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Las Hijas de los Faraones

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LAS HIJAS DE LOS FARAONES

CAPÍTULO I. A ORILLAS DEL NILO

La calma reinaba a orillas del majestuoso Nilo. El sol iba a ocultarse tras las altas copas de las inmensas y frondosas palmeras, entre un mar de fuego que teñía de púrpura las aguas del río, dándole la apariencia de bronce recién fundido, mientras que por levante un vapor violáceo, cada vez más oscuro, anunciaba las primeras tinieblas. Un hombre permanecía junto a la orilla, apoyado en el tronco de una tierna palmera, en una especie de semiabandono y sumido en profundos pensamientos. Su mirada errante vagaba por las aguas que se hendían con un dulce murmullo entre los troncos de los papiros que emergían entre el fango. Era un hermoso joven egipcio, de unos dieciocho años escasos, espaldas más bien anchas y robustas, brazos musculosos, terminados en largas y delicadas manos, de rasgos muy bellos, proporcionados y de cabello y ojos intensamente negros. Vestía una sencilla túnica que descendía hasta sus pies a largos pliegues, ajustada a su cintura por un ceñidor de lino de franjas blancas y azules. En su cabeza, y para resguardarse de los ardientes rayos del sol, lucía aquella especie de tocado usado por los egipcios de hace cinco mil años, caracterizado por un pañuelo triangular, de franjas coloreadas, ceñido en la frente por una estrecha cinta de piel y con los picos cayendo sobre la espalda. Aquel joven permanecía en una inmovilidad absoluta, como si no se diera cuenta siquiera que las primeras sombras de la noche comenzaban a invadir las palmeras y el río. Como si no viera que permanecer demasiado tiempo en aquellas orillas, tras la puerta del sol, podía resultar muy peligroso.


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294 págs. / 8 horas, 34 minutos / 566 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Desquite de Yáñez

Emilio Salgari


Novela


Más difícil que la conquista es
guardar lo que se ha conquistado.

JULIO CÉSAR

Primera parte. En los junglares de la India

I. La columna infernal

—Saccaroa, ¿de dónde habrá sacado ese demonio de Sindhia tantos bandidos? Dos días hace que están saliendo de los bosques y junglares para detenernos, y, sin embargo, los hemos arrollado con cinco elefantes, cinco ametralladoras y cien carabinas, si es que todavía estas son cien, pues también hemos sufrido nosotros algunas pérdidas.

—Quieren impedir que lleguemos a Gauhati, señor Sandokán, para que no podamos unimos con el señor Yáñez, el maharajá blanco, vuestro hermano de la otra parte del océano.

—¿Y tú crees, Kammamuri, que esos mendigos serán capaces de detenernos? ¿Sabes qué nombre he puesto a la banda que conduzco en socorro de Yáñez? «La Columna infernal». ¡Oh, pasaremos, aunque sea a través de veinte mil hombres! Mucho tienen que aprender los indostanos de los malayos y dayakos. No he traído conmigo más que cien, pero escogidos con sumo cuidado; cien verdaderos tigres de Malasia, que, aunque sean mahometanos en el fondo, a una orden mía no dudarían en arrancar las barbas al gran Profeta, si se les presentase delante.

—Sé lo mucho que vales —dijo Kammamuri—. Dos veces he estado en Malasia, y siempre me has causado admiración. Pero yo también pertenezco a una de las razas más guerreras de la India.

—Sí; los maharatas siempre fueron muy valientes soldados y han dado harto que hacer a los ingleses. Bien lo sabe la Compañía de las Indias.

—Tenemos encima otra emboscada, señor Sandokán.


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270 págs. / 7 horas, 53 minutos / 920 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Aventuras de Cabeza de Piedra

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LA TRAICIÓN DE DAVIS

—¡Por todos los campanarios de Bretaña! ¡Abajo las armas u os arrojamos al lago, miserables!

—No, maestre «Cabeza de Piedra».

—¡Cómo! ¿No obedecéis? Somos cuatro contra cuatro, y yo solo valgo por dos.

—No nos asustáis; dadnos las dos cartas que habéis recibido del general Washington y del barón sir William McLellan, comandante del buque La Tonante.

—¿De dónde has sacado eso, maestre Davis? —vociferó «Cabeza de Piedra».

—Lo sé; y esas cartas no han de llegar al fuerte de Ticonderoga.

—Te han engañado como a un chino, maestre Davis. Y basta ya, ¡por cien mil cuernos de bisonte! ¡A mí, «Petifoque»; a mí, hessianos! ¡Arrojemos al agua a estos traidores!

—Maestre «Cabeza de Piedra» —dijo Davis—, no os aconsejo empeñar la lucha, porque estáis desarmados; mientras dormíais hemos quitado los pedernales de vuestros mosquetes.

—Entonces, ¿lo que queréis son nuestras vidas?

—No; lo que queremos son esas dos cartas, que debo remitir al general Burgoyne. Entregádnoslas y os dejaremos volver tranquilamente a Nueva York.

—¿Burgoyne? ¿Quién es?

—El nuevo general que ha tomado el mando de las fuerzas que acaudillaba Carleton. Pero hay otra persona más que desea esos documentos.

«Cabeza de Piedra» había empuñado su fusil por el cañón después de asegurarse de que, efectivamente, sus armas de fuego habían sido inutilizadas.

—Sigue, sigue —gritó—, no tenemos prisa; ¿quién es esa otra persona?

—Pues bien, es el marqués de Halifax.

—¿El hermano del barón McLellan?

—El mismo.

«Cabeza de Piedra» dejó escapar un rugido y dio dos pasos adelante, volteando furiosamente el pesado fusil.


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265 págs. / 7 horas, 44 minutos / 669 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Papá Goriot

Honoré de Balzac


Novela


Al grande e ilustre Geoffrey Saint Hilaire,
como testimonio de admiración
por su labor y su talento.

De Balzac.

I. Una pensión burguesa

La señora Vauquer, de soltera De Conflans, es una anciana que desde hace cuarenta años regenta una pensión en la calle Neuve-Sainte-Geneviève, entre el barrio latino y el de Saint-Marcel. Esta pensión, conocida bajo el nombre de Casa Vauquer, admite tanto a hombres como mujeres, jóvenes y ancianos, sin que las malas lenguas hayan atacado nunca las costumbres de tan respetable establecimiento. Pero también es cierto que desde hacía treinta años nunca se había visto en ella a ninguna persona joven, y para que un hombre joven viviese allí era preciso que su familia le pasara mensualmente muy poco dinero. No obstante, en el año 1819, época en la que da comienzo este drama, hallábase en Casa Vauquer una joven pobre. Aunque la palabra drama haya caído en descrédito por el modo abusivo con que ha sido prodigada en estos tiempos de dolorosa literatura, es preciso emplearla aquí: no que esta historia sea dramática en la verdadera acepción de la palabra; pero, una vez terminada la obra, quizás el lector habrá derramado algunas lágrimas intra muros y extra. ¿Será comprendida más allá de París? Nos permitimos ponerlo en duda. Las particularidades de esta historia llena de observaciones y de colores locales no pueden apreciarse más que entre el pie de Montmartre y las alturas de Montrouge, en ese ilustre valle de cascote continuamente a punto de caer y de arroyos negros de barro; valle repleto de sufrimientos reales, de alegrías a menudo ficticias, y tan terriblemente agitado que se precisa algo exorbitante para producir una sensación de cierta duración.


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Dominio público
286 págs. / 8 horas, 20 minutos / 1.277 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Tirano Banderas

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


Prólogo

I

Filomeno Cuevas, criollo ranchero, había dispuesto para aquella noche armar a sus peonadas con los fusiles ocultos en un manigual, y las glebas de indios, en difusas líneas, avanzaban por los esteros de Ticomaipú. Luna clara, nocturnos horizontes profundos de susurros y ecos.

II

Saliendo a Jarote Quemado con una tropilla de mayorales, arrendó su montura el patrón, y a la luz de una linterna pasó lista:

—Manuel Romero.

—¡Presente!

—Acércate. No más que recomendarte precaución con ponerte briago. La primera campanada de las doce será la señal. Llevas sobre ti la responsabilidad de muchas vidas, y no te digo más. Dame la mano.

—Mi jefesito, en estas bolucas somos baqueanos.

El patrón repasó el listín:

—Benito San Juan.

—¡Presente!

—¿Chino Viejo te habrá puesto al tanto de tu consigna?

—Chino Viejo no más me ha significado meterme con alguna caballada por los rumbos de la feria y tirarlo todo patas al aire. Soltar algún balazo y no dejar títere sano. La consigna no aparenta mayores dificultades.

—¡A las doce!

—Con la primera campanada. Me acantonaré bajo el reloj de Catedral.

—Hay que proceder de matute y hasta lo último aparentar ser pacíficos feriantes.

—Eso seremos.

—A cumplir bien. Dame la mano.

Y puesto el papel en el cono luminoso de la linterna, aplicó los ojos el patrón:

—Atilio Palmieri.

—¡Presente!

Atilio Palmieri era primo de la niña ranchera: Rubio, chaparro, petulante. El ranchero se tiraba de las barbas caprinas:

—Atilio, tengo para ti una misión muy comprometida.

—Te lo agradezco, pariente.


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Dominio público
159 págs. / 4 horas, 39 minutos / 1.429 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Emma

Jane Austen


Novela


Capítulo I

Emma Woodhouse, bella, inteligente y rica, con una familia acomodada y un buen carácter, parecía reunir en su persona los mejores dones de la existencia; y había vivido cerca de veintiún años sin que casi nada la afligiera o la enojase.

Era la menor de las dos hijas de un padre muy cariñoso e indulgente y, como consecuencia de la boda de su hermana, desde muy joven había tenido que hacer de ama de casa. Hacía ya demasiado tiempo que su madre había muerto para que ella conservase algo más que un confuso recuerdo de sus caricias, y había ocupado su lugar una institutriz, mujer de gran corazón, que se había hecho querer casi como una madre.

La señorita Taylor había estado dieciséis años con la familia del señor Woodhouse, más como amiga que como institutriz, y muy encariñada con las dos hijas, pero sobre todo con Emma. La intimidad que había entre ellas era más de hermanas que de otra cosa. Aun antes de que la señorita Taylor cesara en sus funciones nominales de institutriz, la blandura de su carácter raras veces le permitía imponer una prohibición; y entonces, que hacía ya tiempo que había desaparecido la sombra de su autoridad, habían seguido viviendo juntas como amigas, muy unidas la una a la otra, y Emma haciendo siempre lo que quería; teniendo en gran estima el criterio de la señorita Taylor, pero rigiéndose fundamentalmente por el suyo propio.

Lo cierto era que los verdaderos peligros de la situación de Emma eran, de una parte, que en todo podía hacer su voluntad, y de otra, que era propensa a tener una idea demasiado buena de sí misma; éstas eran las desventajas que amenazaban mezclarse con sus muchas cualidades. Sin embargo, por el momento el peligro era tan imperceptible que en modo alguno podían considerarse como inconvenientes suyos.


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Dominio público
574 págs. / 16 horas, 45 minutos / 5.455 visitas.

Publicado el 7 de noviembre de 2017 por Edu Robsy.

Las Aventuras de Sherlock Holmes

Arthur Conan Doyle


Novela


Dedicatoria

A
mi viejo maestro,
Joseph Bell, M.D., &c.
de
2, Melville Crescent,
Edimburgo

Parte I

Escándalo en Bohemia

Capítulo I

Ella es siempre, para Sherlock Holmes, la mujer Rara vez le he oído hablar de ella aplicándole otro nombre. A los ojos de Sherlock Holmes, eclipsa y sobrepasa a todo su sexo. No es que haya sentido por Irene Adler nada que se parezca al amor. Su inteligencia fría, llena de precisión, pero admirablemente equilibrada, era en extremo opuesta a cualquier clase de emociones. Yo le considero como la máquina de razonar y de observar más perfecta que ha conocido el mundo; pero como enamorado, no habría sabido estar en su papel. Si alguna vez hablaba de los sentimientos más tiernos, lo hacía con mofa y sarcasmo. Admirables como tema para el observador, excelentes para descorrer el velo de los móviles y de los actos de las personas. Pero el hombre entrenado en el razonar que admitiese intrusiones semejantes en su temperamento delicado y finamente ajustado, daría con ello entrada a un factor perturbador, capaz de arrojar la duda sobre todos los resultados de su actividad mental. Ni el echar arenilla en un instrumento de gran sensibilidad, ni una hendidura en uno de sus cristales de gran aumento, serían más perturbadores que una emoción fuerte en un temperamento como el suyo. Pero con todo eso, no existía para él más que una sola mujer, y ésta era la que se llamó Irene Adler, de memoria sospechosa y discutible.


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Dominio público
336 págs. / 9 horas, 49 minutos / 3.151 visitas.

Publicado el 25 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

La Araña Negra

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


Libro Primero

Prólogo

I

—No es ésta la mejor hora para hacer visitas. En este colegio se guardan muy bien las reglas, señor; no sé si la madre directora podrá recibirle pero a pesar de esto preguntaré.

Y el hermano Andrés, al decir estas palabras, se llevaba indolentemente una mano a su puntiagudo y mugriento gorro de seda, como queriendo medir con justo patrón un saludo que no fuera descortés, pero tampoco amable; uno de esos saludos que se guardan para las personas misteriosas que no se sabe de dónde vienen ni lo que quieren. Y sonreía con la expresión de un cancerbero, abriendo aquella bocaza frailuna, oscura, maloliente, de profundidad interminable y adornada en su entrada con tres dientes gastados, retorcidos y amarillentos como las fichas de un dominó de café.


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Dominio público
1.583 págs. / 1 día, 22 horas, 10 minutos / 1.568 visitas.

Publicado el 4 de octubre de 2018 por Edu Robsy.

Memorias de un Impostor

Vicente Riva Palacio


Novela


Prólogo del autor

Era yo niño, y estudiaba Filosofía en el Colegio de San Gregorio, cuando uno de mis compañeros, poco más o menos de mi edad, me contó que muchos años antes de que el cura Hidalgo hubiera proclamado la independencia de México, un hombre, de nación irlandés, había pretendido alzarse como rey de Anáhuac, libertando a México de la dominación española; pero que la conspiración había sido descubierta y el irlandés había muerto a manos de la justicia.

No puedo recordar quién fue aquel de mis condiscípulos que me refirió esto, y sólo sí que, con toda la buena fe de un niño, creí que era una verdad histórica aquel sencillo relato, suponiendo que él lo habría leído en alguna parte o lo habría oído contar a sus padres, que sin duda debían ser más instruidos que él, sobre todo en materia de historia. De todos modos, la narración me preocupó tanto y me impresionó de tal manera, que durante toda mi vida, siempre que oía hablar de la historia de México, o que meditaba yo sobre ella, el recuerdo del irlandés acudía a mi memoria al momento.

En vano busqué en lo que se ha escrito hasta hoy sobre la historia de los tres siglos de la dominación española en México, algo que pudiera darme alguna luz sobre este punto. Confieso, ingenuamente, que nada encontré, y que llegó un momento en que creí que toda la historia del irlandés no era sino una tradición, destituida de fundamento o una leyenda fantástica, inventada por un desconocido novelista.


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Dominio público
487 págs. / 14 horas, 13 minutos / 1.304 visitas.

Publicado el 3 de noviembre de 2018 por Edu Robsy.

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