

Era la casa propiedad del Duque de Ordax y hacía esquina a otra calle más modesta.

Una valla de madera sin pintar cerraba la obra.

En el momento de dar comienzo nuestra historia, la casa cuyos muros se levantaban ya en toda su altura, aparecía a los ojos del transeúnte, cubierta casi por completo de andamiajes y maderamen, grúas y garruchas bien provistas de cuerdas, por las que subían y bajaban sin descanso en las horas de trabajo los materiales de la obra.

Eran las dos de la tarde. Los obreros dormían la siesta a la sombra de la valla.

Pero no dormían todos. Aprovechando el sueño de sus compañeros, Eleuterio y Eustaquio, hablaban en voz baja, sentados en un rincón de la taberna vecina.

Eustaquio apuró un vaso de vino; y como si prosiguiese una conversación anterior, preguntó:

—De modo que viste a la Soledá anoche.

—¡Ya lo creo! Y aquello fue el acabose.

—¿Y ella?…

—Sigue en las mismas.

—En que no.

—Emperrada en que no. Pero eso será un pueblo y lo que quiera este cura, ¿sabes?

—¿Sabes lo que te digo?…

—Di.


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Dominio público
417 págs. / 12 horas, 11 minutos / 689 visitas.

Publicado el 9 de enero de 2020 por Edu Robsy.

Camila

Estanislao del Campo


Novela


A mis lectores

Aquí teneis, amados carísimos lectores,
La obrita que mi mente pobrísima forjó;
Disimulad los muchos, crasísimos errores
De que mi débil pluma sus páginas sembró—


No hay bellos pensamientos, magnificas creaciones,
Destellos de elocuencia, celeste inspiracion,
No encierra del talento las ricas concepciones,
Mi insulsa, nula, pobre y humilde produccion.


Vosotras bellas niñas, frenéticas amantes
De Dumas, Ayguals de Izco,de Mery y Pablo Kook,
Del afamado Sué, del inmortal Cervantes,
Martinez de la Rosa y el ilustrado Scott,


Lanzad á mi Camila, tan solo una mirada,
Que es hija desvalida de mi imaginacion.
¡Miradla á vuestras plantas! ... La pobre arrodillada
Vuestra indulgencia implora y os pide proteccion.


El Autor.

I. Celos

Era la noche del 23 de Mayo de 1854.


El reloj del cabildo de Buenos Aires marcaba las ocho, aumentando con el tañido de su vibrante campana, el bullicio entusiasta que reinaba al pié de la blanqueada torre.

El heróico pueblo de Buenos Aires festejaba en esa noche la jura de su constitucion política.

¡El pueblo de Buenos Aires!

¡La dorada cuna de la libertad americana, pisoteada veinte años por la planta inmunda del dictador Rosas!

¡La patria de Belgrano, San Martin, Casteli y Moreno, doblegada veinte años bajo la sangrienta cuchilla del neron argentino!

El gran püeblo de Buenos Aires, en cuyas sienes se ostentan los verdes y gloriosos laureles de Mayo, acababa de despertar del horroroso letargo, en que la ambicion desmedida del general Urquiza y las mezquinas y torpes miras del caudillo Lagos, lo habian hundido con nueve meses del mas estrecho sitio.


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Dominio público
71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 264 visitas.

Publicado el 13 de abril de 2020 por Edu Robsy.

Al Cabo de los Años Mil...

José María de Acosta


Novela


Prefacio

De un pueblo bélico, uno de tantos pueblos del noble solar hispano, cuyo nombre no hace al caso, arranqué dos docenas escasas de rudas figuras y con ellas compuse este retablo, al cual puse por rótulo AL CABO DE LOS AÑOS MIL.... por la enseñanza o moraleja que de esta narración se desprende.

Dada la tosquedad y rustiqueza de sus elementos, es difícil, refinado lector, que este cuadro te complazca; sé indulgente con el artífice y piensa que bajo la cáscara corporal, delicada o ruda, aristócrata o plebeya, la vida, con sus pasiones siempre iguales, late lo mismo para todos, y que sólo de traer un trozo de vida a estas páginas trata.

No quisiera que esto fuese una galería de figuras de amarillenta cera, pues aspiré a infundirles con mi torpe péñola el soplo vital. Rocío, Esperanza, doña Genoveva, doña Emilia, Raimunda, don Romualdo, don Pascual, don Juan Manuel, Toñín y todos los personajes que desfilan por este libro, unidos por la débil trabazón de la trama novelesca, siendo ficciones de la pluma, quieten aparecer como sacados del terruño... Si sus recias siluetas no se acusan con el vigor y el realce que debieran, culpa, amable lector, a la torpeza e inhabilidad del autor. Y si sus pinturas y semblanzas te pareciesen en algunos aspectos exageradas, yo te agradeceré, lector querido, que te des una vuelta por esos pueblos de Dios, por esos pueblos del noble solar hispano, sumidos en la incultura y en la incuria.

Y si con todos sus defectos, llegas al final, ha de darse con un canto en los pechos y tenerlo por merced excepcional


El autor


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Dominio público
215 págs. / 6 horas, 17 minutos / 116 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2021 por Edu Robsy.

Mirando Atrás Desde 2000 a 1887

Edward Bellamy


Novela


Prefacio del autor

Sección Histórica del Shawmut College, Boston, 26 de diciembre de 2000


Viviendo como vivimos en el año que cierra el siglo veinte, disfrutando de las bendiciones de un orden social a la vez tan sencillo y lógico que no parece sino el triunfo del sentido común, no hay duda de que es difícil comprender, para aquellos cuyos estudios no han sido en gran parte históricos, que la presente organización de la sociedad tiene, en su plenitud, menos de un siglo de edad. No hay hecho histórico, sin embargo, mejor establecido, que hasta casi el final del siglo diecinueve era creencia general que el antiguo sistema industrial, con todas sus espantosas consecuencias sociales, estaba destinado a perdurar, posiblemente con algún pequeño remiendo, hasta el fin de los tiempos. ¡Qué extraño y casi increíble parece que una tan prodigiosa transformación moral y material como la que ha tenido lugar desde entonces haya podido ser llevada a cabo en un intervalo tan breve! La presteza con la cual los hombres se acostumbran, como a algo natural, a las mejoras en su condición, que, cuando fueron anticipadas, parecían no dejar lugar a desear nada más, no podría ser ilustrada de forma más notable. ¡Qué reflexión podría ser mejor calculada para presidir el entusiasmo de los reformadores que cuentan para su recompensa con la entusiasta gratitud de las edades futuras!


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Dominio público
249 págs. / 7 horas, 15 minutos / 388 visitas.

Publicado el 15 de enero de 2023 por Edu Robsy.

Dafnis y Cloe

Longo


Novela


Proemio

Cazando en Lesbos, en un bosque consagrado a las Ninfas, vi lo más lindo que vi jamás: imágenes pintadas, historia de amores. El soto, por cierto, era hermoso, florido, bien regado y con mucha arboleda. Una sola fuente alimentaba árboles y flores; pero la pintura era más deleitable que lo demás: de hábil mano y de asunto amoroso. Así es que no pocos forasteros acudían allí, atraídos por la fama, a dar culto a las Ninfas y a ver la pintura. Parecíanse en ella mujeres de parto, otras que envolvían en pañales a los abandonados pequeñuelos, cabras y ovejas que les daban de mamar, pastores que de ellos cuidaban, mancebos y rapazas que andaban enamorándose, correría de ladrones y algarada de enemigos.

Otras mil cosas, y todas de amor, contemplé allí con tanto pasmo, que me entró deseo de ponerlas por escrito; y habiendo buscado a alguien que me explicase bien la pintura, compuse estos cuatro libros, que consagro al Amor, a las Ninfas y a Pan, esperando que mi trabajo ha de ser grato a todos los hombres, porque sanará al enfermo, mitigará las penas del triste, recordará de amor al que ya amó y enseñará el amor al que no ha amado nunca; pues nadie se libertó hasta ahora de amar, ni ha de libertarse en lo futuro, mientras hubiere beldad y ojos que la miren. Concédanos el Numen que nosotros mismos atinemos otros.

Libro primero

Ciudad de Lesbos es Mitilene, grande y hermosa. La parten canales, por donde entra y corre la mar, y la adornan puentes de lustrosa y blanca piedra. No semeja, a la vista, ciudad, sino grupo de islas. A unos doscientos estadios de Mitilene, cierto rico hombre poseía magnífica hacienda, montes abundantes de caza, fértiles sembrados, dehesas y colinas cubiertas de viñedo: todo junto a la mar, cuyas ondas besaban la arena menuda de la playa.


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Dominio público
82 págs. / 2 horas, 24 minutos / 212 visitas.

Publicado el 15 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

La Saturna

José María de Acosta


Novela


Primera jornada

I

Cayó pesadamente el telón, cerrando la grandiosa embocadura del escenario, mientras la orquesta dejaba oir los últimos compases. El primer acto de Tosca había terminado.

Iluminóse la sala, y Consuelo, requiriendo los gemelos que tenía sobre el antepecho, los enfiló hacia abajo, hacia el patio de butacas, donde empezaban a levantarse algunos espectadores que se dirigían al foyer para fumar un cigarrillo.

Un joven alto, de porte distinguido, con rubios bigotes a la borgoñona, alzóse de su asiento y miró para arriba, a los palcos por asientos, como si buscase a alguien, pues siendo de los que acostumbran a llegar a las funciones teatrales tarde y con daño, había entrado a la mitad de la representación del primer acto y no había podido cerciorarse hasta ahora, en que la luz se había hecho, de la presencia de quien le interesaba y esperaba encontrar allí. En una butaca de la fila delantera de la localidad indicada distinguió algo confusamente unos gemelos fijos en él, y diciéndose: «¡Ahí está!», sonrió imperceptiblemente con sonrisa un poco fatua y fanfarrona de mozo creído de guapo, y saludó con una leve inclinación de cabeza.

Consuelo tocó con el codo a su hija Dolores, encantador capullo, fresco y fragante, que exhalaba ese aroma delicioso e inconfundible de la niña que empieza a ser mujer, y señalándole al joven de los blondos bigotes, que permanecía en pie junto a su butaca, le dijo:

—Mira, Lola, a Fernando Castrillo, que nos ha visto y nos saluda.


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Dominio público
264 págs. / 7 horas, 42 minutos / 68 visitas.

Publicado el 4 de julio de 2021 por Edu Robsy.

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