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La Jirafa Blanca

Emilio Salgari


Novela


Capítulo I. El jefe de los Griquas

Una hermosa mañana del mes de Mayo de 1858, uno de esos grandes furgones que utilizan los colonos del Cabo de Buena Esperanza y los boers del Orange y del Transvaal, verdaderas casas ambulantes, que sirven de albergue durante la noche, se detenía en las orillas de un riachuelo tributario del Orange.

Iba tirado por un par de bueyes guiados por dos robustos negros armados de largas trallas y seguidos por dos hombres blancos, montados en magníficos caballos de pura raza.

Uno de los europeos era un anciano que frisaría en los sesenta años, de cabellos blanquísimos, la barba muy larga, la piel algo bronceada, y defendidos los ojos con gafas negras para resguardarse de los reflejos del sol africano.

Su compañero era un joven rubio, de tez rosada, ojos azules, bastante robusto, a juzgar por sus formas y la anchura de sus hombros, y con barbas no menos crecidas que las de su compañero. Vestían ambos como los colonos del Cabo de Buena Esperanza. Llevaban sombreros de fieltro de alas muy anchas, cazadora y pantalones de gruesa tela azul, polainas muy altas con doble fila de botones y zapatos con espuelas de acero.

Iban armados de cortas y pesadas carabinas, verdaderas armas para la caza de los grandes animales y llevaban pendientes del cinto sendos cuchillos de un pie de largo, asaz puntiagudos.

—¿Nos detenemos aquí, William? —preguntó el viejo, al ver que el carro se detenía.

—Sí, doctor —respondió el joven—. Debemos esperar al jefe de los Griquas, de quien espero saber dónde podremos encontrar esa famosa jirafa blanca.

—¿Sabéis, William, que si conseguís encontrarla, el director del Jardín Zoológico de Berlín os pagará una gruesa suma?


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121 págs. / 3 horas, 32 minutos / 439 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Flavio

Rosalía de Castro


Novela


I

La verdadera patria del hombre es el mundo entero.

Allí donde respire aire y libertad, allí donde pose con seguridad su planta, allí es el reino de un alma libre, allí su amada patria, el lugar bendecido, la tierra santa, que puede regar con el sudor de su frente.

¿Por qué detenerme un instante más?

Un mismo sol, ¿no da vida y calor a todo el universo?

Adiós, pues, lugares a quien no amo.

Casa que me ha visto nacer.

Jardín en donde por primera vez aspiré el aroma de las flores.

Fuentes cristalinas, bosque umbroso, en donde gemía el viento en las tardes del invierno, prado sonriente bañado por el primer rayo del sol, ¡adiós!

Adiós, tranquilo hogar, techo amigo, sobre el cual han rodado tantos huracanes sin arrancar una sola hierba de esas que nacen solitarias y solitarias mueren, en las grietas que forman una y otra pizarra desunidas.

Yo me ahogo en las blancas paredes de tus habitaciones mudas y sin ruido.

Tu silencio y tu tranquilidad pesan sobre mi alma como la fría losa de un sepulcro.

Y es que no hay nada tan triste y melancólico como el silencio que se sucede al armonioso murmullo de voces queridas, que fueron a apagarse para siempre en los abismos de la eternidad; pues no existe nada más lúgubre que el eco que responde a nuestra voz, bajo las bóvedas desiertas, cuando pronunciamos un nombre querido, que ya está borrado del número de los vivos.

¡Un padre!...

¡Una madre!...

¡Desde el instante en que estas palabras dulcísimas no son ya más que un recuerdo, el espíritu se agita inquieto y temeroso, en los lugares en donde esas palabras han resonado un día, como un reclamo, al cual respondía otro dulce reclamo!


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Dominio público
253 págs. / 7 horas, 23 minutos / 258 visitas.

Publicado el 18 de septiembre de 2018 por Edu Robsy.

En la Sangre

Eugenio Cambaceres


Novela


I

De cabeza grande, de facciones chatas, ganchuda la nariz, saliente el labio inferior, en la expresión aviesa de sus ojos chicos y sumidos, una rapacidad de buitre se acusaba

Llevaba un traje raído de pana gris, un sombrero redondo de alas anchas, un aro de oro en la oreja; la doble suela claveteada de sus zapatos marcaba el ritmo de su andar pesado y trabajoso sobre las piedras desiguales de la calle

De vez en cuando, lentamente paseaba la mirada en torno suyo, daba un golpe —uno solo— al llamador de alguna puerta y, encorvado bajo el peso de la carga que soportaban sus hombros: «tachero»... gritaba con voz gangosa, «¿componi calderi, tachi, siñora?

Un momento, alargando el cuello, hundía la vista en el zaguán. Continuaba luego su camino entre ruidos de latón y fierro viejo. Había en su paso una resignación de buey

Alguna mulata zarrapastrosa, desgreñada, solía asomar; lo chistaba, regateaba, porfiaba, «alegaba», acababa por ajustarse con él

Poco a poco, en su lucha tenaz y paciente por vivir, llegó así hasta el extremo Sud de la ciudad penetró a una casa de la calle San Juan entre Bolívar y Defensa

Dos hileras de cuartos de pared de tabla y techo de cinc, semejantes a los nichos de algún inmenso palomar, bordeaban el patio angosto y largo

Acá y allá entre las basuras del suelo, inmundo, ardía el fuego de un brasero, humeaba una olla, chirriaba la grasa de una sartén, mientras bajo el ambiente abrasador de un sol de enero, numerosos grupos de vecinos se formaban, alegres, chacotones los hombres, las mujeres azoradas, cuchicheando

Algo insólito, anormal, parecía alterar la calma, la tranquila animalidad de aquel humano hacinamiento

Sin reparar en los otros, sin hacer alto en nada por su parte, el italiano cabizbajo se dirigía hacia el fondo, cuando una voz interpelándolo

—Va a encontrarse con novedades en su casa, don Esteban


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Dominio público
130 págs. / 3 horas, 48 minutos / 799 visitas.

Publicado el 12 de enero de 2019 por Edu Robsy.

El Rostro de la Noche

Edgar Wallace


Novela


I. El hombre del sur

La niebla, que más tarde había de descender sobre Londres borrando todos los contornos, era todavía una gris y sombría amenaza. La luz se había extinguido en el cielo, y los faroles del alumbrado público proyectaban una mancha oscura cuando el hombre del Sur llegó a Portman Square. A pesar de la crudeza del frío, no usaba abrigo ninguno; su camisa era de cuello abierto. Pasó a lo largo, mirando sobre las puertas, y, de pronto, se detuvo frente al núm. 551, examinando las ventanas. La comisura de su espantosa boca se animó con una sardónica sonrisa.

El alcohol exalta todas las pasiones. Transforma el hombre más débil de sus semejantes en un agrio reñidor. Pero en el hombre que alberga un hondo agravio produce la roja neblina que exalta el homicidio. Y Laker tenía ambas cosas: el agravio y el motivo de exaltación.

Ya enseñaría él a este viejo diablo que no podía robar a los hombres impunemente. El sórdido avaro que vivía con el riesgo de que sus ganancias fueran secuestradas. Aquí estaba Laker, casi sin blanca, después de un largo y penoso viaje y con el recuerdo de la visita secreta que sufrió en la Ciudad del Cabo, cuando su vivienda fue registrada por la policía. Una vida de perro era su vida actual. ¿Por qué el viejo Malpas, que no tenía antes medios de existencia, había de vivir en el lujo, mientras su mejor agente vivía duramente? Laker pensaba así cuando estaba borracho.

Éste era el personaje que podía verse paseando frente a la puerta del número 551 de Portman Square. Su largo rostro afeitado, la cicatriz de una cuchillada que cruzaba su mejilla hasta el extremo del mentón, la frente, pequeña, cubierta por unas greñas lacias, y su deplorable indumento, daban la impresión de una abyecta pobreza.


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Dominio público
298 págs. / 8 horas, 42 minutos / 378 visitas.

Publicado el 19 de octubre de 2017 por Edu Robsy.

El Obispo Leproso

Gabriel Miró


Novela


I. Palacio y colegio

I. Pablo

Se dejó entornada la puerta de la corraliza.

¡Acababa de escaparse otra vez! Y corrió callejones de sol de siesta. Se juntó con otros chicos para quebrar y amasar obra tierna de las alfarerías de Nuestra Señora, y en la costera de San Ginés se apedrearon con los críos pringosos del arrabal.

Pablo era el más menudo de todos, y al huir de la brega buscaba el refugio del huerto de San Bartolomé, huerto fresco, bien medrado desde que don Magín gobernaba la parroquia.

La mayordoma le daba de merendar, y don Magín, sus vicarios y don Jeromillo, capellán de la Visitación, le rodeaban mirándole.

Pablo les contaba los sobresaltos de su madre, el recelo sombrío de su padre, los berrinches de tía Elvira, la vigilancia de don Cruz, de don Amancio, del padre Bellod, ayos de la casa.

—...¡Y yo casi todas las siestas me escapo por el trascorral!

—¡Te dejan que te escapes!

Y don Magín se lo llevó a la tribuna del órgano.

Se maravillaba el niño de que por mandato de sus dedos —sus dedos cogidos por los de don Magín— fuera poblándose la soledad de voces humanas, asomadas a las bóvedas, sin abrir las piedras viejecitas. Siempre era don Jeromillo el que entonaba o «manchaba», gozándose en su susto de que los grandes fuelles del órgano se lo llevasen y trajesen colgando de las sogas.


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Dominio público
237 págs. / 6 horas, 55 minutos / 266 visitas.

Publicado el 27 de julio de 2020 por Edu Robsy.

El Final de Norma

Pedro Antonio de Alarcón


Novela


Dedicatoria

A Mr. Charles d'Iriarte

Mi querido Carlos:

Honraste hace algunos años mi pobre novela EL FINAL DE NORMA traduciéndola al francés y publicándola en elegantísimo volumen, que figuró pomposamente en los escaparates de tu espléndido París. No es mucho, por tanto, que, agradecido yo a aquella merced, con que me acreditaste el cariño que ya me tenías demostrado, te dé hoy público testimonio de mi gratitud dedicándote esta nueva edición de tan afortunado libro.


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141 págs. / 4 horas, 8 minutos / 244 visitas.

Publicado el 20 de agosto de 2016 por Edu Robsy.

El Fantasma de Blandings

Arturo Robsy


Novela


Prólogo

"El fantasma de Blandings" es una auténtica y original novela de Pseudo Wodehouse. Se trata de aliviar al aficionado que no encuentra más que libros cuyos derechos de autor se han caducado. Muy buenos libros de P.G. Wodehouse, pero aquel talentazo ha emigrado a otros mundos y no parece que tenga ganas de escribir más, por el momento.

Se salvan las dificultades pero se advierte que el autor de esta novela, que va a ser escrita ante sus ojos asombrados, es sólo un aficionado que, al no hallar más libros del genial Wodehouse, se los escribe para uso doméstico y para vivir en la permanente compañía de Lord Emsworth, de su hijo Freddie, de la Emperatriz, de Dunstable, de Bertie, de Jeeves, de Lord Tilbury, y de todas las imposturas que se suceden en el Castillo de Blandings. ¡Aquel Baxter! ¡Aquella Lavender! ¡El pillo de Lord Tílbury, conocido como "maloliente" por el singular Galahad! Qué tiempos ésos que nunca pasan.

Primera entrega

Con un rápido giro hacia el sur, el sol inundó Convent Garden y cayó de lleno sobre la esbelta figura de Frederick Altamond Cornwallis Twistleton, quinto conde de Ickenham, que rondaba por los alrededores seguido por su sobrino Pongo, del que es posible obtener informes en el Drones Club, si se pregunta por Oofy Prooser.

En otros tiempos, tío y sobrino corrieron a velocidad de crucero emocionantes aventuras, aprovechando los rayos de luz que en Londres estimulan la fantasía de los condes. Como cuando se hicieron pasar por pedicuros de loros y arreglaron una familia en descomposición.


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Licencia limitada
19 págs. / 34 minutos / 83 visitas.

Publicado el 9 de abril de 2019 por Edu Robsy.

El Comendador Mendoza

Juan Valera


Novela


A la Excma. Señora Doña Ida de Bauer

Nunca, estimada señora y bondadosa amiga, soñé con ser escritor popular. No me explico la causa, pero es lo cierto que tengo y tendré siempre pocos lectores. Mi afición á escribir es, sin embargo, tan fuerte, que puede más que la indiferencia del público y que mis desengaños.

Varias veces me dí ya por vencido y hasta por muerto; mas apenas dejé de ser escritor, cuando reviví como tal bajo diversa forma. Primero fuí poeta lírico, luego periodista, luego crítico, luego aspiré á filósofo, luego tuve mis intenciones y conatos de dramaturgo zarzuelero, y al cabo traté de figurar como novelista en el largo catálogo de nuestros autores.

Bajo esta última forma es como la gente me ha recibido menos mal; pero aun así, no las tengo todas conmigo.

Mi musa es tan voluntariosa, que hace lo que quiere y no lo que yo le mando. De aquí proviene que, si por dicha logro aplausos, es por falta de previsión.

Escribí mi primera novela sin caer hasta el fin en que era novela lo que escribía.

Acababa yo de leer multitud de libros devotos.

Lo poético de aquellos libros me tenía hechizado, pero no cautivo. Mi fantasía se exaltó con tales lecturas, pero mi frío corazón siguió en libertad y mi seco espíritu se atuvo á la razón severa.

Quise entonces recoger como en un ramillete todo lo más precioso, ó lo que más precioso me parecía, de aquellas flores místicas y ascéticas, é inventé un personaje que las recogiera con fe y entusiasmo, juzgándome yo, por mí mismo, incapaz de tal cosa. Así brotó espontánea una novela, cuando yo distaba tanto de querer ser novelista.

Después me he puesto adrede á componer otras, y dicen que lo he hecho peor.

Esto me ha desanimado de tal suerte, que he estado á punto de no volver á escribirlas.


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207 págs. / 6 horas, 2 minutos / 185 visitas.

Publicado el 30 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Doña Milagros

Emilia Pardo Bazán


Novela


Prólogo en el cielo

EL HÉROE.— (Deteniéndose en el umbral de la gloria.) Señor de cielos y tierra, ¿es verdad que voy a entrar en la mansión de los escogidos? Apenas me atrevo a creer tamaña ventura. ¿Cuáles han sido mis merecimientos, Señor, para que te dignes mirar con indulgencia a tu siervo? ¿Yo en la gloria? ¿Yo entre santos, mártires, confesores y vírgenes, tronos, jerarquías, potestades y dominaciones?

VOZ DEL ESPÍRITU DE DIOS.— (Que sale de una ardiente nube.) No estarás entre los santos, ni entre los vírgenes, porque no lo eres. Entre los mártires y confesores bien podrías, pues algún martirio padeciste y algunas veces me confesaste. Si sólo los santos entrasen en el cielo, muy solitaria se hallaría mi mansión. La santidad, como el genio luminoso y la belleza soberana, es patrimonio de pocos. ¿Has imaginado tú que Yo crie, perfeccioné y redimí al género humano para destinarle a condenación eterna, verle retorcerse en el fuego del Purgatorio o aullar en los braseros del Infierno?

EL HÉROE.— (Transportado de alegría.) Señor, es cierto que si pequé, mi corazón no es el de un malvado. Yo deseaba guardar tus mandamientos, aunque no los he guardado siempre, y en Ti he creído y esperado con firmeza. Nunca, aun en medio de las pruebas que te dignaste enviarme, se entregó mi alma a la negra desesperación, ni osó desconfiar de Tu providencia, ni censurar Tu obra, ni renegar del don precioso de la vida que otorgaste a Tus criaturas. No te serví con el celo y fervor que debiera, pero Tú sabes que no he sido impío. Sin embargo, estoy confuso… Nada hice bueno, y algo malo sí… ¡Algo muy malo!…


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220 págs. / 6 horas, 25 minutos / 254 visitas.

Publicado el 8 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Cómo Ser un Sinvergüenza con las Señoras

Arturo Robsy


Novela, Cuento, Manual


PRINCIPIO Y JUSTIFICACIÓN

Eran las nueve y media de agosto o, para ser precisos, de una noche del mes de agosto. Felipe, Jorge y yo acabábamos de salir del gimnasio, de una sesión de karate en la que el profesor nos había demostrado, de palabra y de obra, cuánto nos faltaba para llegar a maestros.

Aceptablemente apaleados, decidimos llegar hasta una playa cercana a procurarnos cualquier anestésico en vaso para combatir los dolores físicos y morales y, de paso, disfrutar del clima, de la flora y de la fauna.

Yo era entonces —y aún se mantiene la circunstancia— el mayor de los tres y, por lo tanto, el experto. Además, después de hora y media de karate me sentía por encima de las pasiones humanas o, mejor dicho, por debajo de los mínimos exigibles para cualquier hazaña.

Nos estábamos en la barra, rodeados de cerveza casi por todas partes, cuando llegaron dos inglesitas, jovencísimas aunque perfectamente terminadas para la dura competencia de la especie. Felipe y Jorge sintieron pronto el magnetismo y, cuando vieron que ocupaban una mesa solas, saltaron hacia ellas entre cánticos de victoria y ruidos de la selva.

Las muchachas, que sin duda habían oído hablar de los latin lovers y otras especies en extinción, les acogieron, se dejaron invitar y mantuvieron una penosa conversación chapurreada.

A distancia, yo vigilaba la técnica de mis amigos. ¡Bah! Todo se reducía a ¿de dónde eres?, ¿cuándo has llegado?, ¿qué estudias? y ¿te gusta España? Se me escapaba cómo pensaban seducir a las chicas con semejante conversación.

Gracias a la distancia —y, quizá, a la cerveza que seguía rodeándome observé que las extranjeras estaban repletas hasta los bordes de los mismos pensamientos que mis amigos: cuatro personas, como aquel que dice, pero una sola idea: ¿Cómo hacer para tener una aventurita?


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Licencia limitada
111 págs. / 3 horas, 15 minutos / 1.105 visitas.

Publicado el 8 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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