Textos más vistos etiquetados como Novela disponibles | pág. 7

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El Juguete Rabioso

Roberto Arlt


Novela


Parte 1. Los ladrones

Cuando tenía catorce años me inició en los deleites y afanes de la literatura bandoleresca un viejo zapatero andaluz que tenía su comercio de remendón junto a una ferretería de fachada verde y blanca, en el zaguán de una casa antigua en la calle Rivadavia entre Sud América y Bolivia.

Decoraban el frente del cuchitril las policromas carátulas de los cuadernillos que narraban las aventuras de Montbars el Pirata y de Wenongo el Mohicano. Nosotros los muchachos al salir de la escuela nos deleitábamos observando los cromos que colgaban en la puerta, descoloridos por el sol.

A veces entrábamos a comprarle medio paquete de cigarrillos Barrilete, y el hombre renegaba de tener que dejar el banquillo para mercar con nosotros.

Era cargado de espaldas, carisumido y barbudo,y por añadidura algo cojo, una cojera extraña, el pie redondo como el casco de una mula con el talón vuelto hacia afuera.

Cada vez que le veía recordaba este proverbio, que mi madre acostumbraba a decir: "Guárdate de los señalados de Dios."

Solía echar algunos parrafitos conmigo, y en tanto escogía un descalabrado botín entre el revoltijo de hormas y rollos de cuero, me iniciaba con amarguras de fracasado en el conocimiento de los bandidos más famosos en las tierras de España, o me hacía la apología de un parroquiano rumboso a quien lustraba el calzado y que le favorecía con veinte centavos de propina.

Como era codicioso sonreía al evocar al cliente, y la sórdida sonrisa que no acertaba a hincharle los carrillos arrugábale el labio sobre sus negruzcos dientes.

Cobróme simpatía a pesar de ser un cascarrabias y por algunos cinco centavos de interés me alquilaba sus libracos adquiridos en largas suscripciones.

Así, entregándome la historia de la vida de Diego Corrientes, decía: —Ezte chaval, hijo… ¡qué chaval!… era ma lindo que una rroza y lo mataron lo miguelete…


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Dominio público
128 págs. / 3 horas, 44 minutos / 1.574 visitas.

Publicado el 17 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

La Muerte de Iván Ilich

León Tolstói


Novela




1

Durante una pausa en el proceso Melvinski, en el vasto edificio de la Audiencia, los miembros del tribunal y el fiscal se reunieron en el despacho de Ivan Yegorovich Shebek y empezaron a hablar del célebre asunto Krasovski. Fyodor Vasilyevich declaró acaloradamente que no entraba en la jurisdicción del tribunal, Ivan Yegorovich sostuvo lo contrario, en tanto que Pyotr Ivanovich, que no había entrado en la discusión al principio, no tomó parte en ella y echaba una ojeada a la Gaceta que acababan de entregarle.

—¡Señores! —exclamó —¡Ivan Rich ha muerto!

—¿De veras?

—Ahí está. Léalo —dijo a Fyodor Vasilyevich, alargándole el periódico que, húmedo, olía aún a la tinta reciente.

Enmarcada en una orla negra figuraba la siguiente noticia: «Con profundo pesar Praskovya Fyodorovna Golovina comunica a sus parientes y amigos el fallecimiento de su amado esposo Ivan Ilich Golovin, miembro del Tribunal de justicia, ocurrido el 4 de febrero de este año de 1882. El traslado del cadáver tendrá lugar el viernes a la una de la tarde.»

Ivan Ilích había sido colega de los señores allí reunidos y muy apreciado de ellos. Había estado enfermo durante algunas semanas y de una enfermedad que se decía incurable. Se le había reservado el cargo, pero se conjeturaba que, en caso de que falleciera, se nombraría a Alekseyev para ocupar la vacante, y que el puesto de Alekseyev pasaría a Vinnikov o a Shtabel. Así pues, al recibir la noticia de la muerte de Ivan Ilich lo primero en que pensaron los señores reunidos en el despacho fue en lo que esa muerte podría acarrear en cuanto a cambios o ascensos entre ellos o sus conocidos.


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Dominio público
71 págs. / 2 horas, 5 minutos / 1.193 visitas.

Publicado el 17 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

Los Tigres de Mompracem

Emilio Salgari


Novela


Capítulo 1. Los piratas de Mompracem

En la noche del 20 de diciembre de 1849 un violentísimo huracán azotaba a Mompracem, isla salvaje de siniestra fama, guarida de temibles piratas situada en el mar de la Malasia, a pocos centenares de kilómetros de las costas occidentales de Borneo.

Empujadas por un viento irresistible, corrían por el cielo negras masas de nubes que de cuando en cuando dejaban caer furiosos aguaceros, y el bramido de las olas se confundía con el ensordecedor ruido de los truenos.

Ni en las cabañas alineadas al fondo de la bahía, ni en las fortificaciones que la defendían, ni en los barcos anclados al otro lado de la escollera, ni en los bosques se distinguía luz alguna. Sólo en la cima de una roca elevadísima, cortada a pique sobre el mar, brillaban dos ventanas intensamente iluminadas.

¿Quién, a pesar de la tempestad, velaba en la isla de los sanguinarios piratas? En un verdadero laberinto de trincheras hundidas, cerca de las cuales se veían armas quebradas y huesos humanos, se alzaba una amplia y sólida construcción, sobre la cual ondeaba una gran bandera roja con una cabeza de tigre en el centro.

Una de las habitaciones estaba iluminada. En medio de ella había una mesa de ébano con botellas y vasos del cristal más puro; en las esquinas, grandes vitrinas medio rotas, repletas de anillos, brazaletes de oro, medallones, preciosos objetos sagrados, perlas, esmeraldas, rubíes y diamantes que brillaban como soles bajo los rayos de una lámpara dorada que colgaba del techo. En indescriptible confusión, se veían obras de pintores famosos, carabinas indias, sables, cimitarras, puñales y pistolas.


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150 págs. / 4 horas, 22 minutos / 1.098 visitas.

Publicado el 6 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

El Capitán Tormenta

Emilio Salgari


Novela


1. Una partida de dados

—¡Siete!

—¡Cinco!

—¡Cuatro!

—¡He ganado!

—¡Por treinta mil cimitarras turcas! ¡Qué suerte la vuestra, señor Perpignano! En dos noches me habéis ganado ochenta cequíes. ¡Esto no puede seguir! ¡Prefiero una descarga de culebrina, aunque la bala sea disparada por esos perros infieles! ¡Por lo menos, no me martirizarán cuando conquisten Famagusta!

—¡Si la conquistan, capitán Laczinski!

—¿Lo ponéis en duda, señor Perpignano?

—De momento, sí. En tanto que estén a nuestro lado los mercenarios no será conquistada. La República sabe elegir a sus soldados.

—Pero no son polacos.

—¡Capitán, no ofendáis a los soldados dálmatas!

—No pretendo tal cosa. Pero si se encontrasen aquí mis compatriotas…

Murmullos amenazadores, que empezaron a oírse en torno a los dos jugadores, unidos al entrechocar de espadas nerviosamente blandidas, hicieron al capitán Laczinski interrumpir sus palabras.

—¡Oh! —exclamó cambiando el tono de su voz y esbozando una sonrisa—. ¡Ya conocéis, bravos mercenarios, que soy amigo de las bromas! Llevamos ya cuatro meses luchando juntos contra esos perros descreídos, que han jurado agujerearnos el pellejo, y sé lo que valéis. De manera, señor Perpignano, que mientras los turcos nos dejan en paz un rato, continuemos nuestra partida. Aún conservo unos veinte cequíes que están ansiando salirse del bolsillo.

Como para desmentir las palabras del capitán, en aquel instante se oyó el estampido del cañón.

—¡Ah, bandidos! ¡Ni por la noche nos dejan tranquilos! —exclamó el polaco parlanchín—. ¡Bah! ¡Todavía nos darán ocasión de perder o ganar unos cuantos cequíes! ¿No os parece, señor Perpignano?

—A vuestra disposición estoy, capitán.

—¡Tiráis vos!


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119 págs. / 3 horas, 29 minutos / 1.017 visitas.

Publicado el 4 de marzo de 2017 por Edu Robsy.

Napoleón en Chamartín

Benito Pérez Galdós


Novela


I

El Sr. D. Diego Hipólito Félix de Cantalicio Afán de Ribera, Alfoz, etc., etc., conde de Rumblar y de Peña—Horadada, hacía en Madrid la siguiente vida:

Levantábase tarde, y después de dar cuerda a sus relojes, se ponía a disposición del peluquero, quien en poco más de hora y media le arreglaba la cabeza por fuera, que por dentro sólo Dios pudiera hacerlo. Luego daba al reloj de su cuerpo la cuerda del necesario alimento, como decía Comella, la cual cuerda pasaba aún más allá de la media docena de bollos de Jesús reblandecidos en dos onzas de chocolate.


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246 págs. / 7 horas, 11 minutos / 572 visitas.

Publicado el 5 de octubre de 2016 por Edu Robsy.

Papá Goriot

Honoré de Balzac


Novela


Al grande e ilustre Geoffrey Saint Hilaire,
como testimonio de admiración
por su labor y su talento.

De Balzac.

I. Una pensión burguesa

La señora Vauquer, de soltera De Conflans, es una anciana que desde hace cuarenta años regenta una pensión en la calle Neuve-Sainte-Geneviève, entre el barrio latino y el de Saint-Marcel. Esta pensión, conocida bajo el nombre de Casa Vauquer, admite tanto a hombres como mujeres, jóvenes y ancianos, sin que las malas lenguas hayan atacado nunca las costumbres de tan respetable establecimiento. Pero también es cierto que desde hacía treinta años nunca se había visto en ella a ninguna persona joven, y para que un hombre joven viviese allí era preciso que su familia le pasara mensualmente muy poco dinero. No obstante, en el año 1819, época en la que da comienzo este drama, hallábase en Casa Vauquer una joven pobre. Aunque la palabra drama haya caído en descrédito por el modo abusivo con que ha sido prodigada en estos tiempos de dolorosa literatura, es preciso emplearla aquí: no que esta historia sea dramática en la verdadera acepción de la palabra; pero, una vez terminada la obra, quizás el lector habrá derramado algunas lágrimas intra muros y extra. ¿Será comprendida más allá de París? Nos permitimos ponerlo en duda. Las particularidades de esta historia llena de observaciones y de colores locales no pueden apreciarse más que entre el pie de Montmartre y las alturas de Montrouge, en ese ilustre valle de cascote continuamente a punto de caer y de arroyos negros de barro; valle repleto de sufrimientos reales, de alegrías a menudo ficticias, y tan terriblemente agitado que se precisa algo exorbitante para producir una sensación de cierta duración.


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Dominio público
286 págs. / 8 horas, 20 minutos / 1.378 visitas.

Publicado el 1 de abril de 2017 por Edu Robsy.

Robinson Crusoe

Daniel Defoe


Novela


Capítulo 1. PRIMERAS AVENTURAS DE ROBINSON

Nací en 1632, en la ciudad de York, de una buena familia, aunque no de la región, pues mi padre era un extranjero de Brema que, inicialmente, se asentó en Hull. Allí consiguió hacerse con una considerable fortuna como comerciante y, más tarde, abandonó sus negocios y se fue a vivir a York, donde se casó con mi madre, que pertenecía a la familia Robinson, una de las buenas familias del condado de la cual obtuve mi nombre, Robinson Kreutznaer. Mas, por la habitual alteración de las palabras que se hace en Inglaterra, ahora nos llaman y nosotros también nos llamamos y escribimos nuestro nombre Crusoe; y así me han llamado siempre mis compañeros.

Tenía dos hermanos mayores, uno de ellos fue coronel de un regimiento de infantería inglesa en Flandes, que antes había estado bajo el mando del célebre coronel Lockhart, y murió en la batalla de Dunkerque contra los españoles. Lo que fue de mi segundo hermano, nunca lo he sabido al igual que mi padre y mi madre tampoco supieron lo que fue de mí. Como yo era el tercer hijo de la familia y no me había educado en ningún oficio, desde muy pequeño me pasaba la vida divagando. Mi padre, que era ya muy anciano, me había dado una buena educación, tan buena como puede ser la educación en casa y en las escuelas rurales gratuitas, y su intención era que estudiara leyes. Pero a mí nada me entusiasmaba tanto como el mar, y dominado por este deseo, me negaba a acatar la voluntad, las órdenes, más bien, de mi padre y a escuchar las súplicas y ruegos de mi madre y mis amigos. Parecía que hubiese algo de fatalidad en aquella propensión natural que me encaminaba a la vida de sufrimientos y miserias que habría de llevar.


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Dominio público
303 págs. / 8 horas, 50 minutos / 1.222 visitas.

Publicado el 11 de septiembre de 2016 por Edu Robsy.

Sab

Gertrudis Gómez de Avellaneda


Novela


Dos palabras al lector

Por distraerse de momentos de ocio y melancolía han sido escritas estas páginas. La autora no tenía entonces la intención de someterlas al terrible tribunal del público.

Tres años ha dormido esta novelita casi olvidada en el fondo de su papelera; leída por algunas personas inteligentes que la han juzgado con benevolencia y habiéndose interesado muchos amigos de la autora en poseer un ejemplar de ella, se determina a imprimirla, creyéndose dispensada de hacer una manifestación del pensamiento, plan y desempeño de la obra, al declarar que la publica sin ningún género de pretensiones.

Acaso si esta novelita se escribiese en el día, la autora, cuyas ideas han sido modificadas, haría en ella algunas variaciones, pero sea por pereza, sea por la repugnancia que sentimos en alterar lo que hemos escrito con una verdadera convicción, (aun cuando esta llegue a vacilar), la autora no ha hecho ninguna mudanza en sus borradores primitivos, y espera que si las personas sensatas encuentran algunos errores esparcidos en estas páginas, no olvidarán que han sido dictadas por los sentimientos algunas veces exagerados pero siempre generosos de la primera juventud.

Primera parte

Capítulo I

¿Quién eres? ¿cuál es tu patria?
…………………
…………………
Las influencias tiranas
de mi estrella, me formaron
monstruo de especies tan raras,
que gozo de heroica estirpe
allá en las dotes del alma
siendo el desprecio del mundo.

CAÑIZARES
 


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Dominio público
171 págs. / 4 horas, 59 minutos / 1.336 visitas.

Publicado el 16 de enero de 2019 por Edu Robsy.

A Bordo del Taymir

Emilio Salgari


Novela


CAPITULO I. LOS CAZADORES DE NUTRIAS

—Sandoe, ¿la has visto?

—Si, MacDoil; pero desapareció súbitamente.

—¿Dónde la viste?

—Allí, bajo aquella roca.

—¡No la veo! La noche está tan oscura, que me serían necesarias las pupilas de un gato para ver algo a diez pasos de la punta de mi nariz. ¿Era grande?

—¡Enorme, MacDoil! Debe de ser la misma que vi esta mañana.

—¿Tenía hermosa piel?

—Una de las más hermosas. La compañía podría obtener de ella ochocientos rublos.

—¿Sabes lo que he observado, Sandoe?

—¿Qué?

—Que desde hace unos días estas condenadas nutrias parecen asustadas.

—Lo mismo tengo observado, MacDoil. ¿Sabes desde cuándo?

—Desde la noche que oímos aquel silbido misterioso.

—¡Lo has adivinado!

—¿Quién pudo haber lanzado aquella nota? Una ballena no pudo ser.

—Quizá un mamífero de nueva especie.

—¡Hum! —dijo el que se llamaba MacDoil, meneando la cabeza—. ¡No lo creo!…

—Pues entonces…

—No sé qué decir.

—Algo debe de suceder en las costas septentrionales de esta isla. Si así no fuera, las nutrias no se mostrarían tan desconfiadas, y el mismo «Camo» estaría más tranquilo. Ayer mismo ladró muchas veces.

—Lo he oído, Sandoe, y creo…

—¡Calla!

Un murmullo extraño, pero potente, que parecía producido por un inmenso surtidor de agua brotando en la superficie del mar, seguido poco después de un agudo silbido, se oyó en lontananza hacia la costa septentrional de la isla.

Al oír aquellos ruidos, un enorme can que estaba acostado junto a una peña saltó hacia los dos hombres, y volviendo la cabeza al Norte, lanzó tres poderosos ladridos.


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187 págs. / 5 horas, 27 minutos / 1.492 visitas.

Publicado el 23 de febrero de 2017 por Edu Robsy.

El Extraño Caso del Dr. Jekyll y Mister Hyde

Robert Louis Stevenson


Novela


1. Historia de la puerta

El Sr. Utterson, el abogado, era un hombre de rostro duro en el cual no brillaba jamás una sonrisa; frío, lacónico y confuso en su modo de hablar; poco expansivo; flaco, alto, de porte descuidado, triste, y sin embargo, capaz no sé por qué, de inspirar afecto. En las reuniones de amigos, y cuando el vino era de su gusto, había en todo su ser algo eminentemente humano que chispeaba en sus ojos; pero ese no sé qué, nunca se traducía en palabras; sólo lo manifestaba por medio de esos síntomas mudos que aparecen en el rostro después de la comida, y de un modo más ostensible, por los actos de su vida. Era rígido y severo para consigo mismo; bebía ginebra cuando se hallaba solo, para mortificarse por su afición al vino; y, aunque le agradaba el teatro, hacía veinte años que no había penetrado por la puerta de ninguno. Pero tenía para con los demás una tolerancia particular; á veces se sorprendía, no sin una especie de envidia, de las desgracias ocurridas á hombres inteligentes, complicados ó envueltos en sus propias maldades, y siempre procuraba más bien ayudar que censurar. "Me inclino,—tenía por costumbre decir, no sin cierta agudeza—hacia la herejía de Caín; dejo que mi hermano siga su camino en busca del diablo." Con ese carácter, resultaba á menudo, que era el último conocido honrado y la última influencia buena para aquellos cuya vida iba á mal fin; y aún á esos, durante todo el tiempo que andaban á su alrededor, jamás llegaba á demostrar ni siquiera la sombra de un cambio en su manera de ser.


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Dominio público
82 págs. / 2 horas, 24 minutos / 6.299 visitas.

Publicado el 24 de mayo de 2016 por Edu Robsy.

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