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etiqueta: Novela textos disponibles fecha: 04-03-2017


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El Tesoro del Presidente del Paraguay

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO PRIMERO. UNA NAVE MISTERIOSA

La noche del día 22 de enero de 1869 un buque de vapor de un porte de 450 a 500 toneladas, con arboladura de goleta y que parecía haber surgido repentinamente del mar, ejecutaba extrañas maniobras cambiando de rumbo cada doscientos o trescientos metros, a distancia de cerca de cuarenta kilómetros de la amplia desembocadura del Río de la Plata en América del Sur.

Su esbelta silueta, su proa provista de espolón, sus numerosas troneras que parecían destinadas a bocas de cañón o por lo menos a cañones de ametralladoras, su velocidad muy superior a la de los buques mercantes, y, sobre todo, sus ochenta hombres quo en aquel momento ocupaban la toldilla, todos armados con fusiles, y su cañón grueso, montado en una torreta blindada que se levantaba delante del árbol de trinquete, le daban a conocer a primera vista, como uno de aquellos barcos llamados cruceros poderosos auxiliares de los buques acorazados.

Ni en el mastelero del mayor, ni en la verga de la randa, ni en el asta dé popa, llevaba bandera alguna que pudiese indicar a qué nación pertenecía, y aunque la noche fuese oscura como la recámara de un cañón y navegase por parajes bastante frecuentados, donde una colisión podía de un momento a otro echarlo a pique, no llevaba ninguna de las luces prescritas por los reglamentos marítimos.

Extrañas conversaciones se cruzaban en lengua española entre los marineros, especialmente entre aquellos que vigilaban a proa, bastante lejos de los oficiales que estaban de pie en el puente de mando, ocupados en escudriñar el mar con poderosos anteojos.

—Dime, Pedro —decía un mozalbete que masticaba con visible satisfacción un gran pedazo de cigarra, volviéndose hacia un contramaestre que estaba apoyado en una pequeña ametralladora tapada con una funda de tela embreada—, ¿se atraca o seguimos navegando?


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238 págs. / 6 horas, 57 minutos / 624 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Galera del Bajá

Emilio Salgari


Novela


1. En la galera del Bajá

Mientras el griego se desembarazaba con tanta habilidad de los incautos marineros, Mico proseguía su marcha hacia la galera almirante, con las luces apagadas para eludir que le dispararan desde las naves con alguna culebrina.

A distancia refulgían los faroles de la flota turca, aquellos grandes y magníficos fanales en ocasiones de hasta metro y medio de altura, todos de plata, con excepción de los de la capitana, que eran de oro.

Mico, que como marinero valía tanto como el griego, observó las continuas maniobras de las galeotas, que se cruzaban e iban de un lado a otro de la capitana para protegerla de una improbable sorpresa, e hizo avanzar su embarcación hacia una de ellas. No tardó en oír una voz amenazadora, que gritaba:

—¿Quién vive? Detente o te ametrallamos igual que a un perro cristiano.

—Turco que procede de la ensenada de Capso y trae una carta del sultán —repuso con acento sereno el albanés.

—Aproxima tu chalupa.

El montañés arrió el velamen y con rápida y muy hábil maniobra aproximó su chalupa a babor de la galeota.

—Sube.

Mico amarró el bote a la escalera y subió con agilidad, alcanzando la toldilla, donde apareció ante él un capitán, acompañado por media docena de oficiales. El hombre dejó caer sobre el cuello de Mico una pesada mano con dedos como tenazas y dijo:

—Muestra la carta.

—He de entregarla personalmente en manos del bajá.

—¿Imaginas que voy a ser tan necio que la abra?... El Gran Almirante sería capaz de empalarme y de momento no tengo la menor gana de... Primero me apetece ver la total destrucción de Candía.

Unos marineros habían llevado faroles. Mico sacó la misiva de un bolsillo interior y enseñó al sorprendido capitán los grandes sellos del sultán.


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123 págs. / 3 horas, 36 minutos / 528 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Al Polo Austral

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO PRIMERO. EL NAUFRAGIO DEL «EIRA»

—¿Es cierto lo que se dice, señor Linderman?

—¿A propósito de qué, señor Wilkye?

—De la expedición polar organizada por sus compatriotas de usted. Se asegura que ha naufragado lastimosamente.

—Es verdad —respondió secamente el llamado Linderman.

—¿Conque su ilustre explorador polar ha sido vencido nuevamente por los hielos?

—¿Y eso qué le importa a usted?

—¡Por Dios! A un miembro distinguido de la Sociedad Geográfica de los Estados Unidos puede interesarle mucho.

—Me lo dice usted con cierta ironía, señor Wilkye, lo cual me hace suponer que está contento de que mi compatriota Smith no haya salido victorioso de su empresa.

—Puede ser, señor Linderman. ¡Qué quiere usted! Me agradaría que el descubridor del Polo fuera un americano y no un inglés.

—Ya se ha visto cómo lo han descubierto sus compatriotas de la Jannette.

—Su misión era diferente, señor Linderman. La Jannette iba en busca de un paso libre entre el estrecho de Bering y el de Davis, y no del Polo Norte.

—Y naufragó lastimosamente —repitió el señor Linderman con tono zumbón.

—Es que si se hubiera dirigido directamente hacia el Polo, sin perder tantos meses en buscar el paso, habría llegado.

—Sí; a estrellarse contra los hielos muchos meses antes.

—¡No tanto, señor Linderman!

—¿Eh? ¿Tiene usted la pretensión de que los americanos han de triunfar en todo? ¿Qué cree usted que somos los ingleses? ¿Acaso hombres de cartón-piedra? Mis compatriotas navegaban ya por los mares polares cuando en Europa no se sabía aún que existiera América.


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188 págs. / 5 horas, 30 minutos / 506 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

El Hijo del León de Damasco

Emilio Salgari


Novela


1. La sobrina de Alí-Bajá

—Ahí tenéis la bandera azul de los tres leones rampantes… Allí está la galera del bajá de Damasco. ¡Izad la nuestra!… Señora, ya se aproxima el momento de la venganza.

Aquellas palabras las pronunciaba un guerrero turco de elevada estatura, membrudo y de piel bastante bronceada, quien, al parecer, acechaba desde días atrás la llegada del navío, en lo alto del imponente castillo de Hussif, sólida mole de construcción veneciana, tan maciza y fuerte que se precisaron doscientas galeras turcas para obligar a rendirse a los últimos bravos que sobrevivieron a la caída de Chipre. Frente al mar y a la tierra alzaba sus elevadísimas torres y sus espaciosas terrazas, defendidas por más de cincuenta culebrinas y de veinte bombardas, imponiendo respeto.

La voz del fuerte guerrero, tan rotunda como el mugido de un toro, se impuso por un instante al fragor de la resaca y resonó de arriba abajo de la torre.

Pasado un momento surgió una joven, que salió de una de las torres, y penetró casi a la carrera en la terraza. Era muy hermosa y tendría unos veinte años; alta, esbelta, de ojos negrísimos que resaltaban bajo largas cejas bellamente delineadas, de boca pequeña con rojos labios semejantes a cerezas maduras, y cabello larguísimo y suelto, de color ala de cuervo. En su semblante, aunque con una perfección de rasgos casi griega, había cierta dureza y energía que denotaba al momento a la mujer turca, cruel siempre, en el fondo, por haberla acostumbrado a ello los sultanes de los siglos XV y XVI.


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148 págs. / 4 horas, 19 minutos / 730 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Las Hijas de los Faraones

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LAS HIJAS DE LOS FARAONES

CAPÍTULO I. A ORILLAS DEL NILO

La calma reinaba a orillas del majestuoso Nilo. El sol iba a ocultarse tras las altas copas de las inmensas y frondosas palmeras, entre un mar de fuego que teñía de púrpura las aguas del río, dándole la apariencia de bronce recién fundido, mientras que por levante un vapor violáceo, cada vez más oscuro, anunciaba las primeras tinieblas. Un hombre permanecía junto a la orilla, apoyado en el tronco de una tierna palmera, en una especie de semiabandono y sumido en profundos pensamientos. Su mirada errante vagaba por las aguas que se hendían con un dulce murmullo entre los troncos de los papiros que emergían entre el fango. Era un hermoso joven egipcio, de unos dieciocho años escasos, espaldas más bien anchas y robustas, brazos musculosos, terminados en largas y delicadas manos, de rasgos muy bellos, proporcionados y de cabello y ojos intensamente negros. Vestía una sencilla túnica que descendía hasta sus pies a largos pliegues, ajustada a su cintura por un ceñidor de lino de franjas blancas y azules. En su cabeza, y para resguardarse de los ardientes rayos del sol, lucía aquella especie de tocado usado por los egipcios de hace cinco mil años, caracterizado por un pañuelo triangular, de franjas coloreadas, ceñido en la frente por una estrecha cinta de piel y con los picos cayendo sobre la espalda. Aquel joven permanecía en una inmovilidad absoluta, como si no se diera cuenta siquiera que las primeras sombras de la noche comenzaban a invadir las palmeras y el río. Como si no viera que permanecer demasiado tiempo en aquellas orillas, tras la puerta del sol, podía resultar muy peligroso.


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294 págs. / 8 horas, 34 minutos / 574 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Horrores de la Siberia

Emilio Salgari


Novela


Ver una vez es mejor que oír cien veces.

Proverbio japonés.

CAPITULO I. LOS DESTERRADOS

Tobolsk es una de las más importantes y pintorescas ciudades del Obi. Situada cerca de la confluencia del Tobol y del Irtich, afluente del Obi, alzase orgullosa aún sobre la estepa, haciéndose distinguir desde larga distancia por sus altivas cúpulas pintadas de vivos colores, y por su imponente kremlin, rodeado de almenados muros.

Como todas las ciudades asiáticas, se divide en dos partes completamente diferentes: la ciudad alta, protegida por el kremlin, situado al pie de una roca que se levanta un centenar de metros sobre el río, y en la que se agrupan el palacio de los agentes gubernativos, con cuarteles y pabellones para la guarnición y la policía; las prisiones de los desterrados, la catedral y otra iglesia secundaria. La ciudad baja está compuesta de casas de mezquina apariencia, habitadas por la población indígena y tártara; de chozas con tejados, en los que relucen al sol las chillonas tintas de sus pinturas.

Aunque muy antigua, pues fue erigida a raíz de la conquista de la Siberia, su aspecto es absolutamente moderno, distinguiéndose en ella como único monumento de pasadas edades el obelisco levantado en honor de Iermak, valiente atamán de los cosacos del Don, que, al frente de seis mil guerreros, aseguró a la Rusia en la mitad del siglo XVI la posesión de aquellas regiones que se extienden desde los confines de Europa hasta el estrecho de Behring.

Su población, compuesta en una pequeña parte de rusos, dedicados al comercio de pieles, de tártaros y de samoyedos, consta de unas quince mil almas, pero tiende constantemente a disminuir.

De cuando en cuando aumenta en algunos millares el número de sus vecinos; pero tal aumento es de poca duración y nada agradable ni deseado por los habituales habitantes, porque se trata de desterrados.


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158 págs. / 4 horas, 38 minutos / 555 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Horrores de las Filipinas

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LOS MISTERIOS DE THAN-KIU

Donde cae una semilla de placer brotan mil gérmenes de dolor.

SCHILLER

CAPÍTULO I. LOS JURAMENTADOS DE SOLÚ

¡Los moros! ¡Los moros! Este grito retumba como un trueno en las calles de Manila, la opulenta capital de Filipinas.

Una muchedumbre aterrada, pálida, con los ojos desencajados, se precipita como un huracán por el soberbio puente de diez ojos que une la ciudad murada, la ciudad española, con los populosos arrabales de Binondo y Santa Cruz, que forman la ciudad china.

Algunos de los fugitivos, atropellados por los que vienen detrás de ellos, caen al suelo; pero no tardan en levantarse y en emprender de nuevo su desesperada carrera gritando siempre:

—¡Los moros! ¡Los moros!

Hombres, mujeres, niños, españoles, tagalos, chinos, mercaderes, marineros, barqueros del Passig y soldados, todos corren como si los siguiera una manada de fieras sedientas de sangre.

Caen algunas mujeres y niños envueltos por aquella oleada humana; que avanza con ímpetu irresistible. La multitud pasa sobre ellos pisoteándolos; pero ¿quién se preocupa por tan poca cosa en aquellos momentos?

Entra la turba en la ciudad atropellando a centinelas y aduaneros y aullando siempre:

—¡Huid! ¡Sálvese el que pueda! ¡Los moros! ¡Los moros!

Ciérrense estrepitosamente las puertas de las casas; bájense de un golpe los cierres de las tiendas, huyen despavoridos los vendedores de frutas y hortalizas, dejando abandonadas sus mercancías en medio de las calles, fustigan los cocheros a los caballos y salen disparados con sus vehículos, sin mirar si atropellan a alguien.

Abrense algunas ventanas, y salen de ellas miedosas voces que preguntan:

¿Qué pasa?

—¡Vienen de Binondo! —responden algunos fugitivos sin detenerse.

—Pero ¿quiénes?

—¡Los juramentados!


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249 págs. / 7 horas, 16 minutos / 541 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

La Cazadora de Cabelleras

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. CACERÍA DE BISONTES

—¡Diablo!

—¿Qué te pasa, John?

—¿No percibís un olor especial, Harris?

—Yo, no.

—¿Y tú, Jorge?

—Tampoco.

—¿Es que no tenéis olfato?

—Tal vez —respondió el joven a quien llamaban Harris.

—¡Es inconcebible! Verdad que hace treinta años que yo recorro las praderas; pero ustedes hace ya doce y debían tener casi tanta práctica como yo.

—Once nada más, John; porque yo tengo cuarenta y un años y mi hermano Jorge treinta y nueve.

—Y yo casi sesenta.

—Lo que no os impide parecer todavía un jovenzuelo.

—Déjate de bromas, y procura aspirar fuerte, a ver si perciben algún olor especial.

—Por más que venteo, no huelo nada.

—¡Parece Imposible!

Una voz nasal, y que estropeaba lastimosamente el lenguaje de las praderas, se oyó en aquel momento.

—Mister John, yo no ser venido aquí para escuchar tonterías. Yo querer cazar bisontes, y no importarme si vuestros amigos ser viejos o jóvenes. Deseo ver bisontes con largas cuernas.

—Tened un poco de paciencia, milord —respondió John—. Veréis bisontes, y junto a ellos, a los pieles rojas, que se darán por muy contentos si os arrancan la cabellera y logran hacer un tótem con vuestra barba.

—¡Tótem! ¿Qué cosa ser «tótem», mister?

—Una especie de bandera.

—¡Oh, no! ¡Mi barba no servir para bandera! ¡No tener los colores del pabellón inglés!

—Más vale así; pero ¡atención! —dijo de pronto John en tono imperioso.

Los cuatro jinetes hicieron detenerse a sus caballos.

John, el jefe de aquel pequeño grupo de cazadores, era un verdadero hércules, macizo como un bisonte, y que llevaba el peso sus sesenta años con la desenvoltura de un hombre de treinta.


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199 págs. / 5 horas, 48 minutos / 501 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Solitarios del Océano

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LOS SOLITARIOS DEL OCÉANO

CAPÍTULO I. LA FURIA HUMANA

Un rugido inmenso, terrible, que parecía salir de las fauces de cien, fieras enfurecidas, brotó como un trueno de la profundidad de la estiba, haciendo huir precipitadamente a las aves marinas que se habían posado sobre los mástiles de la nave.

Al oír aquel rugido, que parecía el anuncio de una tormenta | horrible, más tremenda que las que suelen conmover los mares, los marineros esparcidos por proa y popa interrumpieron las maniobras y se miraron con ojos espantados.

Hasta el capitán, que paseaba por la pasarela, se detuvo bruscamente y una intensa palidez se difundió por su tez, quemada por el sol de los trópicos.

Un joven marinero que se encontraba en el castillo de proa dejó escapar la escota de trinquete y lanzó una rápida mirada sobre el mar.

—¡Los tiburones acuden a devorar otro hombre! —exclamó.

—¡Pues es el décimo!

—¡Eh, bosman! ¡Ya puedes preparar otra hamaca y otra bala de cañón!

El viejo marinero de encorvadas espaldas, con el pecho desnudo y velludo como el de un mono y el rostro cubierto de pelo casi hasta los ojos, se acercó vivamente a la obra muerta.

—¿Los ves, bosman? —preguntó el joven que había anunciado la presencia de los tigres del mar—. ¡Han olfateado otro muerto!

Tres enormes peces-perros, del género de los charcharias, de cinco a seis metros de largo, sacaban su cabezota monstruosa y enseñaban los dientes triangulares que guarnecían su inmensa boca semicircular.

Sus pequeños ojos, casi redondos, con el iris verde oscuro y la pupila azulada, se fijaban con intensidad en la amura de babor, como si desde allí debiera caer entre sus mandíbulas la presa largo tiempo esperada.

—¡Canallas! —exclamó el viejo, amenazándolos con el puño—. ¡Ya os habéis tragado diez!


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270 págs. / 7 horas, 54 minutos / 480 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Un Drama en el Océano Pacífico

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. ASESINATO MISTERIOSO

—¡Socorro!

—¡Mil bombas! ¿Quién ha caído al agua?

—Nadie, señor Collin —respondió una voz desde la cofa del palo de mesana.

—¿Estoy yo sordo, acaso?

—Habrá sido el timón, que tiene las cadenas enmohecidas. —No es posible, gaviero.

—Entonces habrán sido los tigres, que rugen de un modo capaz de asustar a cualquiera.

—No; te repito que era una voz humana.

—Pues yo no veo nada, señor Collin.

—De eso estoy seguro. Sería preciso tener ojos de gato para distinguir algo en esta oscuridad.

A través del ensordecedor ruido de la tempestad y de los mugidos de las olas, que el viento elevaba a gran altura, se oyó nuevamente un grito que no parecía proceder ni de las fieras de que había hablado el gaviero, ni de los hierros del timón. El segundo Collin, que estaba agarrado a la barra del timón, teniendo los ojos fijos en la brújula, se volvió por segunda vez diciendo:

—Alguien ha caído al mar. ¿No has oído un grito, Jack?

—No —contestó el gaviero.

—¡Pues esta vez no me he engañado!

—Si se hubiera caído algún hombre de la «Nueva Georgia», los que están de cuarto se hubieran dado cuenta en seguida de la desgracia.

—¿Entonces?…

—¿Habrá algún pez de nueva especie por estas aguas?

—No conozco ningún pez del Océano Pacífico que pueda lanzar un grito semejante.

—¿Será un náufrago?

—¿Un náufrago aquí, a doscientas leguas de Nueva Zelanda? ¿Has visto tú por aquí algún buque antes de que se pusiera el sol?

—Ninguno, señor —respondió el gaviero.

—¡Socorro!

—¡Por mil diablos! —exclamó el segundo, mordiéndose los largos y rojizos bigotes que adornaban su rostro, bronceado por los vientos del mar y los calores ecuatoriales—. Un hombre sigue a nuestro buque.


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175 págs. / 5 horas, 6 minutos / 438 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

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