Textos más vistos etiquetados como Novela disponibles | pág. 31

Mostrando 301 a 310 de 560 textos encontrados.


Buscador de títulos

etiqueta: Novela textos disponibles


2930313233

El Audaz

Benito Pérez Galdós


Novela


Capítulo I. Curioso diálogo entre un fraile y un ateo en el año de 1804

I

El padre Jerónimo de Matamala, uno de los frailes más discretos del convento de franciscanos de Ocaña, hombre de genio festivo y arregladas costumbres, dejó la esculpida y lustrosa silla del coro en el momento en que se acababa el rezo de la tarde, y muy de prisa se dirigió a la portería, donde le aguardaba una persona, que había mostrado grandes deseos de verlo y hablarle.

Poco antes un lego, que desempeñaba en aquella casa oficios nada espirituales, había trabado una viva contienda con el visitante. Empeñábase éste en ver al padre Matamala, contrariando las prescripciones litúrgicas que a aquella hora exigían su presencia en el coro; se esforzaba el lego en probar que tal pretensión era contraria a la letra y espíritu de los sagrados cánones, y oponía la inquebrantable fórmula del terrible non possumos a las súplicas del forastero, el cual, fatigado y con muestras de gran desaliento, se apoyaba en el marco de la puerta. Hablaba con descompuestos ademanes y alterada voz; contestábale el otro con rudeza, orgulloso de ejercer autoridad aunque no pasara de la entrada; y el diálogo iba ya a tomar proporciones de altercado, tal vez la cuestión estaba próxima a descender de las altas regiones de la discusión para expresarse en hechos, cuando apareció fray Jerónimo de Matamala, y abriendo los brazos en presencia del desconocido, exclamó con muestras de alborozo:

—¡Martín, querido Martín, tú por aquí! ¿Cuándo has llegado?... ¿De dónde vienes?

Contestole con frases afectuosas el viajero, y ambos entraron. Al avanzar por el claustro pudo el lego notar que hablaban con mucho calor; que el visitante no había dejado de ser displicente; que continuaba con el mismo aspecto de hastío y desdén, y que el padre Matamala se mostraba en extremo cariñoso y solícito con él.


Leer / Descargar texto

Dominio público
383 págs. / 11 horas, 11 minutos / 384 visitas.

Publicado el 14 de febrero de 2018 por Edu Robsy.

El Caballero de las Botas Azules

Rosalía de Castro


Novela


Un hombre y una musa

Personajes

Hombre.
Musa.

I

HOMBRE.— Ya que has acudido a mi llamamiento, ¡oh musa!, escúchame atenta y propicia, y haz que se cumpla mi más ferviente deseo.

MUSA.— (Oculta tras una espesa nube.) Habla, y que tu lenguaje sea el de la sinceridad. Mi vista es de lince.

HOMBRE.— De ese modo podrás conocer mejor la idea que me anima. Pero quisiera que se disipase el humo denso que te envuelve. ¿Por qué tal recato? ¿Acaso no he de conocerte?

MUSA.— No soy recatada, sino prudente; así que te acostumbres a oírme, te acostumbrarás a verme. Di en tanto, ¿qué quieres?

HOMBRE.— ¡Hasta las musas son coquetas!

MUSA.— Considera que soy musa, pero no dama, y que no debemos perder el tiempo en devaneos.

HOMBRE.— ¡Qué estupidez!… pero seré obediente, en prueba de la sumisión que te debo. Yo quiero que mi voz se haga oír, en medio de la multitud, como la voz del trueno que sobrepuja con su estampido a todos los tumultos de la tierra; quiero que la fama lleve mi nombre de pueblo en pueblo, de nación en nación y que no cesen de repetirlo las generaciones venideras, en el transcurso de muchos siglos.

MUSA.— ¡Necio afán el de la gloria póstuma, cuyo ligero soplo pasará como si tal cosa sobre el esparcido polvo de tus huesos! Cuídate de lo presente y deja de pensar en lo futuro, que ha de ser para ti como si no existiese.

HOMBRE.— ¿Y eres tú, musa, a quien he invocado lleno de ardiente fe, la que me aconsejas el olvido de lo que es más caro a un alma ambiciosa de gloria? ¿Para qué entonces la inspiración del poeta?

MUSA.— ¡Locas aprensiones!… El bien que se toca es el único bien; lo que después de la muerte pasa en el mundo de los vivos, no es nada para el que ha traspasado el umbral de la eternidad.


Leer / Descargar texto

Dominio público
255 págs. / 7 horas, 27 minutos / 314 visitas.

Publicado el 26 de septiembre de 2017 por Edu Robsy.

El Capitán de la Djumna

Emilio Salgari


Novela


CAPÍTULO I. LAS OCAS EMIGRANTES

Un sol ardiente, abrasador, se reflejaba sobre las amarillentas y tibias aguas de la profunda bahía de Puerto Canning, las cuales exhalaban esas fétidas miasmas que desencadenan constantemente fiebres tremendas, mortales para los europeos que no se han aclimatado, y peor aún, el cólera, tan fatal a las guarniciones inglesas de Bengala.

Ni una brisa marina mitigaba aquel calor que debía sobrepasar los cuarenta grados. Las grandes hojas de los cocoteros, de majestuoso aspecto, cuyo follaje estaba expuesto en forma de cúpula, y las de los pipa, los nium, y aquellas largas y delgadas del bambú, pendían tristemente, como si el sol las hubiera privado de toda existencia.

El silencio que reinaba en aquellas aguas e islas fangosas, que se extendían hacia el Golfo de Bengala, era tan profundo que producía una intensa tristeza. Parecía que en esa zona, de las más vastas y ricas posesiones inglesas en la India, todo estuviese muerto.

Sin embargo, pese a la lluvia de fuego, y a los miasmas que se alzaban de los bajíos sobre los cuales se pudrían enormes masas de vegetales, una pequeña chalupa cubierta por un toldo blanco, navegaba lentamente.

Dos hombres la tripulaban. Uno de ellos sentado en la proa llevaba en la mano un fusil de doble caño, y otro en la popa maniobraba lentamente con un par de cortos y anchos remos.

El primero era un jovencito alto, delgado, de piel blanca, ojos azules, bigotes rubios, frente amplia, y labios rojos. Llevaba un traje blanco, en cuyas mangas ostentaba el grado de teniente y cubría su cabeza un ancho sombrero de paja.

El otro en cambio, era un hombre de cincuenta años de edad, bajo y robusto, con larga barba gris, frente arrugada, piel curtida por la intemperie, facciones duras Y angulosas.


Leer / Descargar texto


163 págs. / 4 horas, 46 minutos / 372 visitas.

Publicado el 26 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Cocinero de su Majestad

Manuel Fernández y González


Novela


(MEMORIAS DEL TIEMPO DE FELIPE III)
 

TOMO PRIMERO

CAPÍTULO I. DE LO QUE ACONTECIÓ Á UN SOBRINO POR NO ENCONTRAR Á TIEMPO Á SU TÍO

A punto que el sol transponía en una nublada y lluviosa tarde de invierno, atravesaba la famosa puente Segoviana, en dirección al ya próximo Madrid, un cuartago enorme que llevaba sobre su afilado lomo una silla de monstruosas dimensiones, y sobre la silla, un jinete en cuyo bulto sólo se veían un sombrero gacho de color gris, calado hasta las cejas, una capa parda rebozada hasta el sombrero, y dos robustas piernas cubiertas por unas botas de gamuza de su color, además del extremo de una larga espada, que asomaba al costado izquierdo bajo la plegadura de la capa.

El caballo llevaba la cabeza baja y las orejas caídas, y el jinete encorvado el cuerpo, como replegado en sí mismo, y la ancha ala del sombrero doblegada y empapada por la lluvia que venía de través impulsada por un fuerte viento Norte.

Afortunadamente para el amor propio del jinete, nadie había en el puente que pudiera reparar en la extraña catadura de su caballo, ni en su paso lento y trabajoso, ni en su acompasado cojear de la mano derecha: la lluvia y el frío habían alejado los vagos y los pillastres, concurrentes asiduos en otras ocasiones á los juegos de bolos y á las palestrillas de la Tela; las lavanderas habían abandonado el río, que, dejando de ser por un momento el humilde y lloroso Manzanares de ordinario, arrastraba con estruendo las turbias olas de su crecida, y en razón á la soledad, estaban cerradas las puertas de las tabernillas y figones situados á la entrada y á la salida del puente.


Leer / Descargar texto


939 págs. / 1 día, 3 horas, 24 minutos / 369 visitas.

Publicado el 25 de junio de 2016 por Edu Robsy.

El Crimen de Silvestre Bonnard

Anatole France


Novela


I. El leño de Navidad

24 de diciembre de 1849.

Me había puesto las zapatillas y el batín. Enjugué mis ojos empañados por una lágrima que les arrancó el viento al cruzar el muelle.

Una lumbre llameante ardía en la chimenea de mi despacho; una tenue capa de hielo que cubría los cristales de las ventanas, formaba floraciones semejantes a hojas de helechos, y ocultaba a mi vista el Sena, sus puentes y el Louvre de los Valois.

Acerqué al fuego mi sillón y mi mesita para ocupar junto a la lumbre el sitio que Hamílcar se dignaba dejarme. Hamílcar, hecho una bola, dormía cerca de los morillos sobre un almohadón de pluma con el hocico entre las patas; una respiración acompasada hacía oscilar su pelo abundante y suave; al sentirme entreabrió los ojos y mostró sus pupilas de ágata bajo sus párpados entornados que cerró en seguida como si pensara: «No es nadie: es mi amigo».

—¡Hamílcar! —le dije mientras estiraba las piernas—. ¡Hamílcar, príncipe soñoliento de la ciudad de los libros!; ¡guardián nocturno! Tú defiendes contra los viles roedores los manuscritos y los impresos que el viejo sabio adquirió gracias a un modesto peculio y a un celo infatigable. En esta biblioteca silenciosa protegida por tus virtudes militares duermes con el abandono de una sultana, porque reúnes en tu persona el aspecto formidable de un guerrero tártaro y la gracia apacible de una mujer de Oriente. Heroico y voluptuoso Hamílcar, duermes en espera de la hora en que los ratones bailarán a la claridad de la luna ante los Acta sanctorum de los doctos bolandistas.


Leer / Descargar texto

Dominio público
171 págs. / 5 horas / 602 visitas.

Publicado el 22 de junio de 2018 por Edu Robsy.

El Doctor Centeno

Benito Pérez Galdós


Novela


I. Introducción a la Pedagogía

I

Con paso decidido acomete el héroe la empinada cuesta del Observatorio. Es, para decirlo pronto, un héroe chiquito, paliducho, mal dotado de carnes y peor de vestido con que cubrirlas; tan insignificante, que ningún transeúntes, de éstos que llamamos personas, puede creer, al verle, que es de heroico linaje y de casta de inmortales, aunque no está destinado a arrojar un nombre más en el enorme y ya sofocante inventario de las celebridades humanas. Porque hay ciertamente héroes más o menos talludos que, mirados con los ojos que sirven para ver las cosas usuales, se confunden con la primer mosca que pasa o con el silencioso, común o incoloro insectillo que no molesta a nadie, ni siquiera merece que el buscador de alimañas lo coja para engalanar su colección entomológica...

Es un héroe más oscuro que las historias de sucesos que aún no se han derivado de la fermentación de los humanos propósitos; más inédito que las sabidurías de una Academia, cuyos cuarenta señores andan a gatas todavía, con el dedo en la boca, y cuyos sillones no han sido arrancados aún al tronco duro de las caobas americanas.

Esto no impide que ocupe ya sobre el regazo de la madre Naturaleza el lugar que le corresponde, y que respire, ande y desempeñe una y otra función vital con el alborozo y brío de todo ser que estrena sus órganos.

Y así, al llegar al promedio de la cuesta, a trozos escalera, a trozos mal empedrada y herbosa senda, incitado sin duda por los estímulos del aire fresco y por el sabroso picor del sol, da un par de volteretas, poniendo las manos en el suelo, y luego media docena de saltos, agitando a compás los brazos como si quisiera levantar el vuelo. Desvíase pronto a la derecha y se mete por los altibajos del cerrillo de San Blas; vuelve a los pocos pasos, vacila, mira en redondo, compara, escoge sitio, se sienta...


Leer / Descargar texto


364 págs. / 10 horas, 37 minutos / 457 visitas.

Publicado el 9 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

El Filtro de los Califas

Emilio Salgari


Novela


I. LA VENGANZA DE AMINA

Cinco minutos después, el barón y Cabeza de Hierro, lejos ya de los esplendores de aquellas salas maravillosas, se encontraban nuevamente reunidos en un húmedo subterráneo, situado bajo la torre pentagonal. En lugar de las refulgentes lámparas venecianas, una lucecilla alumbraba apenas aquella especie de sentina, que debía de asemejarse mucho a las horribles mazmorras abiertas cinco o seis metros debajo del suelo donde agonizaban los esclavos cristianos del presidio de Trípoli, tan célebre en aquellos tiempos.

El mísero catalán había sido sorprendido mientras digería una copiosa cena, servida en el mismo lugar donde había tomado el haschis, y sin recibir explicación alguna fue brutalmente empujado hasta la cueva de la torre, donde se encontraba ya el caballero de Santelmo.

Aquel cambio de situación fue tan rápido que el pobre diablo creyó que acababan de administrarle una segunda dosis de narcótico. Antes de covencerse de que estaba despierto tuvo que pellizcarse varias veces.

—Señor barón —exclamó, mirando en torno a él con ojos compungidos—, ¿por qué nos han traído aquí? ¿Dónde estamos? ¡Decidme que estoy ebrio o que aquel maldecido brebaje me ha trastornado el cerebro! ¡No, no es posible que nos hayan traído a esta horrible prisión!

—No sueñas, ni estás borracho tampoco —respondió el barón—. Ambos estamos despiertos y todo lo que ves es realidad.

—¡Por San Jaime bendito! ¿El que se han vuelto locos esos negros para arrojarnos en esta ratonera? ¡Yo me quejaré a la señora, para que los mande azotar! ¡Si ella supiera lo que nos pasa!

—Por orden suya te encuentras aquí, infeliz Cabeza de Hierro.

—¿Acaso se ha arrepentido de habernos salvado?

—Empiezo a creerlo.

—¿Acaso la habéis visto?

—Sí; he cenado en su compañía.


Leer / Descargar texto

Dominio público
153 págs. / 4 horas, 27 minutos / 373 visitas.

Publicado el 4 de febrero de 2019 por Edu Robsy.

El Humo Dormido

Gabriel Miró


Novela


A Óscar Esplá


De los bancales segados, de las tierras maduras, de la quietud de las distancias, sube un humo azul que se para y se duerme. Aparece un árbol, el contorno de un casal; pasa un camino, un fresco resplandor de agua viva. Todo en una trémula desnudez.

Así se nos ofrece el paisaje cansado o lleno de los días que se quedaron detrás de nosotros. Concretamente no es el pasado nuestro; pero nos pertenece, y de él nos valemos para revivir y acreditar episodios que rasgan su humo dormido. Tiene esta lejanía un hondo silencio que se queda escuchándonos. La abeja de una palabra recordada lo va abriendo y lo estremece todo.

No han de tenerse estas páginas fragmentarias por un propósito de memorias; pero leyéndolas pueden oírse, de cuando en cuando, las campanas de la ciudad de Is, cuya conseja evocó Renán, la ciudad más o menos poblada y ruda que todos llevamos sumergida dentro de nosotros mismos.


Leer / Descargar texto

Dominio público
101 págs. / 2 horas, 57 minutos / 197 visitas.

Publicado el 27 de julio de 2020 por Edu Robsy.

El Loco Estero

Alberto Blest Gana


Novela


Recuerdos de la niñez

A mi distinguido amigo
DON FEDERICO SANTA MARÍA
en testimonio de alto aprecio y de cordial amistad.


Alberto Blest Gana

París, octubre de 1909.

1

Aquel día, bien que no era fiesta, los dos chicuelos vestían el traje de los domingos. Sentados a la mesa con estudiada compostura, sin hacer gran caso de la conversación de las personas grandes que ocupaban la testera, sus miradas se dirigían furtivas a las golosinas y a las frutas distribuidas en cestas y azafates sobre el mantel, con aire de extraordinario gaudeamus. Pero a pesar de la ansiosa distracción en que aquel espectáculo los mantenía, ni uno ni otro dejaban de sentir sobre ellos, como se siente el fuego de un rayo de sol sobre el rostro, el reflejo autoritario de los ojos paternos, que los requería a estar atentos a lo que hablaban sus mayores.

Más osado que el primogénito, el menor de los chicos extendió con disimulo una mano hacia un canastillo de fresas, primicia de la estación, que, entrelazadas con flores, lo fascinaban con su rosada frescura.

–Javier, no toques las frutillas, hijito –le ordenó, desde la opuesta extremidad, la voz de la madre, con dulzura.

–Si vuelves a desmandarte, no irás esta tarde a la Cañada –amenazó la voz del padre, con severidad.

Javier bajó la frente, fingiendo contricción, pero sus ojuelos pardos formulaban al mismo tiempo la protesta muda de su altiva voluntad.

–Ya ves que Guillén se está quieto –agregó la madre, para suavizar la aspereza de la conminación paternal.

Con el elogio de la madre, un vivo tinte de carmín coloreó el rostro del mayor de los niños. El, más bien que su hermano, parecía el delincuente. La mirada de sus grandes ojos azules daba a su fisonomía la seriedad casi tímida de los precoces soñadores.

Una voz de los grandes invocó indulgencia para Javier:


Leer / Descargar texto

Dominio público
321 págs. / 9 horas, 22 minutos / 259 visitas.

Publicado el 12 de abril de 2022 por Edu Robsy.

El Paraíso de las Mujeres

Vicente Blasco Ibáñez


Novela


Al Lector

Considero necesario dar una explicación sobre el origen de este libro.

Una casa editorial cinematográfica de los Estados Unidos me pidió hace un año una novela para convertirla en film, recomendándome que fuese muy interesante y se despegase por completo de los convencionalismos y rutinas que hasta ahora vienen observándose en las historias presentadas por medio del cinematógrafo.

Yo admiro el arte cinematográfico—llamado con razón el séptimo arte—, por ser un producto legítimo y noble de nuestra época. Como todo progreso, ha encontrado numerosos enemigos, que fingen despreciarlo; especialmente entre los escritores faltos de las condiciones necesarias para servir á este arte, aunque lo deseasen. La llamada República de las Letras es un estado conservador y misógeno, que se subleva instintivamente ante toda novedad y la repele con sarcasmos que cree aristocráticos.

Cuando se inventó la imprenta, una gran parte de los literatos de entonces también la consideraron como algo populachero y ordinario, que nunca podría gustar á los espíritus escogidos. Fué preciso el transcurso de algunas decenas de años para que todos se convenciesen de que el libro impreso, aunque menos hermoso que el códice escrito á mano y con letras capitulares artísticamente iluminadas, servía mejor á la difusión de las ideas y al mejoramiento intelectual de la humanidad.

Dentro de un siglo las gentes se asombrarán tal vez al enterarse de que hubo escritores que presenciaron el nacimiento de la cinematografía y no hicieron caso de ella, apreciándola como una diversión pueril y frívola, buena únicamente para el vulgo ignorante.


Leer / Descargar texto


282 págs. / 8 horas, 14 minutos / 295 visitas.

Publicado el 19 de abril de 2016 por Edu Robsy.

2930313233