Textos más vistos etiquetados como Novela disponibles | pág. 29

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Los Cien Mil Hijos de San Luis

Benito Pérez Galdós


Novela


Para la composición de este libro cuenta el autor con materiales muy preciosos.

Además de las noticias verbales, que casi son el principal fundamento de la presente obra, posee un manuscrito que le ayudará admirablemente en la narración de la parte o tratado que lleva por título Los cien mil hijos de San Luis. El tal manuscrito es hechura de una señora, por cuya razón bien se comprende que será dos veces interesante, y lo sería más aún si estuviese completo. ¡Lástima grande que la negligencia de los primeros poseedores de él dejara perder una de las partes más curiosas y necesarias que lo componen! Sólo dos fragmentos, sin enlace entre sí, llegaron a nuestras manos. Hemos hecho toda suerte de laboriosas indagaciones para allegar lo que falta, pero inútilmente, lo que en verdad es muy lamentable, porque nos veremos obligados a llenar con relatos de nuestra propia cosecha el gran vacío que entre ambas piezas del manuscrito femenil resulta.

Este tiene la forma de . Su primer fragmento lleva por epígrafe De Madrid a Urgel, y empieza así:

I

En Bayona, donde busqué refugio tranquilo al separarme de mi esposo, conocí al general Eguía. Iba a visitarme con frecuencia, y como era tan indiscreto y vanidoso, me revelaba sus planes de conspiración, regocijándose en mi sorpresa y riendo conmigo del gran chubasco que amenazaba a los francmasones. Por él supe en el verano del 21 que Su Majestad, nuestro católico Rey D. Fernando (Q. D. G.), anhelando deshacerse de los revolucionarios por cualquier medio y a toda costa, tenía dos comisionados en Francia, los cuales eran: l.º El mismo general D. Francisco Eguía, cuya alta misión era promover desde la frontera el levantamiento de partidas realistas.


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181 págs. / 5 horas, 17 minutos / 428 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Horrores de las Filipinas

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LOS MISTERIOS DE THAN-KIU

Donde cae una semilla de placer brotan mil gérmenes de dolor.

SCHILLER

CAPÍTULO I. LOS JURAMENTADOS DE SOLÚ

¡Los moros! ¡Los moros! Este grito retumba como un trueno en las calles de Manila, la opulenta capital de Filipinas.

Una muchedumbre aterrada, pálida, con los ojos desencajados, se precipita como un huracán por el soberbio puente de diez ojos que une la ciudad murada, la ciudad española, con los populosos arrabales de Binondo y Santa Cruz, que forman la ciudad china.

Algunos de los fugitivos, atropellados por los que vienen detrás de ellos, caen al suelo; pero no tardan en levantarse y en emprender de nuevo su desesperada carrera gritando siempre:

—¡Los moros! ¡Los moros!

Hombres, mujeres, niños, españoles, tagalos, chinos, mercaderes, marineros, barqueros del Passig y soldados, todos corren como si los siguiera una manada de fieras sedientas de sangre.

Caen algunas mujeres y niños envueltos por aquella oleada humana; que avanza con ímpetu irresistible. La multitud pasa sobre ellos pisoteándolos; pero ¿quién se preocupa por tan poca cosa en aquellos momentos?

Entra la turba en la ciudad atropellando a centinelas y aduaneros y aullando siempre:

—¡Huid! ¡Sálvese el que pueda! ¡Los moros! ¡Los moros!

Ciérrense estrepitosamente las puertas de las casas; bájense de un golpe los cierres de las tiendas, huyen despavoridos los vendedores de frutas y hortalizas, dejando abandonadas sus mercancías en medio de las calles, fustigan los cocheros a los caballos y salen disparados con sus vehículos, sin mirar si atropellan a alguien.

Abrense algunas ventanas, y salen de ellas miedosas voces que preguntan:

¿Qué pasa?

—¡Vienen de Binondo! —responden algunos fugitivos sin detenerse.

—Pero ¿quiénes?

—¡Los juramentados!


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249 págs. / 7 horas, 16 minutos / 537 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Los Náufragos del Spitzberg

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. EL DESASTRE DE LAS BARCAS BALLENERAS

El 29 de septiembre de 1875, hacia el mediodía, reinaba una gran animación en los vastos y famosos establecimientos del islote de Vadsó, propiedad del señor Foyn, el célebre pescador de ballenas y riquísimo armador de Varangefiord. Todo trabajo había sido interrumpido bajo los inmensos cobertizos que se extendían en todas direcciones desde un extremo a otro de las riberas de la isla. Los fundidores de grasa habían abandonado la gigantesca caldera, en la que hervían, esparciendo alrededor nubes de negro y nauseabundo humo, grandes trozos de carne de ballena. Los descuartizadores habían abandonado sus hachas y cuchillos chorreando grasa y sangre y no se ocupaban de descarnar la enorme cabeza del cetáceo; los machacadores de huesos habían dejado de triturar y reducir a polvo costillas de espantosas dimensiones; los muchachos habían abandonado las carretillas cargadas de trozos de carnaza sanguinolenta, que debían servir para extraerles la grasa, y, por último, los marineros y grumetes habían dejado solas las pequeñas naves ancladas en el canal, bajando a tierra para participar de la general animación. Grupos de personas discurrían dentro y fuera de los cobertizos, y toda aquella gente, de ordinario tan flemática y tranquila, discutía con calor, cambiando vivas preguntas y respuestas.

—Pero ¿será verdad? —preguntaban ansiosamente los unos.

—Sí, sí —respondían los otros.

—¿Y están junto a los hielos?

—Así se dice.

—Pero ¿dónde?

—En la isla de los Osos.

—No; en la Nueva Zembla.

—Tampoco. En la de Spitzberg.

—Pero ¿querrán ir al Polo?… Hay ballenas en las costas del Finmark, sin necesidad de ir a buscarlas tan lejos.

—¡Eso es una locura!

—Que costará cara al señor Foyn.

—¿Y qué le importa? Tiene muchos millones.


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93 págs. / 2 horas, 43 minutos / 371 visitas.

Publicado el 25 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Solitarios del Océano

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. LOS SOLITARIOS DEL OCÉANO

CAPÍTULO I. LA FURIA HUMANA

Un rugido inmenso, terrible, que parecía salir de las fauces de cien, fieras enfurecidas, brotó como un trueno de la profundidad de la estiba, haciendo huir precipitadamente a las aves marinas que se habían posado sobre los mástiles de la nave.

Al oír aquel rugido, que parecía el anuncio de una tormenta | horrible, más tremenda que las que suelen conmover los mares, los marineros esparcidos por proa y popa interrumpieron las maniobras y se miraron con ojos espantados.

Hasta el capitán, que paseaba por la pasarela, se detuvo bruscamente y una intensa palidez se difundió por su tez, quemada por el sol de los trópicos.

Un joven marinero que se encontraba en el castillo de proa dejó escapar la escota de trinquete y lanzó una rápida mirada sobre el mar.

—¡Los tiburones acuden a devorar otro hombre! —exclamó.

—¡Pues es el décimo!

—¡Eh, bosman! ¡Ya puedes preparar otra hamaca y otra bala de cañón!

El viejo marinero de encorvadas espaldas, con el pecho desnudo y velludo como el de un mono y el rostro cubierto de pelo casi hasta los ojos, se acercó vivamente a la obra muerta.

—¿Los ves, bosman? —preguntó el joven que había anunciado la presencia de los tigres del mar—. ¡Han olfateado otro muerto!

Tres enormes peces-perros, del género de los charcharias, de cinco a seis metros de largo, sacaban su cabezota monstruosa y enseñaban los dientes triangulares que guarnecían su inmensa boca semicircular.

Sus pequeños ojos, casi redondos, con el iris verde oscuro y la pupila azulada, se fijaban con intensidad en la amura de babor, como si desde allí debiera caer entre sus mandíbulas la presa largo tiempo esperada.

—¡Canallas! —exclamó el viejo, amenazándolos con el puño—. ¡Ya os habéis tragado diez!


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270 págs. / 7 horas, 54 minutos / 477 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Mariluán

Alberto Blest Gana


Novela


I

La indómita energía de la raza inmortalizada por los cantos de Ercilla brillaba en los ojos de Fermín Mariluán. En un pecho espacioso y levantado, latía su altivo corazón, cuya viril entereza daba a sus negros y pequeños ojos su tranquilo mirar, y a los labios, algo abultados, la fría expresión de orgullo que caracteriza la fisonomía de los araucanos.

Unos de los amigos de Mariluán, condiscípulo suyo en el Liceo de Chile, nos decía recordándole:

—Era enamorado y tenía gran vanidad por su raza valiente y entusiasta de la gloria militar; su cara era simpática y elegantes sus maneras.

Fermín Mariluán obtuvo despacho supremo de alférez de caballería y el cariño con que colocaba su mano pequeña, herencia de su raza, sobre la empuñadura de esa espada, como impaciente de tener ocasión de sacarla con razón, porque estaba seguro de poder después envainarla con honor, para cumplir con el lema puesto a las hojas toledanas en palabras como las que hemos subrayado.

Los azares de carrera le llevaron a distintos campamentos durante algunos años, y las prendas de su alma le conquistaron muchos amigos en la paz y el terror de sus enemigos en los combates. Aquella época de revueltas en que inició su carrera militar, cuadraba muy bien a su índole aventurera y a su temerario arrojo. Muchos soldados recuerdan haberle visto en Lircay adelantarse solo a desafiar al enemigo, con los ojos radiantes de alegría a cada estampido del cañón.

—Para mi teniente Mariluán —decían al referir sus guerreras memorias—, todas las balas eran de estopa, y casi más le gustaba la música de las grandes bocas de fuego que la del arpa o de la vihuela en que solía cantar.


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Dominio público
124 págs. / 3 horas, 38 minutos / 157 visitas.

Publicado el 11 de abril de 2022 por Edu Robsy.

Memorias de un Vagón de Ferrocarrill

Eduardo Zamacois


Novela


I

Nací, por fortuna mía, vagón de primera clase, y mi ejecutoria acredita la reciedumbre y nobleza de mi origen. En las buenas estaciones provincianas, y más aún en las fronterizas, donde abundan los tipos cosmopolitas acostumbrados a viajar, mi aspecto prócer y la pátina obscura que me dieron, primero mis barnizadoras y luego la cruda intemperie y el polvo de los caminos, dicen mi largo historial vagabundo y atraen la curiosidad de las gentes.

Procedo de Francia, de los famosos talleres de Saint-Denis, pero fuí construído con materiales oriundos de diferentes países, y esta especie de “protoplasma internacional”—llamémoslo así—que me integra, unido a mi vivir errático, me vedan sentir fuertemente ese “amor a la patria”, en cuyo nombre la ciega humanidad se ha despedazado tantas veces.


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Dominio público
287 págs. / 8 horas, 22 minutos / 210 visitas.

Publicado el 5 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

Mendizábal

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Al anochecer de aquel día, el no sé cuántos de Septiembre del año 35 (siglo XIX), llegó puntual al parador de no sé qué, calle de Alcalá, entre la Academia y las Monjas Vallecas, la diligencia, galerón o quebrantahuesos ordinario de Zaragoza, que traía los viajeros de Francia por la vía de Olorón y Canfranc, único portillo que dejaban libre en aquellos tristes días los porteros del Pirineo, vulgo facciosos.


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Dominio público
264 págs. / 7 horas, 43 minutos / 361 visitas.

Publicado el 15 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Petrilla

Honoré de Balzac


Novela


A la señorita Ana de Hanska

¿Cómo voy, querida niña, a dedicar a usted una historia llena de melancolía? A usted, que es la alegría de una casa; a usted, cuya pelerina blanca o rosa revuela entre los macizos de Wierzchoænia como un fuego fatuo que su padre y su madre siguen con mirada enternecida… ¿No tendré que hablarla de desventuras que una jovencita adorada, como usted lo es, no ha de conocer jamás, porque sus lindas manos podrían en su día consolarlas? Es tan difícil, Ana, encontrar para usted en la historia de nuestras costumbres una aventura digna de ser leída por sus ojos, que el autor no podía elegir; pero tal vez al leer ésta que le envío se dará usted cuenta de lo dichosa que es.

Su viejo amigo, DE BALZAC

Cierto día de octubre de 1827, al amanecer, un joven de unos diez y seis años, y que por sus trazas parecía lo que la moderna fraseología llama tan insolentemente un proletario, se detuvo en una plazuela que hay en el bajo Provins. A aquellas horas pudo observar, sin ser observado, las diferentes casas situadas en la plazuela, que forma un rectángulo. Los molinos emplazados en las vías de Provins estaban ya en marcha. Su ruido, multiplicado por los ecos de la ciudad alta, en armonía con el aire vivo, con las alegres claridades de la mañana, subrayaba la profundidad del silencio, que permitía oír el paso de una diligencia por la carretera a una legua de distancia. Las dos líneas más largas de casas, separadas por la fronda de los tilos, presentan sencillas construcciones, en que se revela la existencia pacífica y definida de sus moradores. No hay en aquel paraje ni señales de comercio. Apenas se veían en aquella época las lujosas puertas cocheras de las gentes ricas; si las había, rara vez giraban sobre sus goznes, a excepción de la del señor Martener, un médico que necesitaba tener un cabriolé y usarle con frecuencia.


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Dominio público
161 págs. / 4 horas, 42 minutos / 261 visitas.

Publicado el 12 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Sonata de Primavera

Ramón María del Valle-Inclán


Novela


MEMORIAS DEL MARQUES DE BRADOMIN LAS PUBLICA DON RAMON DEL VALLE-INCLAN

Dedicatoria

No hace todavía tres años vivía yo escribiendo novelas por entregas, que firmaba orgulloso, no sé si por desdén si por despecho. Me complacía dolorosamente la oscuridad de mi nombre y el olvido en que todos me tenían. Hubiera querido entonces que los libros estuviesen escritos en letra lombarda, como las antiguas ejecutorias, y que sólo algunos" title="NO hace todavía tres años vivía yo escribiendo novelas por entregas, que firmaba orgulloso, no sé si por desdén si por despecho. Me complacía dolorosamente la oscuridad de mi nombre y el olvido en que todos me tenían. Hubiera querido entonces que los libros estuviesen escritos en letra lombarda, como las antiguas ejecutorias, y que sólo algunos iniciados pudiesen leerlas. Esta quimera ha sido para mí como un talismán. Ella me ha guardado de las competencias mezquinas, y por ella no he sentido las crueldades de una vida toda de dolor. Solo, altivo y pobre he llegado á la literatura sin enviar mis libros á esos que llaman críticos, y sin sentarme una sola vez en el corro donde á diario alientan sus vanidades las hembras y los eunucos del Arte. De alguien, sin embargo, he recibido protección tan generosa y noble, que sin ella nunca hubiera escrito las Memorias del Marqués de Bradomín. Tal protección, única en mi vida, fué de un gran literato y de un gran corazón: He nombrado á Don José Ortega Munilla.

Hoy quiero ofrecerle este libro con aquel ingenuo y amoroso respeto que, cuando yo era niño, ofrecían los pastores de los casales amigos el más blanco de sus corderos en la casa de mi padre.

V.-I.

Real Sitio de Aranjuez.—Mayo de 1904.

Soneto

SONETO AUTUMNAL PARA EL SEÑOR MARQUÉS DE BRADOMÍN

MARQUÉS (COMO EL DIVINO LO ERES) TE SALUDO!


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Dominio público
62 págs. / 1 hora, 48 minutos / 1.655 visitas.

Publicado el 22 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Amparo (Memorias de un Loco)

Manuel Fernández y González


Novela


Epílogo

He pasado de los treinta años, funesta edad de tristes desengaños, que dijo Espronceda.

Me he arrancado mi primera cana.

La experiencia se ha encargado de arrancarme una a una todas mis ilusiones, o por mejor decir de secar todas mis creencias.

Hoy sólo tengo dos:

Creo en un Dios incomprensible.

Creo que la vida es un sueño

La primera verdad la ha dicho la Biblia.

La segunda la ha dicho Calderón.

Si alguien dijo la primera antes que la Biblia;

Si alguien dijo la segunda antes que Calderón, quede sentado que yo no conozco fuera de aquel admirable libro y de aquel admirable poeta, al o a los que haya o hayan dicho aquellas dos verdades.

Lo que yo sé decir, por experiencia propia, es que nadie cree las verdades hasta que se las hace conocer la experiencia.

La experiencia, en general, tiene una manera muy dura de dar a conocer las verdades.

Si se nos permite que supongamos que la vida es un camino sobre el cual marchamos con los ojos vendados, se nos permitirá también suponer que la experiencia es un poste colocado en medio de nuestro camino, hacia el que marchamos a ciegas, y contra el cual nos rompemos las narices.

Pero en cambio, y por mucho que el golpe nos haya dolido, encontramos una verdad que no conocíamos;

El reverso de una medalla;

La antítesis de una bella idea;

El interior de un sepulcro blanqueado;

Sarcasmo y podredumbre.

De lo que se deduce que: costándonos el conocimiento de cada verdad una contusión, y siendo infinitas las verdades que nos obligan a descubrir las ilusiones que debemos a nuestro amor propio, un hombre no puede llegar a tener experiencia, sin encontrarse completamente descoyuntado.


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89 págs. / 2 horas, 36 minutos / 275 visitas.

Publicado el 23 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

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