Textos más vistos etiquetados como Novela disponibles | pág. 30

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La Reina Calafia

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I

Lo que hizo una mañana el catedrático Mascaró al salir de la Universidad Central


Cuatro veces por semana, después de explicar su lección de historia y literatura de los países hispano-americanos, don Antonio Mascaró volvía paseando á su casa, situada al otro extremo de Madrid.

En los primeros años de su existencia matrimonial, había vivido cerca de la Universidad. Luego, al crecer su hija única, doña Amparo su esposa, que se arrogaba un poder sin límites en todo lo referente á la administración y decoro de la familia, había creído oportuno trasladarse lejos de este barrio, frecuentado por los estudiantes. Él, además, había hecho algunos viajes al extranjero, acostumbrándose á las comodidades de otros países, y encontraba cada vez menos tolerable la vida en caserones construídos con arreglo á las necesidades del siglo anterior.

Don Antonio, después de lo que había visto en el «otro mundo»—así llamaba él á América—, aceptó con gusto la casa escogida por su esposa en los límites del barrio de Salamanca, cerca de la plaza de Toros, con teléfono en la portería, ascensor en la escalera (sólo para subir) y cuarto de baño, que, aunque pequeño, tenía los aparatos en uso corriente, no estando ocupada su bañera por cajas de sombreros, como ocurría en otras viviendas. Un «hombre de progreso» y que no era rico, debía contentarse con esto y no pedir más.

La casa quedaba muy lejos de la Universidad, pero esto le imponía la obligación de dar ocho largos paseos cuando menos todas las semanas, ejercicio oportuno y útil para un aficionado á la lectura que pasaba gran parte del día con los codos en la mesa, la frente entre las manos y los ojos algo miopes junto á las páginas de un volumen.


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Dominio público
218 págs. / 6 horas, 22 minutos / 164 visitas.

Publicado el 5 de agosto de 2020 por Edu Robsy.

La Vuelta al Mundo en la Numancia

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Divagando por el Mare Internum en el falucho de Ansúrez, con pacotillas comerciales de Vinaroz a Denia, de Torrevieja a Ibiza, o de Mahón a Cartagena, pasaron Donata y Confusio luengos días apacibles, sin inclemencias azarosas del viento y las aguas. En la dulce soledad marítima, aprovechando el ocio de las bonanzas, contó Diego Ansúrez a sus amigos diferentes sucesos festivos y graves de su inquieta vida, desde que abandonó a la familia y al padre para lanzarse a correr ásperas aventuras de mar y tierra; y lo que mayormente sorprendió y cautivó a los amantes fue la forma o modo peregrino con que hubo de encontrar y conocer a la hembra que tenía por esposa, o cosa tal... El singularísimo hallazgo de mujer fue dispuesto por Dios con un golpetazo furibundo que a continuación se refiere.

En Febrero del 49 fue a Játiva Diego Ansúrez a negociar cambalache de aguardiente anisado por pieles y arroz (que así el menudo comercio cambiaba las especies, empleando el dinero tan sólo para las diferencias). Dos días no más estuvo allí; y cuando, ultimados los tratos y arreglos, a su vivienda se retiraba en noche tenebrosa por calles solitarias y torcidas, sufrió un grave accidente pasando al ras de los muros de un convento que llaman Consolación. Iba el hombre con el cuidado de la obscuridad echando las manos por delante, los ojos al suelo fangoso y a los traicioneros dobleces de las tapias, cuando de improviso le cayó encima un grande y pesado bulto... El golpe fue tremendo, más por la pesadumbre que por la dureza del objeto caído. ¿Qué era, vive Dios?


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Dominio público
222 págs. / 6 horas, 29 minutos / 407 visitas.

Publicado el 20 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Las Harpías en Madrid y Coche de las Estafas

Alonso de Castillo Solórzano


Novela, novela picaresca


Las harpías en Madrid y coche de las estafas

Sevilla, antigua ciudad de nuestra España, cabeza de la Andalucía, asilo de extranjeras naciones, depósito de los ricos partos de las Indias Occidentales, madre de claros ingenios y, finalmente, patria de claras y nobles familias, lo fue también de dos hermosos sujetos: éstas eran dos damas que, por faltarles su padre (que murió en la carrera de las Indias), quedaron huérfanas en la compañía de su madre que, viuda y pobre, perdió cerca de la Habana marido y hacienda a un tiempo.

Tenía algunas deudas en Sevilla de empréstidos que la habían hecho con la esperanza de la venida de su esposo, y viéndose que si las pagaba con el poco caudalejo que tenía, se quedaban sin qué comer, determinó mudar de tierra por mudar de ventura; esto antes que se dilatase por Sevilla la muerte de su malogrado esposo.

Dudosa estuvo si su mudanza sería a Granada o a Córdoba, y estando en esta confusión, entró una anciana amiga que tenía, a quien dio cuenta de su determinación y comunicó su duda. Era la vieja de agudo ingenio y de mayor experiencia, y viendo en su amiga tal perplejidad en elegir, le dijo estas razones:

—Amiga Teodora (que este era el nombre de la recién viuda), dos cosas me dan licencia para aconsejarte en tu nueva determinación: la una mi grande experiencia y la otra la amistad que contigo tengo. Siempre oí decir que en corto golfo hay poco que navegar, menos brazadas da el que nada en una breve laguna que quien se halla en un dilatado río. Granada y Córdoba no niego que no son muy buenas ciudades; aquélla, ilustrada con tantos moradores, Real Chancillería y concurso de negociantes; y ésta poblada de antiguas casas de nobles caballeros y ricos ciudadanos; mas en comparación de Madrid, corte del español monarca, cada una de estas ciudades es una aldea, ¿qué digo aldea?: un solitario cortijo.


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Dominio público
121 págs. / 3 horas, 33 minutos / 141 visitas.

Publicado el 10 de febrero de 2022 por Edu Robsy.

Los Apostólicos

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Tradiciones fielmente conservadas y ciertos documentos comerciales, que podrían llamarse el Archivo Histórico de la familia de Cordero, convienen en que Doña Robustiana de los Toros de Guisando, esposa del héroe de Boteros, falleció el 11 de Diciembre de 1826. ¿Fue peritonitis, pulmonía matritense o tabardillo pintado lo que arrancó del seno de su amante familia y de las delicias de este valle de lágrimas a tan digna y ejemplar señora? Este es un terreno oscuro en el cual no ha podido penetrar nuestra investigación ni aun acompañada de todas las luces de la crítica.

Esa pícara Historia, que en tratándose de los reyes y príncipes, no hay cosa trivial ni hecho insignificante que no saque a relucir, no ha tenido una palabra sola para la estupenda hazaña de Boteros, ni tampoco para la ocasión lastimosa en que el héroe se quedó viudo con cinco hijos, de los cuales los dos más pequeñuelos vinieron al mundo después que el giro de los acontecimientos nos obligó a perder de vista a la familia Cordero.


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Dominio público
243 págs. / 7 horas, 5 minutos / 377 visitas.

Publicado el 19 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

Los Argonautas

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


I

Al sentir un roce en el cuello, Fernando de Ojeda soltó la pluma y levantó la cabeza. Una palmera enana movía detrás de él con balanceo repentino sus anchas manos de múltiples y puntiagudos dedos. Para evitarse este contacto avanzó el sillón de junco, pero no pudo seguir escribiendo. Algo nuevo había ocurrido en torno de él mientras con el pecho en el filo de la mesa y los ojos sobre los papeles huía lejos, muy lejos, acompañado en esta fuga ideal por el leve crujido de la pluma.

Vio con el mismo aspecto exterior cosas y personas al salir de su abstracción; pero una vida interna, ruidosa y móvil parecía haber nacido en las cosas hasta entonces inanimadas, mientras la vida ordinaria callaba y se encogía en las personas, como poseída de súbita timidez.

Sus ojos, fatigados por la escritura, huían de las ampollas eléctricas del techo, inflamadas en plena tarde, para reposarse en los rectángulos de las ventanas que encuadraban el azul grisáceo de un día de invierno. La blancura de la madera laqueada temblaba con cierto reflejo húmedo que parecía venir del exterior. Dos salones agrandados por la escasez de su altura eran el campo visual de Ojeda. En el primero, donde estaba él, mezclábase a la blancura uniforme de la decoración el verde charolado de las palmeras de invernáculo, el verde pictórico de los enrejados de madera tendidos de pilastra a pilastra y el verde amarillento y velludo de unas parras artificiales, cuyas hojas parecían retazos de terciopelo. Sillones de floreada cretona en torno de las mesas de bambú formaban islas, a las que se acogían grupos de personas para embadurnar con manteca y mermeladas el pan tostado, husmear el perfume del té o seguir el burbujeo de las aguas minerales teñidas de jarabes y licores.


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Dominio público
650 págs. / 18 horas, 58 minutos / 235 visitas.

Publicado el 20 de abril de 2016 por Edu Robsy.

Los Dramas de la Esclavitud

Emilio Salgari


Novela


CAPITULO I. LA BAHÍA DE LÓPEZ

—¡Ten cuidado, muchacho, y abre bien los ojos!

—Pero, ¿a qué venimos aquí, maestro Hurtado?

—¡Quién lo sabe, Vasco!

—¿Te ha dicho algo el capitán?

—Sí y no.

—No comprendo ese enigma, maestro.

—Ni te hace falta; y calla, que mientras hablamos como papagayos, no observamos el banco. ¿No oyes cerca la resaca?

—Un golpe de timón y salimos adelante, maestro. Está esto tan oscuro, que en la cala de la Guadiana, a medianoche, se ve mejor que aquí.

—Lo creo, Vasco. ¡Uf! ¡Qué olor a pólvora se siente aquí!

—¡Y a cuerda de verdugo, maestro mío!

—Tu, ríete. ¡Quién sabe si dentro de un cuarto de hora te encontrarás colgado de una verga y haciendo trenzados con las piernas!

—¿Lo cree usted así, Hurtado?

—¡Que si lo creo! ¡Mil diablos! ¿No sabes que el Kentucky ha sorprendido al brasileño?

—No, Hurtado. ¿Y los castigaron a todos?

—Como a ladrones. Los corsarios no bromean, y cuando apresan una nave negrera, castigan a la tripulación con verdadera crueldad.

—Pues ya sabemos que el capitán Cabral no nos hará más la competencia.

—No; le colgaron de una verga del Kentucky, así como a toda su tripulación. Se dice que nadie ha visto un fandango tan animado como el que aquellos negreros bailaron.

—¡Me da frío de oírte! ¡Veintisiete hombres bailando la danza de la muerte!

—¡Pues abre bien los ojos si no quieres bailarla tú también! ¡Por los cien mil cuernos del demonio! ¿Qué es lo que se ve allí?

El maestro se levantó violentamente, haciendo oscilar la chalupa, escupió el tabaco que masticaba y dirigió los ojos hacia el Sur, arrugando la frente.

—Es la punta de Fetiche —dijo Vasco.

—La veo.

—¿Y en ella nos espera Bango?

—Sí; le he avisado por medio de los negros costeros.


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139 págs. / 4 horas, 3 minutos / 428 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

Los Duendes de la Camarilla

Benito Pérez Galdós


Novela


I

Medio siglo era por filo... poco menos. Corría Noviembre de 1850. Lugar de referencia: Madrid, en una de sus más pobres y feas calles, la llamada de Rodas, que sube y baja entre Embajadores y el Rastro.

La mañana había sido glacial, destemplada y brumosa la tarde; entró la noche con tinieblas y lluvia, un gotear lento, menudo, sin tregua, como el llanto de las aflicciones que no tienen ni esperanza remota de consuelo. A las diez, la embocadura de la calle de Rodas por la de Embajadores era temerosa, siniestro el espacio que la obscuridad permitía ver entre las dos filas de casas negras, gibosas, mal encaradas. El farol de la esquina dormía en descuidada lobreguez; el inmediato pestañeaba con resplandor agónico; sólo brillaba, despierto y acechante, como bandido plantado en la encrucijada, el que al promedio de la calle alumbra el paso a una mísera vía descendente: la Peña de Francia. Ánimas del Purgatorio andarían de fijo por allí; las vivientes y visibles eran: un ciego que entró en la calle apaleando el suelo; el sereno, cuya presencia en la bajada al Rastro se advirtió por la temblorosa linterna que hacía eses de una en otra puerta, hasta eclipsarse en el despacho de vinos; una mendiga seguida de un perro, al cual se agregó otro can, y siguieron los tres calle abajo... En el momento de mayor soledad, una mujer dobló con decidido paso la esquina de Embajadores, y puso cara y pecho a la siniestra calle, sin vacilación ni recelo, metiéndose por la obscuridad, afrontando animosa las molestias y peligros del suelo, que no eran pocos, pues donde no había charco, había resbaladizas piedras, y aquí y allá objetos abandonados, como cestos rotos o montones de virutas, dispersos bultos que figuraban en la obscuridad perros dormidos o gatos en acecho.


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229 págs. / 6 horas, 41 minutos / 322 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Los Inadaptados

Carmen de Burgos


Novela


Dedicatoria

Un libro es la eucaristía que establece la comunión entre el autor y los lectores.


… y tomando el pan lo partió y lo dio a sus discípulos diciendo: «Tomad y comed; este es mi cuerpo».

DEL EVANGELIO.

(San Mateo, XXVI, 26).
 


… y desgarrándose las entrañas escribió un libro y lo dio a los artistas diciendo; «Tomad y leed; esta es mi alma».

DE LA VIDA.
 

Unas palabras

Jamás fue de mi agrado detener al lector con observaciones ni prólogos, innecesarios la mayor parte de las veces, antes de penetrar en las páginas de un libro; sin embargo, hoy creo precisa una breve aclaración. Adoro la Novela, diosa de la literatura, y dentro de sus diversos géneros tiene mi preferencia la sana novela naturalista; esto me obliga a defenderme de la acusación de falsedad que pudieran arrojar sobre mi libro las personas desconocedoras de la región levantina que en él describo, y ya me parece que oigo exclamar a más de uno: «¿Pero qué Andalucía nos pinta aquí Colombine?».

Yo puedo asegurarles, con la fe de una pluma incapaz de mentir, que nada hay en él de falso o exagerado. Lo he escrito para satisfacer una necesidad de mi espíritu: la de exteriorizar una impresión recibida en la infancia. Segura de que mi obra no llegará a manos de aquella sencilla gente, casi todas las personas llevan sus verdaderos nombres, y en la descripción del paisaje no alteré el de los sitios que sirven de escenario al drama. Hechos ciertos son el naufragio del vapor Valencia y cuantos forman la trama urdida por mi mano: No he tenido que modificar el lenguaje de los moradores del valle, para darle una entonación andaluza que allí no se usa y que será siempre escollo de novelistas.


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141 págs. / 4 horas, 7 minutos / 390 visitas.

Publicado el 26 de diciembre de 2018 por Edu Robsy.

Los Majos de Cádiz

Armando Palacio Valdés


Novela


PRÓLOGO. Observaciones acerca de la composición en la novela

I

Para el lector aficionado á razonar el arte y discutir su técnica escribo estas breves líneas. Páselas por alto quien sólo aspire á sentirlo, seguro de que nada perderá en ello: mi simpatía, como la de todo artista, estará siempre con él. Porque sólo una imaginación fresca exenta de conceptos retóricos puede gozar realmente las obras poéticas, respirar con libertad en el mundo de la fantasía. Además, dígase lo que se quiera, á ningún maese Pedro le place mostrar por dentro el retablo de las figuras con sus jarcias y resortes; y si alguna vez lo hace, suele ser apretado por el deseo de defenderse de los pecados que le atribuyen ó de prevenir al público contra los errores de una crítica precipitada ó desleal. No es esto, sin embargo, lo que me impulsa á escribir el presente prólogo, como tampoco me ha movido á escribir el que años ha puse al frente de mi novela La Hermana San Sulpicio. En España, afortunadamente, apenas si existe la crítica, y el autor de novelas goza de aquella paz profunda, de aquella amable serenidad de que gozaron en las primeras edades del mundo Valmiky y Homero para escribir sus inmortales poemas. La única razón que hallo en mi espíritu (aparte de cierta manía didáctica que me ha quedado de los años de adolescencia, cuando con mi dedo infalible señalaba á los autores la ruta que debían seguir) es la contradicción en que me reconozco con los gustos y tendencias que dominan actualmente lo mismo en las artes plásticas que en la poesía. Esta contradicción me atormenta sobremanera, porque me hace dudar de mí mismo. Derramo la vista por Europa y no veo en la pintura y en la poesía más que escenas lúgubres y prosaicas, no escucho sino acentos de muerte. De las estepas de la Rusia llegan delirios místicos que entusiasman al pueblo de Molière, de Rabelais y de Voltaire.


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Dominio público
219 págs. / 6 horas, 24 minutos / 224 visitas.

Publicado el 24 de agosto de 2017 por Edu Robsy.

Los Mineros de Alaska

Emilio Salgari


Novela


PRIMERA PARTE. EL GRAN CAZADOR DE LAS PRADERAS

CAPÍTULO I. EL HERIDO

—¡Alerta!

—¡Cuerno de bisonte!

—¡Levántate, Bennie!

—¿Arde la pradera?

—No.

—¿Se escapa el ganado?

Un clamor ensordecedor, mezcla de aullidos estridentes, de ladridos y mugidos, estalló de súbito en lontananza, rompiendo de pronto el profundo silencio reinante en la inmensa pradera que se extiende desde el lago pequeño de los Esclavos casi sin interrupción hasta el río Atabasca y al pie de la gigantesca cadena de las Montañas Pedregosas.

Oíanse gritos aulladores de hombres, ladridos de perros, mugidos de bueyes espantados.

—¿Qué sucede, Bennie?

El llamado así no respondió; se había puesto en pie bruscamente, echando a un lado la manta que le cubría, y, asiendo la carabina de percusión central que yacía a su lado, se lanzó fuera del enorme carro.

La pradera estaba sumida en densas tinieblas, no alumbrándola ni luna ni estrellas. Sólo acá y allá brillaban como olas de puntos luminosos que descendían y elevábanse caprichosamente, trazando líneas de plata o verde pálidas de fantástico efecto.

Sin embargo, en torno del carro divisábanse masas negras en gran número, mugiendo, aullando y buscando refugio junto al monumental vehículo, contra el cual chocaban confundidas.

—By-good —gruñó el que salía del carro, preparando un fusil como si temiese un ataque imprevisto—. ¿Qué sucede en la orilla del río?

Sonó una detonación de aquella parte; una detonación seca, muy distinta de la de una carabina.

—Ha sido un tiro de Winchester, Bennie —exclamó una voz tras él.

—Sí, Back.

—El arma favorita de los indios.

—Tienes razón.

—¿Habrán desenterrado el hacha de guerra esos condenados pieles rojas?


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301 págs. / 8 horas, 48 minutos / 511 visitas.

Publicado el 24 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

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